Pablo en Guerreros de la arena (9/15): ¿Sincero o descarado? - Las Bolas de Pablo

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14 nov 2015

Pablo en Guerreros de la arena (9/15): ¿Sincero o descarado?

CONTIENE:

-SEXO HOMOSEXUAL, BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Marcos Chacón estaba en aquella hora de la mañana sentado en su oficina haciendo una llamada a larga distancia.

   —... ¿Vendrás para esta navidad, hermano?

   —Eh..., Marcos, creo que no —dudaba Gaspar.

   —¿Por qué? El año pasado juraste que compartirías la navidad con nosotros, recuerda.

   —Sí, pero se me atravesaron algunos asuntos y pasaré el mes de diciembre ocupado.

   —¿Se te atravesaron algunos asuntos? ¿Esos asuntos no tendrán que ver con tu hijo Lucas, verdad?

   Desde el teléfono se escuchó que Gaspar carraspeó.

   —De Lucas es algo que tú y yo debemos hablar en algún momento. Ese muchacho no es mi hijo, no entiendo por qué lo tuviste que llevar a tu casa. Tomando atribuciones que no te pertenecen.

   —¿Atribuciones que no me pertenecen? Ayudar a un joven que mirarlo a la cara es como verte a su edad. ¿Un muchacho que tiene tus lunares, que camina como tú, y hasta incluso come como tú, no es hijo tuyo? No seas irresponsable, Gaspar, no es el primer hijo que niegas... ¿Cómo no ayudar a un chico que se quedó solo en el mundo y tiene un papá que no lo quiso ayudar porque todavía cree que tiene 20 años.

   —No me reclames, Marcos. En ultima estancia estoy ocupado, ya hablaremos después.

   —Sí, huye como siempre. Espero que vengas este diciembre y seas adulto una vez en tu vida. Por cierto, te enviaré un correo con un mensaje adjunto.

   Terminaron la llamada donde Marcos soltó un insulto a su irresponsable hermano. Abrió el correo electrónico para adjuntar un archivo del resultado a una prueba de cromosoma "Y".

   —Es mi sobrino, a ver si así maduras tozudo —murmuró Marcos al hacer clic en el envió del mensaje.

   La puerta fue tocada e hizo pasar a su secretaria, una señora un tanto vieja, desordenada e irregular con sus labores, el jefe debía respirar profundo antes de ver su desempeño en el trabajo.

   —Señor Marcos, acá están los informes que pidió a la Sala de arquitectos. El señor Otto los asignó ayer por la tarde pero estaba tan atareada que preferí entregarlos hoy a primera hora.

   Marcos Chacón esbozó una sonrisa que a leguas se mostraba hipócrita, preferia recibir esas notificaciones cada tarde, recibidas las carpetas la señora salió a paso lento de la oficina mientras Marcos la perseguía con la mirada.

   —Ineficaz —murmuró—. Sólo unas semanas y ya, salgo de todo esto...

   Comenzó a hojear los informes y le surgieron diferentes dudas, inspecciones, levantamientos topográficos, compra de materiales, agarró el teléfono y marcó a la oficina que envió aquello. Sonaba y sonaba y no había contestación, siempre era el mismo problema allí, desde que la secretaria a cargo renunció parecía que nadie de esa oficina se dignaba a atender las llamadas. Finalmente una voz casi ronca le atendió.

   —Querida amor, al fin me contestas —saludó Marcos con una sonrisa—. Estaba a punto de bajar, hermosa.

   —Papi, estábamos ocupados —se excuso Jenny Chacón—. Yo estoy que me vuelvo loca haciendo un mapa en el AutoCAD, cinco minutos y me voy a caminar al patio, casi colapso.

   —Si tienes dudas, sólo ven y consulta conmigo, hija —Yenny lanzó un bufido—. Tengo en mis manos el informe que envió Otto, tengo dudas, ¿estará por allí? Avisale que suba.

   —Pues no papi... sus cosas están aquí pero salió. Tenía unas carpetas, quizás estará en otra oficina.

   —Está bien dulzura, lo llamaré al celular. Sube y consulta conmigo cualquier duda......... sí......... sí, así es...... bueno... bueno... te amo.

   Marcos Chacón colgó el teléfono y luego apuntó la llamada al celular de Otto, sus ojos miraron al techo al saber que Otto tenía el celular apagado.

   —¡Carajo!


