CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
-SEXO HOMOSEXUAL
Alfredo tenĆa cuatro aƱos laborando como asistente en la empresa constructora, trabajaba para el seƱor Marcos ChacĆ³n luego de que su esposa descubriera algunas relaciones amorosas fugaces entre Ć©l y sus secretarias. Esa maƱana el telĆ©fono interno sonĆ³ y el joven acudiĆ³ a atenderlo.
—Buen dĆa, Marcos. ¿CĆ³mo estĆ”?
—Muy Bien, Alfredo. ¿QuĆ© estĆ”s haciendo?
—Acabo de recibir de recepciĆ³n la invitaciĆ³n del aniversario del colegio de periodistas para usted y tres invitados de su parte. ¿Desea que se la entregue ya?
—No, quiero que vengas a mi oficina en este momento.
—Bien. ¿Quiere que le lleve la agenda de trabajo, o los planos pendientes de esta semana?
—No, todo eso entrĆ©galo con la correspondencia de la tarde como siempre. SĆ³lo ven tĆŗ.
—EstĆ” bien. Voy para allĆ”.
Alfredo cogiĆ³ el telĆ©fono y se quedĆ³ preocupado, una reuniĆ³n entre Ć©l y Marcos ChacĆ³n. ¿HablarĆan de Ć©l y su relaciĆ³n con Pablo? En aquel momento estaban bien... ¿o a caso lo despedirĆa?
SaliĆ³ de su asiento y caminĆ³ por el largo pasillo donde tantas veces habĆa escuchado gritos a empleados rebeldes. TocĆ³ la puerta y una voz fuerte lo invitĆ³ a pasar. La oficina olĆa a cafĆ© y Marcos ChacĆ³n le bajaba volumen a la mĆŗsica del computador.
—Puedes sentarte, Alfredo —invitĆ³ Marcos ChacĆ³n, Alfredo obedeciĆ³—. ¿EstĆ” arduo el trabajo?
—Marcos, usted sabe: llevadero, hace diez minutos telefonearon en recuerdo a la inspecciĆ³n del diseƱo en el terreno de la avenida 24.
—Oh, sĆ. IrĆ© en media hora para allĆ”, gente fastidiosa no hacia falta que me recordaran. Por otro lado, Alfredo, ¿sabes que hasta diciembre estoy como presidente de esta empresa?
—SĆ, lo sĆ©.
—No quiero renovar mi postulaciĆ³n, estoy pensando ya en el retiro. Naturalmente mis hijos se oponen diciendo que todavĆa estoy joven y que luego me voy a fastidiar. Pero quiero emprender nuevos proyectos, pero antes quiero pensarlo y estando acĆ” en la presidencia resta mucho tiempo y ya no quiero tantas responsabilidades.
—¿Entonces se retira en definitivo de la empresa?
—Eso te iba a explicar. Mientras pienso que proyectos realizar estarĆ© aquĆ en otro cargo, uno menos importante o quizĆ”s me retire y venga esporĆ”dicamente como arquitecto independiente. Bueno en estas vacaciones ordenarĆ© mis ideas —Alfredo lo miraba con atenciĆ³n—. EstĆ” bien, irĆ© directo al grano, el candidato mĆ”s fuerte como nuevo presidente es Otto Salinas, sin embargo hay otros pisĆ”ndole los talones. Y sĆ© que entre tĆŗ y Ć©l no hay buenas relaciones y estoy seguro que Ć©l siendo presidente intentarĆ” o querrĆ” prescindir de tus servicios...
—Entonces estuve pensando en algunas decisiones y consultĆ© algunas fuentes y he tomado una decisiĆ³n. ¿Has pensado retomar tus estudios en la universidad?
"Perfecto, me despedirĆ”" pensĆ³ Alfredo. ContestĆ³—. Hasta ahora no he pensado en continuar. Y sĆ³lo me faltan dos aƱos para recibir la licenciatura.
—No sĆ© como pero para este 2016 quiero que retomes las clases. Tienes que estudiar, ya alguien dijo que un ser sin estudios es un ser incompleto. Y me estoy desviando del tema, he decidido que a partir del lunes pases a formar parte del Departamento de Asuntos Comerciales de la empresa como gerente.
