Swietenia (7/7): Tres de tres - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

5 nov 2015

Swietenia (7/7): Tres de tres


CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

   Jorge abriĆ³ los ojos en un cuarto iluminado con luces blancas, estaba hechado en una cama y de inmediato fue atendido por un hombre que se presumĆ­a ser mĆ©dico que empezĆ³ a hacerle preguntas sobre su nombre, ocupaciĆ³n, edad y si tenĆ­a algĆŗn dolor.

   —¿DĆ³nde estoy?

   —En el hospital, seƱor Noguera —aclarĆ³ el hombre inspeccionando las pupilas del paciente—. RecibiĆ³ un golpe en la cabeza con un objeto contundente.

   —¿Ah?... ¿Y cĆ³mo?

   —Es probable que tenga cierta amnesia... pero ya irĆ” recordando.

   —¿Cuanto tiempo ha pasado, mucho?

   —SĆ³lo dos dĆ­as.

   —¿Alguien sabe que estoy aquĆ­?

   —El administrador de su finca ha estado por aquĆ­.

   —¿CĆ³mo lleguĆ©?

   —Una mujer llamĆ³ solicitando una ambulancia... al parecer... ustedes estaban... juntos... SeƱor Jorge, ya irĆ” recordando, avisarĆ© a la enfermera para que le traigan el desayuno y se prepare para ser dado de alta esta tarde.

   El mĆ©dico saliĆ³ de la habitaciĆ³n portando una carpeta, Jorge se quedĆ³ mirando a la pared intentando recordar y no tenĆ­a mĆ”s que serias lagunas mentales. Se levantĆ³ de la cama y sintiĆ³ que la cabeza le latĆ­a, caminĆ³ al baƱo y se preparĆ³ a orinar, con tan sĆ³lo mirar su blanco pene recordĆ³ que estaba bajo su Ć”rbol de swietenia o Caoba penetrando con violencia a Evelyn, aquello le hizo hinchar la verga mientras orinaba teniendo que controlar con fuerza el liquido en forma de arco.

   Regreso a la habitaciĆ³n intentando recordar mĆ”s. Se recostĆ³ cerrando los ojos recordando que hace dos dĆ­as estaba despachando una dura mesa que habĆ­an diseƱado en el taller y luego saliĆ³, ¿a dĆ³nde? La puerta de la habitaciĆ³n se abriĆ³ y una morena enfermera le entregĆ³ el desayuno en una bandeja, Ć©l asegurĆ³ que se veĆ­a repugnante, ella confirmĆ³ que era saludable.

   De nuevo solo en la habitaciĆ³n mordiendo aquella seca tostada reanudĆ³ los recuerdos de hace dos dĆ­as y sĆ­, luego de vender el mueble saliĆ³ a la laguna para pensar, y llegĆ³ a la conclusiĆ³n de que aquel dĆ­a pensĆ³ idioteces. Luego fue al gran Ć”rbol de Swietenia y vio a Evelyn, la violĆ³ y lo volverĆ­a a hacer... estaba buena la hembra, es mĆ”s, tenĆ­a que volverla a buscar para penetrarla, sĆ³lo asĆ­ aprenderĆ­a esa yegua.

   Terminado el desayuno, Jorge depositĆ³ la bandeja a un lado en la mesa, todavĆ­a le dolĆ­a la cabeza no habĆ­a duda de que esa desgraciada le pegĆ³ con toda su cĆ³lera.

   El hombre entrĆ³ en fase de sueƱo hasta que media hora mĆ”s tarde una doctora entrĆ³ a la pieza, Ć©l de sĆ³lo sentir movimiento se despertĆ³ en guardia como un lince. La mujer iba toda de blanco con un tapaboca.

   —¿QuĆ©... quĆ© es eso? —preguntĆ³ Jorge al ver que ella tenĆ­a en la mano una jeringa con un fluido casi amarillo. Era cobarde para las inyecciones.

   La mujer hizo gestos con las manos para que se tranquilizara.

   —Le pregunte que para quĆ© la inyecciĆ³n. Estoy bien... ¡Ay!

   La aguja habĆ­a penetrado su brazo, el contenido empujado bajo un dedo pulgar. Jorge apretĆ³ los dientes observando los ojos de la doctora, lo Ćŗnico que le podĆ­a distinguir bajo su tez blanca. ¿QuĆ© expresaban aquellas pupilas negras? Odio, preocupaciĆ³n, afĆ”n...

   —¿QuĆ© es eso, carajo?

   La doctora retirĆ³ la inyectadora y retrocediĆ³ sobre sus pasos sin dar la espalda Jorge, clavĆ”ndole la mirada.

   —¿QuĆ©? ¿QuĆ© es? —deseaba saber Jorge asustado. Su cuerpo se relajaba, la respiraciĆ³n se le volvĆ­a profunda—. ¡Esa mirada!... —la fĆ©mina estaba cerca de la puerta—... ¡Ahhh!... ah, ah... ay.... —mirĆ³ a la mujer que se destapaba el rostro—. ¡Ahhh!... eres tĆŗ,  ¡perra! ¡PERRA! —intentĆ³ levantarse de la cama, lo logrĆ³, dio unos pasos y cayĆ³ boca abajo, comenzĆ³ a llorar—. QuĆ©... ¿que me hiciste, quĆ© me hiciste? —siguiĆ³ llorando, pronto su voz se apagĆ³ y su cuerpo quedĆ³ tranquilo con el efecto del sedante fundido en un sueƱo profundo.

 
 Maribel se quitaba el tapaboca y daba paso a otras dos enfermeras, Evelyn y Karina entraban en acciĆ³n.

   —Hay que sacarlo antes de que venga alguien y sea tarde —comentĆ³ Karina, habĆ­a un tono de nervio en su voz.

   —O que llegue el administrador —dijo Evelyn—, debe estar en camino.

   —¡ay!

   —Tranquilas —ordenĆ³ Maribel—, vamos a subirlo a la camilla, y lo sacamos pronto.

   Las tres mujeres se ayudaron para incorporar al hombre sobre la camilla. Maribel saliĆ³ al pasillo para vigilar la zona, seguido fue escoltada por las dos supuestas enfermeras que trasladaban al enfermo.

   Penetraron al ascensor donde fueron observadas por el hombre que las llevarĆ­a a la planta baja. Karina temblaba y Evelyn la miraba queriendo ejercer un control sobre ella, entre tanto Maribel murmuraba algunas palabras tĆ©cnicas sobre lo que harĆ­an en planta baja. Al abandonar el ascensor caminaron a paso rĆ”pido al estacionamiento.

   —Subanlo que no viene nadie —alertĆ³ Evelyn mientras las otras fĆ©minas acudĆ­an a subir al hombre en el coche de Maribel.


   En quince segundos las tres mujeres abandonaban el hospital.

   Y es que el encuentro de ellas se dio gracias a Evelyn, porque cuando traslado a Jorge al hospital la confundieron con su exesposa Camila, Evelyn negando aquella confusion sintiĆ³ curiosidad por la mujer y fue una chismosa enfermera quien relatĆ³ la escandalosa separaciĆ³n del matrimonio cuando una noche Jorge se presentĆ³ en casa de Karina mostrando un vĆ­deo de ella y su amante.

   —Esa mujer quedarĆ­a odiando a ese hombre —comentĆ³ en aquel momento Evelyn, y la enfermera siguiĆ³ explicando sin reparar en detalles.

   Cuando Evelyn pudo ir hasta su casa usĆ³ la computadora para establecer contacto por red social con Karina, que ya orgullosa mostraba fotos junto a Maribel. Las tres mujeres se citaron en un lugar y allĆ­ relataron sus horrendas experiencias con el vaquero.

