Emilio Acero: La entrevista - Las Bolas de Pablo

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10 abr 2023

Emilio Acero: La entrevista

 


—AsĆ­ que, quieres unirte a La CofradĆ­a —comentĆ³ Emilio Acero ante el escritorio—, para eso tienes que demostrarme lo fuerte que eres.


—HarĆ© lo que sea necesario y lo que pueda, seƱor —respondiĆ³ AnĆ­bal CarreƱo, un hombre rubio cuyo propĆ³sito desde meses atrĆ”s era unirse a la organizaciĆ³n criminal.


—Muy bien, no te la dejarĆ© tan fĆ”cil. Veo que te la has arreglado para seguirme hasta este almacĆ©n, eso demuestra que estĆ”s decidido. Pero, veamos cĆ³mo se mantiene tu determinaciĆ³n cuando te enfrentes a mĆ­. Hombre a hombre. Uno a uno.


AnĆ­bal respirĆ³ hondo y afirmĆ³ con la cabeza. —Estoy aquĆ­ para unirme y HARƉ lo que tenga que hacer. Entonces, ¿cĆ³mo lo hacemos? —preguntĆ³ mientras el miedo se colaba un poco en su voz pero se mantuvo firme.


Emilio se levantĆ³ y lo observĆ³. Se quitĆ³ la camisa negra que abrazaba sus mĆŗsculos, revelando los gruesos pectorales, sus poderosos abdominales y los bĆ­ceps duros como el hierro. Se quedĆ³ en pantalones negros y botas. Se puso en posiciĆ³n de combate. El almacĆ©n era grande, vacĆ­o, polvoriento, lleno de cajas y un pesado escritorio.



—Luchemos, chico. Y vemos quĆ© clase de hombre eres realmente.


Los ojos tristes de Anibal lo asimilaron todo. PensĆ³ «Maldita sea, este tipo es como su apellido, estĆ” hecho de acero». Se alejĆ³ del escritorio mientras se despojaba de la camiseta oscura y se quedĆ³ con el ajustado pantalĆ³n que revelaba piernas gruesas. TambiĆ©n adquiriĆ³ posiciĆ³n de combate, decidido a que tenĆ­a que darle duro. Se abalanzĆ³ sobre Emilio y lo golpeĆ³ con el hombro en su estĆ³mago de acero, le pasĆ³ los brazos por detrĆ”s de las piernas y tratĆ³ de levantarlo y tirarlo al suelo, al estilo rugby.



Emilio empujĆ³ su trasero hacia atrĆ”s, bajando su centro de gravedad, pero realmente AnĆ­bal era bastante fuerte, su gran tamaƱo y proporciĆ³n lo demostraba. Mientras luchaba por tumbarlo, Emilio dejĆ³ caer el brazo a su lado, y lo envolviĆ³ bajo la barbilla de AnĆ­bal, mientras su cabeza estaba metida en sus costillas, cogiĆ³ la otra mano, aplicando un apretado estrangulamiento de guillotina, tirando hacia arriba del antebrazo, clavĆ”ndolo en su garganta.


En un intento por ser liberado, AnĆ­bal golpeĆ³ con el puƱo la rĆ³tula de Emilio, el gran asesino afirmĆ³ con la cabeza, se dio cuenta de que el aspirante era innovador y no se echaba para atrĆ”s. SintiĆ³ que el dolor empezĆ³ a hacer que su rodilla se doblara. Sin embargo, no se rindiĆ³. Se lanzĆ³ hacia atrĆ”s, abriendo las piernas, cerrĆ”ndolas alrededor de las costillas de AnĆ­bal mientras aterrizaba en el suelo con su ancha espalda absorbiendo el impacto, manteniendo el agarre en la barbilla.


AnĆ­bal gruĆ±Ć³ al golpear el suelo y su cabeza vibrĆ³, se sintiĆ³ dolorido, pero se negĆ³ a rendirse. Era su Ćŗnica oportunidad de pertenecer a la CofradĆ­a. Al mismo tiempo la polla de Emilio se puso dura, el asesino sonriĆ³ al darse cuenta del espĆ­ritu de lucha que AnĆ­bal poseĆ­a. SoltĆ³ el agarre de guillotina y agarrĆ³ a AnĆ­bal de la nuca, tirĆ³ de su cabeza hacia arriba, cerrĆ³ el otro puƱo y lo lanzĆ³, con la intenciĆ³n de golpearlo en la mandĆ­bula.


AnĆ­bal se estremeciĆ³, pero su capacidad de reflejo hizo el trabajo. Pudo moverse y esquivar el impacto, en respuesta moviĆ³ su propio puƱo y lo llevĆ³ a la mandĆ­bula de Emilio Acero.


Emilio gruĆ±Ć³, se agitĆ³ y moviĆ³ la cadera, confiado en que su peso y posiciĆ³n, le permitiera darse la vuelta, para quedar sentado a horcajadas sobre el pecho de AnĆ­bal.


El aspirante al Sindicato quedĆ³ bajo aquella masa de mĆŗsculos. Jadeante y frustrado, respirĆ³ pesadamente para concentrarse antes de usar la mano libre y golpear con fuerza las costillas de Emilio y luego su axila. Deseaba sacarlo de quicio y, mientras lo golpeaba en la axila, tensĆ³ el torso con fuerza, se retorciĆ³ y subiĆ³ las rodillas con fuerza hacia la espalda del asesino.


Cuando recibiĆ³ el impacto, Emilio se balanceĆ³ hacia delante y dejĆ³ caer su peso sobre el pecho. La espalda le dolĆ­a, pero pudo soportarlo. AbriĆ³ las piernas para mantener su posiciĆ³n y tratĆ³ de responder con un cabezazo en la nariz.


«Mierda» pensĆ³ AnĆ­bal, «este hombre es un monstruo, tiene algo para todo lo que hago». En un movimiento desesperado quiso golpear las bolas del asesino, pero Emilio tuvo un buen reflejo y se empujĆ³ hacia adelante, apoyando la ingle en la boca del estĆ³mago de AnĆ­bal. 


Emilio Acero sonriĆ³, girĆ³ sobre su pecho, transfiriendo el control del brazo izquierdo a sus piernas, envolviendo su brazo en las piernas. LiberĆ³ su brazo derecho. LevantĆ³ el codo y lo bajĆ³, buscando clavarlo justo en la cara de AnĆ­bal, el asesino tenĆ­a el pene duro.


Jadeando con fuerza, AnĆ­bal sintiĆ³ como atrapaban su brazo con las piernas e intentaban lo mismo con sus piernas. Emilio levantĆ³ el codo y AnĆ­bal usĆ³ los hombros para intentar apartar la cabeza. Al mismo tiempo usĆ³ el brazo derecho para utilizar un gancho de puƱetazo hacia arriba y en la cara.


Emilio utilizĆ³ su brazo izquierdo para defenderse con facilidad, y le agarrĆ³ la muƱeca derecha tras bloquear el puƱetazo. GruĆ±Ć³, subiĆ³ de nuevo el codo derecho, controlando el brazo izquierdo, agarrando la muƱeca de su brazo derecho y lo balanceĆ³ hacia la mandĆ­bula de AnĆ­bal, pero en lugar de golpear su mandĆ­bula, el codo golpeĆ³ su pĆ³mulo, haciĆ©ndole el mismo daƱo. Emilio lo observĆ³ mientras gritaba, haciendo que su pene se volviera mĆ”s duro, metiĆ³ el codo hacia abajo para un segundo golpe en la mandĆ­bula.


AnĆ­bal quedĆ³ totalmente aturdido, mirĆ³ fijamente a Emilio mientras su visiĆ³n se desvanecĆ­a.


Mientras Emilio levantaba el codo para un golpe final y noquearlo, apuntĆ³ a la mandĆ­bula y susurrĆ³: 


—Te has hecho sentir, orgulloso chico loco. 


Entonces CRACKKKKKKKKKKKKKk justo en el lado de la mandĆ­bula.


AnĆ­bal sintiĆ³ un destello blanco cuando el Ćŗltimo codazo impactĆ³ y luego todo se volviĆ³ negro al instante. Se desplomĆ³ sin conocimiento.


Emilio se levantĆ³ de encima de Ć©l, dĆ”ndose cuenta de lo cubierto de sudor que estaba. El aspirante habĆ­a dado hasta el Ćŗltimo gramo de resistencia que poseĆ­a. Se apoyĆ³ contra la pared y lo agarrĆ³ para que se sentara entre sus piernas, con la cabeza apoyada en su pecho sudoroso y fuerte. Le rodeĆ³ el cuello con los brazos, sus gruesos bĆ­ceps palpitaban con fuerza. Se agachĆ³ y susurrĆ³ al oĆ­do: 


Hora de despertarse. El combate ha terminado. Hora de despertar.


AnĆ­bal lentamente volviĆ³ en sĆ­. Se sentĆ­a netamente atontado y con el cuerpo dolorido por el esfuerzo. TenĆ­a la mejilla hinchada, la tocĆ³ con cautela. Poco a poco se dio cuenta de que no estaba apoyado contra una pared, sino contra Emilio. IntentĆ³ levantarse, pero las piernas no le obedecĆ­an. VolviĆ³ a apoyarse en Ć©l y respirĆ³. 


—Bueno, lo he intentado y supongo que he fracasado. Pero me irĆ© y me harĆ© mĆ”s fuerte, lo juro……….


Emilio le pasĆ³ la mano por debajo de la barbilla y le inclinĆ³ la cara para que lo mirara. Su polla palpitaba en su pantalĆ³n. Le excitaba mucho su espĆ­ritu luchador, su forma de lanzarse al combate al 110%. Lo callĆ³ tapĆ”ndole la boca y besĆ”ndolo profunda, larga y duramente con sus labios.