 Pero Otto Salinas se encontraba en la sede de la constructora, su estadía se centraba en la planta baja en la zona de Gerencia de asuntos comerciales, un amplio espacio donde un número considerable de personas realizaban sus trabajos, al centro de la oficina estaba un cubículo con paredes de cristal, donde los empleados no tenían privacidad al estar bajo los ojos del gerente del departamento, Otto estaba llegando allí y Alfredo, el nuevo gerente se rascaba la cabeza por esforzarse en hacer un trabajo excelente.

   —Bonita oficina —entró diciendo al despacho Otto—. Muy pomposa para ti, demasiado. Te queda muy grande, porque aun tienes ese olor a secretaria —Alfredo continuó ignorándolo aunque su semblante se transformó en odio—. Ya sabes, aunque la mona se vista de seda... mona se queda. Y aquí, entre tú y yo sabemos el por qué tú estás aquí, no es por merito sino por quien cojes, que triste el puesto donde estás, te queda grande. Disfrutalo mientras puedas porque cuando sea el presidente de esta empresa te voy a despedir. Tú lugar es estar sentado grapando hojas y limandote las uñas, secretaria. No eres más que un burro con suerte.

   Alfredo respiró profundo. Al fin habló:

   —Será mejor que te calles, Salinas. O me veré en la penosa necesidad de patearte el culo, y mira que ganas me sobran. Quedarías muy mal parado. ¿Recuerdas lo de tu mandíbula?

   Otto sonrió con mirada socarrona.

   —Intenta golpear al futuro presidente de esta empresa. No más cuando empiece haré una limpieza de oficinas.

   —Ya has perdido tu candidatura otras dos veces, una tercera no la pongo en duda. Ya callate, nariz de tucan. Te detesto, por qué no vas y le resuelves la vida a Pablo, ya mucho problema tiene con lo de Guerreros de la arena por tu culpa.

   Otto doblo la boca despreocupado.

   —Que él vea como resuelve sus cosas. Pero, ¿cuales problemas? Él bastante que disfruta cojiendo en los combates y tú siendo su cabrón, para navidad te regalaré una lija para que te afiles los cuernos.

   Alfredo enseguida se paró del asiento y Otto se enderezó alerta, rió provocando arrogancia y salió para entregar una carpeta a una empleada de la oficina.

   Alfredo se sentó nuevamente furioso, era cierto, en cuanto a la estadía de Pablo en Guerreros de la arena, él no se convirtió en más que en su cómplice de las infidelidades, su cornudo. En aquel día se cumplía una semana de no entablar una conversación directa con Pablo, y es que casi le tumbaba los dientes a golpes cuando el muchacho le contó que había tenido sexo con Esteban, el dueño de la empresa de combate erótico la noche que lo citó.

   "Escucha, Alfredo, si no te tuviera confianza no te lo hubiera contado. He sido sincero contigo desde un principio" le había dicho Pablo tomándolo de la mano "necesito la confianza de ese imbécil para que anule mi contrato y los vídeos con los que me quiere chantajear... te lo cuento para que lo sepas... no quiero problemas. Eso es sexo por conveniencia, a quien amo eres tú"

   Cuanto odiaba la situación de Pablo, pensaba Alfredo con un rictus de amargura en la boca. ¿Qué podía hacer? ¿Aguantar como siempre? ¿En realidad era un cornudo cuando su pareja le contaba con quien tenía sexo? Alfredo cogió el celular y escribió a Pablo.

   *¿Cuando es tu próximo combate?*

   A lo que Pablo en breve respondió:

   *Vaya, te dignas a escribirme... primeramente te diré que estoy bien, extrañandote a montón... ¿tú como estás? Quiero verte y abrazarte duro... por último el sábado es el combate, de noche*

   A lo que Alfredo de manera seca respondió.

*Iré contigo*


...

   Y así ocurrió, el viernes por la noche Alfredo acompaño a Pablo a su encuentro, el fortachón rubio iba  callado ante las preguntas y comentarios de Pablo.

   —Hey, si me vas a acompañar a lo menos dirigeme la palabra —reclamó Pablo cuando estacionó el auto en el garaje—, me has tenido como un idiota hablando solo en el camino. Te extraño, mi Hércules.

   —...

   —Alfredo, siempre he sido sincero y te he contado de todo lo que me ha ocurrido, todo. Nunca he escondido nada.

   Alfredo se bajó del coche sin decir nada, Pablo le siguió.

   —Es ridículo que estés aquí así. Sin hablarme.

   Alfredo continuaba ceñudo y mal encarado.

   —Alfredo, tú y yo, ¿qué?...