   Para concluir planearon la estocada final que le darĆ­an a ese maltratador de mujeres.

   En el presente, el vehĆ­culo se detuvo en los predios de la hacienda del hombre, aunque estaban en sus terrenos ahĆ­ podian sentirse seguras por lo extenso que era. Estaban detenidas bajo un gran Ć”rbol de swietenia.

   El cuerpo de Jorge fue tirado al suelo.

   —Hay que vestirlo —ordenĆ³ Maribel.

   —¿Por quĆ©? —quiso saber Evelyn—. AsĆ­ estĆ” bien.

   —No quiero ver sus fofas bolas.

   —AsĆ­ resultarĆ” mejor para los planes y mĆ”s psicolĆ³gico para Ć©l.

   —Entendido.

   Evelyn procediĆ³ a quitar la ropa del hospital para vestir a Jorge.

   —EstĆ” bueno el desgraciado —evaluĆ³ Evelyn viĆ©ndolo en ropa interior, Maribel lo mirĆ³ con asco y Karina comentĆ³ que Ć©l era mala persona.

   Evelyn procediĆ³ a colocar la camisa sobre aquel fuerte pectoral. SubiĆ³ el pantalĆ³n por las gruesas piernas para aferrarlo al paquete de Jorge. Evelyn distinguiĆ³ los dos grandes huevos, casi perfectamente redondos, la polla habĆ­a quedado apretada ladeada a la derecha.

   —Hay que atarlo y despertarlo. UsarĆ© un antĆ­doto que aplico a los animales para sacarlos de su letargo.

   Las mujeres se volvieron a cooperar para sujetar al macho con unas sogas, habĆ­a quedado de pie con los brazos y piernas separadas. Maribel sostuvo entre sus manos un frasco y llenĆ³ una inyectadora con su contenido.  Se acercĆ³ a Jorge y vaciĆ³ el liquido en Ć©l.

   En cuestiĆ³n de cinco minutos Jorge empezĆ³ a reaccionar su frente sudaba y los ojos parpadeaban saliendo del trance.

   —¿QuĆ©?... ¿quĆ© estoy haciendo aquĆ­?... ¡Saquenme de aquĆ­, perra! Se van a arrepentir.

   Frente a Ć©l estaban tres mujeres ceƱudas y con los brazos cruzados.

   —¡Yo estaba en el hospital... sueltenme... ¡AUXILIO!

   —¿Un hombre de tu temple estĆ” asustado, Jorge? —preguntĆ³ burlona Maribel.

   —¡No, estoy furioso!

   —DeberĆ­as estar tranquilo —hablĆ³ Evelyn sin bajar los brazos—. AquĆ­, en tu Ć”rbol de caoba hiciste las peores cosas... muestra de ello es lo que hiciste dos dĆ­as, te peguĆ© y tuve que decir que te caĆ­ste y golpeaste, al parecer no me creyeron... pero, yo estaba contigo y fui quien solicitĆ³ a la ambulancia. De hecho, llamaron a un policĆ­a para que declarara, sostuve mi dialogo, esperan por ti... pero de hecho... eso ya no importa.

   Jorge se movĆ­a con miedo. Las mujeres observaban su cara de chiquillo aterrado.

   —¿Quien comienza? —quiso saber Maribel.

   Evelyn y Karina se dedicaron miradas, la exesposa de Jorge por fin entendiĆ³ y le cediĆ³ el paso a la ingeniera.

   Evelyn batiĆ³ el cuerpo caminando hacia Jorge, se detuvo frente a Ć©l de brazos cruzados, aunque luego bajĆ³ la guardia.

   —¿A cuantas mujeres violaste?

   —...

   —Responde.

   —...

   —Ahora si estĆ”s callado... nunca mĆ”s abusarĆ”s de ninguna.

   La mirada de Evelyn se instalĆ³ en Ć”ngulo recto en la entrepierna de Jorge, Ć©l se moviĆ³ preso de miedo.