Alfredo abriĆ³ por completo los ojos quedando paralizado por cortos segundos procesando la informaciĆ³n.
—¿Pero cĆ³mo harĆ” eso? Los antiguos gerentes que han estado ahĆ han tenido tĆtulos universitarios y a mi me falta preparaciĆ³n.
—Lo sĆ©, pero recuerda que aĆŗn soy el presidente de esta empresa y ejecuto su organigrama, soy quien mueve las piezas.
Alfredo tragĆ³ saliva todavĆa sorprendido.
—Quiero que maƱana por la tarde te reĆŗnas con el seƱor Rayman que Ć©l te pondrĆ” al tanto de como es la gestiĆ³n en la gerencia de la zona comercial.
—¿Y quĆ© harĆ” ahora el seƱor Rayman?
—Ya no trabajarĆ” con nosotros, al parecer irĆ” a laborar con la alcaldĆa. AsĆ que maƱana por la tarde Ć©l te recibirĆ” y darĆ” detalles, de igual manera con la prĆ”ctica aprenderĆ”s. El viernes vendrĆ” la mueva secretaria y quiero que la instruya para que puedas empezar con tu gerencia el lunes.
Alfredo seguĆa sorprendido.
—Marcos, Marcos... ¡de veras muchas gracias!
Se levantĆ³ del asiento para agradecer con un fuerte abrazo al padre de Pablo ChacĆ³n.
—Creo que lo harĆ”s muy bien. Eres bueno y responsable y debes terminar tus estudios.
—¡Gracias, gracias? ¿Puedo ir y avisar a Pablo?
—SĆ, ve y habla con Ć©l. Pero quiero que no demore mĆ”s de diez minutos. En un rato salgo y la presidencia no puede quedar sola.
—IrĆ© al tiro —asegurĆ³ Alfredo su rapidez.
Tan pronto como Alfredo saliĆ³ de la oficina y cruzĆ³ el pasillo usĆ³ el ascensor para bajar a la oficina de Pablo. SaludĆ³ a sus dos secretarias, una seƱora que por lo general siempre estaba comiendo y una chica flaca que era nueva y parecĆa tener la manĆa de tomar mucha agua. EntrĆ³ al despacho y encontrĆ³ al joven hablando por celular.
—... estĆ” bien, serĆ” esta tarde a las seis... sĆ, ahĆ estarĆ©.
Cuando concluyĆ³ la llamada Alfredo quiso saber de quĆ© se trataba, Pablo asegurĆ³ que era de una instituciĆ³n que deseaba conocer los estados financieros.
—Ya sabes como son esas reuniones, te invitan a cenar y la comida se prolonga a una conversaciĆ³n pesada de trabajo. Es mĆ”s, pronto vivirĆ”s eso.
—¿A quĆ© te refieres? —preguntĆ³ Alfredo aparentando ignorancia.
—¿Has hablado con mi padre?
—No...
—Entonces no he dicho nada.
Alfredo riĆ³ y pronto se echĆ³ sobre Pablo regalĆ”ndole mĆŗltiples besos, a lo que Pablo rompiĆ³ a reĆr separĆ”ndolo.
—Basta, basta. Afuera te escucharan ese par de momias... eh, basta... ja, ja, ja. TodavĆa no he conocido a los mejores amigos que se regalen besos.
Alfredo riĆ³ ocupando un asiento.
—Te mentĆ y si hable con tu padre. Me dejĆ³ muy sorprendido no esperaba eso... Tengo miedo, Pablo. ¿Y si no sĆ© y lo hago mal? Gerente del Ć”rea de asuntos comerciales, me asusta Pablo, es como mucho para mi.
—Nada de eso. PapĆ” me dio la noticia esta maƱana de camino aquĆ. TambiĆ©n me dejĆ³ estupefacto por eso. Pero creo que lo hace por bien. Otto no te querrĆa como su asistente.
—Y yo tampoco me sentirĆa muy bien al mando tan directo de Ć©l, renunciarĆa.
—SĆ... HabrĆ” que esperar y sentarse a ver como serĆa su presidencia en la empresa.
—Es tan quisquilloso... ¿Y tu padre por quĆ© no vuelves a postularse?