   Pablo se contuvo en sus palabras cuando percibió que de las escaleras aparecía Esteban, y todo para empeorar la situación.

   —Pablo, estaba en el lobby cuando vi llegar tu automóvil. Quise venir a saludarte. ¿Qué haces con este?... ¿No le has contado de tú y yo?

   Pablo abrió los ojos como platos, Alfredo estalló en ira, estaba cerca de Esteban y con amargura contenida le pateó con todas sus fuerzas -sin importarle si las reventaba- las bolas. Esteban se elevó en el aire con los ojos llenos de lágrimas, la cara se le tornó roja y ambas manos se incrustaron como con pegamento en los huevos, cuando hizo contacto con el suelo, cayó sin fuerza quejándose en llanto agónico.

   —Pero, Alfredo, ¿qué hiciste? —reclamó Pablo acercándose al convaleciente Esteban.

   —Y es que encima lo defiendes —al fin Alfredo rompía el silencio—, quédate sobando sus bolas, me alegraría que se le rompan —y se alejó del garaje penetrando al edificio.

   —¿Estás bien, Esteban?

   —Ese hijo de perra... se va a... ahhhhh, ay... se va a arre... arrepentir.

   —¿Están bien tus bolas?

   —Obvio... obvio que... ahhhhh... n... no.

   —¿Tus bolas... están... completas? —preguntó Pablo con miedo consciente de la fuerza que Alfredo tenía.

   Esteban sudoroso afirmó amasando sus dos cojones.

   —Llévame a la enfermería... ese perro... me... me castró.

   Pablo ayudó a incorporarse a Esteban que continuaba doblado del punzante dolor, Pablo tenía visiblemente una erección en el pantalón. De manera lenta acompaño a Esteban a la enfermería de la empresa, mientras eso ocurría Alfredo ocupaba un asiento en la arena donde se haría el combate, un hombre moreno delante de él empezó a mirarlo con atención mientras le sonreía.

   "Y este que tanto me ve" pensaba con harta molestia.

   Otra vez el sujeto insistió con la mirada y la sonrisa.

   —¿Te debo dinero o se te perdió uno igual? —le preguntó con repugnancia Alfredo, el hombre ante él rió divertido.

   Pablo acompaño a Esteban a la enfermería, sus testículos estaban bien aunque hinchados y ya enrojecidos, Esteban le preguntó el por qué estaba con Alfredo y Pablo argumentó que ya hablarían en su momento sobre ello. Esteban despachó a Pablo deseándole buena suerte en el combate y que deseaba que hablaran más tarde en privado.

   Cerca de veinte minutos después, Pablo se apareció en calzoncillo sobre la arena, divisó a Alfredo sentado entre el público y su ceño se dobló cuando lo vio hablando con Jorge, uno de sus rivales en la empresa con quien no tenía buen trato de amistad.

   —El combate finaliza cuando el perdedor haga sexo oral al ganador —fue anunciado.

   Pablo tragó saliva, su enemigo sonrió pedante.

   —Tomaras mi leche y te partiré las bolas de caballo que dicen que tienes —dijo Luciano, su rival, un tipo con cara de idiota, cuerpo esculpido y actitud detestable.

   —No estoy de ánimos para chistes burdos —aclaró Pablo.

   De golpe inesperado, Luciano apretó la mano y golpeó con los nudillos las bolas de Pablo. Su puño se clavó en el relieve del abultado calzón, provocándole un quejido mientras se doblaba sin contemplación.

   Luciano se rió de manera descarada.

   Pablo lo miró con pesar sintiéndose ahogado, la yema de los dedos acariciaba sus gónadas.

   Luciano se preparó y pateó entre las piernas abiertas de Pablo, aplastado sus dedos y las pelotas.

   Pablo gritó y cayó de rodillas, con ambas manos metidas en su entrepierna.

   Luciano volvió a reírse.

   Pablo gimió sin soltar sus bolas.

   Luciano colocó un dedo en su lengua para después acariciar su fuerte pecho. Pablo sin parar de gemir intentó ponerse de pie.

   Luciano se acercó al enemigo con la palma de la mano abierta, enseguida abofeteó a Pablo y se echó a reír. El publico le regalaba elogios.

¡PAFF!

   A Pablo la mejilla se le coloreó roja con la marca de la mano.

   El público estaba animado. Pablo seguia de rodillas, agarrándose los testículos adoloridos, mientras que Luciano de pie junto a él con la mano alzada para abofetear su otra parte del rostro.

