CONTIENE:
-BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
Jorge abrió los ojos en un cuarto iluminado con luces blancas, estaba hechado en una cama y de inmediato fue atendido por un hombre que se presumĆa ser mĆ©dico que empezó a hacerle preguntas sobre su nombre, ocupación, edad y si tenĆa algĆŗn dolor.
—¿Dónde estoy?
—En el hospital, seƱor Noguera —aclaró el hombre inspeccionando las pupilas del paciente—. Recibió un golpe en la cabeza con un objeto contundente.
—¿Ah?... ¿Y cómo?
—Es probable que tenga cierta amnesia... pero ya irĆ” recordando.
—¿Cuanto tiempo ha pasado, mucho?
—Sólo dos dĆas.
—¿Alguien sabe que estoy aquĆ?
—El administrador de su finca ha estado por aquĆ.
—¿Cómo lleguĆ©?
—Una mujer llamó solicitando una ambulancia... al parecer... ustedes estaban... juntos... SeƱor Jorge, ya irĆ” recordando, avisarĆ© a la enfermera para que le traigan el desayuno y se prepare para ser dado de alta esta tarde.
El mĆ©dico salió de la habitación portando una carpeta, Jorge se quedó mirando a la pared intentando recordar y no tenĆa mĆ”s que serias lagunas mentales. Se levantó de la cama y sintió que la cabeza le latĆa, caminó al baƱo y se preparó a orinar, con tan sólo mirar su blanco pene recordó que estaba bajo su Ć”rbol de swietenia o Caoba penetrando con violencia a Evelyn, aquello le hizo hinchar la verga mientras orinaba teniendo que controlar con fuerza el liquido en forma de arco.
Regreso a la habitación intentando recordar mĆ”s. Se recostó cerrando los ojos recordando que hace dos dĆas estaba despachando una dura mesa que habĆan diseƱado en el taller y luego salió, ¿a dónde? La puerta de la habitación se abrió y una morena enfermera le entregó el desayuno en una bandeja, Ć©l aseguró que se veĆa repugnante, ella confirmó que era saludable.
De nuevo solo en la habitación mordiendo aquella seca tostada reanudó los recuerdos de hace dos dĆas y sĆ, luego de vender el mueble salió a la laguna para pensar, y llegó a la conclusión de que aquel dĆa pensó idioteces. Luego fue al gran Ć”rbol de Swietenia y vio a Evelyn, la violó y lo volverĆa a hacer... estaba buena la hembra, es mĆ”s, tenĆa que volverla a buscar para penetrarla, sólo asĆ aprenderĆa esa yegua.
Terminado el desayuno, Jorge depositó la bandeja a un lado en la mesa, todavĆa le dolĆa la cabeza no habĆa duda de que esa desgraciada le pegó con toda su cólera.
El hombre entró en fase de sueño hasta que media hora mÔs tarde una doctora entró a la pieza, él de sólo sentir movimiento se despertó en guardia como un lince. La mujer iba toda de blanco con un tapaboca.
—¿QuĆ©... quĆ© es eso? —preguntó Jorge al ver que ella tenĆa en la mano una jeringa con un fluido casi amarillo. Era cobarde para las inyecciones.
La mujer hizo gestos con las manos para que se tranquilizara.
—Le pregunte que para quĆ© la inyección. Estoy bien... ¡Ay!
La aguja habĆa penetrado su brazo, el contenido empujado bajo un dedo pulgar. Jorge apretó los dientes observando los ojos de la doctora, lo Ćŗnico que le podĆa distinguir bajo su tez blanca. ¿QuĆ© expresaban aquellas pupilas negras? Odio, preocupación, afĆ”n...
—¿QuĆ© es eso, carajo?
La doctora retiró la inyectadora y retrocedió sobre sus pasos sin dar la espalda Jorge, clavÔndole la mirada.
