Solid Show (5/7): La venganza de Mauro - Las Bolas de Pablo

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20 nov 2015

Solid Show (5/7): La venganza de Mauro


CONTIENE:
-BALLBUSTING H/HOMBRE
BALLBUSTING MUJER/H

   Mauro continuaba sentado en el comedor de su casa, su mente viajaba de un tema a otro, desde el punto en que Isabella Totti lo regaƱo dos dĆ­as antes hasta la venganza tardĆ­a que querĆ­a realizar sobre sus compaƱeros de trabajo, y todo, por culpa de Carlos, aquel molesto empleado que arrebatĆ³ su puesto como papiboy del grupo. Su robusta pierna morena subĆ­a y bajaba rĆ”pidamente intentando formular un plan para joder a todos, en especial a Carlos. Y pensar que meses antes estuvo a punto de convertirse en el jefe del equipo cuando logrĆ³ hacerle la vida imposible al anterior miembro, fue cuando Isabella le prometiĆ³ el puesto, pero una maƱana se apareciĆ³ con el nuevo. Mauro se rascĆ³ con la mano el grueso paquete que se le hacĆ­a con el diminuto short.

   —¡Ya tengo la idea! —dijo golpeando con el puƱo la mesa. Su alto y fornido cuerpo abandonĆ³ la silla—. Con esta idea Carlos sabrĆ” que soy yo el que manda y terminarĆ” por renunciar al trabajo.

   ...

   El Nautilus Bar estaba a rebosar de pĆŗblico aquella noche expectantes para el primer espectĆ”culo de la noche. Los miembros a efectuar el primer Solid Show eran Miguel y Ricardo, pero fue el hombre del lĆ”tigo el primero en presentarse al grupo.

   Usando su entallado pantalĆ³n de cuero el hombre apareciĆ³ musculoso meneĆ”ndose ante el pĆŗblico, batiendo el largo cabello. Usuarios y usuarias al local se debatĆ­an entre risas y aplausos con el espectĆ”culo del espĆ©cimen aunque desconocĆ­an la aflicciĆ³n de este por la droga. Miguel hacĆ­a su camino a lo largo del escenario adornado con diferentes juegos de luces.

   Miguel enganchĆ³ sus dedos en la hebilla del pantalĆ³n y moviĆ³ la cadera de lado a lado, dejando que su potente polla y pelotas se dibujaran en el contorno como una elegante pitĆ³n.

   Otra vez hubo un estallido de emociones alegres entre el pĆŗblico.

   Sus genitales relucĆ­an apetitosos y absolutamente enormes dentro del pantalĆ³n, a cualquiera le gustarĆ­a probarlos y apretarlos.

   Hubo un stop en la mĆŗsica y sĆ³lo se escuchĆ³ el lĆ”tigo azotando al suelo. A continuaciĆ³n el eco cesĆ³ y un impacto de luz iluminĆ³ a un hombre con actitud firme militar en el escenario, era el turno de Ricardo, la gente presente en el show lo aplaudiĆ³ con energĆ­a.

   «Media vuel... »ordenĆ³ una sexy voz de mujer a travĆ©s del micrĆ³fono.

   El ex militar obedeciĆ³ levantando el talĆ³n y girando el cuerpo hacia su izquierda. Un redoble de tambores animĆ³ la situaciĆ³n y una explosiĆ³n de mĆŗsica sensual provocĆ³ que Ricardo comenzara a menear el culo.

   La sala se llenĆ³ de risas y mezclas de entusiasmos.

   Pero Ricardo estaba concentrado moviendo la fuerte espalda y su pomposo trasero. LlevĆ³ la mano al pecho y se rompiĆ³ la remera mostrando el aceitado torso. El pĆŗblico estaba sorprendido por la recia musculatura del hombre que de un salto daba media vuelta ahora meneando el paquete, cuyo pene se balanceaba desnudo dentro del pantalĆ³n.

   Ricardo asintiĆ³ con la cabeza en seƱal de aprobaciĆ³n con la mezcla del baile sensual en la canciĆ³n. Al mismo tiempo, levantĆ³ la mano derecha y se acariciĆ³ desde los gordos pectorales hasta bajarlo a su paquete y manosear de lado a lado.

   HabĆ­an muchos de piropos entre el pĆŗblico:

   —Papi.

   —Mi amor, hazme tuya.

   —Ricky, te quiero cojer.

   La tarima volviĆ³ a hacerse oscura, y el ruido del lĆ”tigo retumbĆ³.

   Enseguida se iluminĆ³ con un determinado juego de luces mostrando a Ricardo en posiciĆ³n de hacer abdominales enroscado a su cuello el lĆ”tigo de Miguel, y Ć©ste con un pie sobre su espalda. El militar empezĆ³ a hacer ejercicio pero luego retumbĆ³ la mĆŗsica y ambos comenzaron a mover los cuerpos hacia el pĆŗblico.

   Ricardo tenĆ­a sus huevos agarrados con la mano, formado un adorable montĆ­culo en su entrepierna, las personas disfrutaban visualmente del tamaƱo y peso que el hombre tenĆ­a.

   Miguel movĆ­a el culo con el baile.

   Ricardo y Miguel se dirigieron miradas sucias, pero juguetonas. Se acercaron y bailaron juntos escuchando las multitud de piropos entre el pĆŗblico.

   Hasta culminar el show y con una sonrisa agradecer para despedirse y caminar hacia la sala de descanso.

   —Hey, Miguel —llamĆ³ Mauro—, quiero hablar contigo.

   —Vamos a la sala de descanso.

   —No, sĆ­gueme.

   Uno caminĆ³ detrĆ”s del otro hacia la parte trasera del local hasta salir a la puerta de emergencia que conducia a un callejĆ³n.

   —¿Dime hombre, quĆ© quieres?

   —El otro dĆ­a te metiste en mi discusiĆ³n con Carlos, eso me molestĆ³. No quiero que vuelvas a entrometerte en mis asuntos.

   —Man, ¿ y quĆ© pretendidas? ¿Malograrlo?

   —No es asunto tuyo, ese tipo me robo mi puesto en el grupo.

   —Dude, esa fue una decisiĆ³n de Isabella. No hay que interferir en sus planes con su local.

   —No hables de Isabella, el otro dĆ­a diste apoyo a Axel y Carlos en mi contra. Por tu culpa ella me amenazĆ³ con despedirme.

   —DeberĆ­a despedirte.

   —¿Por quĆ©?

   —Por rebelde, rompe grupo y envidioso. Y si tengo que unirme a ellos otra vez lo harĆ©. Eres la peor calaƱa que ha pasado por el Solid Show.

   —AtrĆ©vete... drogadicto.

   Se dirigieron miradas retadoras y Miguel dio media vuelta para penetrar al bar. Mauro desviĆ³ la mirada a un pasamano que estaba pegado en la pared, sus ojos se deformaron en una mirada malĆ©fica. CorriĆ³ tras Miguel, lo agarrĆ³ del hombro y cuando este se girĆ³ alerta recibiĆ³ un puƱetazo en el rostro, aturdido, el hombre con pantalĆ³n de cuero se tambaleĆ³ con la boca sangrante. Mauro se llenĆ³ de una fuerza sobrenatural y lo agarrĆ³ de la cadera alzĆ”ndolo en el aire.

   Cuando sus pies despegaron el suelo, Miguel surcĆ³ el aire y fue lanzado en direcciĆ³n a la pared, sus piernas cayeron abiertas entre aquel tubo donde cayĆ³ pisando sus testĆ­culos.

   —AAAARRRRGGGGG —gritĆ³ Miguel intentando desesperadamente cubrir sus grandes bolas aplastadas contra el hierro y su cuerpo. Sus piernas carnosas quedaron abiertas y estiradas sobre el pasamano.

   Con los ojos desorbitados y sin aliento, Miguel cayĆ³ en el piso sin ningĆŗn tipo de fuerza o resistencia. Mauro lanzĆ³ una sĆ³rdida sonrisa y entrĆ³ por la puerta de emergencia cerrĆ”ndola con seguro.

   Dentro del bar, Carlos entregaba un coctel a una mujer sentada cerca de la caja registradora.

   —Te regalo esto, preciosa.

   Ella mirĆ³ la copa con curiosidad demostrando interrogancia y burla.

   —O sea, ¿quĆ© es eso? —preguntĆ³ la chica.

   —Marcela, es para que te refresques y te entretengas durante la jornada.

   —No creo que a mi tĆ­a le guste que estĆ© aquĆ­ bebiendo eso. AdemĆ”s, ¿por quĆ© tendrĆ­a que aceptar una bebida de un trabajador como tĆŗ?

   —No soy un simple trabajador como crees. Soy mĆ”s que eso.

   —¿Y por quĆ© estĆ” trabajando aquĆ­? Obviamente porque te hace falta el curro.

   —No, preciosa. Soy abogado, y si estoy aquĆ­ es por otra cuestiĆ³n. Mejor preguntale a tu tĆ­a el por quĆ© me tiene aca. Y si no quieres aceptar el coctel, no te preocupes mejor me lo tomo yo.

