CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
-SEXO HOMOSEXUAL
I
Era la tercera vez desde su secuestro que Mauro penetraba a Carlos, el primer momento ocurrió la noche anterior a su encierro en el departamento, este lo penetro dejando su trasero completamente empapado de semen y era que Mauro estaba tan excitado de pensar en la mejor manera de humillar al papiboy, ademÔs de sentir aquellas grandes, hermosas y exuberantes nalgas de las que era dueño. El segundo momento fue en la mañana al despertar, Mauro se acercó al maniatado Carlos y le pegó la dura erección, durante la violación Carlos gimió como una perra mientras dejaba finalmente su virginidad anal en el olvido. La tercera oportunidad culminaba en aquel momento donde un sudado Mauro eyaculaba sobre el desdichado hombre.
Mauro miró al techo mientras sentĆa que borbotones de su semen inundaban las entraƱas de Carlos.
Jadeando se separó de Ć©l, la verga abandonaba el dilatado estĆnfer.
—Fue rico —opinó—. DespuĆ©s de todo me gusta que seas mi perra —subió la licra por las poderosas piernas del secuestrado que aun chorreaba semen—. Estoy pensando seriamente dejarte conmigo. Te darĆ© de comer y seras mi puta sexual. ¿Te gusta la idea?
Carlos que desde la noche anterior tenĆa una cinta en la boca dijo algunas palabras, muy probablemente obscenidades.
—TendrĆ© que irme al bar, quiero saber que dicen por quĆ© no llegas, espero que de una vez por todas Isabella te eche y me nombre al fin el papiboy del show.
Acto seguido Mauro lanzó una dura nalgada a Carlos. Luego metió la mano por el perinĆ© esbozando una macabra sonrisa, cogió los enormes testĆculos del abogado bailarĆn. Sintió los cojones en la palma y apretó abruptamente. Carlos se estremeció deseando gritar ante su mordaza, la cara se le desfiguró humedeciendo los ojos, y movio los pómulos, sus huevos eran tan sensibles como grandes. Mauro movĆa la mano como si tuviera en ellas dos pelotas de bĆ©isbol pequeƱas.
Todo el cuerpo de Carlos estaba tenso, dentro de la licra su polla creció. Mauro tragó saliva, soltó los cojones y dijo
—SĆ© que estas con ganas de que te penetre otra vez, gran perra. Pero te vas a quedar con las ganas. Me irĆ© al bar pero cuando vuelva te dejarĆ© ese culo como la bandera de Japón. Te quedas como en tu casa.
El hermoso rostro de Carlos rebelaba su humillación y sufrimiento.
Cuando Mauro llegó al bar recién bañado y con olor a perfume encontró a Isabella Totti de brazos cruzados y furiosa.
—Ya va a ser la hora de abrir y ese irresponsable no ha llegado —decĆa—. ¿QuĆ© se cree? No es tan importante.
—Me parece extraƱo que ayer se fue sin despedir —comentó Axel—. IntentarĆ© marcar a su celular.
—Ya ves, Isabella —habló Mauro para lanzar una estocada—. Si me hubieras escogido a mi y no a un reciĆ©n llegado como papiboy no cargarĆas ese humor. Ya viste que de tanto alabarlo como te paga.
—Eres un hijo de puta —se lanzó sobre Ć©l Miguel blandiendo puƱetazos.
—Hey, hey, hey. ¡Separenlos! —ordenó Isabella, acatada la acción la dueƱa del bar quiso saber la razón de los golpes.
—Ese cabrón ayer me golpeó, y malamente.
—No te hice nada, maldito drogadicto. Alucinas.
—SĆ lo hiciste —corroboró Isabella mirĆ”ndolo seriamente.
—¿QuĆ© dices, Isabella? —preguntó Mauro en tono burlón.
—Que sĆ© que ayer le pegaste y parecĆas un salvaje, mi lindo.
—No sĆ© a quĆ© te refieres.
—Mi lindo, en la parte trasera del local hay cĆ”maras de seguridad. Y vi la manera atroz en que trataste a Miguel. Creo recordar que ya habĆamos hablado de tus asuntos de ira con tus compaƱeros, no es la primera vez que esto sucede. Y, honestamente, Mauro, ya me cansĆ©. Estas despedido y ve recoger tus cosas.
Axel, Miguel, Ricardo miraban con atención la decisión violenta de la dueña del local.
—¿QuĆ©, Isabella? TĆŗ no puedes hacer eso. Soy el mejor. Lo sabes.
—Lindo, lo que acabas de oĆr. Pasa con Tina que ella pagarĆ” tu liquidación a este bar ya no puedes entrar mĆ”s. Y serĆ” mejor que no me pongas en tus referencias de trabajo porque hablarĆ© muy mal de ti.
—Eres un vieja loca, no puedes hacer eso. Te vas a arre...
—Ay, cĆ”llate —ordenó Isabella con falsa solemnidad llevĆ”ndose las manos a los oidos—. Abran el local y preparense, cuando salga no quiero ver a este roto aquĆ.
La mujer se fue de camino a su oficina seguida de Marcela su sobrina.