—¿QuĆ©? ¿QuĆ© es? —deseaba saber Jorge asustado. Su cuerpo se relajaba, la respiración se le volvĆa profunda—. ¡Esa mirada!... —la fĆ©mina estaba cerca de la puerta—... ¡Ahhh!... ah, ah... ay.... —miró a la mujer que se destapaba el rostro—. ¡Ahhh!... eres tĆŗ, ¡perra! ¡PERRA! —intentó levantarse de la cama, lo logró, dio unos pasos y cayó boca abajo, comenzó a llorar—. QuĆ©... ¿que me hiciste, quĆ© me hiciste? —siguió llorando, pronto su voz se apagó y su cuerpo quedó tranquilo con el efecto del sedante fundido en un sueƱo profundo.
Maribel se quitaba el tapaboca y daba paso a otras dos enfermeras, Evelyn y Karina entraban en acción.
—Hay que sacarlo antes de que venga alguien y sea tarde —comentó Karina, habĆa un tono de nervio en su voz.
—O que llegue el administrador —dijo Evelyn—, debe estar en camino.
—Tranquilas —ordenó Maribel—, vamos a subirlo a la camilla, y lo sacamos pronto.
Las tres mujeres se ayudaron para incorporar al hombre sobre la camilla. Maribel salió al pasillo para vigilar la zona, seguido fue escoltada por las dos supuestas enfermeras que trasladaban al enfermo.
Penetraron al ascensor donde fueron observadas por el hombre que las llevarĆa a la planta baja. Karina temblaba y Evelyn la miraba queriendo ejercer un control sobre ella, entre tanto Maribel murmuraba algunas palabras tĆ©cnicas sobre lo que harĆan en planta baja. Al abandonar el ascensor caminaron a paso rĆ”pido al estacionamiento.
—Subanlo que no viene nadie —alertó Evelyn mientras las otras fĆ©minas acudĆan a subir al hombre en el coche de Maribel.
En quince segundos las tres mujeres abandonaban el hospital.
Y es que el encuentro de ellas se dio gracias a Evelyn, porque cuando traslado a Jorge al hospital la confundieron con su exesposa Camila, Evelyn negando aquella confusion sintió curiosidad por la mujer y fue una chismosa enfermera quien relató la escandalosa separación del matrimonio cuando una noche Jorge se presentó en casa de Karina mostrando un vĆdeo de ella y su amante.
—Esa mujer quedarĆa odiando a ese hombre —comentó en aquel momento Evelyn, y la enfermera siguió explicando sin reparar en detalles.
Cuando Evelyn pudo ir hasta su casa usó la computadora para establecer contacto por red social con Karina, que ya orgullosa mostraba fotos junto a Maribel. Las tres mujeres se citaron en un lugar y allà relataron sus horrendas experiencias con el vaquero.
Para concluir planearon la estocada final que le darĆan a ese maltratador de mujeres.
En el presente, el vehĆculo se detuvo en los predios de la hacienda del hombre, aunque estaban en sus terrenos ahĆ podian sentirse seguras por lo extenso que era. Estaban detenidas bajo un gran Ć”rbol de swietenia.
El cuerpo de Jorge fue tirado al suelo.
—Hay que vestirlo —ordenó Maribel.
—¿Por quĆ©? —quiso saber Evelyn—. AsĆ estĆ” bien.
—No quiero ver sus fofas bolas.
—AsĆ resultarĆ” mejor para los planes y mĆ”s psicológico para Ć©l.
—Entendido.
Evelyn procedió a quitar la ropa del hospital para vestir a Jorge.
—EstĆ” bueno el desgraciado —evaluó Evelyn viĆ©ndolo en ropa interior, Maribel lo miró con asco y Karina comentó que Ć©l era mala persona.
Evelyn procedió a colocar la camisa sobre aquel fuerte pectoral. Subió el pantalón por las gruesas piernas para aferrarlo al paquete de Jorge. Evelyn distinguió los dos grandes huevos, casi perfectamente redondos, la polla habĆa quedado apretada ladeada a la derecha.
—Hay que atarlo y despertarlo. UsarĆ© un antĆdoto que aplico a los animales para sacarlos de su letargo.
Las mujeres se volvieron a cooperar para sujetar al macho con unas sogas, habĆa quedado de pie con los brazos y piernas separadas. Maribel sostuvo entre sus manos un frasco y llenó una inyectadora con su contenido. Se acercó a Jorge y vació el liquido en Ć©l.