   —No, tranquilo precioso —negĆ³ Marcela con un brillo en los ojos aceptando el vaso—. Lo aceptarĆ© para no ser grosera.

   Carlos le guiƱo un ojo, dijo que irĆ­a a prepararse para su show y que se lo dedicarĆ­a a ella.

   Marcela se tomĆ³ la dulce bebida, preguntĆ”ndose:

   «¿Por quĆ© mi tĆ­a contratarĆ­a un profesional como stripper?»

   Carlos caminĆ³ hacia la sala de descanso pasando por un lado de la tarima donde Axel realizaba su show en solitario. Justamente en aquel momento una robusta mujer fingiĆ©ndose borracha se acercaba a Ć©l, ella estaba pagada por Mauro para que hiciera una travesura en el escenario.

   Un vigilante del local se acercĆ³ para distanciar a la turbada mujer pero un gesto con la mano de Axel lo detuvo.

   —Ay, papi, asĆ­ fuertotote como estĆ”s —arrastraba las palabras—, abrĆ”zame.

   Axel riĆ³ y meneĆ³ el cuerpo sobre ella, el espĆ©cimen de hombre movĆ­a las gruesas piernas y bamboleaba el trasero, la supuesta borracha le mirĆ³ el apetitoso paquete. Grande, curvo y llamativo, mirĆ³ a Axel, Ć©l seguĆ­a moviendo el cuerpo. La mujer abriĆ³ la mano como garra y la apuntĆ³ a la entrepierna del exĆ³tico bailarĆ­n.

   —¡AAAARRRGGGGHHHHH, ¡PUTA! —Axel gritĆ³ abriendo mucho la boca y sintiendo un dolor increĆ­ble. La toma con fuerza robusta a sus bolas fue sin piedad. La polla gigantesca de Axel vibrĆ³ mientras su virilidad era aplastada.

   El pobre muchacho cayĆ³ de rodillas al suelo embargado de un explosivo dolor que emanaba de sus ovaladas bolas, el cuerpo lo tenĆ­a brillante en sudor y se mecĆ­a de lado a lado con ambas manos en la entrepierna.

   La mujer se carcajeaba de risa mientras dos vigilantes procedieron a sacarla del local sujetada de los brazos. Isabella Totti subiĆ³ al escenario micrĆ³fono en mano.

   —AtenciĆ³n, atenciĆ³n no ha pasado nada, el show debe continuar —decĆ­a.

   Ricardo se acercĆ³ a Axel que estaba bajo miradas sorprendidas y piadosas del pĆŗblico.

   —Vamos, amigo. LevĆ”ntate, te llevarĆ© a la sala de descanso.

   —Me duelen las pelotas... esa puta como me aplasto las huevas. Es una perra, que la maten.

   —Tranquilo, tranquilo. Te ayudarĆ©.

   AyudĆ³ a Axel sosteniĆ©ndolo del hombro. Axel caminaba a paso lento con las manos sosteniendo sus delicados testĆ­culos.

   —Asegurale a mi novia que estoy bien —pidiĆ³ el adolorido streeper cuando estaba ya sentado en el mueble de la sala de descanso.

   —Tranquilo, le avisarĆ© —asegurĆ³ Ricardo—. La vi entre el pĆŗblico y parecĆ­a consternada. Le regalarĆ© alguna bebida.

   —Men, ¿quĆ© te pasĆ³? —quiso saber Carlos preparado para su show.

   —Una maldita del pĆŗblico me apretĆ³ con odio la mĆ”quina de hacer bebĆ©s.

   —¡Ja ja,ja!

   —¿Has visto a Miguel? —preguntĆ³ Ricardo—. Le corresponde ayudarme en el bar.

   —Ha de estar drogĆ”ndose por ahĆ­. Cuando me recupere saldrĆ© a ayudarte. Y, ve con mi novia.

   Carlos y Ricardo abandonaron la sala de descanso.

   Carlos apareciĆ³ sobre el escenario con una silla, se sentĆ³ sobre ella y esperĆ³ que la mĆŗsica sonara.

   El pĆŗblico le dio la bienvenida a travĆ©s de gritos entusiastas y aplausos.

   Carlos se parĆ³ de la silla y dio un puntapiĆ©, batiĆ³ los brazos con la mĆŗsica electrĆ³nica a ritmo que reĆ­a.