—¿Se puede saber por quĆ© despediste a Mauro, tĆa?
—Linda, si ese roto sigue golpeando a lo salvaje a mis empleados yo no puedo hacerme responsable por su salud. No es la primera vez que le llamo la atención, quiero estar segura de que esta es la mejor decisión.
—Ćl tiene mucha fama aquĆ. Mucho pĆŗblico lo apoya. ¿QuĆ© harĆ”s cuando lo pidan?
—Ya me harĆ© cargo. Ćl es bueno pero allĆ” en la calle pueden haber mejores, los conseguiremos.
—Hablando de mejores, tĆa. ¿Por quĆ© contrataste a Carlos? Me enterĆ© que no es un pobre diablo como el resto del equipo.
—El licenciado me debe un favor.
—¿Cual?
—Mi linda, sólo vi su potencial para serte franca.
—¿Pero cual, tĆa?
Isabella se rascó la cabeza.
—Ocurrió cuando estaba en el hotel de tu tĆo —usó el celular el cual tendió a su sobrina—. Observa el vĆdeo —la chica empezó a ver la escena intima de Carlos y ella abrió la boca y ojos—. Por eso lo asigne como papiboy tengo pautado un evento para Ć©l. Sólo espero que llegue, ¡y ya!
Marcela miraba la espectacular eyaculación de Carlos aunque sobre un vaso de yogurt, sin duda alguna a partir de ahĆ mirarĆa al hombre con mĆ”s atención, pues tenĆa buenos atributos, macho, licenciado, sexy y un toro sexual seguramente.
En el local del bar ya se preparaba el primer show, al centro del escenario estaba Axel semidesnudo atado a una silla rodeado de sogas empezaba a moverse desesperado acompaƱado de un redoble de tambores hasta que derrotado cesó y jadeando hundĆa la cabeza, un policĆa apareció tras el, era Ricardo que enseguida lo desató.
Axel se levantó de la silla y aunque mareado cayó de bruces al suelo, Ricardo caminó hacia él y colocó el pie sobre sus pectorales, sonrió al público que le devolvió elogios.
Y asĆ explotó la mĆŗsica, donde el bailarĆn comenzó a quitarse el ajustado traje mientras Axel tambiĆ©n se elevaba del suelo haciendo eróticos movimientos con la cadera.
El moreno bailarĆn movĆa sus contorneados muslos, morenos, gordos y apetitosos en tanto Ricardo quedaba al descubierto con un ajustado bóxer verde, agitando los brazos y mostrando el grueso torso.
Mujeres y hombres aplaudĆan animados con el show.
Cuanto este culminó los hombres agradecieron y se dirigieron a la sala de descanso pasando por un lado de Miguel que servĆa bebidas a un par de clientes.
—Lo hicimos bien —opinó Axel mientras llegaban a la pieza—. MarquĆ© al telĆ©fono de Carlos y no me contestó. Nada que llega, la seƱora Isabella debe estar furiosa.
—Y encima que despidió a Mauro —se lamentó Ricardo—, pobre chamo, sólo querĆa ser el lĆder del grupo.
—¿LĆder? Era un dĆ©spota de primera. Siempre nos hizo la vida imposible aquĆ.
Ricardo movió la boca decepcionado.
III
Mauro llegaba de muy mal humor a su departamento, con el ceño fruncido se plantó frente a Carlos.
—Por tu culpa me despidieron, cretino.
Clavó un fuerte puƱetazo en el abdomen del grueso hombre, Carlos casi colapsa cuando sintió que su cuerpo se quedaba sin aire con un segundo y tercer puƱetazo, el corazón le latĆa a prisa y su boca seguĆa amordazada.
—Todo esto es por tu culpa. Si nunca hubieras llegado al Nautilus yo hoy no estuviera despedido. Ya lleguĆ© al lĆmite y de esta no te escapas, Carlos.
Carlos murmuró algunas palabras inentendibles pero para odio de Mauro su rostro ya no denotaba terror.
Carlos hizo una mueca y su cuerpo se estremeció cuando los pulgares de Mauro se adueñaron completamente de sus bolas carnosas. Mauro envolvió los grandes caramelos entre sus dedos y la palma, hasta que impulsó el pulgar en el frÔgil órgano derecho.
—OUUCCHHHHH —se escuchó lamentar a Carlos, deseando gritar de sentir la punta de los dedos clavados en sus bolas.
El corazón de Carlos se aceleró y bajó la mirada de la sÔdica sonrisa de Mauro a en su entrepierna, el moreno marcaba en el jeans una erección palpitante.
Carlos se mareó y echó la cabeza para atrÔs
Cuando el hombre pudo recuperar fuerzas casi pedĆa a gritos que Mauro se detuviera, pero el moreno seguĆa pendiente de apretar mĆ”s y mĆ”s sus pelotas.
"Desmayate, debes desmayarte" pedĆa Carlos internamente consciente que de aquel dolor abrasador no saldrĆa.
A pesar del dolor, la verga de Carlos seguĆa latiendo dolorosamente, un grueso chorro de lĆquido preseminal brotaba de la punta de su cabeza.