   —Tu cara va a quedar como la de un payaso.

   Pero Pablo fue más rápido y le regaló un directo uppercut en los huevos con toda la fuerza que pudo reunir, Pablo supo que aplastó con fuerza vengativa las bolas del combatiente al aplastarlas contra la pelvis. Luciano enseguida gritó de dolor para hundirse en el suelo junto a Pablo.

   —¡Puto! —insultó el hijo de italianos con voz aguda, agarrando sus pelotas y doblándo la espalda.

   Pablo sonrió débilmente, masajeando sus gónadas.

   —Está prohibido golpear en la cara, violaste la primera ley.

   Luciano apretando los dientes se abalanzó sobre su contrincante. Ambos machos comenzaron a rodar eróticamente por el suelo, se veían tan sexy que el público vitoreo, ambos sudaban y rodaban con sus ajustadas ropa interior.

   Logrando ventaja, la rodilla de Luciano pudo abrirse paso entre las piernas de Pablo.

   Pablo gritó tan fuerte que su voz retumbó en las paredes, sus ojos se cristalizaron y su boca se abrió.

   Luciano con una sonrisa de lobo, volvió estrellar la rodilla contra las bolas de Pablo.

   Pablo gritó y se retorcíó, intentando alejar a Luciano de encima de él, pero Luciano parecía una mole. Se mantuvo encima golpeandole con la rótula.

   Las bolas de Pablo eran aplastadas sin cesar, Luciano estaba feliz inconsciente del dolor que causaba en el adversario.

   Luciano se paró entre las piernas de Pablo, lo sujetó de los tobillos y separó sus piernas en V provocando un dolor a Pablo en el perineo. Luciano elevó el pie en medio de los muslos del muchacho y le pisoteó las bolas como si de una lata de refresco se tratase.

   Pablo lloriqueaba respirando pesadamente. La frente estaba perlada en sudor y su cara estaba tan roja como un ají.

   Luciano volvió a separar las piernas de Pablo y subió el pie, miró aquel montículo redondo en la entrepierna de Pablo. Entonces con fuerza estampó el talón comprimiendo los huevos de Pablo.

   Pablo gritó.

   —¡AAAAAAAAAAAaaaaaaaaa!

   Luciano rió soltando las piernas del joven que enseguida se acurrucó en posición fetal.

   Luciano se bajó la ropa interior, robando del publico suspiros, miradas y halago, tenía pequeña pija y dos cojones que parecían tomates, agarró a Pablo de los cabellos y le hizo hincarse, Pablo hizo una mueca al ver el pollon hincharse ante él, intentó mirar al público pero no vio a Alfredo, pero tampoco divisó a Jorge, cuando se iba a poner alerta, sus labios deslizaron al pene.

   Luciano sonrió cerrando los ojos y empezó a mover la cintura alternativamente adelante y atra.

   Después de un par de minutos, Luciano empezó a jadear pesadamente. Abrió los ojos y miró a Pablo que estaba de ojos cerrados.

   El primer chorro de semen brotó de su polla mientras gemia con fuerza. Pablo hizo una mueca de mala gana, su lengua se movió sobre el pene de Luciano, chupando la salsa espesa con expresión de disgusto en el rostro.

   Luego de escasos segundo el pene salió ensalivado de la boca de Pablo, que ahora se esforzaba en escupir con asco al suelo. Luciano se colocó la ropa interior y fue a recibir el aplauso del público. Pablo lentamente se puso de pie.

   —Eres un hueso duro de roer, eh —le dijo Luciano al acercarse, le tendió la mano.

   Pablo sonrió con tristeza, le apretó la mano.

   A continuación, Luciano dio una patada traicionera en las gónadas. Su empeine captó los dos gümaros de Pablo, estrellandolos contra la pelvis.

   Pablo dio un grito gutural y se desplomó en el suelo. Agarrando sus bolas sin parar de gemír de dolor.

   Luciano sonrió y se ajustó la entrepierna. Sonriendo volvió a acercarse a los aplausos del público.

   ...

   Pablo regreso con un gran dolor de huevos a su camerino, caminaba con las piernas abiertas, agarrandose los testículos y con cara de pesar. Al abrir la puerta vio a Esteban que tenía una bolsa de hielo en su entrepierna y sostenía una tablet.

   —¿Cómo están tus pelotas?

   —Para serte franco, Pablo... estan endebles... ese rubio hijo de perra por poco me las parte... vi que perdiste el combate. Ahí tienes una bolsa de hielo para ti. Ven, sientate junto a mi.