—Ufff —bufo Pablo rascĆ”ndose la cabeza—. EstĆ” muy fastidioso, ya creo que le estĆ” pegando los achaques de la edad —rieron—, o serĆ” la andropausia no sĆ©, pero un dĆa se levanta diciendo que se quiere ir a la finca con su hermano, a la media hora alega que quiere renunciar aquĆ y viajar por el mundo. MĆ”s tarde dice que preferirĆa trabajar como independiente, luego que mejor se queda trabajando aquĆ en un menor cargo porque ya ha sido presidente antes y quiere darle la oportunidad a otra gente con nuevas ideas.
Alfredo suspirĆ³.
—¿Cuando vamos a celebrar mi nuevo cargo?
—MaƱana por la noche, tengamos una cena. Es mĆ”s romĆ”ntico.
—¿Donde almorzarĆ”s?
—En casa. ¿TĆŗ almorzarĆ”s aquĆ? Ya me voy a enterar que cuando Ćngela sepa tu nuevo cargo le va a dar un orgasmo y se te desnudara a plena mesa. No me quiero enterar, eh.
—Ja, ja, ja. Descuida, pero le contarĆ©.
—Esa babosa siempre ha estado detrĆ”s de ti —Pablo lanzĆ³ un gruƱido—, todas las mujeres del departamento de recursos humanos de casi todas las empresas son unas arpĆas, no se por quĆ© pero es regla universal, y Ćngela con sus amigas no son la excepciĆ³n y tĆŗ que les sigues la charla. Yo soy feliz con aquellas dos momias. Ja, ja, ja.
—SerĆ” mejor que me vaya —anunciĆ³ Alfredo incorporĆ”ndose del asiento para no abordar el tema—, antes de que tu padre se arrepienta y me destituya. Nos vemos en la tarde.
Alfredo se acercĆ³ a Pablo para besarlo, el muchacho se limitĆ³ a acariciarle el paquete. Cuando el musculoso tipo saliĆ³ de la oficina Pablo hundiĆ³ la cabeza en el asiento, otra vez le habĆa mentido... pero es que Alfredo se volvĆa tan insoportable al estar preso de celos que si se enteraba que Esteban el dueƱo de Guerreros de la arena lo habĆa citado para aquella noche hubiera despedazado la felicidad.
—Quiero que esta pesadilla termine —susurrĆ³ Pablo. Deseando no recordar el chantaje de Esteban... ¿quĆ© pensarĆa su padre si viera un vĆdeo suyo donde salga medio desnudo luchando contra otros corpulentos hombre pegĆ”ndole en los testĆculos—. Espero que nunca se entere.
Por el resto del dĆa Pablo concluyĆ³ su faena de trabajo, fue a casa y tomĆ³ una ducha. A la hora planteada saliĆ³ al encuentro.
A su llegada a la solitaria empresa de lucha fue dejado pasar por el vigilante. Al llegar a la oficina de Esteban lo encontrĆ³ sentado descorchando una botella de champĆ”n.
—Estoy muy sorprendido -dijo Esteban, sirviendo el contenido en dos copas, tendiĆ³ una a Pablo y este se percato de como una silueta de los testĆculos del viejo se marcaban en el pantalĆ³n—. PensĆ© que me dejarĆa plantado. Con lo orgulloso y altanero que eres.
Pablo se encogiĆ³ de hombros.
—Si vengo, Esteban... Es para dialogar y rebajar el periodo del contrato del que tĆŗ malamente me estĆ”s obligando a cumplir. Sabiendo que no es mi firma.
Esteban asintiĆ³ con la cabeza. El hombre miro fijamente a Pablo... ¿Por quĆ© era que ese joven arisco le gustaba tanto? La entrepierna en su pantalĆ³n se hinchĆ³ considerablemente.
—Y yo quiero hablar de lo ocurrido entre tĆŗ y yo la ocasiĆ³n anterior. Nunca acostumbro a enamorarme de mis modelos, y quiero que me creas porque es la verdad. Pero tĆŗ fuiste distinto, con los otros siento admiraciĆ³n, pero tĆŗ tienes talento, gallardĆa y virilidad. Los otros se quieren quedar estancados aquĆ, tĆŗ deseas mejorar... crecer en lo personal y laboral... tĆŗ eres mĆ”s, y lo que es importante, eres el favorito entre nuestros miembros. —Esteban sonriĆ³ mirando con ojos dulces al joven—. Me gustarĆa que te quedaras aquĆ. Conmigo, a mi lado, yo te puedo ofrecer muchas cosas. Lo que tĆŗ quieras.