AnĆ­bal se estremeciĆ³, derritiĆ©ndose ante el asesino. De repente, su polla estaba viva y sĆ³lida como una barra de acero. Sus manos comenzaron a acariciar los muslos de Emilio, gruesos y poderosos y luego se moviĆ³ un poco para estar de lado con una mano en su pecho, sintiĆ©ndolo.


Emilio lo rodeĆ³ con el brazo. 


—No es lo que esperabas, ¿verdad? ¿De un famoso asesino y mercenario a sueldo? Emilio Acero no intenta satisfacer las expectativas de los demĆ”s. Solo las suyas. Me hiciste sentir orgulloso. Fuiste superado, pero luchaste con cada gramo de poder y habilidad que tenĆ­as. No tienes nada de quĆ© avergonzarte —se agachĆ³ y lo besĆ³ de nuevo, apretĆ”ndole contra su pecho con los brazos alrededor de su cuerpo.


La mano derecha de AnĆ­bal tocĆ³ los pectorales de Emilio, masajeandolos, acariciĆ”ndolos, jugĆ³ con los pezones, mientras la izquierda subiĆ³ por el muslo y lo recorriĆ³. RompiĆ³ el beso y lo mirĆ³ con una pregunta en los ojos.


Emilio afirmĆ³ con la cabeza, dĆ”ndole permiso para tocar su virilidad. FrotĆ³ sus manos arriba y abajo por la espalda de AnĆ­bal, sintiendo su poderosos mĆŗsculos, el calor que desprendĆ­a su cuerpo. Se apoyĆ³ contra la pared y lo invitĆ³ a explorar su cuerpo.


AnĆ­bal comenzĆ³ a lamer, oler y tocar cada parte de Emilio. EmpezĆ³ por el cuello, lo besĆ³, mientras sus manos recorrĆ­an de arriba abajo sus enormes brazos, palpando los bĆ­ceps, intentando apretarlos con los dedos. Luego bajĆ³ y lamiĆ³ sus axilas mientras las manos jugaban con los pezones y el pecho. Luego se dedicĆ³ a sus abdominales con la boca y finalmente tuvo sus manos alrededor del erecto bulto en el pantalĆ³n. Se estremeciĆ³ de anticipaciĆ³n.


Emilio gimiĆ³ de placer. TambiĆ©n agarrĆ³ la verga de AnĆ­bal guardada en su pantalĆ³n, sintiendo la rigidez en su mano. 


—Te ganas mi ternura mostrĆ”ndome tu agresividad.


Al escuchar eso, AnĆ­bal sonriĆ³. Sus manos desabrocharon lentamente la cremallera del pantalĆ³n, abrieron el botĆ³n y liberaron la polla asombrosamente dura que golpeĆ³ los abdominales y dejĆ³ un rastro de pre semen. El aspirante se inclinĆ³ hacia abajo y chupĆ³ el miembro rĆ­gido, llegando tan abajo como pudiera, lamiĆ³ por completo, chupando la carne masculina.


Emilio gimiĆ³ ante la experta atenciĆ³n, dĆ”ndose cuenta enseguida de que su habilidad como luchador no era su Ćŗnico don. GimiĆ³ de placer, sacudiĆ³ las caderas, realmente conmocionado por lo increĆ­ble que se sentĆ­a. LuchĆ³ por no descargar su semen antes de tiempo. Lo miro apoyando la mano en su nuca.


AnĆ­bal relajĆ³ la garganta y se dejĆ³ caer mĆ”s profundamente sobre Emilio, utilizando los mĆŗsculos de la garganta para masajear la cabeza de la polla.


—ARGHHHH… arghhhhh uhnnnnnn… —Emilio se agitĆ³ y se retorciĆ³, intentando contenerse, pero la combinaciĆ³n de la ferocidad como luchador y las habilidades para chupar su polla, se combinaron como una fuerza irresistible. GimiĆ³ profundamente antes de explotar en el clĆ­max, cuerda tras cuerda de su espesa y salada crema viril estallĆ³ en lo mĆ”s profundo de la garganta mientras todo su cuerpo se estremecĆ­a y temblaba.


AnĆ­bal tragĆ³ con todo su esfuerzo. Lo tragĆ³ todo y su propia polla dura como roca tambiĆ©n estaba a punto de brotar su leche. ContinuĆ³ chupando, haciendo temblar a Emilio.


Emilio lo hizo levantar para darle un beso, AnĆ­bal continuĆ³ uniendo los labios, mientras se acariciaba con la mano derecha, se tensĆ³ y todo su cuerpo se estremeciĆ³ al descargar una carga tras otra de semen sobre el pecho musculoso y los abdominales de Emilio. Mantuvieron el beso. Finalmente se abrazaron muy fuerte hasta quedar agotados ante la tranquilidad del oscuro almacĆ©n.


—Bienvenido a La CofradĆ­a —susurrĆ³ Emilio Acero.


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