Nutball en la playa - Las Bolas de Pablo

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28 abr 2023

Nutball en la playa



Matteo Riganti era propietario de un canal de televisiĆ³n por suscripciĆ³n encargado de transmitir programaciĆ³n dedicada al turismo. TenĆ­a una cabellera castaƱa sobre su cabeza y piel blanca. AdemĆ”s de todo era el encargado de transmitir un famoso programa donde promovĆ­a los espacios mĆ”s hospitalarios del mundo, a su joven edad habĆ­a recorrido varios lugares de los continentes.


Aquella maƱana tenƭa planificado grabar un programa a orillas de la playa, pero un grupo de turistas le estaba poniendo en contra sus planes.


—Disculpen, pero tengo permiso gubernamental para grabar en esta zona de la playa —avisĆ³ mostrando una hoja de papel con sello y firma de la alcaldĆ­a—. Y de momento no necesito la presencia de turistas.


Una esbelta rubia platinada lo mirĆ³ de pies a cabeza bajĆ”ndose las oscuras gafas de la cara.


—Oye, precioso, si nosotros queremos no nos vamos de aquĆ­, somos los que le damos vida a este lugar.


Matteo respirĆ³ profundo, y continuĆ³.


—Linda, no me hagas tener que llamar a la policĆ­a para que los desaloje. De veras, requiero solo 5 minutos del vacĆ­o de esta zona para comenzar mi programa.


—Papi —continuĆ³ la mujer—. Mira la playa —moviĆ³ su brazo derecho en seƱal de presentaciĆ³n—. Es muy grande y puedes grabar donde sea.


—Pero es que yo quiero esta parte —insistiĆ³ Matteo.


—No nos moveremos de aquĆ­ —afirmĆ³ la mujer—. Si quieres grabas con nosotros, vamos a embellecer la transmisiĆ³n. Somos quienes te damos de comer viendo tus programas, podcast y todo lo que quieras.


A Matteo le temblĆ³ el ojo de rabia.


—¿Sabes quiĆ©n soy, verdad? Mi hermano es el gobernador de este estado y si quiero puedo llamar a la policĆ­a para que los echen de acĆ”.


—Somos ciudadanos y tenemos derecho a la recreaciĆ³n.


—¡Pero yo tengo permiso para usar este espacio!


—Papi, papi, escucha —la rubia sonriĆ³ entreteniĆ©ndose—. Hagamos algo, un simple juego. QuiĆ©n gane se queda con la zona.


—¿QuĆ© juego quieres hacer?


—Nutball.


—¡Por Dios! SerĆ”s ridĆ­cula. ¡TĆŗ no tienes bolas!


—Yo no, pero mi novio, sĆ­. ¡Y muy grandes! ¡Alejandro!


Un joven de cabellos negros y cuerpo fibrado saliĆ³ entre el grupo de jĆ³venes turistas. BesĆ³ a su chica y se plantĆ³ frente a Matteo con sonrisa estĆŗpida y orgullosa.


—Estoy listo para jugar, patrĆ³n.


Matteo dirigiĆ³ una mirada a su Ćŗnico acompaƱante, el camarĆ³grafo. Luego echĆ³ una vista al cielo, denotando fastidio.


—EstĆ” bien —declarĆ³—. Trato hecho. Los mandarĆ© al carajo.


—Papi, Alejandro tiene las bolas de acero.


Ambos hombres se sentaron uno frente al otro con las piernas abiertas sobre la arena. Matteo se quitĆ³ la camiseta para mostrar sus mĆŗsculos. Uno de los amigos entregĆ³ una pelota de bĆ©isbol a Alejandro. El sonriĆ³ y la lanzĆ³ con toda su fuerza ​​logrando golpear las bolas de Matteo de lleno. Matteo jadeĆ³ cuando la pelota de bĆ©isbol golpeĆ³ sus Ć³rganos reproductivos, sus bolas se llevaron la peor parte del impacto, mientras su pene tambiĆ©n se retorcĆ­a. GimiĆ³ y se agarrĆ³ la ingle.


Alejandro dibujĆ³ una sonrisa victoriosa, mientras su novia lo abrazaba rodeando sus brazos en su pecho y le besaba la mejilla.


Matteo se tomĆ³ su tiempo para sobrellevar el golpe. SuspirĆ³ y agarrĆ³ la pelota de bĆ©isbol apuntando a la hombrĆ­a de Alejandro. EntrecerrĆ³ los ojos enfocĆ”ndose en el Ć”rea objetivo.


Alejandro pareciĆ³ llenarse de miedo. Contuvo el aliento esperando lo peor.


Matteo exhalĆ³ lentamente, luego disparĆ³ la pelota a la entrepierna de Alejandro. AterrizĆ³ perfectamente, justo en el testĆ­culo derecho.


Los ojos de Alejandro se cruzaron, su boca formĆ³ una "O" y sus cejas se elevaron.


—No te rindas, mi amor —solicitĆ³ la rubia con voz de mando.


Alejandro exhalĆ³ desesperado. Temblando, intentĆ³ conectar un buen golpe con la pelota de bĆ©isbol en los huevos de Matteo, pero, la pelota lo golpeĆ³ en el muslo y Matteo se echĆ³ a reĆ­r.


La rubia lo mirĆ³ de manera despiadada, si sus ojos fueran pistola, lo hubieran baleado.


—No estamos para errores, Alejandro.


Con un lanzamiento de jugador de bĆ©isbol de las grandes ligas, Matteo arrojĆ³ la pelota contra el pobre escroto de Alejandro dando en el blanco.


El grito de angustia de Alejandro fue espantoso. La robusta pelota habĆ­a caĆ­do con fuerza sobre sus dos enormes esferas masculinas. SollozĆ³ incontrolablemente y agarrĆ³ sus pobres bolas destrozadas con las manos.


DemorĆ³ cerca de cuatro minutos en poder recuperarse para continuar con el desafĆ­o. Se apoderĆ³ de la pelota de bĆ©isbol y apuntĆ³ lanzĆ”ndola con fuerza.


Los ojos de Matteo se abrieron con terror cuando la pelota volĆ³ por el aire hacia Ć©l. Momentos antes del impacto, cerrĆ³ los ojos como presagio al dolor.


Fue un golpe rotundo. La pesada pelota se estrellĆ³ contra sus preciosas yemas y las aplastĆ³ a ambas con una precisiĆ³n perfecta, casi mortal.


Matteo dejĆ³ escapar un grito de dolor.


Alejandro sonriĆ³ y adoptĆ³ una pose de victoria, mientras su platinada novia le envolvĆ­a el pecho con sus brazos y lo besaba.


Mientras la pelota rodaba por el muslo de Matteo, solo se le escuchĆ³ gemir. AgarrĆ³ sus bolas, mientras la expresiĆ³n de su rostro decĆ­a mucho. IntentĆ³ sacudirse el dolor y agarrĆ³ la pelota de bĆ©isbol para lanzar un justo contraataque.


Alejandro sonriĆ³ lleno de confianza, pero su seguridad se convirtiĆ³ en una espeluznante expresiĆ³n de dolor cuando la pelota se estrellĆ³ contra sus testĆ­culos.


El sonido del impacto se escuchĆ³ como castaƱas que crujen. Lo que hizo chillar a Alejandro como una niƱa sosteniendo sus pelotas con ambas manos. DespuĆ©s de un corto tiempo enviĆ³ la pelota hacia la indefensa entrepierna de Matteo.


La pelota aterrizĆ³ con un fuerte POOF y Matteo gimiĆ³ rodando hacia un lado.


Alejandro dejĆ³ escapar un fuerte. —¡EstĆ”s jodido, cabrĆ³n!


Matteo gimiĆ³ y se enderezĆ³, abriendo las piernas y agarrando la pelota. La lanzĆ³ a la entrepierna de Alejandro con una fuerza devastadora logrando que el macho gritara cuando la pelota dio en el blanco. Se agarrĆ³ la entrepierna y gimiĆ³ de dolor.


—Esto es absurdo —le dijo Matteo a su camarĆ³grafo—. Lo que tengo que hacer para mi programa.


Alejandro se puso en su posiciĆ³n de nuevo, su mano consolaba sus pobres testĆ­culos. VolviĆ³ a intentarlo, agarrĆ³ la pelota y la arrojĆ³ a la ingle de su oponente con toda la fuerza que pudo reunir.


Eso fue suficiente.


Matteo gritĆ³ y rodĆ³ a un lado con su mano sosteniendo sus bolas doloridas. Se acostĆ³ boca abajo con las nalgas moviĆ©ndose hacia arriba y abajo mientras trataba de deshacerse del dolor en sus pobres testĆ­culos, gemĆ­a y gruƱƭa, retorciĆ©ndose en el suelo y agarrando sus palpitantes albĆ³ndigas.


—¡Matteo, Matteo! ¡LevĆ”ntate! —lo llamaba su compaƱero—. ¡Debes continuar!


Pero el joven no pareciĆ³ escucharlo y siguiĆ³ encerrado en su mundo de dolor, Alejandro levantĆ³ las manos en seƱal de victoria.


Su novia se acercĆ³ a Ć©l haciĆ©ndolo levantar para abrazarlo y besarlo.


Matteo continuĆ³ en el suelo gimiendo de dolor.


Media hora mĆ”s tarde estaba de regreso al hotel de su padre, caminando lentamente con las piernas separadas y agarrĆ”ndose las gĆ³nadas.


—¡Hijos de puta! —le decia a su compaƱero con gesto de dolor—. TendrĆ© que volver a hacer la peticiĆ³n en la alcaldĆ­a. ¡Bastardos! ¡PerdĆ­! ¡Oooooh, cĆ³mo duele!


Estaba en el lobby del hotel cuando una voz masculina lo llamĆ³.


—¡Matteo Riganti!


El rubio se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con el famosĆ­simo SimĆ³n ChacĆ³n, era un conductor y comediante de televisiĆ³n nacional. Iba exquisitamente vestido con una ajustada camisa y pantalĆ³n que abrazaban sus grandes piernas, un bulto de 10 y carnosas nalgas. Se acercĆ³ a Matteo y le estrechĆ³ la mano.


—¡Acabo de llegar! —le dijo sonriendo—. Es para que grabemos el programa donde te entrevistarĆ©.


Matteo gimiĆ³.


—Hoy no puede ser. Te regalo una noche de hospedaje en una habitaciĆ³n y maƱana sĆ­, grabemos.


SimĆ³n lo mirĆ³ discretamente a la entrepierna y la forma en la que acunaba sus huevos con una mano. EsbozĆ³ una sonrisa discreta.


—SĆ­, no hay problema —declarĆ³ con empatĆ­a—. SĆ© lo que es un dolor de huevos.


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