Axel, un superheroe derrotado - Las Bolas de Pablo

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22 feb 2016

Axel, un superheroe derrotado


CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Alberto Estevez miraba desde la baranda del segundo piso a todos los jĆ³venes que eran entrenados en el dominio de las artes marciales, prestaba especial atenciĆ³n y sonreĆ­a por emociĆ³n pese a su tortuoso pasado en la niƱez cuando fue tratado como una rata de laboratorio por una mala familia que lo adoptĆ³, fue un tiempo oscuro que le dejĆ³ muchas secuelas hasta que la suerte llegĆ³ a Ć©l y la justicia cayĆ³ sobre esa familia, volviĆ³ al orfanato y luego fue adoptado por un matrimonio que le ayudĆ³ a superar sus pesados obstĆ”culos.


   Alberto sobre su espalda tenĆ­a una gran responsabilidad centrĆ³ la mirada en el grupo de muchachos que alzaban la pierna tras un enĆ©rgico grito, volviĆ³ a sonreĆ­r y prefiriĆ³ subir al tercer piso.


   El lugar donde se encontraba era un edificio icono de la ciudad herencia de sus padres adoptivos, ahĆ­ se realizaba todo un culto al deporte, desde las artes marciales, hasta manejo de destrezas personales la edificacion contaba con un gimnasio, ademĆ”s de tener en sus pisos superiores otras oficinas que servĆ­an de propĆ³sito para los planes de Alberto.


   Alberto llegĆ³ al gimnasio respirando agitadamente, la mĆŗsica electronica estaba a pleno para estimular a los usuarios, sin embargo Alberto se dirigiĆ³ a una esquina exacta del lugar esperando que fuera desocupada una maquina. SujetĆ³ su franela negra y desnudĆ³ el torso, mostrĆ”ndolo sino muscular estaba extraordinariamente definido, Alberto dio una pĆ­cara mirada a una chica que estaba fascinada con su fĆ­sico, no sĆ³lo por su hermosa cara sino tambiĆ©n por la siempre protuberancia que marcaban sus genitales como ahora con su short o cuando usaba un simple jeans.


   Alberto moviĆ³ su cabeza haciendo movimientos con el cuello, mientras lo hacia los mĆŗsculos de su pecho se acentuaban resbalando pequeƱas gotas de sudor que resaltaban su exĆ³tica hombrĆ­a.


   El muchacho dirigiĆ³ su cuerpo al suelo preparĆ”ndose para un rutina de ejercicios empezando a hacer lagartijas. ColocĆ³ las palmas de la mano en el suelo y estiro las piernas, contuvo el aliento y comenzĆ³ a flexionar los brazos.


   1, 2, 3, 4, 5.


   Gracias a sus habilidades y al amor de su padre adoptivo al deporte Ć©l habĆ­a logrado desarrollar muslos fuertes y musculosos, ademan de una habilidad deportiva envidiable. Lo que quizĆ”s mĆ”s le gustaba de su anatomĆ­a en realidad era su gigantesco bulto, pero eso era un punto aparte.


   20, 21, 22, 23, 24, 25.


   La rutina del dĆ­a exigĆ­a 80 lagartijas.

   30, 31, 32, 33, 34, 35...


   Por un momento su cuerpo se quedĆ³ rĆ­gido, sus brazos extendidos y la cara enfocando a la pared, pero no estaba mirando al frente precisamente, su espacio de lugar habĆ­a cambiado, ya no estaba en el gimnasio, se encontraba flotando en un lugar oscuro Ćŗnicamente iluminado por una vitrina que mostraba un hermoso rubĆ­, bajo el pedestal en un gran anuncio se leĆ­a "CorazĆ³n de fuego". Una voz potente pronunciĆ³ las siguientes palabras que le puso los pelos de punta:


   —Hoy te tocĆ³ perder, Axel.


