Los huevos del pastel - Las Bolas de Pablo

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17 oct 2018

Los huevos del pastel

CONTIENE:
BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

   —Es una grandĆ­sima perra —murmurĆ³ Daniel lleno de odio. Desde la vitrina de su tienda miraba el local de la acera del frente. Era de su ex esposa que decidiĆ³ por motivos de venganza inaugurar una venta de pasteles y desde que iniciĆ³ con su negocio habĆ­a arrebatado la clientela de Daniel con estratĆ©gicas ofertas.


   Daniel tambiĆ©n tenĆ­a una venta de pasteles era un negocio familiar desde hacĆ­a dĆ©cadas y ahora se estaba yendo abajo por culpa de esa infeliz.



   —Esto no se va a quedar asĆ­ —decĆ­a el hombre con los puƱos crispados, en el dĆ­a sĆ³lo tuvo tres ventas mientras su ex habĆ­a tenido un dĆ­a agitado con buenos clientes.



   DecidiĆ³ cerrar su tienda de pasteles y cruzar hecho una furia la calzada.



   IngresĆ³ al local y fue cuando recibiĆ³ el impacto de la causa de su derrota, era una sala moderna donde las paredes resaltaban con dibujos de pasteles, habĆ­a mucho color y un agradable olor a torta reciĆ©n horneada. Sobre los mostradores se veĆ­an deliciosos y decorados bizcochos, nada que ver con la clĆ”sica pastelerĆ­a de Daniel, ademĆ”s de las ofertas y precios que tenĆ­a.



   Sin embargo el hombre llegĆ³ furioso y sus ojos se encontraron con los de aquella mujer que alguna vez fue su esposa.



   —¿QuĆ© quieres? —preguntĆ³ ella con altanerĆ­a—. Para ti tenemos un rico pastel con relleno de cianuro.



   —¡Es que no se puede caer mĆ”s bajo! —se quejĆ³ Daniel—. Quedarte en mi barrio e inaugurar una tienda de dulces en mi frente. EstĆŗpida perra.



   El hombre como loco comenzĆ³ a destruir la tienda pateando las vitrinas haciendo aƱicos los vidrios, destruyendo los pasteles estrellĆ”ndolos al suelo.



   —¡QuĆ© haces! —gritĆ³ Sonia saliendo de la caja, comenzando a desesperarse.



   —¡Largate de mi zona! Estos pasteles son mis ideas.



   Daniel continuaba euforico daƱando la tienda ahora lanzando las tortas contra las paredes, decidido a acabar con el local de su competencia pero fue interrumpido por un golpe duro y directo a las gĆ³nadas cortesĆ­a de Sonia.



   Daniel dejĆ³ escapar un grito y se dejĆ³ caer de rodillas, ahuecando sus dolorosas bolas, su rostro se contorsionĆ³ por el dolor.



   Sonia estallĆ³ de risa al verlo moverse de un lado a otro cuidando su virilidad.



   —Ouuuuccchhhh —gimiĆ³ Daniel haciendo una mueca de agonĆ­a.



   —Te lo mereces por estĆŗpido —la mujer se reĆ­a y se reĆ­a atormentando a Daniel—. Esto lo que hace es darme mĆ”s fuerzas con mi tienda.



   Desde su posiciĆ³n en el suelo, Daniel mirĆ³ a su ex antes de intentar levantarse lentamente pero resbalĆ³ con la crema de un pastel y cayĆ³ al suelo quejĆ”ndose y separando las piernas.



   Los ojos de Daniel se cruzaron cĆ³micamente cuando recibiĆ³ un puntapie en las bolas con el zapato de tazĆ³n de la mujer, aquello fue como si le hubieran destruido la virilidad.



   —¡Ahora vete de mi tienda o te irĆ” peor, desgraciado!



   Sonia dejĆ³ que Daniel se levantara con dificultad.



   Daniel hizo una mueca. Nunca se esperĆ³ una nueva arremetida de Sonia al darle una fortĆ­sima patada en la entrepierna.



   DejĆ³ escapar un gruƱido ronco y se doblĆ³, poniendo sus manos en sus muslos.



   —¡Desgraciado! Te lo mereces por venir a mi tienda y querer destruirla.



   Daniel gimiĆ³ de dolor y comenzĆ³ a saltar arriba y abajo, agarrando su entrepierna. PodĆ­a sentir sus cocos palpitando dentro de su pantalĆ³n, el dolor se irradiaba desde los tiernos testĆ­culos a todo su cuerpo.



   —DeberĆ­as ver tu cara —se riĆ³ Sonia—. ¿QuĆ© es eso? ¿Es una lĆ”grima saliendo de tu ojo?



   Se carcajeĆ³ de la risa.



   —EstĆŗpida perra. Me ecargarĆ© que cierres esta pocilga —Daniel se enderezĆ³ tratando de sacudirse el dolor.



   —¡Primero cierra tu tienda de mierda antes que la mĆ­a! —rugiĆ³ Sonia, con eso lanzĆ³ el pie hacia la entrepierna de Daniel con toda la fuerza que pudo reunir.



   Daniel dejĆ³ escapar un chillido agudo. RetrocediĆ³ unos pasos encorvĆ”ndose y frotando su entrepierna, haciendo una mueca de dolor pero con una expresiĆ³n de orgullo en su rostro.



   —Esto no se va a quedar asĆ­, perra.



   —¿Ah sĆ­?



   Sin bajar la guardia el hombre fue directo a la puerta de salida encorvado y agarrando su hombrĆ­a.



   —Esto no se va a quedar asĆ­ —susurrĆ³.



   La mujer estallĆ³ en una humillante risa:



   —SĆ­, vete, vete a llorar por tus huevitos que aquĆ­ la reina del pastel soy yo.



   Una nueva carcajada atormentĆ³ los oĆ­dos de Daniel hasta que saliĆ³ adolorido de esa miserable tienda.

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