El orgullo herido (4/4): vestigios de una polla - Las Bolas de Pablo

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14 abr 2023

El orgullo herido (4/4): vestigios de una polla



Erick Malverde le apartĆ³ el hilo del tanga a su novia hacia un lado y empezĆ³ a masturbarla con 2 dedos. La mujer estaba totalmente hĆŗmeda, eran varias semanas sin tratar un asunto sexual con su hombre de la ley despuĆ©s de su larga y dolorosa recuperaciĆ³n. Sin mĆ”s dilaciĆ³n sacĆ³ los dedos y le clavĆ³ la polla hasta el fondo mientras ella gritaba de placer. EmpezĆ³ con un rĆ”pido mete y saca, con una mano en la cintura le ayudĆ³ a mantener el equilibrio pese a sus empujones. Estuvo un buen rato asĆ­ follĆ”ndola con todas sus fuerzas, su excitaciĆ³n tan alta con todo el potencial acumulado lo hacĆ­a estar fuera de control hasta que le sacĆ³ el pene.


—Dame, dame mĆ”s —rogĆ³ la mujer jadeante.


—Quiero que me cabalgues hasta llenarte de leche —dijo Erick. Se tumbĆ³ en la cama y ella le mirĆ³ la verga. A lo que en un momento fue un hermoso pene, hoy tenĆ­a rayas de cicatrices de la mordida de un salvaje perro. Fueron semanas para la recuperaciĆ³n de aquel herido pene que hoy se empalmaba como un resucitado soldado—. ClĆ”vate mi polla —ordenĆ³ Erick con fuerza en la voz, todavĆ­a era un hombre, un hombre a pesar de tener una polla monstruosa con marcas. Su novia obedeciĆ³, se quitĆ³ la tanga y se sentĆ³ sobre Erick, poniendo sus tetas en la cara, lo que aprovechĆ³ para chupar los melones. Se moviĆ³ buscando que cada vez la polla se clavara mĆ”s en su coƱo y su pelvis se frotara contra su clĆ­toris. ExperimentĆ³ como se corrĆ­a justo en el momento que empezĆ³ a besarla al notar como su pelvis se mojaba—, preciosa, te has corrido, ahora sĆ”came toda la leche, no pares —le metiĆ³ 2 dedos en la boca al tiempo que ella siguiĆ³ saltando hasta que ya no aguantĆ³ mĆ”s, se incorporĆ³ para sacarle los dedos de entre los labios llenos de saliva y meterlos de golpe en su culo—. Me vengo, te voy a llenar el coƱo de leche.


—Aaaah, cĆ³rrete en mis tetas, por favor.


—No… esta noche te voy a llenar bien el coƱo.


La mujer se mordiĆ³ los labios y acelerĆ³ el ritmo, apretĆ³ el coƱo con todas sus fuerzas haciendo que su hombre estallara llenando su coƱo de semen.


Cuando quedaron exhaustos se tumbaron en la cama abrazados, ella colocĆ³ su cabeza en el pecho de su hombre.


Erick Malverde respirĆ³ profundo, aliviado de que seguĆ­a cumpliendo como un verdadero macho, funcionando como todo un hombre. Aquella vez pensĆ³ que el perro le iba a arrancar la gruesa salchicha, estaba mordisqueando su polla mientras Ć©l estaba sujeto, gritando de dolor y miedo, bajo las risas del cruel Reinaldo Quiroga.


Inesperadamente el policĆ­a JosĆ© comenzĆ³ a llamar al perro, gritando con insistencia Rauli, Rauli, haciendo sonar un objeto que siempre tranquilizaba a la bestia. El perro entrĆ³ en sĆ­ y dĆ³cil se acercĆ³ a JosĆ©.


—¿Pero quĆ© haces, hijo de puta? —rugiĆ³ Reinaldo Quiroga.


—¿Acaso no ves, huevĆ³n? —gritĆ³ JosĆ© dejando de mirar el pene sangrante de su compaƱero—. ¡Mira cĆ³mo estĆ”! Le va a arrancar el miembro.


—¿Y quĆ©? ¡Se lo merece por petulante!


—Malverde es nuestro compaƱero.


—¡Por esa razĆ³n!


—Come mierda, Jose. ¡Rauli, ATACA! —Reinaldo hizo captar la atenciĆ³n del perro para ponerlo en guardia.


—No te atrevas, Quiroga.


—Atac… —Reinaldo apuntaba con sus manos hacia Erick, pero fue interrumpido por una patada en las bolas impulsada por JosĆ©.


Reinaldo Quiroga se atragantĆ³ mientras sus ojos se llenaron de lĆ”grimas, se llevĆ³ ambas manos a la entrepierna y echando el culo hacia atrĆ”s cayĆ³ al suelo preso de dolor. Se puso en posiciĆ³n fetal.


—Ya. No podemos ir tan en contra de Erick Malverde, es contra del reglamento. Nos van a sancionar —anunciĆ³ JosĆ©—. Me encargarĆ© de ti —se acercĆ³ al criminal Jonathan Castillo y comenzĆ³ a desatarlo.


Apenas Jonathan Castillo liberĆ³ los brazos de sus ataduras y puso los pies en el suelo, trasladĆ³ la mano al hombro del oficial JosĆ© y subiĆ³ con fuerza la rodilla entre las piernas del policĆ­a. Le machacĆ³ los testĆ­culos contra el cuerpo, JosĆ© gritĆ³ de dolor y cayĆ³ de rodillas al suelo, Jonathan Castillo se echĆ³ a reĆ­r y escapĆ³ en direcciĆ³n a la salida sin dirigir la mirada al pobre Erick Malverde y su polla ensangrentada.


En la actualidad Erick Malverde respiraba aliviado retozando junto a su mujer, todavĆ­a conservaba su trabajo protegiendo a la ley, y tenĆ­a su polla entre las piernas, un poco monstruosa, pero aĆŗn se llenaba de venas y era capaz de conseguir una erecciĆ³n. JosĆ© y Reinaldo habĆ­an sido sancionados y trasladados a una categorĆ­a inferior en la policĆ­a.

Erick sabĆ­a que las cosas no se iban a quedar asĆ­… en algĆŗn momento estaba por sentado que iba a hacer pagar caro a Reinaldo Quiroga.


«Te harĆ© tragar tus propias bolas», pensaba siempre Erick llenĆ”ndose de odio.




1 comentario:

  1. ¡Un giro sorpresa! La masculinidad de Malverde vive para ver otro dĆ­a (:

    Pero ahora que la confianza de Malverde ha regresado, ¿tendrĆ” otra caĆ­da? ¿VolverĆ” a pavonearse Malverde por el vestuario de la policĆ­a? ¿O tal vez el gimnasio?

    Malverde puede querer vengarse de Reinaldo, pero Castillo puede querer vengarse de Malverde...

    ¿QuĆ© planes tendrĆ­a un delincuente como Castillo para los balones de Malverde?

    ¿Y el corrupto Comandante Torres? ¿Torres cree que Malverde necesita otra lecciĆ³n?

    ¡Gracias por escribir estas historias!

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