   Y asĆ­ todo se desvaneciĆ³ y se encontrĆ³ de nuevo en el gimnasio, todavĆ­a con el brazo y el cuerpo rĆ­gido. Rememorando el espacio que vio y las palabras se puso de de pie en un brinco, agarrĆ³ su franela y corriĆ³ al ascensor a toda prisa. ApretĆ³ los botones que lo conducirĆ­an a un nĆ­vel superior. LlegĆ³ a un amplio salĆ³n con decorado en madera y amplios ventanales de cristal que invitaban a ver el crepusculo en la ciudad pero Alberto corriĆ³ a  una puerta que empezĆ³ a tocar frenĆ©ticamente.


   —¡Thomas, ThomĆ”s!


   Se oyeron pasos en el interior y un muchacho de tez blanca y estatura mediana abriĆ³ la puerta, vestĆ­a de raso negro y en su franela que ocultaba su torso supermusculoso se mostraba el logotipo de aquella empresa. MirĆ”ndolo a la cara ThomĆ”s preguntĆ³:


   —¿QuĆ© ocurre?


   —ThomĆ”s, acabo de tener una visiĆ³n.


   —¿De quĆ©, cĆ³mo, ocurrirĆ” hoy?


   ThomĆ”s le hizo pasar a su habitaciĆ³n conociendo que en ocasiones las premoniciones de Alberto eran acertada pero demoraban dĆ­as, semanas o mese a en ocurrir y sĆ³lo se definĆ­an por atentados perpetrados por una organizaciĆ³n que buscaba obtener un oscuro poder.


   La habitaciĆ³n de ThomĆ”s estaba provista de su cama, el televisor, estantes llenos de libros, una computadora y su closet, Alberto ocupĆ³ una silla detallando los aspectos de su visiĆ³n.


   —Era un sitio oscuro, es un robo lo que se harĆ”. SerĆ” un rubĆ­. El corazĆ³n de fuego detallaba su inscripciĆ³n.


   —CorazĆ³n de fuego... rubĆ­ —repetĆ­a ThomĆ”s clavando la mirada al suelo—. Un lugar oscuro.


   —El rubĆ­ estĆ” en una vitrina que lo ilumina.


   —Debe ser un lugar acorazado... algun local, el banco central... un museo... Tengo que averiguarlo, Alberto. IrĆ© al laboratorio informĆ”tico, estĆ” mejor preparado.


   ThomĆ”s era experto en todo tipo de informaciĆ³n electrĆ³nica, por ello presidĆ­a la sala de informĆ”tica y era quien ayudaba a Alberto en esos estratĆ©gicos asuntos.


   El muchacho Alberto subiĆ³ a su propia habitaciĆ³n, abandonĆ³ su ropa y tomĆ³ una ducha, deseaba relajarse antes de cumplir la misiĆ³n de la responsabilidad tan grande que habĆ­a querido adquirir.


   Mientras el agua mojaba su cuerpo rememoraba aquella visiĆ³n un lugar oscuro y el rubĆ­... llegĆ³ a su mente la voz que decĆ­a.


   —Hoy te tocĆ³ perder, Axel.


   Sin duda alguna esa era la voz del Ente Omega, lĆ­der de la OrganizaciĆ³n Omega, un grupo de ladrones que tenĆ­an entre sus objetivos establecer un dominio de terror en la poblaciĆ³n. Ya en otras oportunidades Ć©l habĆ­a acabado con todos sus planes gracias a sus visiones.


   "Son solo visiones de un futuro" pensaba Alberto mientras se duchaba "El futuro se puede cambiar."


   SaliĆ³ de la ducha sintiendo la humedad del ambiente, cuando iba a salir a toda prisa del baƱo se raspĆ³ el antebrazo con un extremo del marco de la puerta.


   —Aaaggg —se quejĆ³ sintiendo la rasgadura superficial de la piel.


   Sin dar importancia encontrĆ³ a ThomĆ”s sentado en la cama de su habitaciĆ³n, el muchacho alzĆ³ las cejas y le devolviĆ³ la mirada, viĆ©ndolo semidesnudo con una toalla blanca alrededor de la cintura. Sin la ropa puesta, Alberto parecĆ­a aĆŗn mĆ”s fuerte y poderoso.