   Se quitĆ³ la corbata y arrojĆ³ sobre la espalda. TrasladĆ³ la mano a su entrepierna para revelar el paquete, dio la espalda al pĆŗblico para que admiraran su pomposo trasero.

   Seguido se arrancĆ³ el pantalĆ³n de un tirĆ³n y arrojĆ³ a varias mujeres sobre una mesa.

   SiguiĆ³ moviendo con mĆ”s fuerza el cuerpo a tiempo que la mĆŗsica llegaba a su punto.

   Cuando el clĆ­max de la canciĆ³n bajĆ³ Ć©l se tomĆ³ su tiempo para desabotonar la camisa que tambiĆ©n fue recibida entre el pĆŗblico, tenĆ­a olor a perfume y almizcle.

   Carlos bajĆ³ del escenario, la ventaja de ser papiboy es que podĆ­a tener mĆ”s contacto que el resto de los bailarines con el pĆŗblico, y otras atribuciones. Y allĆ­, entre ellos bailĆ³ y fue tocado hasta que la mĆŗsica acabĆ³.

   Carlos agradeciĆ³ riendo y agitando los brazos, se acercĆ³ a Marcela que terminaba de tomar el coctel, se dedicaron gratas miradas y el hombre se atreviĆ³ a acercarse sudado ante ella y darle un beso en la mejilla, ella lo mirĆ³ sorprendida y Carlos se retirĆ³ a la sala de descanso.

   Al llegar a la sala supo que Axel ya no estaba pero se percatĆ³ de una bolsita blanca que reposaba sobre la mesa, escuchĆ³ ruido en el baƱo.

   —Eh, Miguel, ¿eres tĆŗ?

   La respuesta fue un gruƱido desde el baƱo.

   —Recoge tus drogas, la dejaste sobre la mesa, quita esa porquerĆ­a de aquĆ­. Piensa que harĆ­a Isabella si entra aquĆ­ y lo ve. O que llegue la policĆ­a o inspectorĆ­a del trabajo.

   Algo mĆ”s llamĆ³ la atenciĆ³n de Carlos, agarrĆ³ un papel sobre el sillĆ³n, lo desdoblĆ³ y leyĆ³, no era nada de informaciĆ³n relevante. DejĆ³ la hoja sobre el mueble y descansĆ³, luego de dos minutos sintiĆ³ una grave picazĆ³n en las manos, se rascĆ³ doblando la boca y la frente. Luego sintiĆ³ sed y pesadez en el cuerpo. Lo atacĆ³ el mareo, tantas nauseas lo estaba desesperando.

   A los cinco minutos Mauro saliĆ³ completamente vestido de la puerta del baƱo.

   —¿EstĆ”s bien? —preguntĆ³ a Carlos que parecĆ­a atontado—... ¡EstĆ”s listo! —declarĆ³ con una sonrisa de satisfacciĆ³n. CaminĆ³ al ropero—. Necesitare esto y tĆŗ colocate esto.

   Carlos obedeciĆ³ sin decir una palabra colocandose una capa que tapaba su semidesnudes.

   —Vamonos —dijo Mauro recogiendo la bolsa de burundanga sobre la mesa.

   Cuando Carlos volviĆ³ en sĆ­ descubriĆ³ que estaba en una vivienda, una sala de estar con paredes blancas, muebles, mesas y un televisor. Su pecho estaba desnudo pero tenĆ­a una licra azul, ceƱida a las mĆŗsculosas piernas, los brazos extendido y atados. Carlos empezĆ³ a emitir ruidos con la boca, hasta que escuchĆ³ una voz conocida que estaba hablando por celular.

   —SĆ­, gracias, gracias por la burundanga. Sin ti no hubiera hecho nada...

   —Mauro, Mauro... maldito, sĆ”came de aquĆ­.

   —Hasta luego, Miguel. Nos ponemos de acuerdo maƱana.

   Mauro saliĆ³ del comedor y sonriĆ³ al ver a Carlos dandole la espalda.

   —¿QuĆ© planeas, cobarde? ¡Sueltame!

   Mauro riĆ³ y se parĆ³ tras Carlos.

   —¿Quieres saber algo, cuerpo sin forma?... tienes un culo que me provocarĆ­a penetrar.

   —¡Hijo de perra! ¡Cobarde!

Mauro riĆ³ pesadamente a tiempo que acercaba su dura erecciĆ³n a las nalgas de Carlos. Comenzo a frotar cerrando los ojos a tiempo que la verga se le hacia mas dura y gruesa, Mauro cerraba los ojjos excitado.

   —No podrĆ”s hacer mĆ”s que disfrutar —asegurĆ³ Mauro.

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