   Pablo obedeció y se acercó a Esteban portando la bolsa de hielo en sus cojones.

   —¿Qué haces junto a ese rubio hijo de perra?

   —Es y seguira siendo mi pareja. Esta decidido.

   —¿Es y seguira siendo? ¿Estás seguro? ¿Y entre tú y yo?

   —Entre tú y yo, nada... Ya no te daré bola, olvidate. Sólo quiero terminar ese contrato de porquería. No falta mucho.

   Esteban sonrió.

   —Tú me gustas, Pablo. Yo podría darte mucha seguridad... sabiduría. Seriamos estable, lo sabes. Y sé que entre tú y yo no han pasado las mejores cosas.

   —Me tienes chantajeado de la peor forma. Eso no puede seguir así. Y con Alfredo hemos pasado por muchos obstaculos y nos queremos.

   —Te repetiré... ¿Estás seguro?

   —Sí.

   Pablo parecía decidido, Esteban suspiro y se apartó de él diciendo.

   —Voy a retirarme, quiero que tomes esto —le tendió la tablet—, y veas un video captado de la cámara de seguridad. Estaré en mi oficina, dejas la tablet aquí por si decides irte.

   Esteban abandonó la pieza y Pablo frunciendo la boca comenzó a usar la tablet ingresando a los videos dio inicio al único archivo. Dando play se veía un plano general de la cámata de seguridad en la arena, ahí estaba Pablo rodando por el suelo junto a Luciano, pero en ese preciso instante Alfredo salía del salón acompañado de Jorge. Otra toma de imagen enfocaba a Alfredo y Jorge por un reconocido pasillo de la empresa. Finalmente los tipos se iban a cerrar al baño, colocaron la puerta bajo seguro y Alfredo se abría el pantalón mientras Jorge se arrodillaba ante él y se metía su miembro en la boca. Pablo no quiso saber más y apagó la tablet, la dejó a un lado y se vistió.

   Encontró a Alfredo recostado en el automovil en el estacionamiento.

   —¿Dónde estabas? No te vi en el combate.

   —Supe que perdiste. No iba a quedarme ahi viendo lo que hacias.

   —¿Dónde estabas? Te pregunte.
  
   —No quise ver como se la chupabas a otro. Salí.

   —¿Ahora eres mentiroso?

   —¿Qué quieres decir?

   —Sé que te fuiste a encerrar al baño con Jorge —aseguró Pablo, tuvo un quiebre en la voz pero se mantuvo firme—. Me duele que me pagues de ese modo, y me vengas a mentir. Encerrarte en un baño para que te la mame. Que bajo has caido.

   —Pero hay que ver que eres un autentico cara de tabla, un descarado —alegó Alfredo apartandose del vehículo y caminando a un lado—, me reclamas porque me encerré en un baño con un tipo a que me hiciera sexo oral mientras tú te la vives de tipo en tipo, como todo un puto, ¡puto es que eres!

   Pablo abrió la boca, que mal se sentía en aquel momento.

   —Sabes que no lo hago porque quiero. Y en todas las ocasiones tú has estado presente o lo has sabido, no hay punto de comparación. Si no es porque vi el video tú me hubieras mentido.

   —¿Y qué? —reclamó Alfredo alzando la barbilla—. ¿Qué se siente que te paguen con la misma moneda? ¡Puto!

   Pablo gruño y apretó los dientes, tenía un nudo en la garganta y Alfredo seguía iracundo. De manera rápida Pablo estampó una patada en la entrepierna de Alfredo. Tal como el lo hizo minutos antes con Esteban.

   El fortachón rubio saltó en el aire a medida que la punta del zapato chocaba sus gordos huevos -vacíos- contra la pelvis, los ojos se le cristalizaron y su boca se abrió en forma de "O" imposibilitado y en shock de poder emitir un grito o un gemido. Cuando hizo contacto con el suelo se quedó unos segundos inmovil con las manos en las bolas, ya por último cayó de rodillas y luego se ubico de costado, temblando y lamentablemente llorando.

   —Ahora encuentra la manera de volver a casa... contacta a Jorge para que te ayude... ¡Por que este puto, como tú me dijiste! No te quiere ayudar.

   Pablo subió a su auto con la boca temblando, no quería llorar, aunque se sentía destrozado, ¿a caso se lo merecía? Encedió el vehículo y dio el retroceso, salió a toda marcha mirando por el retrovisor a un hombre echado en el suelo temblando y con ambas manos metidas en la entrepierna.

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