Emilio Acero: el aviador - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

19 dic 2022

demo-image

Emilio Acero: el aviador

aviador


1669955681779~2
El criminal Emilio Acero se abrió paso con cuidado por la oscura base militar. Infiltrarse en ese recinto de las fuerzas aĆ©reas fue todo un reto, y al final la Ćŗnica forma de entrar sin ser descubierto fue pasar por un detector de metales, lo que significó abandonar sus armas. No le importó, durante su estancia en el ejĆ©rcito de su paĆ­s, antes de decidir que el crimen pagaba mejor, aprendió muchas formas de mutilar, golpear y matar a hombres con puƱos y pies. VestĆ­a unas sólidas botas negras, unos gruesos pantalones y una camisa negra ajustada que abrazaba sus mĆŗsculos. Desarrollaba una misión para La CofradĆ­a, una organización criminal internacional especializada en el contrabando de armas. El ejĆ©rcito donde se infiltró mantenĆ­a una base secreta en el extranjero que se utilizaba para desbaratar las operaciones de La CofradĆ­a. 

 

La misión del criminal consistía en capturar al piloto de la Fuerza Aérea responsable de abastecer la base, interrogarlo y adquirir la ubicación de la misma para sus empleadores. La Cofradía le proporcionó el horario y rutina del sujeto en cuestión, y estaba previsto que aterrizara su avión en cinco minutos, después de asegurar la nave, iba a dirigirse al cuartel, y pasar por una zona desierta de la base. Eran las 2 de la mañana y no había nadie. El lugar estaba desierto dando un clima perfecto para esperarlo. Se escondió contra la pared, confundiéndose con las sombras, en silencio, esperÔndolo.

 

avia
Las luces de la pista de aterrizaje comenzaron a hacer su trabajo en el campo de visión del soldado Ricardo. En su asiento de piloto, estaba sin uniforme, con jeans negros y una camiseta ajustada en la que se leĆ­a sobre su amplio pecho "FUERZA AƉREA". Aterrizó en la pista y abrió la puerta. Salió de la nave, asegurĆ”ndose de que todo estaba bien, y comenzó el camino de vuelta hacia el cuartel.

 

Mientras caminaba por un estrecho pasillo entre dos almacenes, donde Emilio Acero estaba esperĆ”ndolo, lo escuchó llegar, la luz era tenue, pero vislumbró su gruesa y poderosa musculatura. Se puso en cuclillas entre las sombras, se preparó, y justo cuando pasaba junto a Ć©l, se lanzó, sus enormes muslos se enrollaron como un resorte, lo atravesó con una fuerza tremenda por debajo de las costillas del lado derecho.

 

CRUNCHHHHHHHHHHHH. 

 

Emilio se levantó rÔpidamente y vio que su víctima cogía el teléfono. Tomó una decisión, su pesada bota pateó el teléfono haciéndolo volar por los aires. Después levantó la bota y le dio una fuerte patada en las costillas rotas haciendo al soldado Ricardo gritar de dolor.

 

—¿Nombre y rango? —le preguntó.

 

—Ricardo BazĆ”n, Piloto Aviador…

 

—Bueno, Ricardo BazĆ”n, Piloto Aviador ā€”dijo Emilio poniĆ©ndose de cuclillas—, tĆŗ y yo vamos a tener una conversación muy entretenida sobre la ubicación de esa encantadora base en alta mar que te encargas de mantener abastecida, Āæno es asĆ­?

 

Ricardo lo miro ocultando su miedo con una cara de desconcierto. Ā”Se supone que nadie debĆ­a conocer esa base! 

 

—No sĆ© de quĆ© estĆ”s hablando —respondió mintiendo—. ĀæQuiĆ©n eres tĆŗ y por quĆ© demonios estĆ”s en el cuartel?

 

Emilio se agachó, y agarró el rostro con una garra, hundiendo los dedos en las mejillas, mandĆ­bula y sien. Lo levantó por el agarre, haciendo que se quedara de frente mirĆ”ndole, asĆ­ agarró la parte delantera de su camisa de la Fuerza AĆ©rea, apretando la tela en el puƱo, soltó la garra en la cara, retiró el puƱo, gruñó, dobló el brazo, gruñó, y liberó toda la violencia contenida justo en la mandĆ­bula de Ricardo con un golpe. Fue tan fuerte que el aviador salió despedido del agarre, su camisa se rompió y dejó al descubierto un musculoso pecho, haciĆ©ndolo caer contra la pared. 