—Putito —declaró Mauro viendo su cara de consternacion—. ¿Quieres que te viole, eh? Lo sĆ©.
Agarró con la mano la licra del hombre y lo desnudo agarrando con la mano derecha el tronco del pene de Carlos iniciando a masturbarlo. Su otra mano seguĆa fija torturando sus bolas. Carlos escapó por la nariz todo el aire que contenĆa, doblando la espalda y torciendo los ojos.
Carlos gemĆa constantemente y su pene aĆŗn estaba duro como roca, la mano subĆa y bajaba con fuerza a travĆ©s de su falo.
Carlos se retorció de profundo dolor mientras sus gónadas seguĆan comprimidas.
Luego arqueo la espalda de puro placer, recuperando el aliento cuando Mauro dejó lentamente de presionar sus bolas.
Una garrafal explosión de semen salió disparada de la polla de Carlos dando a parar contra el rostro de Mauro.
SPLASH
Salpicó la salsa gruesa en la boca y nariz con un olor potente.
Ambos se miraron, Mauro reaccionó estampando un pesado golpe en el abdomen de su cautivo, que quedó derrotado inhalando aire.
—¿Quieres que te viole, eh, perra? IrĆ© al baƱo a quitarme tu sucio semen y volverĆ© y te bajarĆ© esa pegada licra y te penetrarĆ© esas nalgas carnosas que piden a gritos mi verga.
Mauro abandonó a Carlos y fue directo al baño para lavarse la cara, iba de camino hacia su cometido pensando en los glúteos del bailarin cuando la puerta del departamento sono por alguien.
—Mauro, eh Mauro, abre. Por favor abre.
Mauro reconoció aquella voz se quedó en un hilo.
—Mauro, ¿estĆ”s ahĆ? Abre.
—¿Para quĆ©? ¿QuĆ© quieres? LĆ”rgate.
—Abre, vamos a hablar. Quiero ayudarte.
Mauro tragó saliva miró su entrepierna, tenĆa el guevo como un palo. Se dirigió a la puerta y abrió. Ricardo estaba en el umbral.
—Hola. ¿Cómo estĆ”s? ¿Puedo pasar?
—Estoy en medio de algo, estoy ocupado.
—Ya no seremos compaƱeros de trabajo —comento Ricardo entrando al departamento sin prestar atención en la negativa de Mauro.
—¿Y quĆ© quieres que haga?
—Te ayudarĆ© a conseguir empleo, conozco gente.
—Ya vete, Ricardo.
—Nunca hemos sido buenos amigos pero podemos arreglarlo.
Mauro sonrió tenĆa el pito parado y Ricardo parecĆa que querĆa insistir, se acercó a Ć©l, y Ricardo se quedó inmovil y tenso de nervios, Mauro le dirigió una mirada pĆcara y rozó sus labios con los de Ć©l, sentĆan un contacto casi electrico pero al fin Mauro se atrevió y besó a Ricardo.
El ex militar se quedó sumiso ante el contacto entre los labios, seguido se palparon los pectorales, el torso, paquete, glĆŗteos, Ricardo ayudó a sacar la franela de Mauro y este desnudó a Ricardo, tenĆa la verga tan excitada que deseaba fornicar duro a Ricardo.
—Chupa mi guevo —susurró en orden Mauro.
Ricardo obedecio y se resbaló por el abdomen de Mauro hasta caer de rodillas, y comenzar a sobar su grueso bulto. Bajó la cremallera y se preparó para sacar su pito. Iba a chuparlo.
—¡UHUMMMMMN¡
—¿QuĆ© fue eso? —preguntó Ricardo mirando a Mauro.
—Nada, sigue.
Otra vez se escuchó aquel ruido que parecĆa venir de una habitación. Ricardo prestó atención, ese ruido parecĆa de alguien, miró los negros ojos desafiantes de Mauro, ¿a caso era capaz de retener a alguien ahĆ? ¿A Carlos?
—¡Espera! —llamó Mauro cuando Ricardo salĆa corriendo en dirección a donde provenĆa el ruido.
Mauro salió tras Ricardo pero no fue lo suficientemente rÔpido para detenerlo. Ricardo se quedó paralizado cuando encontró a Carlos maniatado y con algunas partes del cuerpo con moretones tras golpes. Ricardo abrió la boca sorprendido.
—¿Cómo te atreves a tenerlo rete...?
Ricardo fue interrumpido con una sorpresiva y fuerte patada en los cojones de parte de Mauro. Su zapato se estrelló de lleno en sus huevos haciendo que despegara de forma leve los pies del piso.
Luego Ricardo unió las rodillas y cayó al piso con las manos en la entrepierna, tenĆa la cara arrugada y respiraba profundo para aliviar el dolor que provenĆa de sus testĆculos. Estaba encogido de dolor.
—¿Viste lo que me has hecho hacer? —preguntaba con una malevola risa Mauro a Carlos—. Ahora por tu culpa Ć©l se quedarĆ” sin huevos, y luego sigues tĆŗ.
Mauro se agachó ante Ricardo y le separó las piernas acto seguido le piso con saña la entrepierna.
¡CRACKK!
En definitiva se partĆa un testĆculo de Ricardo.
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