Jorge Mayora entró en la oficina del profesor Bastián Chacón, minutos antes había sido un ejemplar físico para la clase de Genética Médica Masulina del profesor, las cosas se salieron de control y el joven terminó masturbándose al finalizar la hora lectiva, el docente le indicó que en su oficina disponía de un baño con ducha donde podía lavarse de su pegajoso jugo viril.
Vestía con jeans que marcaban un bulto prominente y una camisa ajustada a su cuerpo joven y cincelado. Se pasó la mano por el cabello y miró a su alrededor. El despacho del profesor Bastián era bastante ordenado, con una colección de libros sobre el estudio del cuerpo masculino, un maniquí del cuerpo anatómico masculino, el escritorio tenía una laptop y varias carpetas, le llamó la atención un escroto que reposaba sobre la mesa a manera de adorno, estaba hecho de plástico.
Ingresó al baño y se quitó la camiseta, mostrando su pecho ligeramente musculoso. Todo su cuerpo estaba en excelente forma.
Abrió el lavamanos y se inclinó para coger agua entre sus manos y lavarse la cara. De pronto recibió una inesperada y fuerte patada muy bien dirigida justo en el blanco. El zapato puntiagudo del profesor Bastián chocó con el compás de sus piernas abiertas de lleno en su gran bulto, clavándole los huevos en la pelvis.
—¡Mierda! —gritó Jorge, al mismo tiempo se dobló, agarrándose la entrepierna y cayendo al suelo preso de dolor.
Bastián sonrió.
—Bienvenido a mi despacho, Mayora. Justo quiero hacerte una propuesta —caminó cerca del estudiante y metió la mano en la parte trasera de su jeans, apoderándose de la cinturilla del calzoncillo.
—No, profe —gritó Jorge
Con un rápido movimiento, Bastián tiró del calzoncillo de Jorge hacia arriba, haciéndole un calzón chino.
—¡AAAaaaay! —gritó Jorge de forma femenina.
Bastián Chacón sonrió satisfecho cuando Jorge se enderezó e intentó sacar la tela del calzoncillo de entre las nalgas.
—¿Qué fue eso, profe? —gimió Jorge enderezando las piernas. Metió la mano en la parte trasera del pantalón y volvió a guardar la cinturilla de la ropa interior.
Bastián soltó una risita y se encogió de hombros. —Estás muy mal en tus calificaciones en mi clase, Mayora. Sabes que soy un fiel estudioso de la anatomía masculina, en especial de los testículos. Si me prestas tus gónadas, yo quizás…… pueda subir tus bajas calificaciones.
Con una expresión de asombro en el rostro, Jorge dijo.
—¿Subir mis calificaciones a costa de mis huevos? —se echó a reír preso del nerviosismo—. ¿Por eso me llamó en la clase?
—Para captar tu atención..
Jorge lo miró, pensando qué hacer a continuación. Entonces su rostro se iluminó y separó las piernas dejándole acceso al destacado científico al área de su entrepierna.
—Quieres patearme los huevos con ese zapato, ¿eh? —sonrió el joven. Miró el zapato y se encogió de hombros.
Bastián sonrió.
El bulto del estudiante grande y prominente era bastante tentador entre sus piernas abiertas. Bastián sonrió y echó la pierna hacia atrás. Con un movimiento preciso, pateó la vulnerable virilidad de su estudiante como un jugador de fútbol patea un penalti. La punta del zapato chocó contra los huevos de Jorge, aplastándolos con fuerza.
Jorge gritó con todas sus fuerzas.
Bastián Chacón se rió y volvió a hacerlo. Una vez más, su zapato conectó con los testículos de Jorge.
Por tercera vez, el pie chocó contra los testículos de Jorge con una fuerza y precisión asombrosa.
Jorge gimió de dolor y luchó para no perder el equilibrio. Tenía la cara roja y sudaba. Su cabello lucía mojado y sus ojos llenos de lágrimas.
Bastián Chacón sonrió y le guiñó un ojo al estudiante. —Quiero verte los huevos desnudos, Jorge Mayora.
El muchacho gimió. El profesor se acercó y se arrodilló a su lado. Agarró las caderas del joven, Jorge volvió a gemir. Bastián se rió y abrió la bragueta del pantalón, sonrió y le bajó el pantalón de un tirón hasta la mitad de los muslos. Miró el impresionante paquete de Jorge dentro de sus calzoncillos (que olía a semen), y se encogió de hombros con una malvada sonrisa.
—No —gimió Jorge.
Bastián rápidamente bajó el calzoncillo de su pupilo, dejando al descubierto sus genitales ligeramente enrojecidos. Sus grandes y jugosas pelotas estaban bastante hinchadas, y su enorme y flácida polla yacía aletargada sobre ellas.
Bastián hizo una mueca y apartó de un manotazo la polla de Jorge.
Jorge jadeó. —No —con voz entrecortada.
Bastián agarró los huevos desnudos de Jorge con la mano derecha. —Es una buena cantidad de carne —sonrió y cerró el puño alrededor de las bolas de Jorge.
Los ojos del muchacho se abrieron de par en par y su resistencia pareció revivir. —¡No! —gritó—. ¡No, no, no no, no, no, nooooo!
Bastián amasaba con las manos sus preciados testículos, con el pulgar clavado en los órganos viriles. Machacaba y retorcía los pobres huevos y miraba al joven gritar, forcejear y retorcerse.
Jorge gritaba con una voz chillona que variaba de tono y volumen cada vez que Bastian le retorcía los huevos con especial fuerza o le daba un tirón lo suficientemente cruel. Jorge hacía muecas y gestos de dolor.
Bastián abrió el puño y los gritos de Jorge se convirtieron en gemidos.
Con la otra mano, Bastián golpeó con fuerza los huevos, haciendo que los ojos del muchacho se desenfocaran, sus cejas se alzaron y su boca se abrió ligeramente.
—Hemos terminado —sonrió dándole un golpe en las bolas.
Jorge jadeó y tosió, se hizo un ovillo en el suelo.
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