Franko 2 (1/5): El preso de Asdrubal - Las Bolas de Pablo

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10 oct 2018

Franko 2 (1/5): El preso de Asdrubal


CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Tiene relacion con Franko

   Franko Tavalas tenĆ­a la mirada perdida frente a una gris pared. Era el rey de Arkadia aunque habĆ­a sido secuestrado y destronado. Estaba cautivo en una celda del paĆ­s de Badia, naciĆ³n que quiso adueƱarse de su natal regiĆ³n y que por ahora lo estaba logrando.


   El ex rey no tenĆ­a ropa, llevaba un bĆ³xer color negro, la prisiĆ³n era calurosa, por  lo  que  suponĆ­a que estaba bajo  tierra, el sudor corrĆ­a por su pecho musculoso y su corto cabello rubio estaba mojado.



   EscuchĆ³ el ruido lejano de una puerta que se abre con el quitar de cadenas y su faz cambiĆ³ a una amargura total, se preparĆ³ para lo que viniera, ¿quĆ© serĆ­a? ¿Su ejecuciĆ³n en pĆŗblico? ¿Una humillaciĆ³n por ser rey capturado? En los libros de historia aparecĆ­an muchos y Ć©l engrosarĆ­a la lista.



   ¿CĆ³mo estarĆ­an de confundidos los arkadianos? ¿Rocco estarĆ­a ejecutando su bĆŗsqueda?



   Aparecieron los soldados de Badia, siempre tenĆ­an un uniforme azul con un casco que le tapaba medio rostro al cubrir sus ojos, eran tres.



   —¿QuĆ© quieren? —preguntĆ³ Franko pero no hubo respuesta.



   Abrieron la celda y uno lo sujetĆ³ del brazo haciĆ©ndolo caminar, un segundo hizo aparecer una espada gruesa y filosa.



   —¿A dĆ³nde me llevan? ¡Respeten al rey de Arkadia! ¡No tendrĆ” compasiĆ³n de ustedes!



   Lo llevaron hasta la salida de las solitarias celdas a un salĆ³n iluminado por luz artificial. AhĆ­ la mirada de Franko se encontrĆ³ por primera vez desde su captura con AsdrĆŗbal Cruise, el asesino rey de Badia y quien lo despojĆ³ de su libertad.



   AsdrĆŗbal era un hombre maduro y de mucha experiencia, se volviĆ³ hacia Ć©l y sonriĆ³. Su cuerpo era grueso y musculoso.



   El gran bulto en la entrepierna del rey indicaba que lucĆ­a genitales bastante impresionantes.



   —Ex rey —dijo con una sonrisa cĆ­nica—. Es la primera vez que nos vemos desde esa noche. ¿CĆ³mo la estĆ”s pasando en Badia? Yo espero que te sientas bien porque me voy a encargar de que la pases muy mal.



   AsdrĆŗbal se riĆ³.



   —Me encargarĆ© de matarte —jurĆ³ Franko.



   —¿Ah sĆ­? ¿Y por quĆ© no lo haces ahora?



   Franko intentĆ³ en vano zafarse de las manos que lo sujetaban aĆŗn sabiendo que tenĆ­a las de perder.



   En ese momento el puƱo de AsdrĆŗbal se estrellĆ³ contra el  paquete de Franko haciendo crujir sus testĆ­culos con un ruido sordo.



   Los ojos del arkadiano se agrandaron. Tuvo un poco de retraso antes de que el dolor se expandiera a todo el cuerpo y bajĆ³ la vista hacia su entrepierna mientras AsdrĆŗbal retiraba su puƱo.



   —AsĆ­ comienza tu larga estadĆ­a en Badia, Franko, serĆ”s mi juguete favorito hasta que me aburra de ti y te elimine.



