SEXO HETEROSEXUAL
Jean miró alrededor del gimnasio, pasó la mano por su cabello castaño claro. Era un hombre guapo con cuerpo marcado por los músculos. Estaba sin camisa, con un par pantalones ajustados.
Era entrenador de gimnasio y se emocionó de encontrar a uns chica calentando antes del entrenamiento. Era de estatura alta y cabellera rubia. Volvió la cabeza cuando Jean entró a la sala tan temprano como todas las mañanas.
—Hola —se acercó a ella, sonriendo alegremente.
—Hola, soy Mónica —sonrió la rubia—. No te he visto por aquĆ. ¿Eres nuevo?
Jean rió con arrogancia.
—¿Nuevo yo? ¡Nunca! Soy casi dueƱo del gimnasio. La nueva debes ser tĆŗ, no te habĆa visto.
—Bueno, sĆ. Me inscribĆ hace poco —sonrió Mónica. Sus piernas eran fuertes y musculosas terminando en unas nalgas redondas y perfectamente curvas—. ¿Siempre estĆ” asĆ de vació? —preguntó con una sonrisa.
—Se pondrĆ” mĆ”s lleno hoy en la tarde. Pero tendremos el gimnasio bĆ”sicamente para nosotros durante otra media hora —aseguró Jean con los ojos fijos en los senos de Mónica por un poco de tiempo para que ella se diera cuenta.
La mujer sonrió dejando de calentar. Miró a Jean y lo catalogó como esos tipos seductores de baja categorĆa. Ćl la definió como una hermosa mujer para llevar a la cama y acariciar, y besarla en una corta salida.
—Pero es un gimnasio tranquilo —dijo Jean.
Mónica asintió mientras estiraba sus brazos y piernas.
Jean siguió su ejemplo, reflejando sus movimientos.
Sin mucho esfuerzo, Mónica inclinó la parte superior del cuerpo hacia adelante.
Jean se rascó la cabeza.
—Guau. Haces que se vea realmente fĆ”cil.
Mónica lo miró y se encogió de hombros. —Es solo cuestión de prĆ”ctica.
Jean se rió mientras observaba cómo ella se inclinaba al piso y su impresionante busto se aplastaba entre su cuerpo y el piso.
—Se ve doloroso.
Mónica levantó la ceja izquierda.
Jean la miró, con las manos en las caderas y una sonrisa descarada en la cara.
Mónica soltó una carcajada. —SĆ, bueno, no tan doloroso como esto —se rió antes de golpear el bulto de Jean con el dorso de la mano.
El paquete de Jean rebotó cómicamente, haciendo que Mónica se riera a carcajadas cuando Jean se dobló, tosiendo y gimiendo.
—Mierda —gruñó.
Mónica se rió —Ahora, eso es doloroso —sonrió—. Esto es fĆ”cil —le guiñó un ojo a Jean, que no pudo evitar reĆrse.
—¿Sabes? Has daƱado mi equipo, maltratado mi muƱeco. Ahora no podrĆ© pedirte que me abras las piernas, ¿eh? —le guiñó un ojo a Mónica—. Me gusta pedir a las chicas bonitas que abran las piernas para mi.
Mónica se echó a reĆr.
—Wow, no andas por las ramas.
—¿Por quĆ© andar por las ramas cuando quieres divertirte? —Jean le guiñó un ojo con expresión vivaracha.
Mónica se rió.
—Bueno, me gusta follar con extraƱos en los baƱos pĆŗblicos.
Jean levantó las cejas.
—QuĆ© es lo que...
Fue interrumpido por una patada juguetona a su vulnerable paquete.
El empeine de Mónica chocó con las bolas de Jean mÔs fuertes de lo que ella hubiese deseado, aplanando el bulto y metiendo los huevos en su cuerpo.
Jean dejó escapar un grito de sorpresa.
Mónica hizo una mueca de simpatĆa simulada. —Lo siento, no quise patearte tan duro.
Jean dejó escapar una tos.
—QuerĆa patearte asĆ —se rió levantando el pie entre los muslos abiertos de Jean y pateando sus pelotas una vez mĆ”s.
Jean dejó escapar un gemido que se mezclaba con la risa. Con las piernas abiertas, miró a Mónica con una mueca de dolor.
—¿PodrĆas dejar de patear mis cocos?
Mónica se rió entre dientes.
—Claro —puso las manos sobre los hombros de Jean y empujó con fuerza hacia abajo, haciendo que Jean se doblara completamente. La cara del semental quedó a nivel de la entrepierna de Mónica. PodĆa oler su sudor y lo caliente de su cuerpo.
Jean no resistió la tentación y pasó el dedo Ćndice por la vagina apretada de Mónica. Ella se sobresaltó y se apartó de Ć©l mientras Jean se enderezaba.
Mónica se echó a reĆr y tropezó hacia atrĆ”s, agarrando su entrepierna. —Sabes lo que acabas de hacer, ¿verdad? —sonrió, frotĆ”ndose los labios vaginales.
Jean levantó las cejas y la miró.
—Me diste una razón perfectamente buena para esto —Mónica se rió hasta levantar el pie entre las piernas abiertas de Jean, aplastando sus huevos con toda la fuerza que pudo reunir.
Hubo un fuerte doble golpe, primero el sonido del pie conectando con las bolas de Jean, luego el sonido de las bolas de Jean balanceƔndose hacia atrƔs y chocando en su cuerpo.
Los ojos del hombre se abrieron en shock y se cruzaron instantĆ”neamente mientras el dolor le recorrĆa el cuerpo.
Mónica retrocedió un paso, encogiĆ©ndose de simpatĆa y burlĆ”ndose del dolor de Jean. —Ooooooh, eso tiene que doler —arrulló.
Jean dejó escapar una tos seca, volcÔndose y acurrucÔndose en el suelo.
—Wow —Jean gruñó.
Mónica se echó a reĆr.
—Eso es lo que obtienes por extender las piernas para mĆ.
Jean se rió y su rostro se contrajo de dolor.
—Sólo querĆa palpar tu entrepierna divina —le dijo.
Mónica sonrió, se frotó la vagina y permitió que Jean pudiera ver bien el dibujo de sus labios vaginales. —Bueno, todavĆa puedes tenerla —sonrió, pasando su dedo Ćndice sobre el contorno de su vulva escondida dentro de su lycra.
Jean se rió antes de que una nueva oleada de dolor lo golpeara y lo hizo gemir.
Mónica miró su reloj. —EstĆ” bien, en cualquier momento el gimnasio se llenarĆ” y nuestra diversión morirĆ”. Creo que irĆ© a buscar unas cosas para que podamos comenzar a entrenar... —juguetonamente le dio una palmada en el culo a Jean—. Ya vuelvo.
Jean asintió, riéndose, y observó a Mónica salir de la habitación.
—¡Buen culo! —gritó con una sonrisa.
Sin darse la vuelta, Mónica golpeó su trasero y se echó a reĆr.
Jean se rió. Le gustaba la actitud juguetona de Mónica, y no le importaba jugar brusco antes de enterrarle le miembro.
Se frotó las bolas doloridas y se quedó de espalda al suelo, imaginando todas las posiciones de gimnasia que podĆa probar con Mónica.
Su polla se endureció dentro de sus leggings. Se ajustó la entrepierna. Sus testĆculos seguĆan doliendo como el infierno, pero el dolor se mezclaba con la emoción ante la perspectiva de una cita caliente con Mónica.
La mano de Jean se deslizó dentro de sus leggings y acarició sus bolas desnudas—. Joder —murmuró, haciendo una mueca al tocar.
...
En el vestuario, Mónica estaba revisando su bolsa, buscando las cosas que necesitaba no olvidó sacar una flor de orquĆdea. Se quedó mirĆ”ndola, ¿debĆa usarla? Al final no sabĆa la actitud de Jean... La organización era para castigar a hombres malvados y Jean resultaba atractivo.
«DespuĆ©s de todo se acercó a mĆ regalando su testosterona y ganas de follar».
Agarró por completo el bolso y salió con él de nuevo al gimnasio encontrÔndose con Jean de pie.
—Hola —dijo Ć©l de manera divertida.
Mónica no dijo nada y se le acercó, el hombre por protección se cubrió los testĆculos con las manos pero Mónica se le plantó al frente dĆ”ndole un beso en la boca. A tiempo que agarró el trasero de Jean con ambas manos y apretó, provocando un gemido del hombre.
—¿Quieres que te folle, eh? —susurró Jean, permaneciendo inclinado—. ¿Como compensación?
Mónica que puso los ojos en blanco.
Jean se el pantalón, revelando su blanca entrepierna.
Mónica se lamió los labios.
TenĆa una linda pija blanca coronada de pequeƱos vellos pĆŗbicos. Las pelotas le colgaban majestuosamente mientras su polla se endurecĆa de a poco.
Jean cerró los ojos y el pie de Mónica se estrelló contra sus gónadas con una fuerza atronadora. Aplastando los dos óganos blandos y enviando a Jean al suelo, gimiendo de sorpresa y dolor.
Mónica se rió. Se inclinó y golpeó el trasero de Jean con la palma de su mano.
Jean gimió.
—¿Te quedaste sin fuerzas, semental?
Mónica se rió y alcanzó entre los muslos de Jean, envolviendo sus dedos alrededor de la larga polla y acariciÔndola.
—¿Cómo estĆ”n tus huevos? —le preguntó suavemente.
—¿Aplastados? —Jean gimió. Rodó sobre su espalda.
—DĆ©jame besarlos —susurró Mónica, inclinĆ”ndose y chupando los testĆculos de Jean.
Jean dejó escapar un gemido.
Mónica levantó la vista, las bolas de Jean se deslizaron de su boca. El escroto quedó mojado de saliva.
—EstĆ” bien —Mónica le sonrió a Jean—. PodrĆa chuparte ahora mismo, luego podrĆamos comer, y mĆ”s tarde follar contigo hasta el amanecer.
La polla de Jean se contrajo.
—O —continuó Mónica—, vamos a cenar, te la chupo y luego follamos hasta el amanecer —le guiñó un ojo a Jean—¿Como va a ser?
Jean tragó saliva—. ¿Puedes chuparme la pinga mientras pienso en eso? —preguntó con voz ronca.
Mónica se rió y abofeteó juguetonamente las bolas de Jean.
Se echaron a reĆr.
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