CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Desde el pasado 18 Enero los votos de la junta de accionistas y otros trabajadores decidiĆ³ atribuir la presidencia de la empresa al ingeniero Francisco Urrutia, dejando en la mĆ”s profunda derrota a Otto Salinas quien era la tercera vez que perdĆa el cargo para la presidencia, como vicepresidente se decidiĆ³ designar a Marcos ChacĆ³n. Desde esa Ć©poca el humor de Otto se habĆa vuelto oscuro y agrio.
Esa maƱana de febrero Otto llegaba a la presidencia de la empresa luego de realizar secretos papeleos.
—¿QuĆ© te trae por acĆ”, Salinas? —quiso saber Francisco evaluando el presupuesto de remodelaciĆ³n de un parque.
—Finalmente vengo a presentar mi renuncia —comunicĆ³ el hombre—. Ya pasĆ© por recursos humanos y luego de horas por fin vengo a despedirme.
—¿Pero por quĆ©? Eres de los mejores.
—De los mejores —repitiĆ³ el hombre con un dejo de ironĆa—. Nadie aquĆ confĆa en mi, no aprueban mis proyectos y propuestas. Soy excelente y espero estar en un lugar mejor. Necesito mi crecimiento.
—Crecimiento luego de tantos aƱos de servicio en este lugar.
—AsĆ como lo oyes, despuĆ©s de todo tienes el respaldo de Marcos ChacĆ³n y sus perros falderos, no me interesa. SĆ³lo espero que disfrutes tu presidencia y lo hagas tan bien como prometiste y sin la ayuda de terceros.
—Otto, no entendiste —negĆ³ Francisco rascĆ”ndose la barbilla—, esto es una organizaciĆ³n, un equipo de trabajo, cada quien se apoya en el otro. Lo viste en la universidad, supongo.
—Como sea. Ya dije que vengo a despedirme. Que te vaya bien. Venga, un abrazo, compaƱero.
Francisco colocĆ³ el informe sobre la mesa, se acercĆ³ al hombre con canas y se dieron lo que pareciĆ³ un sincero abrazo con golpecitos a la espalda. De pronto se separaron y se miraron, oportunidad que sĆ³lo aprovechĆ³ Otto para tomar al presidente del hombro y subir la rodilla entre sus piernas abiertas. Francisco gritĆ³ de dolor, retrocediĆ³ con las manos metidas en su entrepierna, tocĆ³ el piso con las rodillas unidas y despuĆ©s cayĆ³ de costado con los ojos hĆŗmedos y el rostro rojo como un tomate.
—Espero que disfrutes tu presidencia de mierda —catalogĆ³ Otto echĆ”ndole una Ćŗltima mirada despectiva para despuĆ©s abandonar la sala.
Francisco empezĆ³ a toser en el suelo agarrando las grandes pelotas dentro de su pantalĆ³n.
Nada de lo ocurrido en esa sala Francisco lo comentĆ³ horas mĆ”s tarde al reunirse con sus amigos en casa de Lisandro. Acostumbrada cita que celebraba con sus compaƱeros de trabajo para tomar licores e intercambiar bromas -algunas sobrepasaban los lĆmites de la tolerancia.-
Reunidos en la sala se encontraban Marcos ChacĆ³n, Lisandro, Francisco, Marcel y Antonio, el Ćŗnico hijo de Lisandro quien se desempaƱaba como abogado recien graduado, de tez blanca y cabellos castaƱos.
—Y ella no supo que hacer —terminaba Antonio de relatar una divertida historia entre Ć©l y sus amigos. Enseguida hubo la mar de risas graciosas.
—Amigo —hablĆ³ Marcel, quien no almorzĆ³ bien y el exceso de bebidas mellaba su juicio—, ¿nos buscarĆas la ronda de cerveza?
—Hey, sĆ, por favor.
—SerĆa bueno.
Antonio afirmĆ³ con la cabeza en seƱal de respuesta, estaba ubicado en un sillĆ³n junto a su padre, y, a su lado derecho estaba Marcel, riĆ©ndose de un chiste que quizĆ”s Ć©l solo entendĆa.
—¿Cuantas cervezas son? —quiso saber Antonio.
—Todas —corroborĆ³ Francisco.
—Hasta la tuya —dijo Marcos.
De repente y de manera inesperada Marcel lanzĆ³ un puƱetazo entre las piernas separadas del joven Antonio. Las pequeƱas bolas del muchacho recibieron la fuerza de los nudillos.
—UUUUUGGGHHH —gruĆ±Ć³ Antonio separando un poco los labios, abriĆ³ los ojos que se le cristalizaron y se encorvĆ³ agarrĆ”ndose las bolas.
—¡¿Pero tĆŗ estĆ”s loco?! —saltĆ³ Lisandro en defensa de su hijo—. !Como te atreves a golpearlo asĆ!
—Jajaja, jajaja, no fue nada, Lisandro —se reĆa Marcel—. Siempre jugamos entre nosotros asĆ, es un juego.
—¡Pero no lo incluyas a Ć©l, bastardo!
Marcel no paraba de reĆr en su borrachera, en cambio Antonio pudo enderezarse a pesar de seguir sosteniendo sus testĆculos con una mano, intentĆ³ hacer una seƱal de calma con la otra.
—Tranquilizate, padre. Todo estĆ” bien.
—¡No, no te puede pegar asĆ este borracho!
—PapĆ”, podemos compartir.
—¿A quĆ© te refieres?
Antonio no se preocupĆ³ en ocultar una sonrisa maliciosa y con su mano libre y abierta lanzĆ³ una palmada a los genitales de su padre que estaba parado a su lado apoyĆ”ndole. La palma chocĆ³ con tanta fuerza que no supo si hizo daƱo al pene o a los testĆculos pero sintiĆ³ el contacto con la protuberancia, sĆ³lo vio que su padre abria los ojos y unĆa las rodillas para caer al suelo.
—Uf, Antonio. !¿QuĆ© mierda te pasa?!
—Lo siento, padre. Pero has dicho que esto era un juego que ustedes hacĆan. QuerĆa ver de que se trataba.
Marcel desde su asiento felicitĆ³ a Antonio demostrando un brillo en los ojos. Marcos dio una risa nerviosa y tapĆ³ su obscena entrepierna con las manos. Francisco miraba sorprendido la escena.
—Gracias, pero no es necesario —decĆa Antonio a Marcel—. IrĆ© a buscar sus cervezas congeladas.
El jovenzuelo saliĆ³ de la sala rumbo a la cocina mientras buscaba las bebidas. Lisandro se sentĆ³ en el mueble con el rostro rojo, lanzaba mirada asesina a Marcel, que reĆa de nervios. Marcos ChacĆ³n prefiriĆ³ entablar una conversaciĆ³n trivial logrando calmar el pesado ambiente.
Cuando Antonio regresĆ³ de la cocina sostenĆa las frĆas cervezas, las cuales repartiĆ³ conforme a los invitados.
—¿Y tĆŗ —preguntaba a Marcos ChacĆ³n al sentarse en la silla—, tienes ahĆ metido un calcetĆn o quĆ©?
Marcos ChacĆ³n dio un risa de gracia y se tapĆ³ la entrepierna con la botella de cerveza.
—Este tio es un huevĆ³n —respondiĆ³ Marcel—, tiene las pelotas mĆ”s grandes del planeta, casi las arrastra jajaja.
—No seas hablachento —negĆ³ Marcos probando otro sorbo del material y desocultando el marcas de sus grandes cojones en el pantalĆ³n fino.
Francisco que sostenĆa en sus manos su pesado celular tĆ”ctil estaba frente a Marcos, lanzĆ³ el objeto entre sus piernas abiertas, chocando de lado entre uno de los gĆ¼maros.
Marcos escapĆ³ un grito mientras patĆ©ticamente la cerveza chorreĆ³ de su boca. El pobre hombre se encorvĆ³ en el mueble riendo y cerrando los ojos adolorido, agarrĆ³ el celular y lo lanzĆ³ al suelo.
—¡EstĆŗpido! —reclamĆ³ divertido Francisco agarrando su objeto en el piso, se dirigiĆ³ a Antonio—. Como ya ves, tiene los cojones mĆ”s grande pero es el mĆ”s dĆ©bil.
—No seas tozudo. Soy el mĆ”s fuerte, tĆŗ eres quien siempre chilla como una nena.
—Claro que no.
—¡Recuerda la Ćŗltima vez!
—Me agarraron desprevenido.
—Por quĆ© no probamos para experimentar —propuso Antonio.
—¿A quĆ© te refieres? —quiso saber Francisco.
—Pues el seƱor sĆ³lo se encorvĆ³ —seƱalĆ³ Antonio a Marcos—, eso demuestra resistencia. DeberĆamos probar tu resistencia. Abre las piernas y espera un golpe.
Francisco lo mirĆ³ tentador, algunos de los presentes empezaron a reĆr divertidos.
—EstĆ” bien, acepto.
—¡AsĆ se habla!
Francisco abriĆ³ las piernas y cerrĆ³ los ojos con ambas manos mientras reĆa por diversiĆ³n.
—Marcos, es tu revancha.
—Apurate, cabrĆ³n —pedĆa con una sonrisa Francisco.
A Marcos le estregaron una pelota de bĆ©isbol propiedad de Antonio, todos allĆ se rieron a consecuencia de lo que iba a suceder. Marcos levantĆ³ el brazo calculando su punterĆa y disparĆ³ la pelota que surcĆ³ a toda velocidad el aire, estrellĆ”ndose en las bolas de Francisco.
Francisco aullĆ³ de dolor mientras la sala estallĆ³ en aplausos y risas.
Algunos de los hombres ahĆ presentes cubrieron su entrepierna con simpatĆa al ver como la pelota aplastĆ³ y chocĆ³ los testĆculos del presidente de la empresa.
InstantĆ”neamente Francisco cayĆ³ al piso revolcĆ”ndose como serpiente agarrĆ”ndose las bolas, todos presenciaron la manera en que su pantalĆ³n se empezĆ³ a humedecer lo que le dejarĆa una mancha de semen y un feo olor a sexo.
—Lo que comprueba que eres muy dĆ©bil frente a Marcos —concluyĆ³ Antonio alzando su cerveza al aire.
—Lo siento, amigo —se excusĆ³ Marcos con una sonrisa en la boca.
—¿Y tĆŗ? —preguntĆ³ Antonio a Marcel.
—¡No! —negĆ³ el hombre asustado cubriendo sus genitales—. Yo soy el mĆ”s dĆ©bil de todos. El mĆ”s dĆ©bil.
Todos a excepciĆ³n de Francisco se echaron a reĆr, aquel pobre hombre en el piso tenĆa la vista fija al techo, las piernas abiertas, las manos sobando sus gĆ³nadas y una inmensa mancha en su pantalĆ³n por donde se le dibujaba el pene.
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