CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Tiene relacion con Franko
Franko Tavalas tenĆa la mirada perdida frente a una gris pared. Era el rey de Arkadia aunque habĆa sido secuestrado y destronado. Estaba cautivo en una celda del paĆs de Badia, nación que quiso adueƱarse de su natal región y que por ahora lo estaba logrando.
El ex rey no tenĆa ropa, llevaba un bóxer color negro, la prisión era calurosa, por lo que suponĆa que estaba bajo tierra, el sudor corrĆa por su pecho musculoso y su corto cabello rubio estaba mojado.
Escuchó el ruido lejano de una puerta que se abre con el quitar de cadenas y su faz cambió a una amargura total, se preparó para lo que viniera, ¿quĆ© serĆa? ¿Su ejecución en pĆŗblico? ¿Una humillación por ser rey capturado? En los libros de historia aparecĆan muchos y Ć©l engrosarĆa la lista.
¿Cómo estarĆan de confundidos los arkadianos? ¿Rocco estarĆa ejecutando su bĆŗsqueda?
Aparecieron los soldados de Badia, siempre tenĆan un uniforme azul con un casco que le tapaba medio rostro al cubrir sus ojos, eran tres.
—¿QuĆ© quieren? —preguntó Franko pero no hubo respuesta.
Abrieron la celda y uno lo sujetó del brazo haciéndolo caminar, un segundo hizo aparecer una espada gruesa y filosa.
—¿A dónde me llevan? ¡Respeten al rey de Arkadia! ¡No tendrĆ” compasión de ustedes!
Lo llevaron hasta la salida de las solitarias celdas a un salón iluminado por luz artificial. Ahà la mirada de Franko se encontró por primera vez desde su captura con Asdrúbal Cruise, el asesino rey de Badia y quien lo despojó de su libertad.
Asdrúbal era un hombre maduro y de mucha experiencia, se volvió hacia él y sonrió. Su cuerpo era grueso y musculoso.
El gran bulto en la entrepierna del rey indicaba que lucĆa genitales bastante impresionantes.
—Ex rey —dijo con una sonrisa cĆnica—. Es la primera vez que nos vemos desde esa noche. ¿Cómo la estĆ”s pasando en Badia? Yo espero que te sientas bien porque me voy a encargar de que la pases muy mal.
Asdrúbal se rió.
—Me encargarĆ© de matarte —juró Franko.
—¿Ah sĆ? ¿Y por quĆ© no lo haces ahora?
Franko intentó en vano zafarse de las manos que lo sujetaban aĆŗn sabiendo que tenĆa las de perder.
En ese momento el puƱo de AsdrĆŗbal se estrelló contra el paquete de Franko haciendo crujir sus testĆculos con un ruido sordo.
Los ojos del arkadiano se agrandaron. Tuvo un poco de retraso antes de que el dolor se expandiera a todo el cuerpo y bajó la vista hacia su entrepierna mientras Asdrúbal retiraba su puño.
—AsĆ comienza tu larga estadĆa en Badia, Franko, serĆ”s mi juguete favorito hasta que me aburra de ti y te elimine.
Franko gruñó. Desde su estómago, el dolor siguió y prendió fuego a cada fibra de su cuerpo. Su pecho se apretó y dejó escapar un gemido sibilante. Su garganta comenzó a doler. Sus ojos se llenaron de agua y sus oĆdos estaban sonando. QuerĆa doblarse para sobar su entrepierna pero tuvo que resignarse a gemir
—Justo en las huevas —se rió AsdrĆŗbal con una mala sonrisa.
Franko soltó un gruƱido que hizo reĆr a AsdrĆŗbal aĆŗn mĆ”s.
Trató de consolar sus pelotas con sus manos, pero los guardias badianos lo tenĆan fuertemente agarrado.
Asdrúbal estalló en carcajadas.
Franko dejó escapar un gemido y se enderezó.
—Te matarĆ©, maldito, te verĆ© rogando por tu vida —dijo.
AsdrĆŗbal se echó a reĆr de nuevo.
—Nunca dejarĆ”s tu arrogancia, Franko, te ves tan patĆ©tico.
El arkadiano se enderezó flexionando sus mĆŗsculos en un valiente intento de parecer rudo mientras sus testĆculos enviaban seƱales de dolor a todo su cuerpo.
Por un largo momento Asdrúbal se quedó mirando la entrepierna del ex rey de Arkadia.
Franko tragó saliva. Sus bolas colgaban muy vulnerables entre sus muslos, y su pene semiduro se balanceaba.
Asdrubal se rió entre dientes y levantó el puño hacia atrÔs con sus ojos puestos en el objetivo.
Las delicadas gónadas de Franko se pasmaron en su escroto, tratando de salirse del daƱo, pero no habĆa ningĆŗn lugar donde ir...
El puño de Asdrúbal conectó con un sonido resonante, aplanó las tiernas huevas y su polla.
Los ojos de Franko se cerraron de golpe y su boca se abrió de par en par mientras aullaba como un lobo herido.
AsdrĆŗbal se echó a reĆr antes de lanzar un segundo golpe a los inflamados testĆculos de Franko.
Una vez mÔs, chocó perfectamente, provocando otro gemido angustiado cuando las bolas de Franko se estrellaron contra su cuerpo.
—¿Y quĆ© decĆas hace un momento? ¿Que me ibas a matar? ¿Que las iba a pagar? —golpeó las bolas de Franko una vez mĆ”s tan fuerte como pudo, haciendo que temblara de dolor.
Asdrúbal lo estaba pasando muy bien encestando sus golpes, asegurÔndose que las dos bolas de Franko se hinchaban rÔpidamente.
—Es gracioso. Hace unos dĆas eras el rey de Arkadia y hoy eres mi juguete.
El sudor corrĆa por el cuerpo desnudo de Franko, y su rostro estaba rojo como un tomate. mientras AsdrĆŗbal golpeaba sus pobres testĆculos con toda la fuerza que podia reunir, haciendo que rebotaran violentamente.
Después de un rato, Asdrúbal se detuvo y exhaló profundamente. Se secó el sudor de la frente con el antebrazo y sonrió a Franko.
—Te dejarĆ© sin semillas, no quiero en el futuro sucios vĆ”stagos que quieran vengar el trono de Arkadia.
La cara de Franko era una muestra de dolor. Sus bolas estaban rojas, hinchadas y cubiertas de hematomas negros y azules. Dejó escapar un gemido miserable, haciendo que Asdrúbal se riera a carcajadas.
Asdrúbal golpeó las bolas hinchadas de Franko. Sonrió cuando el prisionero dejó escapar un gemido angustiado.
El toque mƔs ligero enviaba ondas de dolor a todo su cuerpo.
Asdrúbal se aprovechó de eso golpeando duro sus bolas, provocando agudos chillidos.
—Unos golpes mĆ”s y te darĆ© de comer sopa de huevos —dio a las bolas magulladas otro golpe directo que le clavó los testĆculos en el cuerpo.
A pesar del dolor en sus bolas, la polla de Franko se habĆa puesto dura como roca y apuntaba hacia arriba en la ropa interior emanando presemen.
Asdrúbal se rió y apuntó un duro golpe a la cabeza del delgado pene de Franko, aplastÔndola contra sus tensos abdominales.
Franko gritó en agonĆa.
—¿Crees que podemos convertir tus huevos en sopa? —AsdrĆŗbal le sonrió a Franko.
Franko le devolvió la mirada, con el rostro contraĆdo por el dolor.
—Te matarĆ© —le susurró.
Asdrúbal soltó otra carcajada.
—¡Hombre, eres Ćŗnico!
Los ojos de Franko se agrandaron cuando sus bolas fueron el objetivo de una nueva andanada de golpes. AsdrĆŗbal no se contuvo golpeando los pobres testĆculos con uppercuts, golpes rectos y ganchos implacables que alternadamente golpearon su cojón izquierdo y derecho. Ambos órganos sensibles se hincharon a un tamaƱo considerable.
Franko se balanceaba hacia adelante y atrĆ”s, gritando de dolor, su pene temblaba y palpitaba. Cada golpe extraĆa unas gotas de lĆquido preseminal que salpicaban su ropa interior.
Sus bolas estaban demasiado pesadas e hinchadas para llegar hasta su cuerpo, por lo que su orgasmo sucedió sin previo aviso. Su polla estalló con un gran chorro de esperma que empapó la tela negra.
AsdrĆŗbal se rió cuando el primer chorro fue seguido por un segundo y un tercero, haciendo que la polla de Franko pareciera un volcĆ”n en erupción lanzando lava por todos lados. Continuó golpeando las palpitantes bolas lanzando un golpe tras otro mĆ”s desgarrador mientras sus testĆculos descargaban su preciosa carga en mĆ”s de una docena de cremosos chorros.
Franko estaba gritando como un alma en pena, con la boca bien abierta, los ojos cerrados, mientras su carga salĆa de sus bolas rojas e hinchadas.
Golpe tras golpe conectaban con sus gónadas hasta que AsdrĆŗbal estaba absolutamente seguro de que estaban drenadas y vacĆas.
Respirando pesadamente, Asdrúbal dio un paso atrÔs y miró a Franko que lloraba.
—Pobre Frankito, ¿quieren que lo rescaten? Ja, ja, ja que pena terminar tu vida encerrado en un calabozo despuĆ©s de vivir como un rey —miró hacia abajo a su propia entrepierna y se rió. Su erección hizo un parche mojado que oscurecĆa su pantalón. Echó un vistazo a Franko y a los soldados que lo sostenĆan y sonrió.
Franko dejó escapar un gemido miserable.
Asdrúbal sonrió y golpeó el escroto con la palma de la mano, aplastando los cocos y haciendo que Franko gritara con la fuerza de sus pulmones.
Asdrúbal Cruise miró a los soldados.
—Ya me aburrĆ por hoy, llevenlo a la celda, no lo quiero ver mĆ”s.
Ambos se llevaron al muchacho arrastrando por el suelo. Lo encerraron en una oscura celda donde se quedó acurrucado en el piso llorando, amasando sus bolas y oloroso a su semen.
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