   Franko gruĆ±Ć³. Desde su estĆ³mago, el dolor siguiĆ³ y prendiĆ³ fuego a cada fibra de su cuerpo. Su pecho se apretĆ³ y dejĆ³ escapar un gemido sibilante. Su garganta comenzĆ³ a doler. Sus ojos se llenaron de agua y sus oĆ­dos estaban sonando. QuerĆ­a doblarse para sobar su entrepierna pero tuvo que resignarse a gemir



   —Justo en las huevas —se riĆ³ AsdrĆŗbal con una mala sonrisa.



   Franko soltĆ³ un gruƱido que hizo reĆ­r a AsdrĆŗbal aĆŗn mĆ”s.



   TratĆ³ de consolar sus pelotas con sus manos, pero los guardias badianos lo tenĆ­an fuertemente agarrado.



   AsdrĆŗbal estallĆ³ en carcajadas.



   Franko dejĆ³ escapar un gemido y se enderezĆ³.



   —Te matarĆ©, maldito, te verĆ© rogando por tu vida —dijo.



   AsdrĆŗbal se echĆ³ a reĆ­r de nuevo.



   —Nunca dejarĆ”s tu arrogancia, Franko, te ves tan patĆ©tico.



   El arkadiano se enderezĆ³ flexionando sus mĆŗsculos en un valiente intento de parecer rudo mientras sus testĆ­culos enviaban seƱales de dolor a todo su cuerpo.



   Por un largo momento AsdrĆŗbal se quedĆ³ mirando la entrepierna del ex rey de Arkadia.



   Franko tragĆ³ saliva. Sus bolas colgaban muy vulnerables entre sus muslos, y su pene semiduro se balanceaba.



   Asdrubal se riĆ³ entre dientes y levantĆ³ el puƱo hacia atrĆ”s con sus ojos puestos en el objetivo.



   Las delicadas gĆ³nadas de Franko se pasmaron en su escroto, tratando de salirse del daƱo, pero no habĆ­a ningĆŗn lugar donde ir...



   El puƱo de AsdrĆŗbal conectĆ³ con un sonido resonante, aplanĆ³ las tiernas huevas y su polla.



   Los ojos de Franko se cerraron de golpe y su boca se abriĆ³ de par en par mientras aullaba como un lobo herido.



   AsdrĆŗbal se echĆ³ a reĆ­r antes de lanzar un segundo golpe a los inflamados testĆ­culos de Franko.



   Una vez mĆ”s, chocĆ³ perfectamente, provocando otro gemido angustiado cuando las bolas de Franko se estrellaron contra su cuerpo.



   —¿Y quĆ© decĆ­as hace un momento? ¿Que me ibas a matar? ¿Que las iba a pagar? —golpeĆ³ las bolas de Franko una vez mĆ”s tan fuerte como pudo, haciendo que temblara de dolor.



   AsdrĆŗbal lo estaba pasando muy bien encestando sus golpes, asegurĆ”ndose que las dos bolas de Franko se hinchaban rĆ”pidamente.



   —Es gracioso. Hace unos dĆ­as eras el rey de Arkadia y hoy eres mi juguete.



   El sudor corrĆ­a por el cuerpo desnudo de Franko, y su rostro estaba rojo como un tomate. mientras AsdrĆŗbal golpeaba sus pobres testĆ­culos con toda la fuerza que podia reunir, haciendo que rebotaran violentamente.



   DespuĆ©s de un rato, AsdrĆŗbal se detuvo y exhalĆ³ profundamente. Se secĆ³ el sudor de la frente con el antebrazo y sonriĆ³ a Franko.



   —Te dejarĆ© sin semillas, no quiero en el futuro sucios vĆ”stagos que quieran vengar el trono de Arkadia.



   La cara de Franko era una muestra de dolor. Sus bolas estaban rojas, hinchadas y cubiertas de hematomas negros y azules. DejĆ³ escapar un gemido miserable, haciendo que AsdrĆŗbal se riera a carcajadas.



   AsdrĆŗbal golpeĆ³ las bolas hinchadas de Franko. SonriĆ³ cuando el prisionero dejĆ³ escapar un gemido angustiado.



   El toque mĆ”s ligero enviaba ondas de dolor a todo su cuerpo.