En cuestión de cinco minutos Jorge empezó a reaccionar su frente sudaba y los ojos parpadeaban saliendo del trance.
—¿QuĆ©?... ¿quĆ© estoy haciendo aquĆ?... ¡Saquenme de aquĆ, perra! Se van a arrepentir.
Frente a Ʃl estaban tres mujeres ceƱudas y con los brazos cruzados.
—¡Yo estaba en el hospital... sueltenme... ¡AUXILIO!
—¿Un hombre de tu temple estĆ” asustado, Jorge? —preguntó burlona Maribel.
—¡No, estoy furioso!
—DeberĆas estar tranquilo —habló Evelyn sin bajar los brazos—. AquĆ, en tu Ć”rbol de caoba hiciste las peores cosas... muestra de ello es lo que hiciste dos dĆas, te peguĆ© y tuve que decir que te caĆste y golpeaste, al parecer no me creyeron... pero, yo estaba contigo y fui quien solicitó a la ambulancia. De hecho, llamaron a un policĆa para que declarara, sostuve mi dialogo, esperan por ti... pero de hecho... eso ya no importa.
Jorge se movĆa con miedo. Las mujeres observaban su cara de chiquillo aterrado.
—¿Quien comienza? —quiso saber Maribel.
Evelyn y Karina se dedicaron miradas, la exesposa de Jorge por fin entendió y le cedió el paso a la ingeniera.
Evelyn batió el cuerpo caminando hacia Jorge, se detuvo frente a él de brazos cruzados, aunque luego bajó la guardia.
—¿A cuantas mujeres violaste?
—...
—Responde.
—...
—Ahora si estĆ”s callado... nunca mĆ”s abusarĆ”s de ninguna.
La mirada de Evelyn se instaló en Ôngulo recto en la entrepierna de Jorge, él se movió preso de miedo.
Una dura patada le subió los testĆculos contra la pelvis. Jorge soltó un gemido gutural profundo, seguido otra dura patada en los genitales le hizo escapar un rugido largo mientras abrĆa los ojos como platos
—¡AAAARRRGGGGG!
—¿Te duele, eh? ¿Te duele? Es poco para lo que debes sentir.
Evelyn retrocedió y era el turno de Karina.
—¿Cuantas veces me humillaste? —preguntó Karina mirĆ”ndolo a los ojos, Jorge jadeaba—, tanto en pĆŗblico como en privado —la mujer procedió a llevar la mano a la entrepierna del macho, tomĆ”ndole dos órganos grandes—, tambiĆ©n me violaste a tu antojo —apretó con furia.
Jorge contuvo el aliento mientras se paraba de puntilla, Karina tensó los dedos y el macho apretó los labios, sendas lÔgrimas se formaron en sus ojos.
—Muchas veces me toco imaginar que era Maribel quien estaba encima de mi, tocandome... Porque tĆŗ —los gumaros a Jorge le crujieron y Ć©l lanzó un grito gutural—, me dabas repulsión. Con tu asquerosa verga... haciĆ©ndome sentir esto...
—¡AAARRRGGGGHHHHH!
—... esto....
—¡AAAAGGGHHHHHH, AAAAGGHHHHHHH!
—Que ironia que esas bolas que tanto orgullo te dan, hoy son las que te hacen gritar y humillar.
—Pareces una seƱorita —se mofaba Maribel—, gritas mĆ”s que nosotras tres juntas, ja, ja, ja.
Karina lo soltó de los huevos y Jorge parecĆa encontrar paz intentando recuperar el aliento, las rodillas se le doblaban sin contener fuerzas. Karina retrocedió limpiĆ”ndose las manos. Evelyn volvió a aproximarse y Ć©l intentó enderezarse protegiendo su entrepierna con el muslo.
—Que nulo y bĆ”sico eres.
—Por favor no, ingeniera... perdón, perdón...
El varón casi sollozaba.
—El tĆpico macho alpha arrogante —hablaba Evelyn con un dejo de amargura en la voz—, ¿te duele? ¿tienes miedo?
—Por favor, sueltenme. Juro que no harĆ© nada... las dejarĆ© en paz...