—¿Sabes que tengo pareja?... Y muchos aƱos con Ć©l. Me gusta...
—¿Quien? El fortachĆ³n ridĆculo que te acompaƱo el otro dĆa?
—SĆ, y no es nada ridĆculo...
—¿QuĆ© te puede ofrecer?... ¡Nada! Parece un saco de musculos bruto.
—No busco dinero.
—Lo sĆ©... pero yo tengo poder, y me gusta compartir, tengo contactos, influencias.
Pablo lo miraba como quien observa a un loco.
—¿Para estas simplonerias me haces venir?
Esteban riĆ³ a gusto.
—Es eso... eso es lo que me gusta de ti. Tu falta de tacto, Pablo, me encantas chiquillo... tĆŗ y yo nos divertirĆamos un montĆ³n.
Pablo tomĆ³ otro sorbo de su copa y evaluĆ³ con la mirada al dueƱo de aquella casa de lucha, era un hombre guapo, y parecĆa verdaderamente enamorado de Ć©l, inclusive podĆa usarlo a su favor para frenar su contrato allĆ y asĆ evitar el chantaje que le hizo desde un principio.
—Quisiera luchar contigo —soltĆ³ Esteban.
—¿Luchar?... vaya, que romantico.
—SerĆa parte de una fantasia.
—Si... supongo...
—Ve a cambiarte y nos encontramos en la arena. ¿Te parece bien.
—SĆ.
Pablo saliĆ³ directo al camerino que frecuentemente usaba. AllĆ comenzĆ³ a quitarse la ropa hasta quedar con un calzoncillo color rojo. Se mirĆ³ al espejo recapacitando.
"Ganando su confianza puedo lograr que me quite el chantaje y eliminar ese viciado chantaje... me atreverƩ..."
Cuando Pablo llegĆ³ a la arena se dio perfecta cuenta de lo solitaria y frĆa que era sin el ruido y apoyo del pĆŗblico. Pero allĆ estaba Esteban que por el contrario de Pablo usaba una licra ajustada color amarilla que le resaltaba un solido paquete y muslos potentes, ademas de levantar los gluteos y mostrar lo carnosos que eran.
—Te ves muy bien —dijo Pablo que pese al resentimiento que tenĆa por aquel hombre su pene duro parecĆa demostrar lo contrario.
—Oh, gracias. TĆŗ tambien te ves sĆŗper.
—¿Iniciamos?... ¿Cual serĆ” la condiciĆ³n del combate?
—El ganador debe penetrar al perdedor.
—Wow... no pierdes el tiempo.
—Es una buena oportuni...
Y mientras Esteban hablaba, Pablo lo interrumpiĆ³ con un rĆ”pida patada en la abultada entrepierna. Sus dedos se clavaron en el paquete sonando aquel par de testĆculos.
Esteban gritĆ³. Doblo las rodillas y cayo al suelo, agarrĆ”ndose la entrepierna con ambas manos.
Pablo rĆ”pidamente siguiĆ³ con otra patada en el pecho de Esteban, aquellos rudos golpes, mĆ”s que por el combate era prueba de lo tanto que detestaba, aunque, segĆŗn Pablo, aquel viejo tenĆa tan atractivo pecho que provocaba chuparlos.
Esteban gimiĆ³ sin soltar sus pelotas.
Pablo retrocediĆ³, viendo como Esteban se hundĆa en el dolor.
—¿EstĆ”s bien? No quiero que te de un infarto.
Esteban gimiĆ³.
—Estoy... per... per... perfecto.
Despues de casi diez minutos Esteban se puso de pie y se plantĆ³ delante de Pablo, que lo esperaba pacientemente, Esteban aun hacia muecas de dolor mientras frotaba sus pelotas.
Pablo mirĆ³ a su entrepierna, que se mantenĆa protuberante—: ¿Y bien?