   AsdrĆŗbal se aprovechĆ³ de eso golpeando duro sus bolas, provocando agudos chillidos.



   —Unos golpes mĆ”s y te darĆ© de comer sopa de huevos —dio a las bolas magulladas otro golpe directo que le clavĆ³ los testĆ­culos en el cuerpo.



   A pesar del dolor en sus bolas, la polla de Franko se habĆ­a puesto dura como roca y apuntaba hacia arriba en la ropa interior emanando presemen.



   AsdrĆŗbal se riĆ³ y apuntĆ³ un duro golpe a la cabeza del delgado pene de Franko, aplastĆ”ndola contra sus tensos abdominales.



   Franko gritĆ³ en agonĆ­a.



   —¿Crees que podemos convertir tus huevos en sopa? —AsdrĆŗbal le sonriĆ³ a Franko.



   Franko le devolviĆ³ la mirada, con el rostro contraĆ­do por el dolor.



   —Te matarĆ© —le susurrĆ³.



   AsdrĆŗbal soltĆ³ otra carcajada.



   —¡Hombre, eres Ćŗnico!



   Los ojos de Franko se agrandaron cuando sus bolas fueron el objetivo de una nueva andanada de golpes. AsdrĆŗbal no se contuvo golpeando los pobres testĆ­culos con uppercuts, golpes rectos y ganchos implacables que alternadamente golpearon su cojĆ³n izquierdo y derecho. Ambos Ć³rganos sensibles se hincharon a un tamaƱo considerable.



   Franko se balanceaba hacia adelante y atrĆ”s, gritando de dolor, su pene temblaba y palpitaba. Cada golpe extraĆ­a unas gotas de lĆ­quido preseminal que salpicaban su ropa interior.



   Sus bolas estaban demasiado pesadas e hinchadas para llegar hasta su cuerpo, por lo que su orgasmo sucediĆ³ sin previo aviso. Su polla estallĆ³ con un gran chorro de esperma que empapĆ³ la tela negra.



   AsdrĆŗbal se riĆ³ cuando el primer chorro fue seguido por un segundo y un tercero, haciendo que la polla de Franko pareciera un volcĆ”n en erupciĆ³n lanzando lava por todos lados. ContinuĆ³ golpeando las palpitantes bolas lanzando un golpe tras otro mĆ”s desgarrador mientras sus testĆ­culos descargaban su preciosa carga en mĆ”s de una docena de cremosos chorros.



   Franko estaba gritando como un alma en pena, con la boca bien abierta, los ojos cerrados, mientras su carga salĆ­a de sus bolas rojas e hinchadas.



   Golpe tras golpe conectaban con sus gĆ³nadas hasta que AsdrĆŗbal estaba absolutamente seguro de que estaban drenadas y vacĆ­as.



   Respirando pesadamente, AsdrĆŗbal dio un paso atrĆ”s y mirĆ³ a Franko que lloraba.



   —Pobre Frankito, ¿quieren que lo rescaten? Ja, ja, ja que pena terminar tu vida encerrado en un calabozo despuĆ©s de vivir como un rey —mirĆ³ hacia abajo a su propia entrepierna y se riĆ³. Su erecciĆ³n hizo un parche mojado que oscurecĆ­a su pantalĆ³n. EchĆ³ un vistazo a Franko y a los soldados que lo sostenĆ­an y sonriĆ³.



   Franko dejĆ³ escapar un gemido miserable.



   AsdrĆŗbal sonriĆ³ y golpeĆ³ el escroto con la palma de la mano, aplastando los cocos y haciendo que Franko gritara con la fuerza de sus pulmones.



   AsdrĆŗbal Cruise mirĆ³ a los soldados.



   —Ya me aburrĆ­ por hoy, llevenlo a la celda, no lo quiero ver mĆ”s.



   Ambos se llevaron al muchacho arrastrando por el suelo. Lo encerraron en una oscura celda donde se quedĆ³ acurrucado en el piso llorando, amasando sus bolas y oloroso a su semen.

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