CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Escoltado por un guardia de seguridad George era conducido a la celda de la mĆ”xima penitenciaria de seguridad donde fue condenado a estar en cautiverio por cinco aƱos por crĆmenes relacionados a hurto y extorsión. Su dinero no pudo salvarlo de las crueles garras de la justicia y por exharcebación del juez tenĆa que estar ahĆ, cautivo en la cĆ”rcel de mĆ”xima seguridad. A travĆ©s del pasillo se escuchaba el griterĆo de los otros presos celebrando la llegada de un nuevo recluso. George estaba convencido de que su infierno apenas comenzaba y tenĆa que aparentar ser fuerte y rudo.
Aparentar ser rudo iba a ser su principal desventaja cuando su atractivo de hombre rico mermaba en su apariencia. George era muy atractivo, su cabello era castaƱo claro, su cuerpo estaba muy bien desarrollado ya que claramente habĆa pasado gran parte de su tiempo libre en el gimnasio demostrado por sus elegantes y cincelados pectorales. MĆ”s abajo al caminar se observaba un prominente bulto en su uniforme de reo.
La Ćŗltima celda del pabellón estaba ocupada por un hombre, y un delincuente peligroso con historial de asesinatos en su expediente, George no observó su rostro ya que estaba tumbado en la cama leyendo un periódico. El policĆa abrió la celda y con su extrema ironĆa no dudó en lanzar con ponzoƱa:
āMe conduelo de tu pobre estadĆa aquĆ. AlĆ, ahora compartirĆ”s tu trono con un habitante de Lomas Lindas, que dicha la tuya, y para ti, 601 āse referĆa a Georgeā, disfruta tu nuevo hogar, mĆ”s pequeƱo que tu palacio en Lomas Lindas.
George no hizo comentario alguno se limitó a oĆr la carcajada del guardia y como Ć©ste cerraba la reja con su frĆo chirrido, seguido se alejo golpeando el garrote contra cada reja de los pasillos del penal.
George se quedó paralizado mirando a la nada, sabĆa que era culpable de cometer crĆmenes de cuello blanco pero no tenĆa que pagar condena ahĆ. Un miedo recorrió su columna vertebral cuando su compaƱero de celda desplegó las hojas del periódico dejĆ”ndolo a un lado para mirarlo desde la cama.
George echó un vistazo a ese hombre llamado AlĆ.
Su rostro acentuaba rasgos de peligro. AlĆ era un hombre con el cuerpo tatuado, y tez blanca. La mirada cargada de malicia advertĆa que no era bueno fiarse de Ć©l.
āAsĆ que me llegó mi reina ādijo saliendo de la camaā. Ya era hora de tener una dama en este pabellón y tu rostro de elegancia me dice que eres de las finas, de las elegantes y caras. ĀæPor quĆ© estĆ”s aquĆ, nena?
George no respondió se limitó a mirar al suelo.
āĀæQuĆ©? ĀæA parte de zorra eres muda tambiĆ©n? Ā”Te preguntĆ© quĆ© hiciste para estar aquĆ! ĀæDe quĆ© te acusan?
George continuó callando fulminando la poca paciencia de AlĆ.
El silencio del reciĆ©n llegado se desvaneció de repente cuando el preso lo golpeó con fuerza en la ingle. George jadeó cuando el dolor explotó en sus bolas y sus rodillas se unieron lentamente. Desafortunadamente, su instinto de autodefensa no se habĆa desarrollado en aquel momento y AlĆ rĆ”pidamente lanzó otro ataque brutal contra sus gónadas vulnerables. Otro golpe repugnante hizo eco a travĆ©s de la habitación cuando George se arrodilló en agonĆa.
AlĆ se rió y George gruñó abriendo la mandĆbula de par en par. Sus manos se aferraron a sus pelotas decidido a mantenerse de pie a pesar del dolor en sus testĆculos maltratados.
Se escabulló de nuevo en un rincón, gimiendo de dolor mientras acunaba sus maltrechas bolas.
Lamiendo sus labios, Alà se acercó al doblado George, masajeó su entrepierna observando con lujuria al dolorido hombre.
āTe voy a dar tu bienvenida, perra āle dijo abriendo la cremallera y bajando el pantalón, tenĆa un bulto enorme y obscenoā. Chupame la verga, puta, a partir de hoy eres mi puta si quieres seguir con vida.
Alà estimuló su parada verga, cerrando los ojos de placer.
āChĆŗpala te he ordenado y todo estarĆ” bien.
George tragó sorprendido y se arrodilló ante Alà con la mirada puesta en la abultada entrepierna. Puso una mano en la cadera sin despegar la mirada del contorno de la verga.
George volvió a tragar saliva. Dio un suspiro y cerró con fuerza el puƱo estrellando un golpe en las pelotas de AlĆ, sin previo aviso.
āĀ”Ugh! Ā”Mierda āAlĆ rugió de dolor y se dobló para agarrar sus testĆculos.
George se enderezó con cautela apartÔndose de él.
Alà gimió de dolor tambaleÔndose hacia atrÔs. Sin resistencia pronto se derrumbó sobre sus rodillas y comenzó a toser mientras agarraba sus dolorosas pelotas.
George se quedó ligeramente encorvado con ambas manos dentro de sus pantalones, apretando los dientes mientras reorganizaba cuidadosamente el contenido destrozado de su hombrĆa.
āVas a tener que buscarte otra puta porque yo no lo voy a hacer, mariquita.
āMaldito hijo de puta ādijo AlĆ enojado cuando finalmente se levantó dolorosamente.
George gruñó mientras continuaba acariciando su bulto. TenĆa un sentimiento encontrado con lo que estaba viviendo pero tenĆa que demostrar que no se podĆa dejar doblegar por AlĆ.
Se dirigieron miradas de odio y fue Alà quien reunió fuerzas y se abalanzó contra George.
El ex ladrón de cuello blanco cubrió su rostro olvidando cuidar sus gónadas.
AlĆ deslizó una mano furtiva en el interior del calzoncillo de George y agarró uno de sus testĆculos regordetes y sudorosos. Con una sonrisa cruel, clavó sus dedos en el suave y carnoso órgano haciendo que el hombre viril aullara de angustia. Los ojos de George casi se salieron de su órbita, su cuerpo se tensó y se sacudió como si hubiera tocado un cable de alta tensión.
George echó la cabeza hacia atrÔs y bramó como un minotauro moribundo. Cada músculo de su cuerpo se contrajo cuando el dolor explotó desde su gónada.
Alà lo soltó con una mirada despiadada.
George se desplomó lentamente en el suelo y se acurrucó apretÔndose la ingle con las manos. Gimiendo de dolor.
Alà se agachó ante el tumbado hombre y alzÔndolo de los cabellos lo obligó a ponerse de rodillas con la cara a la altura de su entrepierna.
āAhora si me la vas a mamar, perra.
Lo que nunca se esperó el asesino fue el nuevo puñetazo que George entregó a sus desprotegidas bolas.
Alà gruñó de dolor y se tambaleó apretando sus fauleados huevos. Respiró hondo varias veces y luego saltó para sacudirse el dolor. Su mirada despiadada se posó ante George por el momento lo iba a dejar descansar, le dolian las pelotas... pero cuando llegase la noche lo iba a matar.
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