Esteban lo mirĆ³ fijamente.
—Estoy preparado para aplastar esos huevos llenos de leche.
—Oh sĆ, estĆ” tan espesa que te baƱara los intestinos —Pablo riĆ³—. ¿A tu edad ya produciras leche en polvo.
—Jajaja. Te aseguro que mis cojones hacen le...
Y otra vez Pablo se adelantĆ³ al agacharse y adueƱarse de las bolas de Esteban.
El hombre maduro hizo una mueca de terror.
Pablo apretĆ³ con fuerza.
Esteban gimiĆ³ con pesar.
Pablo apretĆ³ los testĆculos como pelotas de goma.
—Aaaarrggggg— gritĆ³ Esteban agarrando las muƱecas de Pablo.
Pablo mirĆ³ y alzĆ³ las cejas.
—Deja de hacer eso.
—¿QuĆ©? —replicĆ³ Esteban—. Es un combate justo...
Esteban gritĆ³ cuando Pablo retorciĆ³ las frĆ”giles gĆ³nadas. En su desespero Esteban intentĆ³ sacar las manos de Pablo lejos de sus huevos.
—Pareces una seƱora... vieja y gorda —se burlĆ³ Pablo soltando las bolas del hombre.
Esteban gimiĆ³.
Antes de que pudiera agarrarse las bolas, Pablo levantĆ³ el pie y lo estrellĆ³ en el paquete vulnerable de Esteban, haciendo que despegara los pies del suelo.
Los ojos de Esteban se abrieron como si escaparan de su cara, soltĆ³ un sonido ronco. AgarrĆ³ sus bolas y se desplomĆ³ en el suelo.
Pablo se separĆ³ de Ć©l.
—He visto hombres mĆ”s fuertes... tus pelotas parecen de cristal... incluso creo que mi novio resistirĆa 50 patadas y seguirĆa de pie.
Esteban parecĆa estar sordo mientras seguĆa acurrucado en posiciĆ³n fetal, estaba quejandose en voz baja amasando sus bolas adoloridas.
Pablo se acercĆ³ a Esteban y lo tomĆ³ de un brazo para obligarlo a poner boca arriba. Se sentĆ³ en el pecho de Esteban, y lo escuchĆ³ gemir de dolor.
—Comete mi polla —sonriĆ³ Pablo inclinandose sobre la cara de Esteban para restregarle el paquete sobre la cara.
—¡JA, JA, JA, JA!
Apoyando las manos a ambos lados de la cara de Esteban, Pablo se puso de cuclillas, y mirando sonriendo al maduro rubio estrellĆ³ el pie en las bolas de Esteban. Sus pies chocaron contra ambos testĆculos con fuerza.
Esteban gritĆ³ de dolor, incapaz de moverse.
—Estas destrozado —comentĆ³ Pablo—, creo que este combate lo gano yo.
Esteban lanzĆ³ un suspiro, finalmente lo que deseaba era perder la lucha desde el principio. Pablo le dio la vuelta al debilitado hombre y se sorprendiĆ³ de su trasero.
"Vaya que es grande "pensĆ³.
Pablo se desnudĆ³ y empezĆ³ a mover sus cadera hacia atrĆ”s y adelante encima de Esteban, haciendo presiĆ³n y jadeando como animal.
Esteban suspiraba.
Pablo se quedĆ³ inmovil y cerrĆ³ los ojos.
—Aaaahhhhh —suspiraba Esteban.
Asi los movimientos del hijo de Marcos ChacĆ³n se hicieron rĆ”pidos y casi desesperados para luego mermar en un rĆ”faga de saludable y caliente semen blanco.
Esteban gimiĆ³ cuando sintiĆ³ que Pablo volvia a relajar el cuerpo.
Y asĆ fue, Pablo estaba completamene relajado y se tumbĆ³ a un lado de Esteban, Ć©l por otro lado dio media vuelta y empezĆ³ a masturbarse.
Pablo suspirĆ³.
"Sin duda alguna le gusto a este imbecil... "pensaba". Es obvio que perdiĆ³ a drede... usarĆ© eso a mi favor"
Pablo se inclinĆ³ y le dio un beso en la boca a Esteban que se mantenĆa con los ojos cerrados.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario