Semental bravío (6/6): Una visita para no dejar ir - Las Bolas de Pablo

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10 mar 2023

Semental bravío (6/6): Una visita para no dejar ir



Nota: No contiene ballbusting.


Reinaldo Quiroga sonrió y movió el sombrero entre sus manos de manera nerviosa, estaba ante la puerta del despacho de una abogada a la que tenía muchísimo tiempo sin ver. El imponente hombre del campo estaba con su espectacular atuendo detenido en la puerta del bufete, sostenía unas rosas rojas entre sus manos.


—Adelante, señor Quiroga —sonrió Jennifer levantándose del asiento.


Reinaldo pareció recuperar su fuerza y dio un paso adelante, ¡carajo! ¿Cómo podría ser? El miembro se le estaba poniendo duro al ver a Jennifer. ¡Parecía un estúpido adolescente poniéndose caliente de nada! Continuó caminando como si nada ocurriese entre sus piernas.


Jennifer sonrió sinceramente y lo abrazó con fuerza. Se sintió dichosa con el aroma del vaquero, un toque entre perfume de madera y ligero sudor. Sin describir la sensación del pene cuando la rozó. Ella se aclaró la garganta y lo invitó a tomar asiento a su lado.


—Señor Quiroga, cuénteme. ¿Qué anda haciendo en la ciudad?


Reinaldo se le quedó mirando, la trigueña abogada seguía más espectacular que nunca. La melena con un hermoso peinado que le caía al hombro, los labios con un discreto color. Sonrió como un bobo, pero le dijo:


—¿Por qué el señor? Yo recuerdo que me tuteabas.


Jennifer se echó a reír.


—Tanto tiempo sin vernos, Rei.


Él afirmó con la cabeza.


—Mi hermano me invitó a pasar unos días en la ciudad, pensé que cambiar de aire unas pocas semanas nos iba a sentar bien a mi hijo y a mí. Quise tener la oportunidad de venir a saludarte.


—¿Cómo está tu hijo?


—¡Muy bien, así de grande! —hizo una típica señal con la mano emulando la alta estatura de un niño.


Jennifer movió la cabeza de forma positiva.


—Vi las fotos que hace dos noches publicó mi primo José. Fueron a cenar a un restaurante. ¿Te estás quedando en casa de ellos?


Reinaldo negó con la cabeza.


—Un hotel —dijo.


—¿Y por cuánto tiempo piensas quedarte?


—A lo sumo dos semanas, no me gusta la ciudad. El ruido, la gente que camina deprisa. ¡No!


Jennifer se echó a reír. Declaró:


—Deberías considerarlo y quedarte en la ciudad……… conmigo. Así como yo pensé en mudarme al campo aquella vez.


A Reinaldo se le iluminó el rostro, las palabras de la abogada hicieron que la polla se le pusiera dura a más no poder, que bueno que estaba sentado y podía ocultar la dureza del miembro. Ella rememoraba el pasado. Jennifer se levantó y fue a asegurarse que la puerta estuviera bajo seguro. Se giró devolviendo una mirada traviesa al vaquero, se mordió el labio dirigiendo una mirada penetrante. Reinaldo se puso más caliente, se desabrochó el cinturón del pantalón y lo abrió liberando la polla del bóxers dejándola al aire, rígida como una barra de hierro. Jennifer se puso de rodillas en el suelo, escupió sobre el hermoso glande de vaquero y empezó a chupárselo succionando con fuerza dándole un inmenso placer, poco a poco fue ensalivando la polla metiéndosela cada vez más en la boca hasta que la tuvo toda dentro. Durante un par de minutos se la estuvo chupando subiendo y bajando por su cabeza, tragándosela hasta la base para a continuación volver a subir hasta el capullo.


Reinaldo Quiroga jadeó cerrando los ojos, le acarició la melena a la guapa abogada y susurró.


¡Vamos sigue así, sácame toda la leche!


Jennifer siguió chupándosela en una demencial y ensalivada garganta profunda tragándose el pene hasta los huevos, hasta que las piernas del vaquero empezaron a tensarse anunciando la placentera corrida que estaba a punto de eyacular, por un momento pensó en correrse en su boca, pero decidió que no era la mejor forma de hacerlo con esa mujer que le gustaba tanto.



—¡Ya voy, ya voy, ya… —susurró mientras le apartaba la cabeza con una mano sacándole la polla de la boca.


—Échamela en la cara, lléname el rostro y la boca de leche caliente —respondió Jennifer abriendo la boca y sacando la lengua.


—¡Toma, toma, toma mi leche! ¡Aaaaah!


Los chorros del blanco y espeso semen salpicaron la preciosa cara y lengua de la abogada, pringando su peinada cabellera.


Reinaldo Quiroga estaba tan excitado que su eyaculación fue larga y abundante dándole un gran placer. La abogada sin dejar de sonreír tragó gustosamente todo el semen que cayó en su boca, después le chupó y lamió la polla dejándola limpia y brillante con su saliva, haciendo que recibiera las últimas descargas de placer, después de todo fue ella quien quiso la corrida en su boca.


  —Uuuf, quiero hacerte de todo, de momento ponte de pie y quítate el vestido.


Jennifer obedeció y bailando sinuosamente se quitó el vestido quedándose solo con una minúscula tanga y los zapatos de tacón puestos. Durante unos segundos se acarició el coño por encima de la tela de la tanga, después se la quitó y Reinaldo pudo ver su rasurado coño.


 —Está chorreando –dijo la mujer acariciándose sin dejar de mover las caderas—, y todo por ti.


Sin dejar de mirarla, Reinaldo se quitó la ropa y en pocos segundos estaba sentado en el sofá con la polla totalmente empalmada.


—Me pones el pene como una barra de hierro.


 —Te excita que te chupe la polla, ¿verdad? —preguntó Jennifer poniéndose de rodillas dándole un lametón en los huevos.


La abogada de un golpe se metió el pene hasta la garganta soltando al mismo tiempo una gran cantidad de saliva.


Durante un buen rato Reinaldo le estuvo taladrando la boca, retorciéndose de placer hasta que decidió que había llegado el momento de metérsela en su glorioso coño.


—Anda ven aquí, siéntate sobre mí, quiero follarte.


Jennifer se puso en pie y se sentó sobre el vaquero metiéndose la polla en el coño dejando sus tetas a la altura de la boca del caballero. Empezó a chuparle sus grandes pezones notando que los tenía duros y erectos, lo que le indicó que ella también estaba muy excitada. Con la mano derecha la cogió por el culo y acompañó el movimiento de sus caderas acelerando el ritmo de la follada.


—¡Aaaaah! ¡Qué gusto! ¡Dios, qué placer me estás dando!


—Eso es semental, dame duro, fóllame —pidió Jennifer entre suspiros.


Gracias a su eyaculación anterior, Reinaldo aguantó como un campeón y la estuvo follando un buen rato, disfrutando del húmedo coño, hasta que notó que arqueaba la espalda y se tensaba moviendo las caderas con furia.


—¡Vamos pedazo de semental, lléname el coño con tu leche caliente! ¡Inúndame, quiero tu semen en mi coño!


Reinaldo la tomó fuertemente del culo con las dos manos y le clavó la polla lo más profundo que pudo, apretó los dientes y estalló en una intensa corrida llenándole el coño de leche mientras que ella gemía corriéndose también.


Jennifer movía su cadera en cortos y lentos movimientos, estuvieron así un buen rato sintiendo la humedad de sus fluidos, recibiendo los últimos espasmos de placer del macho del monte. Apoyó la cabeza en su hombro, después de unos segundos, susurró muy cerca del oído de Reinaldo.


Quédate esta noche en mi casa.


Reinaldo Quiroga le acarició la espalda.


—No puedo dejar al niño solo por la noche.


—¿Por qué no lo cuida su tío Valmore? Sé que lo adora.



Reinaldo meditó unos segundos, finalmente afirmó con la cabeza. Se inclinó para buscar su celular guardado en el pantalón. Jennifer se apartó de su cuerpo y se sentó a su lado en el sofá. Reinaldo inició una llamada telefónica con su hermano, la abogada se le quedó mirando, había mucho en las facciones y el carácter de Reinaldo Quiroga, le gustaba mucho, esta vez no lo iba a dejar ir del todo, quizás debía volver al campo a atender sus deberes, pero esta vez no lo iba a dejar ir tan fácil. Ése vaquero iba a ser para ella.


Reinaldo dejó el celular sobre la mesa y la miró a los ojos. Sonrió.


—Tengo la noche toda para ti —declaró.


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