   —El corazĆ³n de fuego es toda una reliquia —explicĆ³ ThomĆ”s mirĆ”ndolo a los ojos—. Fue usada por una reina de la antigĆ¼edad, luego fue hurtado y pasado de manos en manos, considerablemente siempre las personas que lo tuvieron su final de vida fue trĆ”gico. Hoy el rubĆ­ reposa en el museo de historia de la Calle 11, estĆ” en el piso de Artilugios de la realeza, fuertemente custodiado.


   —Entiendo.


   —¿Y quĆ© vas a hacer?


   —Custodiar, lo que siempre he hecho.


   —¿Por quĆ© no avisas a la policĆ­a?


   —Lo harĆ”s tĆŗ en el momento indicado.


   —Entiendo... estarĆ© en la sala observando las cĆ”maras de la ciudad.


   ThomĆ”s abandonĆ³ la habitaciĆ³n y allĆ­ aprovechĆ³ Alberto para vestir su identidad escondida, el hĆ©roe Axel, que eran las siglas de sus nombres y apellidos, para ese momento la herida que tenĆ­a en el brazo habĆ­a desaparecido mostrando su piel intacta. Era una extraƱa habilidad que habĆ­a adquirido en su horrible etapa como proyecto de laboratorio. Laborando secretamente como Axel le habia ayudado a mejorar el sistema de seguridad en la ciudad gracias a sus futuras visiones. Se colocĆ³ un pantalĆ³n de malla blanco que le ayudarĆ­a a agilizar sus movimientos, una bota de igual color, pupilententes que taparĆ­an su color de ojos y una mĆ”scara para cubrir su identidad. UtilizĆ³ un ascensor en la planta baja de su departamento que comunicaba directamente con el privado garaje.


   —¿CĆ³mo estĆ” de transitada la calle? —preguntĆ³ por intercomunicaciĆ³n a ThomĆ”s.


   «Pocos automĆ³viles te darĆ© la seƱal exacta para que salgas.»


   Cuando llegĆ³ a la planta baja Axel se dirigiĆ³ a un gabinete incrustado en la pared, al abrirlo seleccionĆ³ su arsenal de armas para su defensa. AbriĆ³ la puerta que conducia al garaje y entre los diferentes vehĆ­culos que allĆ­ reposaban decidiĆ³ usar la moto. La puerta se levantĆ³ dando acceso a la calle. Sus pupiletentes verdes vio pasar tres vehĆ­culos en 14 segundos.


   «Es tu momento de salir» se oyĆ³ la voz de ThomĆ”s.


   Con un sonido potente la moto a travesĆ³ el aire abandonando el edificio.


   El museo de historia se encontraba al norte de la ciudad, especĆ­ficamente en el area cultural, donde estaba el teatro, la antigua biblioteca, un ministerio de cultura y muy al fondo el ansiado museo era un Ć”rea con mucho ajetreo durante el dĆ­a pero solitaria y espeluznante por la noche. A la llegada de Axel al lugar decidiĆ³ dejar la motocicleta en la entrada de la zona y caminar por las oscuras calles para no causar alboroto.


   «EstarĆ© esperando tu aviso para alertar a la policĆ­a» avisĆ³ ThomĆ”s.


   —Estoy a unos pasos —indicaba Axel—, aĆŗn no... espera... —ante el vestĆ­bulo del museo se encontraba un camion para mudanzas, en ella un hombre con el rostro cubierto por una mĆ”scara aguardaba para emprender la huida, en la entrada del edificio otros dos sostenĆ­an armas largas custodiando la zona, lamentablemente a sus pies estaba un policĆ­a del museo envuelto en un charco de sangre.


   —... parece estar muerto —indicaba Axel a ThomĆ”s en intercomunicaciĆ³n.


   «Es momento de avisar a los oficiales y que envĆ­en un fuerte grupo armado»


   —Se trata de la OrganizaciĆ³n Omega... voy a entrar.


   «¡Mucho cuidado, Axel»


   El hombre que manejaba el camiĆ³n tenĆ­a la mirada perdida en el firmamento, Axel encontrĆ³ una buena ubicaciĆ³n tras unos arbustos, sacĆ³ del bolsillo del pantalĆ³n una cervatana cargada de un somnĆ­fero, llevĆ³ a sus labios y expulsĆ³ con fuerza. El dardo volĆ³ por el aire cayendo con precisiĆ³n en el cuello del conductor, el hombre echĆ³ un quejido llevando la mano a la zona del cuello, se doblĆ³ dentro del camiĆ³n y allĆ­ se durmiĆ³, los hombres ante la puerta se pusieron alertas tras el quejido, uno ordenĆ³ al otro para que se acercara al vehiculo, entre tanto el de mayor rango cargĆ³ su arma y comenzĆ³ a mirar de lado a lado.


   Axel arrastrĆ”ndose por el suelo logrĆ³ una mejor ubicaciĆ³n y haciendo uso de su cerbatana apuntĆ³ el dardo al cuello del hombre en la puerta, en menos de un diez segundos cayĆ³ fulminado bajo la dosis del dardo.


   El hombre que inspeccionaba al conductor del camiĆ³n se quedĆ³ echo un manojo de nervios cuando sus dos cercanos cĆ³mplices estaban fuera de combate ante dardos, apenas cogĆ­a el telĆ©fono cuando fue atacado por una masa de cuerpo pesado que emergiĆ³ de la oscuridad y cayĆ³ encima de Ć©l golpeĆ”ndole en la cara. Axel se asegurĆ³ de pegarle hasta dejarlo inconsciente.


   Luego la labor del heroe fue arrastrar por el suelo a los hombres que custodiaban la entrada. DejĆ³ a los tres criminales atados con esposas dentro del vehĆ­culo.


   —EntrarĆ© —anunciĆ³ Axel.


   «Ve con mucho cuidado. Ya la policĆ­a esta en camino.»


   Axel penetrĆ³ al museo rememorando la ubicaciĆ³n del rubĆ­. En el primer piso su primer obstĆ”culo fue un hombre que encontrĆ³ el cual cargaba un cuadro histĆ³rico, Axel se refugiĆ³ entre las sombras y con un golpe en la nuca logrĆ³ reducir al ladrĆ³n, le rodeĆ³ las muƱecas con unas esposas y lo ocultĆ³, siguiĆ³ subiendo las escaleras hasta escuchar unas voces, provenĆ­an de un cuarto con esculturas de bronce, el anticipado ataque de Axel fue lanzar una bomba de insulina y encerrar la puerta con ellos dentro mientras el gas surtĆ­a efecto. Logrado el objetivo Axel corriĆ³ a la ubicaciĆ³n exacta del rubĆ­, que era su objetivo primordial.


   En el espacio de la joya se encontrĆ³ de frente contra el rojizo tesoro, estaba oscuro sĆ³lo iluminado por su podio, pero ya alguien se le habĆ­a adelantado, incluso por obra maestra habĆ­a roto el cristal y se preparaba para sustraer el objeto.


   —Detente, Omega —hablĆ³ Axel a la figura encapuchada que le daba la espalda—. Hoy he ganado yo, tĆŗ pierdes.


   El hombre dio media vuelta se quedĆ³ mirĆ”ndole fijo moviendo con ansias las manos. Axel apretĆ³ los puƱos colocĆ”ndose en posiciĆ³n de pelea sin darse cuenta que alguien se acercaba tras el.


   —No tienes nada que hacer, Axel —hablĆ³ la voz de un hombre dentro de aquel ropaje—. Deja a un lado el mal rumbo donde estĆ”s, Ćŗnete a nosotros... serĆ”s invencible.


   —JamĆ”s.


   La palma de una mano se colocĆ³ entre las piernas abiertas de Axel. Y enseguida subiĆ³ apoderĆ”ndose de sus bolas apretĆ”ndolas con fuerza como si se tratara de exprimir dos limones. El hĆ©roe se levantĆ³ del suelo, bramando con fuerza sintiendo como si su abdomen se estrujaba.


   La persona que sujetaba a Axel por detrĆ”s apretĆ³ sus dedos en sus gĆ³nadas.  Todo el cuerpo de Axel convulsionĆ³ mientras el aire fue expulsado de sus pulmones por la fuerza del apretĆ³n. Su enemigo comprimiĆ³ una y otra vez y otra vez, el desdichado superheroe era incapaz de hacer contrafuerza para salvar su tortura testicular.


   Y su agresor no dejarĆ­a por un momento su hombrĆ­a en paz y continuĆ³ aplastando sus gĆ³nadas. El encapuchado ante ellos soltaba risas placenteras.


   —Deja... deja... sueltame... —Axel pedĆ­a entre gritos de dolor, pero su enemigo no estaba para momentos de misericordia. Su enemigo aflojĆ³ la presiĆ³n en sus huevos y Axel pensĆ³ que le dejarĆ­an.


   Cuando se incorporaba el encapuchado corriĆ³ con todas sus  fuerzas hacia Ć©l y le estampĆ³ una dura patada en las bolas que lo elevĆ³ en el aire, Axel cayĆ³ al suelo retorciĆ©ndose como culebra. Acto seguido recibiĆ³ una patada en la cara y todo se hizo oscuro para Ć©l. 


...


   Axel volviĆ³ en si sintiĆ©ndose aturdido, le costaba respirar y sentĆ­a una fuerte presiĆ³n en la cabeza y sus bolas palpitaban de dolor. Cuando abrio los ojos vio que al fondo se encontraba el hermoso rubĆ­ con su color sangre pero Ć©l tenĆ­a su mundo de cabeza. Su cuerpo estaba invertido.


   —Ha vuelto en sĆ­ —dijo la voz del hombre encapuchado—. Hazlo ahora.


   Antes de que Axel se pudiera dar cuenta sintiĆ³ que un pie se hundĆ­a en su entrepierna aplastando sus gĆ³nadas contra el hueso pĆ©lvico, empezo a gritar en agonĆ­a extrema resbalando gruesas lĆ”grimas de sus ojos.


   El agresor sonriĆ³ e hizo mĆ”s anhico en aplastar las bolas de Axel, empezo a saltar en su entrepierna afincando el pie derecho contra las huevas. El pobre muchacho de testĆ­culos frĆ”giles sentĆ­a un dolor inimaginable.


    ¡Se hundĆ­a el pie mĆ”s ,mĆ”s, mĆ”s, mĆ”s y mĆ”s!


   La enmascarada cara de Axel se balanceaba de un lado a otro mientras la agonĆ­a atravesaba sus mĆŗsculos. Pero su cuerpo estaba completamente inmovilizado y no podĆ­a hacer nada para detener el asalto brutal en sus grandes cojones gruesos. Gritaba una y otra vez.


   El zapato comprimĆ­a sus pelotas mĆ”s, mĆ”s, mĆ”s, mĆ”s y mĆ”s.


   Atrapado contra una pared sus genitales aplastados se resistĆ­an a ser destrozados...  no explotarĆ­an tan fĆ”cilmente para su desgracia.


   El criminal seguĆ­a afincando el peso de su cuerpo contra la humanidad del hĆ©roe, inclusive empezaba a subir el pie izquierdo para seguir afincar el peso de su cuerpo contra las bolas.


   El hombre encapuchado se dio cuenta de que la enorme polla flĆ”cida de Axel estaba empezando a temblar en su pantalĆ³n de malla blanca. Los ojos del encapuchado se abrieron con asombro ante aquel pedazo de carne que parecia grande como un salami.


   —Aplasta mĆ”s —ordenĆ³.


   —Dile que pare, Ente Omega —suplicĆ³ Axel.


   El encapuchado riĆ³.


   El criminal siguiĆ³ aplastado las huevas parado a un sĆ³lo pie. Entretanto la silueta de la polla se hacĆ­a mĆ”s visible en el pantalĆ³n luchando contra la tela y apuntando al abdomen tan dura como roca.


   El criminal se apoyo en los dos pies pero alzĆ³ la pierna derecha y conecto la planta del pie con fuerza devastadora en los testĆ­culos de Axel repitiendo la hazaƱa una y otra vez.


   Cada aplastĆ³n era mĆ”s duro y seguido.


   El Ente Omega estaba decidido a romper los enormes huevos de Axel.


   ¡PLAFF, PLAFF, PLAFF, PLAFF, PLAFF, PLAFF, PLAFF...!


   —¡AAAAAAAHHHHHHH!


   ¡PLAFF, PLAFF, PLAFF!


   Axel se sentĆ­a con ganas de vomitar en respuesta a la intensidad del dolor.


   —DĆ©jalo caer —ordenĆ³ el Ente Omega—, pero no dejes de torturarlo.


   Lo Ćŗltimo que hizo el criminal fue azotar las pelotas de Axel removiendo de lado a lado su pie. Luego se bajĆ³ al piso y dejĆ³ caer como un costal de papa al adolorido superheroe.


   —Hoy te tocĆ³ perder, Axel —alegĆ³ Ente Omega cogiendo el rubĆ­ entre sus manos—. Hoy gano yo.


   Axel comenzĆ³ a gritar y a patalear cuando las dos manos del criminal agarraron sus hinchadas pelotas y comenzaron a ser apretadas como si fueran a ser exprimidas como un par de limones.


   El criminal parecĆ­a estar encantado de sentir los blandos cojones entre sus manos, siendo deformados. A pesar de todo tenĆ­a bolas muy resistentes aquel infeliz.


   El criminal apretĆ³ con mĆ”s fuerza, sus dedos se hundian dolorosamente en las bolas, entretanto Axel se retorcĆ­a y gritaba en agonĆ­a, tenĆ­a la respiraciĆ³n rĆ”pida y errĆ”tica, sus ojos se desorbitaban y pegajoso sudor baƱaba su pecho.


   Quien terminĆ³ rindiĆ©ndose fue el criminal, que apartĆ³ las manos de las bolas y comenzĆ³ a agitar en el aire reclamando circulaciĆ³n sanguĆ­nea en ellas.


   Axel tuvo la primera oportunidad en aquel momento de acurrucarse en el suelo sujetando sus testĆ­culos, se sentĆ­a aturdido y con el sabor de la bilis en la garganta.


   Esta vez el Ente Omega se parĆ³ frente a el y levantĆ³ el brazo en direcciĆ³n al muchacho abriendo la palma de la mano y ahi como si de una fuerza invisible se tratase, Axel dejĆ³ de acurrucarse y se colocĆ³ de espalda al suelo extendiendo brazos y piernas, el hĆ©roe gemĆ­a al sentir su cuerpo ser estirado.


   El Ente Omega se detuvo entre sus piernas abiertas todavĆ­a extendiendo la mano. Axel echĆ³ atrĆ”s la cabeza pronunciando un bramido gutural. En ese instante y con absoluta sorpresa, un chorrete monumental de semen empapĆ³ su pantalĆ³n. La mancha era tan gruesa que empapĆ³ el Ć”rea genital.


   El corazĆ³n de Axel pareciĆ³ detenerse por un momento.


   El Ente Omega retrocediĆ³ unos pasos sin apretar la mano, se quedo observando el magnĆ­fico y humillante orgasmo que tenĆ­a su enemigo.


   Luego con un suave movimiento de mano hizo que Axel se levantara todavĆ­a con los brazos alzados y las piernas separadas dominado por la fuerza de la telequinesis. El Ente Omega se plantĆ³ a su frente y le pateĆ³ los cojones.


   Axel soltĆ³ un rugido y cayĆ³ al piso luchando por recuperar el aliento.


   El Ente Omega lanzĆ³ una risa socarrona.

   —SerĆ” hora de irnos... este, no podrĆ” pararse en unas cuantas horas, ya la policĆ­a viene y varios de nuestros hombres estĆ”n fuera de combate. Hoy te toco perder, Axel. GanĆ© yo.

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