Evelyn dibujó una sonnrisa en el rostro, se agachó y envió un gancho contra las bolas de Jorge. El paquete del macho se levantó con la embestida. El par de gónadas fueron fauleadas contra la pelvis. A Jorge le invadió el dolor acompañado de un ataque de tos. Estaba mareado y la camisa se le pegaba al cuerpo empapada de sudor.
Evelyn reanudó el dolor y la desesperación en el hombre volviendo a estrellar el puño contra sus huevos.
—¡AAAAAGHGGGGGGGG!
Jorge cruzaba los ojos embargado de dolor, las bolas le lalpitaban, parecĆan una de esas bombas que se inflaban para estallar.
Evelyn se acercó a aquellas mujeres y Karina establecĆa su turno.
—Si sabĆa que podĆa doblegarte por tus bolas —decĆa—, no sĆ© porque no las aprovechĆ© en tu contra.
"Porque eres bruta" hubiera dicho Jorge, pero el dolor de bolas y la desproteccion le bloqueaba todo mecanismo de habla.
En ese instante Karina empezó a golpear con el dorso de la mano la entrepierna de Jorge, él soltaba alaridos lastimeros ante cada asalto duro contra sus pelotas.
—¿Cómo es que alguien tan insignificante como tĆŗ puede hacer tan infeliz a tantas personas?
—Karina, ay, ay... Aaaahhh, perdóname...
PAFF
PAFF
PAFF
PAFF
La palma de la mano chocaba contra la entrepierna de Jorge, levantando el par de bolas, colocandolas dentro del jeans con un color rojizo. Jorge gritaba cada vez mƔs rƔpido a medida que los golpes aumentaban mƔs y mƔs en las arremetidas.
Luego de casi un minuto de tortura, Karina llamó a Evelyn. Jorge jadeaba como si hubiera corridos varios kilómetros.
—¿QuĆ©?... ¿quĆ©?... —preguntaba confundido.
Las mujeres estaban a su frente.
—Por favor... —rogaba con el rostro congestionado por el dolor—. Piedad... piedad...
Las chicas rieron burlistas.
—Esto es por tratarme como una inepta —Karina lanzó una pataba entre las piernas abiertas de Jorge.
El macho lanzó un grito torciendo los ojos.
—Esto por violarme.
Evelyn estrelló la bota en las brevas del macho.
—Aaaaahhhhhh, aaahhhhhhh...
Karina volvió a repetir la patada y Evelyn la imitó en su ataque, siguiendo los huevos ser torturados, golpe tras golpe, segundo a segundo.
PAFF
POFF
PAFF
POFF
PAFF
POFF
PAFF
POFF
PAFF
POFF
PAFF
La verga dentro del pantalón del hombre, erecta marcando un hermoso bulto inició secretamente a soltar un hilillo de leche a pesar de lo grandes e hinchados que habĆan crecido los testĆculos. Cada patada habĆa mermado la capacidad de almacenar oxigeno en Jorge, y ahora se debatĆa convulso entre sus sogas preso o quizas ya embargado en el agónico dolor que emitĆan sus frĆ”giles cojones.
PAFF
POFF
PAFF
POFF
PAFF
POFF
Ya dentro del pantalón el pene del macho escupió todo el lote de semen que estaban guardadas en sus cojones resultando mojado y empegostado su ropa interior.
PAFF
POFF
PAFF
POFFPOFF
Las patadas cesaron no por clemencia a Jorge sino por el cansacio de las feminas. Jorge estaba tembloroso con la cabeza colgando del pecho, sus piernas temblaban imposible de retenerlo.
—Es mi turno, mujeres —aclaró Maribel y su voz fue tan potente que ella retrocedieron e inclusive terminaron por caminar al vehiculo y subieron a Ć©l.
Maribel estaba frente a Jorge y su presencia bastaba para que el macho gimiera y temblara de miedo.
—¿EstĆ”s temblando de miedo por mi?
—... —Jorge no podĆa contener la tranquilidad.
Maribel colocó la mano en la cara del vaquero y de apoco sus filosas uñas comenzaron a rasgar su cara dibujando un arañazo en carne viva, Jorge gruño en señal de ira.