 

—Lo sabes. Soy tu peor pesadilla, y estoy aquĆ­ para hacer que me digas la ubicación.

 

Ricardo gruñó. 

 

—Y yo que pensaba que los militares enseƱaban a sus oficiales el combate cuerpo a cuerpo. Esperaba un reto. Me has decepcionado —Emilio apretó el puƱo y lo clavó salvajemente en medio de los musculosos abdominales. 

 

Ricardo dejó escapar un fuerte gritó. —Hijo de puta —tosió, rodando sobre su estómago y luego tratando de ponerse a cuatro patas. 

 

Emilio se montó encima de Ć©l, gruƱendo de rabia, de repente clavó su rodilla en las costillas derechas del aviador, lastimĆ”ndolo bastante. Ricardo se desplomó sobre su estómago. 

 

Emilio se puso de pie sobre Ć©l, levanto la bota, y lo golpeó en la parte posterior de la cabeza con la parte trasera del calzado de cuero. 

 

La nariz de Ricardo se golpeó contra el suelo, y su cabeza chocó contra el hormigón, su cuerpo quedó inerte al acto.

 

Emilio se echó a reír.

 

1669955695196~2
Cuando Ricardo volvió en sĆ­, estaba atrapado, con cadenas que sujetaban sus muƱecas al techo, y dos mĆ”s que sujetaban sus tobillos a la pared. Los grilletes estaban apretados y no permitĆ­an ningĆŗn movimiento. Emilio estaba frente a Ć©l con un apretado calzoncillo, a diferencia de Ricardo BazĆ”n que todavĆ­a tenĆ­a su ropa. Emilio se acercó a Ć©l y terminó de despertarlo con un rodillazo en las bolas. 

 

1669956023255
—”””AAAAAAAH!!! —gritó Ricardo cuando sus testĆ­culos estallaron de dolor. Se retorció de agonĆ­a, pero no pudo mover ninguno de sus miembros—. ĀæDó… ónde estoy?

 

—A kilómetros de distancia, aviador Ricardo BazĆ”n. En una casa de seguridad propiedad de La CofradĆ­a. No hay nadie que pueda rescatarte. ĀæRecuerdas nuestra conversación anterior, aviador? ĀæLa ubicación de esa pequeƱa y hermosa base militar en el mar? ĀæQuizĆ”s recuerdes dónde estĆ” ubicada?

 

—”Nunca lo dirĆ©! —rugió Ricardo enviando un lance de saliva hacia Emilio.

 

El asesino se limpió la saliva de la cara.  

 

Ricardo respiró con fuerza, con rabia. —Vete a la mierda, maldito hijo de puta —susurró. 

 

1669955659319~2
—Que modales —dijo Emilio suavemente, se alejó del aviador y regresó sosteniendo un bate de bĆ©isbol—. ĀæHas jugado alguna vez a la pelota, piloto? —sostuvo el bate por un momento, y luego, lo clavó como una lanza directamente en las costillas rotas del piloto

 

Ricardo BazĆ”n sintió un elevado nivel de dolor cuando el bate de metal se clavó profundamente en sus costillas, haciendo que respirar resultase mĆ”s difĆ­cil. 

 

Luego, Emilio pasó por detrĆ”s de Ricardo y le preguntó: —¿Eres virgen, BazĆ”n? —su cuchillo atravezó la parte trasera del pantalón, y su dedo jugó con el culo. 

 

Ricardo tosió con fuerza. —No soy virgen, me follĆ© a tu madre tan bien la semana pasada que la muy puta apenas puede caminar —sonrió

 

Emilio tambiĆ©n sonrió. —Palabras duras. Pero no te voy a penetrar con mi polla —cerró el puƱo y gruñó, comenzó a hacer presión en la entrada anal del aviador. Su culo virgen nunca habĆ­a experimentado algo asĆ­. La resistencia era enorme al principio, pero, empezó a ceder y el puƱo de Emilio Acero se fue hundiendo lentamente, nudillo a nudillo. 

 

Los ojos de Ricardo se salieron de foco, sintiendo que su trasero se desgarraba sin lubricante.

 

—Esto se pone interesante —gruñó Emilio, dobló el bĆ­ceps, y luego movió salvajemente el puƱo hasta el final, superando la resistencia de Ricardo. 

 

El aviador se sentía mareado, con la visión borrosa y emitiendo ruidos inaudibles.

 

—Oh dios… sal… por favor —jadeó.

 

—¿La ubicación, Ricardo?

 

—”Fuera de la costa donde nunca llegarĆ”s, ni en un millón de aƱos!

 

Con la mano metida dentro de Ricardo, el criminal movió un dedo de forma experta haciéndo llegar al orgasmo de forma repentina y violenta, el increíble placer recorrió el cuerpo de Ricardo como un misil. Su mente, tan concentrada en resistir el dolor, se vio de repente sometida a un intenso placer, que acaparó totalmente su voluntad. El aviador abrió la mandíbula y soltó un fuerte gemido.

 

Pero Emilio arruinó su triunfal orgasmo, agarrÔndolo de las bolas, aplastÔndole los testículos salvajemente. Ricardo cambió su gemido por un grito de dolor sintiendo que sus pelotas estallaban en el puño de Emilio Acero. Casi se desmayaba, era demasiado dolor para resistir.

 

Emilio se quedó tranquilo, dejando que Ricardo se recuperara, pero mantenĆ­a la mano en su culo. Ricardo fue volviendo a la normalidad suavemente, con oleadas de intenso placer que le recorrĆ­an, mezcladas con un dolor agonizante. 

 

—Puedo hacer esto todo el dĆ­a. Puede parar. Sólo tienes que decirme lo que quiero saber.

 

Ricardo apretó los dientes en agonía.

 

—Bien. Ā”Te lo dirĆ© si sacas tu puta mano de mi culo! —dijo seguido de una ola de doloroso placer.

 

—No puedes establecer las condiciones, aviador. Soy yo quiĆ©n lo hace —entonces, repitió el proceso, acariciando repentinamente el culo hasta el punto del orgasmo, y aplastando violentamente, salvajemente, las gónadas, arruinĆ”ndolas. 

 

—AAAAAAH, MALDITO, ESTƁ BIEN, ESTƁ BIEN —gritó Ricardo con el trasero ensanchado. 

 

—Dime la ubicación, y quitarĆ© mi puƱo. 

 

—Justo a las afueras de Puerto Manzanillo, Colima, lo verĆ”s, lo juro.

 

Emilio estiró la mano, con su mano libre, agarró un aparato de radio, habló por Ć©l, repitiendo las palabras del aviador. —No, la base no estaba en la costa en absoluto… Comprueba las afueras de Manzanillo en las imĆ”genes del satĆ©lite… ĀæLo tienes? Bien, prepara el ataque. —luego se dirigió al aviador—. Gracias, Ricardo BazĆ”n —casi con cariƱo retiró el puƱo de su culo. Luego caminó hacia su frente.

 

—¿Te sientes feliz, maldito enfermo? —preguntó Ricardo.

 

Emilio se lavó la mano en un fregadero y luego se acercó al humillado aviador. Casualmente pasó la mano por su musculoso torso, sintiendo las ondulaciones de su piel, el grosor, la potencia. Luego se fue, apagando las luces. Regresó despuĆ©s de varias horas en las que Ricardo se mantuvo solo en la oscuridad.

 

—¿Cómo estĆ”s, aviador?

 

—¿Y ahora quĆ©? 

 

—Estoy seguro de que esto te gustarĆ” —Emilio accionó un interruptor y se encendió un televisor. En la pantalla se mostraba la cĆ”mara de un dron. Reconoció la base que suministraba. De repente, el dron disparó un misil, y otros drones lo imitaron, las explosiones destrozaron la base, algunos de los soldados, que no esperaban el ataque, se arrojaron al mar, otros no contaron con la misma suerte, el incendio consumió la base, el aeródromo fue destruido, dejado como una ruina humeante—. PensĆ© que te gustarĆ­a saber que tu debilidad les costó muy caro a tus compaƱeros de armas. 

 

1669956001955
Ricardo miro fijamente la pantalla con absoluto horror. —”ERES UN HIJO DE PUTA!

 

—Tu culpa, Ricardo. Todo ha sido culpa tuya —se acercó a Ć©l y le azotó la cara, una y otra y otra vez

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages

undefined