Samuel Aristimuño había nacido en el seno de una familia de clase media, en una vida completamente normal. Sin embargo, estaba lejos de ser ordinario. Era un atleta natural y un luchador de gran talento. Cuando llegó a la adolescencia, este joven apuesto empezó a entrenar lucha libre, kick-boxing y judo, destacando en todas y cada una de las disciplinas a las que se enfrentaba. No sólo estaba dotado físicamente y era impresionantemente atractivo, sino que era modesto, incluso humilde, y hacía amigos con facilidad. Era el alumno más popular de su escuela y fue elegido por su promoción como el más prometedor.
Era natural que entrara en el servicio militar, siguiendo una orgullosa tradición familiar. En el Ejército encontró un cálido refugio, y desarrolló sus ya impresionantes habilidades hasta unas nuevas y sensacionales, ampliando los límites de lo humanamente alcanzable. Era muy hábil y bastante bondadoso, verdadera y sinceramente patriótico, con increíbles destrezas, que lograron que sus compañeros le dieran el apodo de "Capitán Comando".
Su misión más difícil ocurrió cuando tenía 32 años, una misión que cambiaría su vida. A su escuadrón se le había encomendado la tarea de invadir y eliminar un laboratorio secreto de una oscura organización que estaba a punto de desarrollar una nueva y peligrosa droga. El informante que se había infiltrado en el grupo insistió en que, si no se les detenía, se produciría un desastre de una magnitud sin precedentes. Samuel Aristimuño y su equipo fueron elegidos para la misión. Con la ayuda de los planos de la base sacados de contrabando por el informante, se infiltraron en ella según un plan cuidadosamente coordinado. Utilizando el sistema de ventilación y los túneles de servicio, su equipo se colocó en posición y entró en acción.
Por desgracia, en el último momento, el infiltrado, un buen amigo de Samuel, había sido descubierto, y cuando Samuel irrumpió en el laboratorio principal, encontró a su amigo muerto a los pies del jefe de seguridad que le apuntaba con una pistola a la cabeza.
Se produjeron otros disparos alrededor del complejo, y Samuel supo que estaban comprometidos. Pero la misión era demasiado valiosa y no podía permitirse el fracaso. Con unos reflejos de élite, levantó su bota de combate y le quitó la pistola de las manos al jefe de seguridad. Lo que siguió fue una batalla colosal. Su oponente era realmente hábil, un hombre de raza negra, uno de los guerreros más hábiles a los que Samuel se había enfrentado. Fue a por su propia arma para acabarlo rápidamente, pero el jefe de seguridad se giró y apenas consiguió evitar que le salpicaran los sesos contra la pared con una bala.
Samuel emitió varios disparos más, pero el Jefe de Seguridad, que no era ajeno a los tiroteos, pasó rápidamente de una posición a otra detrás de los mesones y estantes del laboratorio. Finalmente, lanzó un vaso de sustancias químicas contra Samuel, con una puntería mortal, lo que le obligó a esquivarlo. Eso dio al jefe de seguridad la oportunidad que necesitaba y se abalanzó sobre Samuel. Los disparos y los gritos resonaron en el exterior, mientras el resto del equipo se ocupaba de la trampa en la que habían caído. Sin embargo, el Jefe de Seguridad se enfrentó a lo mejor, ya que Samuel bloqueó su intento de desarmarlo, y las dos bestias varoniles luchaban una y otra vez por el control de la pistola, disparando varios tiros al techo y al laboratorio circundante. Finalmente, el Jefe de Seguridad consiguió dar un afortunado rodillazo a Samuel en las bolas, haciendo que el musculoso miembro del Ejército soltara su pistola.
—¡Aaaaaaay!
El Jefe de Seguridad lo apartó de una patada, y a partir de ahí la lucha fue brutal. La potencia de Samuel y su entrenamiento de clase mundial en karate, judo y kickboxing eran fenomenales, e incluso cuando el Jefe de Seguridad conseguía bloquear una patada o un puñetazo, quedaba magullado y tambaleante por el intento. Asimismo, las habilidades de boxeo de Carlos Montilla, el Jefe de Seguridad, eran de primera clase, y su velocidad resultaba difícil de contrarrestar para Samuel. El Jefe de Seguridad recibió un fuerte golpe cuando consiguió atrapar el poderoso puño de Samuel y, mediante una técnica de lucha, dislocó el hombro del Capitán Comando lanzándolo por encima de su hombro. Samuel y sin dudarlo volvió a colocar el hombro en su sitio, y aunque le dolió volvió a la lucha, consiguiendo asestar una patada de karate que rompió la mandíbula del Jefe de Seguridad. El Jefe de Seguridad, ahora herido de gravedad, pasó a modo de defensa. Consiguió azotar el rostro de Samuel, y siguió con un certero rodillazo que aplastó los testículos de toro del comando alfa contra su hueso pélvico, pero cuando el Jefe de Seguridad se lanzó por detrás de Samuel para romperle el cuello, el soldado de élite se recompuso y lanzó al Jefe de Seguridad por encima de su hombro haciendo que chocara al suelo con su espalda.
El Jefe de Seguridad, aturdido, no fue lo suficientemente rápido para evitar el salvaje taconazo en su plexo solar que casi lo mata, rompiéndole las costillas y dejándolo inconsciente. Samuel se agachó para romperle el cuello cuando, de repente, la puerta del laboratorio se abrió de golpe y entraron dos hombres de seguridad ensangrentados y heridos, pero armados.
Sintió un nudo en las tripas cuando se dio cuenta de lo que eso significaba. Pero tenía una misión y no iba a distraerse. Vio una petaca en un mostrador detrás de él, con las marcas descritas por el agente infiltrado. Alargó la mano y la cogió, metiéndola en su cinturón de combate, y luego, manteniéndose cubierto mientras los guardias intentaban acorralarle, sacó un explosivo C4, colocándolo bajo el mostrador, y luego, lanzando una granada flash bang para aturdir a los guardias, escapó por el túnel de servicio por el que había entrado. No tardó en producirse una explosión, y finalmente llegó al lugar de recogida, dándose tiempo para lamentar la pérdida de sus buenos amigos y compañeros. Al menos había conseguido adquirir la droga.
Lo que no sabía era cómo el Jefe de Seguridad había conseguido hacerse con el otro frasco restante, y arrastrarse hasta un lugar seguro entrando en el desagüe de una alcantarilla.
Cuando regresó a la base, varios meses después, le invitaron a una entrevista con su oficial al mando, y éste le dijo que la droga que había encontrado era la única de su clase que quedaba. La habían probado exhaustivamente y descubrieron que era un suero para súper hombres. Quien la bebiera obtendría una fuerza increíble, habilidades curativas, velocidad y reflejos mucho más allá de los límites de lo humanamente posible. El personal de mando estaba totalmente de acuerdo, querían que Samuel Aristimuño tomara el suero.
A los 32 años, se sometió al proceso del Suero del Súper Hombre. La fuerza, la velocidad y la capacidad de curación que adquirió fueron increíbles. Entrenó fuerte durante muchos meses después de tomar el suero, tratando de sentir su nueva fuerza, velocidad, poder y habilidades curativas. Por fin estaba listo para salir a la palestra mundial. Un súper soldado patriótico para defender a su país. Durante el proceso eligió un nuevo nombre… Ya no era Samuel Aristimuño, ahora era conocido como:
Capitán Comando.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario