Agradecimiento total a Miq Ballbuster por colaborar al escribir esta parte de la historia:
Miq Ballbuster
fanballbusting@yahoo.com.mx
CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE, BLLBUSTING MUJER/HOMBRE, SEXO HOMOSEXUAL
La vida no habĆa tratado bien a Douglas en los Ćŗltimos meses. Su esposa lo habĆa corrido de su casa, su familia le daba la espalda, no tenĆa un centavo y, encima, en todos sus empleos habĆa salido mal librado... y adolorido de sus enormes testĆculos.
En su Ćŗltimo trabajo, en un lujoso resort en la playa, el mismo hijo del dueƱo lo habĆa despedido no sin antes propinarle una tremenda paliza en sus bolas. Todo porque Douglas quiso defender a una chica del acoso del lujurioso jĆŗnior. Eso habĆa sido hacĆa un mes, y el guapo desafortunado ya no tenĆa dinero y no podĆa seguir alquilando el minĆŗsculo departamento donde vivĆa.
Sin un milagro que lo salvara, tendrĆa que optar por dedicarse a alguna actividad mal pagada e informal, o, de plano, considerar la alternativa nada cĆ³moda de viajar a Estados Unidos para buscar una supuesta vida mejor.
Eso sĆ, siendo consciente de su mala suerte en los empleos, tomĆ³ una precauciĆ³n que desde hacĆa tiempo le venĆa rondando en su cabeza. Puesto que en la prĆ”ctica totalidad de sus ocupaciones laborales sus testĆculos habĆan sido perjudicados, y como intuĆa que su mala suerte con ellos no terminarĆa, asistiĆ³ a una consulta con un urĆ³logo para descubrir cuĆ”n daƱadas estaban sus enormes joyas.
“Dr. Silvano Tejera. UrĆ³logo”, rezaba la placa de la entrada del consultorio.
En cuanto Douglas se hubo quitado los pantalones y su ajustado boxer, el mĆ©dico debiĆ³ contener su expresiĆ³n de sorpresa al contemplar sus enormes testĆculos. Y cuando el guapo desafortunado se colocĆ³ sobre sus extremidades en la mesa de exploraciĆ³n, el profesional tuvo la oportunidad de palpar los testĆculos mĆ”s grandes que habĆa visto en toda su carrera.
Perfectamente redondos, colgantes y firmes, cubiertos de una vellosidad provocativa y rellenos de abundante lĆquido seminal, los testĆculos de Douglas fueron un verdadero agasajo para el doctor Tejera: los masajeĆ³, los apretĆ³ varias veces, los jalĆ³ despacio primero y luego con cierta fuerza, argumentando la necesidad de explorarlos a fondo. Douglas experimentaba una mezcla de dolor y placer, y trataba de controlar lo mĆ”s que podĆa una erecciĆ³n que amenazaba con manifestarse.
—¿Le duele esto? —preguntaba el mĆ©dico cuando apretaba con fuerza las gloriosas bolas.
—Eeeem, no, doctor. No mucho. Es que, ¿sabe? Creo que siempre he tenido huevos... perdĆ³n, testĆculos resistentes.
El mĆ©dico estaba seguro de ello, porque cualquiera de sus pacientes ya habrĆa gritado de dolor con la fuerza que le aplicaba a las joyas de Douglas.
—Bien. Ahora, seƱor Douglas, la Ćŗltima prueba. PĆ³ngase por favor su ropa interior y colĆ³quese en la misma posiciĆ³n.
En menos de un minuto, el doctor Tejera tuvo ante sĆ la esplĆ©ndida visiĆ³n de un bulto genital cubierto por una tela negra de lycra y algodĆ³n. Los dos esfĆ©ricos huevos de Douglas se veĆan enormemente atrayentes, y el doctor no tuvo reparo en acercar su nariz a ellos y aspirar el olor a macho que ellos desprendĆan. Luego, discretamente tomĆ³ una foto de ellos y no pudo resistir la tentaciĆ³n de meterles un puƱetazo.
—Disculpe, era necesario hacer una Ćŗltima verificaciĆ³n. Ahora vĆstase por completo y venga al escritorio. Mientras, me lavarĆ© las manos.
Douglas temiĆ³ el diagnĆ³stico del mĆ©dico.
—SeƱor Douglas, permĆtame felicitarlo. Es usted el poseedor de dos gĆ³nadas enormes, resistentes y sumamente espermĆ”ticas. Es decir, con sĆ³lo palparlas se puede sentir que su producciĆ³n de semen es abundante. Seguramente usted eyacula enormes cantidades de esperma, ¿no es cierto?
—SĆ, asĆ es. Aunque no sĆ© quĆ© tenga que ver con mi salud.
El doctor Tejera soltĆ³ una risa nerviosa.
—Oh, todo, seƱor Douglas, todo. La salud de sus testĆculos es envidiable. No se nota ninguna imperfecciĆ³n o anormalidad que indicara que los golpes que ha recibido en ellos hayan sido perjudiciales. Su inusual escroto tan grueso le permite resistir cualquier golpe mĆ”s que cualquier otro hombre.
Douglas sonriĆ³ satisfecho de su resistente hombrĆa.
—Por eso, seƱor Douglas, es usted el candidato ideal para un trabajo. Digo, si tiene tiempo y su empleo actual se lo permite.
“Tengo todo el tiempo del mundo, doctor”, pensĆ³ Douglas, cuyo interĆ©s habĆa captado completamente el doctor.
El mĆ©dico extrajo de su escritorio una tarjeta plateada y se la entregĆ³ a Douglas.
—El ingeniero Mercado, cuyo nĆŗmero aparece en esta tarjeta, estĆ” en el negocio de la televisiĆ³n. En ocasiones busca hombres con testĆculos como los suyos, seƱor Douglas. Por eso acude a mĆ, porque, como verĆ”, suelo tener mucho contacto con esos Ć³rganos. Aunque nunca habĆa visto unos como los suyos. Por eso, creo que el ingeniero apreciarĆ” que lo envĆe con Ć©l.
Douglas manifestĆ³ desconfianza con su gesto.
—Oh, por favor, no crea que lo envĆo a un negocio sucio. No es pornografĆa, de ninguna manera. Se trata del negocio de las telenovelas. En ocasiones, buscan sustitutos de actores con caracterĆsticas genitales como las suyas, aunque realmente el uso que le darĆ”n a sus joyas no serĆ” sexual... En fin, no puedo decirle mĆ”s, sĆ³lo le aseguro que su integridad no se verĆ” afectada. Mucho menos teniendo unas gĆ³nadas como las suyas.
Al dĆa siguiente, no sin desconfianza, Douglas acudiĆ³ al estudio de Televisora Nacional, ubicado en el sur de la ciudad. La secretaria del ingeniero Mercado le habĆa indicado que bebiera abundante agua, que hiciera muchas sentadillas y que descansara bien. Lo cual no hizo mĆ”s que aumentar la duda de Douglas sobre el trabajo que desempeƱarĆa.
En cuanto llegĆ³, un guardia le indicĆ³ que se dirigiera al Estudio V. Afuera del enorme edificio, Douglas vio una gran lona impresa en la que se leĆa el tĆtulo “Amor CaribeƱo”, la nueva telenovela protagonizada por Margot Izuki y nada mĆ”s y nada menos que por ¡Julio Camejo!, el hombre al que muchas veces le habĆan dicho a Douglas que se parecĆa. Pero ni siquiera esa referencia le hizo adivinar lo que harĆa en ese trabajo.
El ingeniero Mercado lo recibiĆ³ efusivamente y lo condujo a un camerino para extras. AllĆ, el ingeniero contemplĆ³ a Douglas de pies a cabeza, se le iluminaron los ojos y sonriĆ³ con satisfacciĆ³n.
—Eres perfecto, amigo. El doctor Tejera tuvo buen ojo contigo.
Y cuando menos lo esperaba, el ingeniero Mercado le agarrĆ³ las bolas con mucha efusiĆ³n. Douglas quiso empujar al atrevido hombre, pero algo le decĆa que esa era su audiciĆ³n.
—¡Dios! ¡QuĆ© huevos tan grandes tienes! ¿No te duele este apretĆ³n?
—No, para nada.
Entonces el ingeniero abriĆ³ las piernas de Douglas y, sin previo aviso, le dio un fuerte rodillazo en sus huevos. Douglas sintiĆ³ un leve dolor, pero no se doblĆ³ para nada.
—¡Hombre! ¿DĆ³nde habĆas estado? Eres perfecto para este trabajo. Los otros no llegaron a esta segunda prueba; al primer apretĆ³n ya estaban llorando como niƱas.
“¿Lo... los otros...? ¡Gulp!”, se preocupĆ³ Douglas, pero no dijo nada, sĆ³lo tratĆ³ de sonreĆr.
Luego, se coloco la ropa que el ingeniero le entregĆ³.
—Ahora, necesito que firmes esto.
Era un documento en el que Douglas aceptaba participar voluntariamente, aunque con un pago, en la grabaciĆ³n de un capĆtulo especial de la telenovela “Amor CaribeƱo”. Pero tambiĆ©n aceptaba todas las condiciones fĆsicas a las que fuera sometido por la producciĆ³n, aunque se le garantizaba su seguridad y, en caso de necesitarlo, la pronta atenciĆ³n mĆ©dica. Luego vio la cantidad de dinero que le pagarĆan por un solo dĆa de trabajo. Era tanto, que Douglas olvidĆ³ cualquier preocupaciĆ³n que albergaba por las extraƱas condiciones del empleo.
DespuĆ©s, el ingeniero Mercado lo condujo por una serie de pasillos hasta un escenario donde estaba representado un viejo salĆ³n de fiestas devenido en guarida de unos maleantes. Unos actores caracterizados como matones rodeaban a una singular pareja: la sensual Margot Izuki y otro actor que estaba de espaldas.
—Hey, “Max Vallejo”, ven a conocer a tu doble —gritĆ³ el ingeniero.
Entonces, todo el grupo de actores mirĆ³ hacia donde estaban Mercado y Douglas, y dejaron pasar a un hombre de unos treinta aƱos, musculoso, atractivo y vestido como maleante. Douglas lo reconociĆ³ en el acto y se puso a temblar emocionado. No podĆa creerlo. Ahora el actor le daba la mano y le dedicaba una sonrisa amistosa: era Julio Camejo en persona.
—Julio, para servirte.
Douglas dudĆ³ un momento quĆ© responder.
—Do... Do... Douglas.
Julio Camejo sonriĆ³ divertido.
—No te preocupes, Douglas. AquĆ todos somos amigos. Me da gusto que te hayan encontrado. ¡Veo que eres igualito a mĆ!
Julio Camejo y Douglas vestĆan una playera blancas sin mangas, desgarrada y sucia; pantalones vaqueros ajustados y botas cafĆ©s con agujetas.
—¿Ya te explicaron de quĆ© va el trabajo? —le preguntĆ³ mientras le pasaba un brazo por el hombro y lo llevaba al centro del escenario.
—No, en realidad no.
Entonces todos en el escenario rieron discretamente. Julio Camejo pareciĆ³ ignorarlos.
—Bien, ahora, prepĆ”rate para el ensayo de la escena.
—¿Tengo que decir alguna lĆnea?
Julio Camejo lo mirĆ³ con cierta compasiĆ³n.
—No, amigo, sĆ³lo tienes que ser natural. Aunque trata de exagerar cualquier reacciĆ³n que te produzca la escena.
Douglas no entendiĆ³ eso Ćŗltimo, pero estaba dispuesto a cualquier cosa por los miles que le pagarĆan por un solo dĆa de trabajo.
El director comenzĆ³ a dar sus indicaciones:
—En esta escena, Max Vallejo, o sea, Julio Camejo, logra entrar a la guarida de la mafiosa Mariel (Margot Izuki). Con eso trata de demostrarle que es lo suficientemente hombre para ella. Entonces, Mariel lo pone a prueba pateando su entrepierna y dejando a Max a merced de sus secuaces, quienes le propinarĆ”n fuertes golpes a sus testĆculos para comprobar su hombrĆa y su resistencia. AquĆ es donde entra el doble de Julio, Douglas.
Douglas comenzĆ³ a sudar frĆo. Fue rĆ”pidamente con el ingeniero Mercado y le preguntĆ³ si tendrĆa alguna protecciĆ³n inguinal.
—Je je je. ¡No, mi amigo! ¿CĆ³mo crees? Todo debe verse natural. En cuanto Mariel dĆ© el Ćŗltimo grito, cortaremos la escena para que entres. Entonces, todo el resto de la escena lo harĆ”s tĆŗ.
Entonces, Douglas comprendiĆ³ el gran interĆ©s del doctor Tejera y del ingeniero por sus testĆculos y su grueso escroto. Quiso dar la vuelta y salir huyendo de ahĆ, pero pensĆ³ que su vida no podĆa empeorar. Ya habĆa aceptado ese trabajo y tenĆa que aceptar las consecuencias como el hombre que era.
AsĆ que volviĆ³ al lado del escenario y esperĆ³ su llamado.
Al grito de “acciĆ³n”, Julio Camejo entrĆ³ a la guarida por una estrecha ventana; cayĆ³ sobre unas llantas apiladas y se incorporĆ³ de inmediato. CaminĆ³ sigilosamente por el oscuro lugar hasta que las luces fueron encendidas sorpresivamente. Entonces apareciĆ³ la sensual y malvada Mariel.
—Veo que supiste encontrarme, Max Vallejo.
—Vine aquĆ para demostrarte que te amo.
—¡Ja! No me digas.
—Y para que sepas que soy el macho que buscas.
—¿Macho? ¿TĆŗuuu? ¡Ja ja ja ja ja! ¡Te falta mucho mĆ”s que vestirte de chico malo para demostrarme tu hombrĆa!
Y el director indicĆ³ el corte de escena.
Entonces vino el turno de Douglas.
De pie, frente al personaje de Mariel, tuvo un perfecto dominio de sus nervios. Pero eso no le bastarĆa para lo que le esperaba.
En cuanto se oyĆ³ el grito de acciĆ³n, el rostro de la tierna Margot Izuki se convirtiĆ³ en el gesto lleno de desprecio de la temible Mariel, quien clamĆ³ de ira y pateĆ³ con fiereza la entrepierna de Douglas.
El pobre musculoso gimiĆ³ levemente y tuvo unos fuertes deseos de llevarse las manos a sus genitales, pero se mantuvo firme, como le habĆan indicado.
—¡Ah, muy machito! ¿AsĆ que no te doblas, eh, Max? —dijo Mariel, rodeĆ”ndolo.
Justo cuando estaba detrĆ”s de Ć©l, se hincĆ³ y le aplastĆ³ sus enormes huevos con un certero puƱetazo.
Douglas ahogĆ³ un grito en su garganta y dejĆ³ que saliera de su ojo una lĆ”grima de dolor.
—¡Vaya! El debilucho Max parece que sĆ es un hombre despuĆ©s de todo.
Se acercĆ³ a Douglas, le puso las manos sobre los hombros, fingiĆ³ que le besarĆa el potente cuello, pero aplastĆ³ su rodilla contra sus tremendos genitales. El golpe no le doliĆ³ tanto, pero sĆ alcanzĆ³ a soltar un leve alarido.
—Ya veo que tienes el firme propĆ³sito de ganarte mi amor. Pero Mariel no se va con cualquiera. Tres golpecitos en tus gĆ³nadas no son nada en comparaciĆ³n con lo que te harĆ”n mis muchachos.
Y se empezaron a escuchar ruidos en la guarida.
—¡Hey, chicos, vengan a divertirse un rato!
Cuatro jĆ³venes musculosos, morenos y atractivos, ataviados con cuero y cadenas, salieron de repente y rodearon a Douglas.
—Este es Max Vallejo. Dice que quiere demostrar que es el macho que estoy buscando. Pongan a prueba su hombrĆa, mientras me refresco un poco. Si cuando vuelva, Ć©l sigue de pie, serĆ” mi macho. Si lo veo en el piso, ¡Ć©chenlo a patadas!
Douglas temiĆ³ lo peor. La escena era real. El director no querĆa golpes fingidos porque no se veĆan realistas en pantalla. Pero no se arriesgarĆa a que lastimaran los huevos de Julio Camejo, por eso necesitaba un doble resistente. Un tonto con huevos grandes y duros como los de Douglas. SĆ³lo la ilusiĆ³n del dinero lo hizo mantenerse en pie. PensĆ³ que lo primero que comprarĆa con el pago serĆa un...
No vio venir la primera patada que le dio un chico veinteaƱero. El golpe le removiĆ³ las entraƱas y le produjo ligeras arcadas, pero las soportĆ³.
Los actores rieron burlonamente. Como le habĆa dicho el director, Douglas levantĆ³ sus puƱos como si fuera a pelear con los tipos. Pero Ć©l no tenĆa ninguna posibilidad de defenderse.
Un actor lanzĆ³ a otro el extremo de unas cadenas por debajo de las piernas de Douglas. Entre los dos hombres levantaron las cadenas y rozaron fuertemente con los genitales de Douglas. Las levantaban como si de una cuerda floja se tratara, y en cada subida los testĆculos de Douglas sufrĆan con el roce y la presiĆ³n del acero.
Luego, un actor Ć”gil, como acrĆ³bata, se subiĆ³ a los hombros de Douglas y alcanzĆ³ a propinar con sus talones un par de fuertes patadas a su ya adolorida entrepierna. Pero Douglas resistĆa. Para Ć©l ya no era una escena de televisiĆ³n, sino un reto que debĆa superar.
El mismo Ć”gil actor saltĆ³ y se colocĆ³ boca arriba en el piso. Entonces hundiĆ³ una y otra vez sus gruesas botas en los huevos de Douglas, quien sĆ³lo gemĆa sin permitirse gritar para nada. Un grito hubiera sido seƱal de su derrota.
Los actores ya no sabĆan quĆ© hacer porque el guiĆ³n marcaba que en ese momento, el personaje de Max Vallejo se tiraba al suelo y perdĆa ante sus contrincantes. Pero Douglas se mantenĆa en pie, sin tener conocimiento alguno del guiĆ³n. El director les hacĆa seƱas de que improvisaran.
Entonces, lo Ćŗnico que se le ocurriĆ³ hacer a uno de los actores fue ir por una llanta de trĆ”iler y ponerla debajo de Douglas. Los otros comprendieron la intenciĆ³n y elevaron al inexperto doble de sus axilas. Luego, lo dejaron caer para que sus huevos se estrellaran con la superficie rugosa y resistente de la llanta.
Douglas vio todo blanco, sintiĆ³ un fuerte dolor en el estĆ³mago y creyĆ³ que vomitarĆa. Pero siguiĆ³ resistiendo. Una vez mĆ”s lo elevaron y lo dejaron caer. Sus bolas gruesas apenas resistieron el golpe. Si lo sufrĆa una vez mĆ”s, definitivamente se tirarĆa al piso.
Los sujetos lo elevaron mĆ”s que en las anteriores ocasiones y Douglas sintiĆ³ que se derrumbarĆa...
—¡Es suficiente! —gritĆ³ el personaje de Mariel. —SuĆ©ltenlo.
Douglas apenas podĆa sostenerse. Pero debĆa demostrarle al personaje de Mariel que era un verdadero macho, un macho resistente y viril.
—Pasaste la prueba, Max Vallejo —improvisaba la actriz. —Veo que eres digno de mĆ. Te has ganado esto....
Douglas pensĆ³ que lo premiarĆan con un beso, pero el director gritĆ³ “Corte”. AsĆ que tuvo que ceder su lugar a un ileso Julio Camejo, quien disfrutĆ³ de los labios carnosos de la joven actriz, sin que hubiera sufrido ni un rasguƱo en sus huevos.
—¡Bien, bien, bien! —aplaudĆa el director. —En una hora grabamos la escena, tal como lo acaban de hacer... Oye, Douglas, quĆ© aguante, hombre. Eres todo un doble profesional, eh. Con ese par de huevos, no te faltarĆ” trabajo.
—¿QuĆ©, quiere decir con que grabaremos al rato? —preguntĆ³ un asustado Douglas.
—Pues eso, que la escena definitiva la haremos en una hora. Esto fue un ensayo solamente. Anda, Douglas, vete a descansar al camerino y ponte algo de hielo.... ¡Mercado, Mercado! Dale hielo a este cuate y has que descanse. Quiero que luzca fresco y muy repuesto.
En el camerino, Douglas preguntĆ³ al ingeniero Mercado:
—¿No podrĆamos hacer la escena maƱana? Estoy molido.
—Ah, no te quejes. TĆŗ aguantas mucho. Toma, ponte esta bolsa de hielo en tus huevos y descansa.
Douglas se bajĆ³ el pantalĆ³n y su boxer ajustado. Miro sus enrojecidos e hinchados huevos y se puso la bolsa de hielo encima. Pero aunque eso lo aliviĆ³ un poco, empezĆ³ a sentirse angustiado. No estaba seguro de poder continuar. Pudo resistir el embate del ensayo, pero hacerlo de nuevo le costarĆa mucho. AsĆ que dejĆ³ unos momentos que el hielo le hiciera efecto, se puso su ropa y se dispuso a salir. Justo cuando abriĆ³ la puerta, el actor al que doblaba entrĆ³ al camerino.
—¿QuĆ© pasĆ³, quĆ© pasĆ³? ¿AdĆ³nde vas, mi cuate?
—Me marcho. Mis huevos no aguantarĆ”n otra paliza como esa.
El guapo y musculoso actor lo detuvo con firmeza.
—Espera, amigo. Nunca habĆa encontrado un doble como tĆŗ. AdemĆ”s, el ensayo saliĆ³ perfecto. Y si no grabas la escena, no cobras.
—¡Pero no aguantarĆ© mĆ”s!
—Yo sĆ© cĆ³mo darte Ć”nimos.
Entonces, el sensual actor empujĆ³ a Douglas a un sillĆ³n. Le desabrochĆ³ el pantalĆ³n y se lo quitĆ³, junto con sus boxers. Luego, le acariciĆ³ tiernamente los testĆculos, que respondieron a las viriles manos con una erecciĆ³n inmediata.
El actor metiĆ³ en su boca el grueso falo de Douglas y comenzĆ³ a succionar con Ćmpetu. A Douglas nunca le habĆan chupado de esa forma su miembro, asĆ que sintiĆ³ una mezcla de asombro y excitaciĆ³n porque ¡el mismĆsimo actor le estaba haciendo sexo oral!
En momentos, el actor soltaba el falo de Douglas y se ponĆa a lamer sus enrojecidos testĆculos, que poco a poco volvĆan a su tamaƱo normal y recuperaban su color natural.
Douglas cerraba los ojos y contraĆa los mĆŗsculos de la pelvis por los espasmos que le causaban los juguetones labios del actor.
De pronto, Douglas tuvo que aferrarse a los brazos del sillĆ³n. Sus cortas uƱas se clavaron en la superficie de cuero cuando unas fuertes sacudidas le anunciaron que su orgasmo estaba por llegar. SoltĆ³ un ahogado gemido mientras sus potentes testĆculos vaciaban todo su contenido dentro de la boca del actor.
—¡Hmmm! ¡Exquisitos! Justo como me los imaginĆ© en cuanto te vi —dijo el pĆcaro actor.
Luego, se levantĆ³, se limpiĆ³ la boca con un paƱuelo facial y dijo antes de salir:
—Ya estĆ”s listo, sĆ³lo descansa una media hora mĆ”s. Te veo en el escenario.
Douglas ya no sentĆa dolor, sino un placentero cansancio. Ni loco dejaba ese trabajo. TratarĆa de dormir un rato antes de que que el director volviera a gritar “AcciĆ³n”.
A pesar del dolor, este era el mejor empleo que habĆa encontrado en meses.
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