—Al parecer ya estĆ” saliendo el tipo bruto que hay en ti.
Maribel seguĆa acentuando su sonrisa mordaz mientras Jorge se sentĆa humillado, deseaba tan sólo caer al piso para sobar sus huevas.
Entretanto Maribel colocó las manos sobre el hombro de Jorge, los ojos le brillaron y él frunciendo las cejas presagiaba lo que le iba a suceder, quiso gemir pidiendo un "no", pero el golpe fue mÔs rÔpido que su boca.
Maribel dobló la pierna rodilla y la estrelló la rodilla contra la entrepierna del macho. Aplastando las carnosas bolas en la cadera, Jorge saltó en el aire sintiendo como la respiración se le cortaba con el aplaste de sus huevos, el mundo casi se le iba.
Maribel volvió a flexionar la rodilla para volverla a subir contra las gordas pelotas del vaquero.
—¡UGGGGGHHHHH!
Maribel sonrió maliciosa ante los sobresaltos de aquel tipo.
Un tercer rodillazo en las pelotas hizo que a Jorge se le humedecieran los ojos. La miseria de hombre estaba petrificado de dolor, emitĆa pequeƱos chillidos de agonĆa. Maribel retrocedió largos pasos, tenĆa la mira fija en el paquete de Jorge, distanciada unos largos pasos echó a correr.
Jorge se asustó mÔs de lo debido, negaba con la cabeza implorando un "no" con la boca.
Cuando estuvo mÔs cerca, Maribel tomó impulso con la pierna y pateó sin compasión la entrepierna del macho.
PRRRTTTTTT CCRRRRRAAAAACCCKK
La cara de Jorge tomó una grave palidez, intentó gritar pero su boca sólo se abrió en "O" mientras desorbitaba los ojos, aun el zapato de Maribel quedaba incrustado en su entrepierna mientras ella perfectamente mantenĆa el equilibrio.
Pronto ella bajó el pie y de la boca de aquel tipo sólo salĆa baba o vomito, Maribel se sintió asqueada de sólo ver. Dio la vuelta y se alejó hacia su vehiculo, se apeó a Ć©l y las tres mujeres se quedaron en abdurdo silencio.
—Faltan quince minutos para la una de la tarde —rompió el silencio Evelyn.
—Quince minutos —repitió Maribel un poco ida, ya recobrando la frialdad alegó—. EstĆ” bien, en una hora llamarĆ© a una ambulancia.
El vehĆculo se puso en marcha y ninguna de las tres volteó la mirada a la piltrafa de hombre que estaba amarrado cerca de un Ć”rbol de Swietenia.
Cuando pasó un aƱo de aquel horrendo mediodia Jorge cambió su aptitud ante las mujeres, les tenĆa pavor ante las clases de atrocidades que podĆan hacer en contra de los hombre, inclusive su voz gruesa se aminoró, ya no andaba por el campo gritando y humillando a la gente, su altanerĆa se redujo a monosilabos y gestos. Ordenó quitar aquel feo Ć”rbol de swietenia y vendió esa porción de terreno a los vecinos, no deseaba acercarse a ese lugar.
Levantó una denuncia contra las mujeres, pero su ley no procedió, al parecer Evelyn se habĆa involucrado sentimentalmente con un politico importante y su expediente se traspapeló.
En cuanto a Karina y Maribel decidieron mudarse de paĆs, y se casaron en una ciudad al sur del continente latinoamericano.
Jorge seguĆa solo, quizas un poco amargado y por ocasiones se arrepentĆa de su pasado. Todas las tardes miraba al horizonte sus extensos terrenos... ¿De quĆ© le servirĆan? Su mano tocaba la hebilla del pantalón, el mismo, todavĆa resaltaba su enorme bulto, pero dentro de su ropa interior no habĆa mĆ”s que un largo pene y una cicatriz oculta entre vellos pubicos, dentro de su escroto, aun grande, reposaban dos grandes esferas... ya no eran sus gónadas de nacimiento, sino de silicona...




No hay comentarios.:
Publicar un comentario