   Una dura patada le subiĆ³ los testĆ­culos contra la pelvis. Jorge soltĆ³ un gemido gutural profundo, seguido otra dura patada en los genitales le hizo escapar un rugido largo mientras abrĆ­a los ojos  como platos

   —¡AAAARRRGGGGG!

   —¿Te duele, eh? ¿Te duele? Es poco para lo que debes sentir.

   Evelyn retrocediĆ³ y era el turno de Karina.

   —¿Cuantas veces me humillaste? —preguntĆ³ Karina mirĆ”ndolo a los ojos, Jorge jadeaba—, tanto en pĆŗblico como en privado —la mujer procediĆ³ a llevar la mano a la entrepierna del macho, tomĆ”ndole dos Ć³rganos grandes—, tambiĆ©n me violaste a tu antojo —apretĆ³ con furia.

   Jorge contuvo el aliento mientras se paraba de puntilla, Karina tensĆ³ los dedos y el macho apretĆ³ los labios, sendas lĆ”grimas se formaron en sus ojos.

   —Muchas veces me toco imaginar que era Maribel quien estaba encima de mi, tocandome... Porque tĆŗ —los gumaros a Jorge le crujieron y Ć©l lanzĆ³ un grito gutural—, me dabas repulsiĆ³n. Con tu asquerosa verga... haciĆ©ndome sentir esto...

   —¡AAARRRGGGGHHHHH!

   —... esto....

   —¡AAAAGGGHHHHHH, AAAAGGHHHHHHH!

   —Que ironia que esas bolas que tanto orgullo te dan, hoy son las que te hacen gritar y humillar.

   —Pareces una seƱorita —se mofaba Maribel—, gritas mĆ”s que nosotras tres juntas, ja, ja, ja.

   Karina lo soltĆ³ de los huevos y Jorge parecĆ­a encontrar paz intentando recuperar el aliento, las rodillas se le doblaban sin contener fuerzas. Karina retrocediĆ³ limpiĆ”ndose las manos. Evelyn volviĆ³ a aproximarse y Ć©l intentĆ³ enderezarse protegiendo su entrepierna con el muslo.

   —Que nulo y bĆ”sico eres.

   —Por favor no, ingeniera... perdĆ³n, perdĆ³n...

   El varĆ³n casi sollozaba.

   —El tĆ­pico macho alpha arrogante —hablaba Evelyn con un dejo de amargura en la voz—, ¿te duele? ¿tienes miedo?

   —Por favor, sueltenme. Juro que no harĆ© nada... las dejarĆ© en paz...

   Evelyn dibujĆ³ una sonnrisa en el rostro, se agachĆ³ y enviĆ³ un gancho contra las bolas de Jorge. El paquete del macho se levantĆ³ con la embestida. El par de gĆ³nadas fueron fauleadas contra la pelvis. A Jorge le invadiĆ³ el dolor acompaƱado de un ataque de tos. Estaba mareado y la camisa se le pegaba al cuerpo empapada de sudor.

   Evelyn reanudĆ³ el dolor y la desesperaciĆ³n en el hombre volviendo a estrellar el puƱo contra sus huevos.

   —¡AAAAAGHGGGGGGGG!

   Jorge cruzaba los ojos embargado de dolor, las bolas le lalpitaban, parecĆ­an una de esas bombas que se inflaban para estallar.

   Evelyn se acercĆ³ a aquellas mujeres y Karina establecĆ­a su turno.

   —Si sabĆ­a que podĆ­a doblegarte por tus bolas —decĆ­a—, no sĆ© porque no las aprovechĆ© en tu contra.

   "Porque eres bruta" hubiera dicho Jorge, pero el dolor de bolas y la desproteccion le bloqueaba todo mecanismo de habla.

   En ese instante Karina empezĆ³ a golpear con el dorso de la mano la entrepierna de Jorge, Ć©l soltaba alaridos lastimeros ante cada asalto duro contra sus pelotas.

   —¿CĆ³mo es que alguien tan insignificante como tĆŗ puede hacer tan infeliz a tantas personas?

   —Karina, ay, ay... Aaaahhh, perdĆ³name...

PAFF

PAFF

PAFF

PAFF

   La palma de la mano chocaba contra la entrepierna de Jorge, levantando el par de bolas, colocandolas dentro del jeans con un color rojizo. Jorge gritaba cada vez mĆ”s rĆ”pido a medida que los golpes aumentaban mĆ”s y mĆ”s en las arremetidas.

   Luego de casi un minuto de tortura, Karina llamĆ³ a Evelyn. Jorge jadeaba como si hubiera corridos varios kilĆ³metros.

   —¿QuĆ©?... ¿quĆ©?... —preguntaba confundido.

   Las mujeres estaban a su frente.

   —Por favor... —rogaba con el rostro congestionado por el dolor—. Piedad... piedad...

   Las chicas rieron burlistas.

   —Esto es por tratarme como una inepta —Karina lanzĆ³ una pataba entre las piernas abiertas de Jorge.

   El macho lanzĆ³ un grito torciendo los ojos.

   —Esto por violarme.

   Evelyn estrellĆ³ la bota en las brevas del macho.

   —Aaaaahhhhhh, aaahhhhhhh...

   Karina volviĆ³ a repetir la patada y Evelyn la imitĆ³ en su ataque, siguiendo los huevos ser torturados, golpe tras golpe, segundo a segundo.

PAFF

POFF

PAFF

POFF

PAFF

POFF

PAFF

POFF

PAFF

POFF

PAFF

   La verga dentro del pantalĆ³n del hombre, erecta marcando un hermoso bulto iniciĆ³ secretamente a soltar un hilillo de leche a pesar de lo grandes e hinchados que habĆ­an crecido los testĆ­culos. Cada patada habĆ­a mermado la capacidad de almacenar oxigeno en Jorge, y ahora se debatĆ­a convulso entre sus sogas preso o quizas ya embargado en el agĆ³nico dolor que emitĆ­an sus frĆ”giles cojones.

PAFF

POFF

PAFF

POFF

PAFF

POFF

   Ya dentro del pantalĆ³n el pene del macho escupiĆ³ todo el lote de semen que estaban guardadas en sus cojones resultando mojado y empegostado su ropa interior.

PAFF

POFF

PAFF

POFFPOFF

   Las patadas cesaron no por clemencia a Jorge sino por el cansacio de las feminas. Jorge estaba tembloroso con la cabeza colgando del pecho, sus piernas temblaban imposible de retenerlo.

   —Es mi turno, mujeres —aclarĆ³ Maribel y su voz fue tan potente que ella retrocedieron e inclusive terminaron por caminar al vehiculo y subieron a Ć©l.

   Maribel estaba frente a Jorge y su presencia bastaba para que el macho gimiera y temblara de miedo.

   —¿EstĆ”s temblando de miedo por mi?

   —... —Jorge no podĆ­a contener la tranquilidad.

   Maribel colocĆ³ la mano en la cara del vaquero y de apoco sus filosas uƱas comenzaron a rasgar su cara dibujando un araƱazo en carne viva, Jorge gruƱo en seƱal de ira.

   —Al parecer ya estĆ” saliendo el tipo bruto que hay en ti.

   Maribel seguĆ­a acentuando su sonrisa mordaz mientras Jorge se sentĆ­a humillado, deseaba tan sĆ³lo caer al piso para sobar sus huevas.

   Entretanto Maribel colocĆ³ las manos sobre el hombro de Jorge, los ojos le brillaron y Ć©l frunciendo las cejas presagiaba lo que le iba a suceder, quiso gemir pidiendo un "no", pero el golpe fue mĆ”s rĆ”pido que su boca.

   Maribel doblĆ³ la pierna rodilla y la estrellĆ³ la rodilla contra la entrepierna del macho. Aplastando las carnosas bolas en la cadera, Jorge saltĆ³ en el aire sintiendo como la respiraciĆ³n se le cortaba con el aplaste de sus huevos, el mundo casi se le iba.

   Maribel volviĆ³ a flexionar la rodilla para volverla a subir contra las gordas pelotas del vaquero.

   —¡UGGGGGHHHHH!

   Maribel sonriĆ³ maliciosa ante los sobresaltos de aquel tipo.

   Un tercer rodillazo en las pelotas hizo que a Jorge se le humedecieran los ojos. La miseria de hombre estaba petrificado de dolor, emitĆ­a pequeƱos chillidos de agonĆ­a. Maribel retrocediĆ³ largos pasos, tenĆ­a la mira fija en el paquete de Jorge, distanciada unos largos pasos echĆ³ a correr.

   Jorge se asustĆ³ mĆ”s de lo debido, negaba con la cabeza implorando un "no" con la boca.

   Cuando estuvo mĆ”s cerca, Maribel tomĆ³ impulso con la pierna y pateĆ³ sin compasiĆ³n la entrepierna del macho.

   PRRRTTTTTT CCRRRRRAAAAACCCKK

   La cara de Jorge tomĆ³ una grave palidez, intentĆ³ gritar pero su boca sĆ³lo se abriĆ³ en "O" mientras desorbitaba los ojos, aun el zapato de Maribel quedaba incrustado en su entrepierna mientras ella perfectamente mantenĆ­a el equilibrio.

   Pronto ella bajĆ³ el pie y de la boca de aquel tipo sĆ³lo salĆ­a baba o vomito, Maribel se sintiĆ³ asqueada de sĆ³lo ver. Dio la vuelta y se alejĆ³ hacia su vehiculo, se apeĆ³ a Ć©l y las tres mujeres se quedaron en abdurdo silencio.

   —Faltan quince minutos para la una de la tarde —rompiĆ³ el silencio Evelyn.

   —Quince minutos —repitiĆ³ Maribel un poco ida, ya recobrando la frialdad alegĆ³—. EstĆ” bien, en una hora llamarĆ© a una ambulancia.

   El vehĆ­culo se puso en marcha y ninguna de las tres volteĆ³ la mirada a la piltrafa de hombre que estaba amarrado cerca de un Ć”rbol de Swietenia.

   Cuando pasĆ³ un aƱo de aquel horrendo mediodia Jorge cambiĆ³ su aptitud ante las mujeres, les tenĆ­a pavor ante las clases de atrocidades que podĆ­an hacer en contra de los hombre, inclusive su voz gruesa se aminorĆ³, ya no andaba por el campo gritando y humillando a la gente, su altanerĆ­a se redujo a monosilabos y gestos. OrdenĆ³ quitar aquel feo Ć”rbol de swietenia y vendiĆ³ esa porciĆ³n de terreno a los vecinos, no deseaba acercarse a ese lugar.

   LevantĆ³ una denuncia contra las mujeres, pero su ley no procediĆ³, al parecer Evelyn se habĆ­a involucrado sentimentalmente con un politico importante y su expediente se traspapelĆ³.

   En cuanto a Karina y Maribel decidieron mudarse de paĆ­s, y se casaron en una ciudad al sur del continente latinoamericano.

   Jorge seguĆ­a solo, quizas un poco amargado y por ocasiones se arrepentĆ­a de su pasado. Todas las tardes miraba al horizonte sus extensos terrenos... ¿De quĆ© le servirĆ­an? Su mano tocaba la hebilla del pantalĆ³n, el mismo, todavĆ­a resaltaba su enorme bulto, pero dentro de su ropa interior no habĆ­a mĆ”s que un largo pene y una cicatriz oculta entre vellos pubicos, dentro de su escroto, aun grande, reposaban dos grandes esferas... ya no eran sus gĆ³nadas de nacimiento, sino de silicona... 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages