—AsĆ que, quieres unirte a La CofradĆa —comentĆ³ Emilio Acero ante el escritorio—, para eso tienes que demostrarme lo fuerte que eres.
—HarĆ© lo que sea necesario y lo que pueda, seƱor —respondiĆ³ AnĆbal CarreƱo, un hombre rubio cuyo propĆ³sito desde meses atrĆ”s era unirse a la organizaciĆ³n criminal.
—Muy bien, no te la dejarĆ© tan fĆ”cil. Veo que te la has arreglado para seguirme hasta este almacĆ©n, eso demuestra que estĆ”s decidido. Pero, veamos cĆ³mo se mantiene tu determinaciĆ³n cuando te enfrentes a mĆ. Hombre a hombre. Uno a uno.
AnĆbal respirĆ³ hondo y afirmĆ³ con la cabeza. —Estoy aquĆ para unirme y HARĆ lo que tenga que hacer. Entonces, ¿cĆ³mo lo hacemos? —preguntĆ³ mientras el miedo se colaba un poco en su voz pero se mantuvo firme.
Emilio se levantĆ³ y lo observĆ³. Se quitĆ³ la camisa negra que abrazaba sus mĆŗsculos, revelando los gruesos pectorales, sus poderosos abdominales y los bĆceps duros como el hierro. Se quedĆ³ en pantalones negros y botas. Se puso en posiciĆ³n de combate. El almacĆ©n era grande, vacĆo, polvoriento, lleno de cajas y un pesado escritorio.
—Luchemos, chico. Y vemos quĆ© clase de hombre eres realmente.
Los ojos tristes de Anibal lo asimilaron todo. PensĆ³ «Maldita sea, este tipo es como su apellido, estĆ” hecho de acero». Se alejĆ³ del escritorio mientras se despojaba de la camiseta oscura y se quedĆ³ con el ajustado pantalĆ³n que revelaba piernas gruesas. TambiĆ©n adquiriĆ³ posiciĆ³n de combate, decidido a que tenĆa que darle duro. Se abalanzĆ³ sobre Emilio y lo golpeĆ³ con el hombro en su estĆ³mago de acero, le pasĆ³ los brazos por detrĆ”s de las piernas y tratĆ³ de levantarlo y tirarlo al suelo, al estilo rugby.
Emilio empujĆ³ su trasero hacia atrĆ”s, bajando su centro de gravedad, pero realmente AnĆbal era bastante fuerte, su gran tamaƱo y proporciĆ³n lo demostraba. Mientras luchaba por tumbarlo, Emilio dejĆ³ caer el brazo a su lado, y lo envolviĆ³ bajo la barbilla de AnĆbal, mientras su cabeza estaba metida en sus costillas, cogiĆ³ la otra mano, aplicando un apretado estrangulamiento de guillotina, tirando hacia arriba del antebrazo, clavĆ”ndolo en su garganta.
En un intento por ser liberado, AnĆbal golpeĆ³ con el puƱo la rĆ³tula de Emilio, el gran asesino afirmĆ³ con la cabeza, se dio cuenta de que el aspirante era innovador y no se echaba para atrĆ”s. SintiĆ³ que el dolor empezĆ³ a hacer que su rodilla se doblara. Sin embargo, no se rindiĆ³. Se lanzĆ³ hacia atrĆ”s, abriendo las piernas, cerrĆ”ndolas alrededor de las costillas de AnĆbal mientras aterrizaba en el suelo con su ancha espalda absorbiendo el impacto, manteniendo el agarre en la barbilla.
AnĆbal gruĆ±Ć³ al golpear el suelo y su cabeza vibrĆ³, se sintiĆ³ dolorido, pero se negĆ³ a rendirse. Era su Ćŗnica oportunidad de pertenecer a la CofradĆa. Al mismo tiempo la polla de Emilio se puso dura, el asesino sonriĆ³ al darse cuenta del espĆritu de lucha que AnĆbal poseĆa. SoltĆ³ el agarre de guillotina y agarrĆ³ a AnĆbal de la nuca, tirĆ³ de su cabeza hacia arriba, cerrĆ³ el otro puƱo y lo lanzĆ³, con la intenciĆ³n de golpearlo en la mandĆbula.
AnĆbal se estremeciĆ³, pero su capacidad de reflejo hizo el trabajo. Pudo moverse y esquivar el impacto, en respuesta moviĆ³ su propio puƱo y lo llevĆ³ a la mandĆbula de Emilio Acero.
Emilio gruĆ±Ć³, se agitĆ³ y moviĆ³ la cadera, confiado en que su peso y posiciĆ³n, le permitiera darse la vuelta, para quedar sentado a horcajadas sobre el pecho de AnĆbal.
El aspirante al Sindicato quedĆ³ bajo aquella masa de mĆŗsculos. Jadeante y frustrado, respirĆ³ pesadamente para concentrarse antes de usar la mano libre y golpear con fuerza las costillas de Emilio y luego su axila. Deseaba sacarlo de quicio y, mientras lo golpeaba en la axila, tensĆ³ el torso con fuerza, se retorciĆ³ y subiĆ³ las rodillas con fuerza hacia la espalda del asesino.
Cuando recibiĆ³ el impacto, Emilio se balanceĆ³ hacia delante y dejĆ³ caer su peso sobre el pecho. La espalda le dolĆa, pero pudo soportarlo. AbriĆ³ las piernas para mantener su posiciĆ³n y tratĆ³ de responder con un cabezazo en la nariz.
«Mierda» pensĆ³ AnĆbal, «este hombre es un monstruo, tiene algo para todo lo que hago». En un movimiento desesperado quiso golpear las bolas del asesino, pero Emilio tuvo un buen reflejo y se empujĆ³ hacia adelante, apoyando la ingle en la boca del estĆ³mago de AnĆbal.
Emilio Acero sonriĆ³, girĆ³ sobre su pecho, transfiriendo el control del brazo izquierdo a sus piernas, envolviendo su brazo en las piernas. LiberĆ³ su brazo derecho. LevantĆ³ el codo y lo bajĆ³, buscando clavarlo justo en la cara de AnĆbal, el asesino tenĆa el pene duro.
Jadeando con fuerza, AnĆbal sintiĆ³ como atrapaban su brazo con las piernas e intentaban lo mismo con sus piernas. Emilio levantĆ³ el codo y AnĆbal usĆ³ los hombros para intentar apartar la cabeza. Al mismo tiempo usĆ³ el brazo derecho para utilizar un gancho de puƱetazo hacia arriba y en la cara.
Emilio utilizĆ³ su brazo izquierdo para defenderse con facilidad, y le agarrĆ³ la muƱeca derecha tras bloquear el puƱetazo. GruĆ±Ć³, subiĆ³ de nuevo el codo derecho, controlando el brazo izquierdo, agarrando la muƱeca de su brazo derecho y lo balanceĆ³ hacia la mandĆbula de AnĆbal, pero en lugar de golpear su mandĆbula, el codo golpeĆ³ su pĆ³mulo, haciĆ©ndole el mismo daƱo. Emilio lo observĆ³ mientras gritaba, haciendo que su pene se volviera mĆ”s duro, metiĆ³ el codo hacia abajo para un segundo golpe en la mandĆbula.
AnĆbal quedĆ³ totalmente aturdido, mirĆ³ fijamente a Emilio mientras su visiĆ³n se desvanecĆa.
Mientras Emilio levantaba el codo para un golpe final y noquearlo, apuntĆ³ a la mandĆbula y susurrĆ³:
—Te has hecho sentir, orgulloso chico loco.
Entonces CRACKKKKKKKKKKKKKk justo en el lado de la mandĆbula.
AnĆbal sintiĆ³ un destello blanco cuando el Ćŗltimo codazo impactĆ³ y luego todo se volviĆ³ negro al instante. Se desplomĆ³ sin conocimiento.
Emilio se levantĆ³ de encima de Ć©l, dĆ”ndose cuenta de lo cubierto de sudor que estaba. El aspirante habĆa dado hasta el Ćŗltimo gramo de resistencia que poseĆa. Se apoyĆ³ contra la pared y lo agarrĆ³ para que se sentara entre sus piernas, con la cabeza apoyada en su pecho sudoroso y fuerte. Le rodeĆ³ el cuello con los brazos, sus gruesos bĆceps palpitaban con fuerza. Se agachĆ³ y susurrĆ³ al oĆdo:
—Hora de despertarse. El combate ha terminado. Hora de despertar.
AnĆbal lentamente volviĆ³ en sĆ. Se sentĆa netamente atontado y con el cuerpo dolorido por el esfuerzo. TenĆa la mejilla hinchada, la tocĆ³ con cautela. Poco a poco se dio cuenta de que no estaba apoyado contra una pared, sino contra Emilio. IntentĆ³ levantarse, pero las piernas no le obedecĆan. VolviĆ³ a apoyarse en Ć©l y respirĆ³.
—Bueno, lo he intentado y supongo que he fracasado. Pero me irĆ© y me harĆ© mĆ”s fuerte, lo juro……….
Emilio le pasĆ³ la mano por debajo de la barbilla y le inclinĆ³ la cara para que lo mirara. Su polla palpitaba en su pantalĆ³n. Le excitaba mucho su espĆritu luchador, su forma de lanzarse al combate al 110%. Lo callĆ³ tapĆ”ndole la boca y besĆ”ndolo profunda, larga y duramente con sus labios.
AnĆbal se estremeciĆ³, derritiĆ©ndose ante el asesino. De repente, su polla estaba viva y sĆ³lida como una barra de acero. Sus manos comenzaron a acariciar los muslos de Emilio, gruesos y poderosos y luego se moviĆ³ un poco para estar de lado con una mano en su pecho, sintiĆ©ndolo.
Emilio lo rodeĆ³ con el brazo.
—No es lo que esperabas, ¿verdad? ¿De un famoso asesino y mercenario a sueldo? Emilio Acero no intenta satisfacer las expectativas de los demĆ”s. Solo las suyas. Me hiciste sentir orgulloso. Fuiste superado, pero luchaste con cada gramo de poder y habilidad que tenĆas. No tienes nada de quĆ© avergonzarte —se agachĆ³ y lo besĆ³ de nuevo, apretĆ”ndole contra su pecho con los brazos alrededor de su cuerpo.
La mano derecha de AnĆbal tocĆ³ los pectorales de Emilio, masajeandolos, acariciĆ”ndolos, jugĆ³ con los pezones, mientras la izquierda subiĆ³ por el muslo y lo recorriĆ³. RompiĆ³ el beso y lo mirĆ³ con una pregunta en los ojos.
Emilio afirmĆ³ con la cabeza, dĆ”ndole permiso para tocar su virilidad. FrotĆ³ sus manos arriba y abajo por la espalda de AnĆbal, sintiendo su poderosos mĆŗsculos, el calor que desprendĆa su cuerpo. Se apoyĆ³ contra la pared y lo invitĆ³ a explorar su cuerpo.
AnĆbal comenzĆ³ a lamer, oler y tocar cada parte de Emilio. EmpezĆ³ por el cuello, lo besĆ³, mientras sus manos recorrĆan de arriba abajo sus enormes brazos, palpando los bĆceps, intentando apretarlos con los dedos. Luego bajĆ³ y lamiĆ³ sus axilas mientras las manos jugaban con los pezones y el pecho. Luego se dedicĆ³ a sus abdominales con la boca y finalmente tuvo sus manos alrededor del erecto bulto en el pantalĆ³n. Se estremeciĆ³ de anticipaciĆ³n.
Emilio gimiĆ³ de placer. TambiĆ©n agarrĆ³ la verga de AnĆbal guardada en su pantalĆ³n, sintiendo la rigidez en su mano.
—Te ganas mi ternura mostrĆ”ndome tu agresividad.
Al escuchar eso, AnĆbal sonriĆ³. Sus manos desabrocharon lentamente la cremallera del pantalĆ³n, abrieron el botĆ³n y liberaron la polla asombrosamente dura que golpeĆ³ los abdominales y dejĆ³ un rastro de pre semen. El aspirante se inclinĆ³ hacia abajo y chupĆ³ el miembro rĆgido, llegando tan abajo como pudiera, lamiĆ³ por completo, chupando la carne masculina.
Emilio gimiĆ³ ante la experta atenciĆ³n, dĆ”ndose cuenta enseguida de que su habilidad como luchador no era su Ćŗnico don. GimiĆ³ de placer, sacudiĆ³ las caderas, realmente conmocionado por lo increĆble que se sentĆa. LuchĆ³ por no descargar su semen antes de tiempo. Lo miro apoyando la mano en su nuca.
AnĆbal relajĆ³ la garganta y se dejĆ³ caer mĆ”s profundamente sobre Emilio, utilizando los mĆŗsculos de la garganta para masajear la cabeza de la polla.
—ARGHHHH… arghhhhh uhnnnnnn… —Emilio se agitĆ³ y se retorciĆ³, intentando contenerse, pero la combinaciĆ³n de la ferocidad como luchador y las habilidades para chupar su polla, se combinaron como una fuerza irresistible. GimiĆ³ profundamente antes de explotar en el clĆmax, cuerda tras cuerda de su espesa y salada crema viril estallĆ³ en lo mĆ”s profundo de la garganta mientras todo su cuerpo se estremecĆa y temblaba.
AnĆbal tragĆ³ con todo su esfuerzo. Lo tragĆ³ todo y su propia polla dura como roca tambiĆ©n estaba a punto de brotar su leche. ContinuĆ³ chupando, haciendo temblar a Emilio.
Emilio lo hizo levantar para darle un beso, AnĆbal continuĆ³ uniendo los labios, mientras se acariciaba con la mano derecha, se tensĆ³ y todo su cuerpo se estremeciĆ³ al descargar una carga tras otra de semen sobre el pecho musculoso y los abdominales de Emilio. Mantuvieron el beso. Finalmente se abrazaron muy fuerte hasta quedar agotados ante la tranquilidad del oscuro almacĆ©n.
—Bienvenido a La CofradĆa —susurrĆ³ Emilio Acero.
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