EL DUELO.
CONTIENE BALLBUSTING M/M.
BASADO EN UN HECHO HISTĆRICO, AUNQUE CON CONSIDERABLES ALTERACIONES.
SEVILLA, 1880.
Hace ya 7 años que dejé atrÔs a mi Quito del alma, es ahora la tierra de Sevilla la que me acoge, es donde encontré el amor y dónde ganó lo que mis bolsillos llena; Mi nombre no lo diré, no es importante, pues sólo estoy aquà para contar una historia.
Os narraré los últimos acontecimientos relacionados con el muy popular conflicto entre Francisco Vivar y Leyva, IX conde de Montillo y su primo Enrique de Ordúz, IV conde de Villafranca.
Vivar y Leyva es un caballero de unos 42 aƱos, adinerado y polĆtico de cuna, aspirante nĆŗmero uno a la gobernanza de AndalucĆa, pero se ha ganado la enemistad de su primo, anteriormente muy unidos y ahora distanciados; El Conde de Villafranca de 40 aƱos, actualmente es director del diario El glorioso 68.
La causa de la enemistad nadie la sabe con certeza, algunos decĆan que fue la disputa por una mujer, otros creen que se trató de la muerte de un caballo que pertenecĆa a Vivar y que Enrique fue el causante de la partida del equinoā¦
El ArtĆculo.
En el diario de aquel 23 de septiembre, en el artĆculo titulado āA los seguidores de Vivar y Leyvaā Enrique de OrdĆŗz lanzaban injurias variadas contra el pretendiente a la gobernanza, del estilo de que le inspiraba un āHondo desprecioā por sus āMarrullerĆas polĆticaā. Finalizaba el escrito llamando al conde āAbotargado pastelero francĆ©sā.
Vivar y Leyva montó en cólera y furioso mandó a su primo una carta en la que decĆa lo siguiente: āMuy Sr. MĆo. Adjunto es un papel en el cual aparece su nombre. Espero que se sirva decirme si usted lo ha escrito y si estĆ” dispuesto a responder por Ć©lā, a lo que el destinatario respondió con otra misiva de este tenor: āMuy Sr. MĆo. El papel que me ha remitido y le devuelvo adjunto, estĆ” escrito por mĆ y por consiguiente respondo de Ć©l".
Vivar y Leyva regresó una vez mĆ”s el mensaje, diciendo: āAl injurioso y calumniador le invito a Labezaresā.
Deben saber que una invitación como esa se referĆa claramente a un duelo de pistolas, pues en Sevilla se daban aquellos desafĆos dentro de las instalaciones de la Escuela de Tiro de Labezares*
Y asà quedó acordado el duelo a pistolas.
Interviene el ayuntamiento.
Pero el ayuntamiento de Sevilla no duda en alterar el orden de la pedida de satisfacción. El alcalde Don Pedro Muñiz y Sosa reparte instrucciones claras. La muerte en duelo de un caballero hace 3 meses ha rebosado la paciencia del dirigente; Sin dudarle ha expedido una prohibición expresa de los duelos a muerte en el territorio de la municipalidad, acto copiado por los alcaldes vecinos.
Una multa de 15.000 pesetas, 2 meses de arresto y hasta la expulsión de la región son los castigos que se impondrÔn a los participantes de un duelo a muerte.
Boxeo.
El duelo con pistolas ya no se podrĆ” dar, pero el honor mancillado debe ser restaurado, asĆ que se barajan posibilidades, y del diputado Gonzales y Pesebre surge la idea de un duelo pugilĆstico. No es comĆŗn un enfrentamiento de boxeo entre nobles, son temas mĆ”s acordes a las islas britĆ”nicas, allĆ nació ese supuesto deporte, en el que las apuestas con libras y hasta chelines animan los combates. No tardan los involucrados en aceptar el arreglar sus diferencias con una pelea de boxeo.
El Duelo.
Pasadas las 10:30 de la maƱana acudo al sitio acordado, siendo un distinguido miembro de la comunidad atendĆ al llamado para ejercer como testigo a la disputa, en total en aquel llano en las afueras de la comunidad estarĆamos unas 30 personas en total.
Al conde de Montillo le acompaƱaban tres padrinos, los seƱores Carlos Ćlamos, Fernando de Córdova, y el coronel Augusto SolĆs; a su primo, Enrique le asistĆan los caballeros, Pedro Rubio, Ernesto SantamarĆa y Maiguel Ortiz.
Pronto los condes retiraron sus ropas, permaneciendo en pantalón fino y calzado, se ubicaron frente a frente acompaƱados de un solo padrino, cada uno ejercerĆa como Ć”rbitro de primera mano. SantamarĆa por Enrique y De Córdova por Francisco. Todo era acorde a las reglas del London Prize Ring rules *
(Si bien ahora estaban en desuso, pero se habĆa acordado que el duelo serĆa una pelea a puƱo limpio, por lo que se recurrió a las reglas anteriores que lo permitĆan).
Y se inició la pelea!
Cada contendiente se dispuso a dar sus mejores golpes para admiración de los presentes.
Personalmente opinaba junto a los caballeros a mi lado sobre el desempeño de cada púgil; Soy bueno en los pleitos a puños y en mi natal Quito no fueron pocos los enfrentamientos a puños, nada acordes a un caballero, pero si se estÔ en el mercado y se entra una riña los puños salen primero que una espada o una pistola, y nadie sale dañado mÔs allÔ de ojos amoratados o dientes faltantes.
Los boxeadores de este duelo conectaban toda clase de golpes en la humanidad de su oponente, se notaba el odio que se tenĆa.
El rostro, los costados, el vientre medio, todo era blanco de su rival, mientras el padrino por cada bando observaba atento el desempeƱo de su āpupiloā.
La deshonra.
Los golpes de Vivar y Leyva eran mÔs certeros, impactando en los costados y logrando encorvar del dolor a su primo el conde de Villafranca. Se notaba cómo Enrique estaba ya sin aire, sus golpes al rostro de Francisco eran débiles y casi ninguno alcanzaba a llegarle.
Vino un frontal de derecha que se estrelló en plena nariz de OrdĆŗz, Ć©ste se fue de espaldas y quedó con una rodilla en tierra, su padrino SantamarĆa pareció intervenir.
Francisco mantenĆa los puƱos cerrado y a la espera de que Enrique levantase la rodilla del suelo.
Las reglas expresaban:
Que ninguna persona debe golpear a su contrincante cuando estĆ” caĆdo, o tomado del muslo (ham), o cualquier parte debajo de la cintura. Un hombre de rodillas debe ser considerado caĆdo.
Pero el conde de Montillo se veĆa ansioso y lanzó un puƱetazo al rostro de Enrique, Ć©ste sacudió la cabeza con violencia. SantamarĆa se interpuso deteniendo al atacante, De Córdova tomó a su aliado de los hombros abrazĆ”ndole por detrĆ”s y haciĆ©ndole tranquilizar.
Francisco sacudió su cabeza y entró en razón, pero fue el conde de Villafranca quien ahora atacóā¦Desde el suelo hizo a un lado a su padrino y lanzó un duro puƱetazo a la ingle de su oponente.
āAAAHHH!!!āGritó el conde de Montillo, cuando sus testĆculos eran aplastados por el duro puƱetazo.
Pude ver su expresión de sorpresa y dolor en el rostro del conde.
Vivar y Leyva arrugó el rostro, y cómo su padrino le habĆa soltado, retrocedió unos pasos para finalmente caer con ambas rodillas al suelo.
Cómo hombre se lo muy doloroso que es un golpe en esa zona, por instinto llegué a cubrir mi propia entrepierna (y no fui el único de los testigos en hacerlo), lamentando la situación del conde.
Los pugilistas fueron separados y atendidos segĆŗn sus dolencias, de los dos claramente en peor condición se veĆa el conde de Montillo, quien mantenĆa las manos cubriendo sus partes pudendas.
Las consecuencias.
El desconcierto fue total en el escenario del duelo.
āTraición!āExpresó un testigo entrado en aƱos, por mi parte no pude evitar pensar lo mismo.
Los reclamos entre los testigos aumentaron y comenzaron los insultos entre los dos primos, el pĆŗblico se contagió y se dieron agresiones fĆsicas.
Era clara la división entre los testigos, unos defendĆan a un bando o al otro.
Tuve la precaución de mantenerme alejado de las muchas disputas que se dieron, aunque admito que mis puƱos apretados querĆan descargarse en el rostro de alguien, supongo que todos nos contagiamos del ambiente de agresión que habĆa en el aire.
Observé a un caballero conectar una combinación de golpes contra otro, justo antes de que alguien interviniera y le descargara un sólido puñetazo en la nariz dejÔndosela casi torcida.
Por otro lado un hombre sostenĆa a otro del cuello, hundiĆ©ndole las manos en el cuello, pero Ć©ste respondió con un puntapiĆ© entre las piernas del que le ahorcaba, arrancĆ”ndole un grito, el hombre vencido no pudo continuar el pleito, pues de los testĆculos se agarraba.
Tal vez el presenciar aquel acto de golpe bajo de un conde contra el otro, abrió la puerta para que se repitiese entre los comunes aquel terrible ataque.
El que pateó no disfrutó la victoria pues un cobarde desconocido le pagaba con la misma moneda pero a traición, una patada por detrĆ”s hacĆa quejar al hombre y derribarle de inmediato.
En otro conflicto una patada en la espalda baja dejaba a un hombre en el suelo, pidiendo un bastón.
Poco a poco se fue calmando el ambiente, mĆ”s cuando uno de los padrinos el Coronel Augusto SolĆs, conocido por su imparcialidad y reputación, expresó a viva voz:
āPor favor caballeros, somos hombres de dios y del rey, calmaos!
Los testigos y jueces deciden.
Tranquilizados los Ć”nimos se debĆa decidir quĆ© sucederĆa con el duelo. Claramente las reglas habĆan sido rotas, no sólo por el golpe bajo el cinturón dado por Enrique, sino por el ataque inicial de Francisco al estar su rival caĆdo.
La regla expresaba:
Que los golpes dados por debajo de la cintura, llĆ”mese cintura la lĆnea donde da inicio las caderas óseas, son prohibidos y sancionados.
Los dos padrinos que hacĆan de Ć”rbitros discutĆan sobre quĆ© hacer, pero no se ponĆan de acuerdo.
Atendiendo otra regla se decidió llamar a un tercer Ôrbitro de entre los testigos. La regla dice:
Los dos Umpires (Ɣrbitros) decidirƔn absolutamente todas las disputas que puedan surgir sobre la batalla; y si los dos Umpires no pueden ponerse de acuerdo, los referidos Umpires eligen a un tercero, quien debe resolver.
Y resultĆ© ser yo el escogido, un gran honor para mĆ.
Después de analizar el asunto y escuchar la opinión de los dos Ôrbitros, tomo una decisión:
Enrique conde de Villafranca debe dar un golpe en el rostro a Francisco conde de Montillo, como compensación por el golpe ilegal que recibió estando con la rodilla al suelo. En su defecto Vivar y Leyva puede darle un golpe en los genitales a Ordúz, siempre que sea con puño cerrado y no con otra parte del cuerpo.
Los padrinos y testigos parecieron considerar justa mi decisión. Enrique protestó, pero su padrino habló con Ć©l al oĆdo al parecer convenciĆ©ndole.
Restaurar el balance y final.
El puñetazo que Enrique conectó a la quijada de Francisco fue devastador, en mi opinión esperaba dejarlo en el suelo para que no pudiese su primo realizar su turno según mi decisión.
El conde de Montillo cayó por tierra, pero tras escupir sangre se incorporóā¦Me pareció ver una tenue sonrisa en su boca ensangrentada, seguramente ansiaba vengar sus sin duda aun dolidas partes pudendas.
Ahora era el turno de Francisco y todos en el sitio estĆ”bamos expectantes, podĆa el conde de Villafranca renunciar y evitar asĆ el golpe a sus testĆculos?
PodĆa, pero aquel hubiera significado una ofensa al honor, algo que le serĆa recordado por el resto de su vida.
Enrique permaneció inmóvil mientras Francisco se le colocaba en frente. El conde de Villafranca sudaba copiosamente, y vino el ataque de su primo!
El conde de Montillo tomó impulso, se inclinó un poco y proyectó su puño derecho contra la entrepierna de Enrique, la fuerza del impacto fue brutal y hasta se escuchó el choque de carne contra hueso.
Representación del impacto.
āAAAAAAAhhhhhh!!!!!!!!!!!!āLa boca de Enrique se abrió al mĆ”ximo, mientras la enorme mano de Francisco parecĆa hundirse dentro de aquella blanda zona.
Fue un alarido lo que salió de la boca de Enrique de OrdĆŗz, el conde cayó al suelo y se retorcĆa de un lado a otro, se agarraba sus dolidas partes, Francisco se mantenĆa con los puƱos en alto y a la espera de continuar el asunto.
Como se acordó, se le dio al conde de Villafranca tres minutos para reponerse del dolor testicular y volver a incorporarse. Pero pasados los 3 minutos Enrique no se pudo levantar. Su padrino SantamarĆa solicitó un minuto mĆ”s, y Francisco accedió a dĆ”rselo.
Por fin Enrique se pudo levantar, pero al primer paso trastabilló y cayó al suelo nuevamente sentado, aun se dolĆa de sus partes y no se pudo volver a parar.
Entonces la decisión fue unĆ”nime: El duelo pertenecĆa a Francisco Vivar y Leyva. A pesar de lo accidentado del enfrentamiento, se consideró un pleito justo y se dio por terminado el asunto.
Enrique por fin se puso en pie y firme, orientado por sus padrinos se acercó a su primo y le extendió la mano, despuĆ©s de todo ambos eran caballeros y debĆan ser ejemplo ante los testigos. La disputa se dio por saldadaā¦
ā¦O eso se creyó, pues un mes despuĆ©s volvieron los ataques polĆticos de Enrique para con el candidato a gobernanza; Aun no se decide le elección aunque el conde de Montillo es ampliamente favorito a quedarse con el cargo.
FIN.
***
DE OTRA HISTORIA MĆS PERSONALā¦
Aquella noche narrĆ© a Remedios, mi esposa, sobre los sucesos del duelo pugilĆstico, asĆ como mi acción como tercer Ć”rbitro. Nos encontrĆ”bamos ya en la habitación dispuestos a dormir.
Remedios se mostró muy interesaba en saber detalles.
āQue cobardĆa la del conde de Villafranca, āRemedios se veĆa alterada y sorprendidaāgolpear al seƱor Francisco en tales partes.
A su evidente enfado por el acto poco caballeroso le continuó un naciente interĆ©s en mi anatomĆa parte pudenda.
Remedios me tocó en dicha partes con una suavidad inusitada, se mostró preocupada por el bienestar de mis propias partes viriles. AsĆ mientras me agarraba los testes (asĆ los llamaba ella) con las manos, recitó una plegaria al cielo por mi bienestar y para que nunca fuese yo golpeado por algĆŗn cobarde allĆ.
Señor, te pido que protejas a mi marido de cualquier accidente, enfermedad, peligro o influencia maligna. Mantenlo a salvo. Escóndelo de la violencia y los planes de las personas malvadas.
Donde quiera que camine, asegura sus pasos. Mantenlo en tu camino para que sus pies no resbalen, Si su pie resbala, sostenlo por Tu misericordia. Dale la sabidurĆa y la discreción que lo ayudarĆ”n a caminar con seguridad y no caer en peligro.
Protege sus testes de cualquier enemigo, que estƩn protegidos siempre de odio y de la venganza.
Sé su fortaleza y escudo. Haz que él viva a la sombra de tus alas Sé su roca, salvación y defensa, para que no sea movido o sacudido, que nunca nada malo le suceda en los testes. Protégeselos!
A continuación tuve intimidad con Remedios de una forma maravillosa, ella constantemente acariciaba mis testĆculos, y con sus manos que realmente son muy suaves, pude ver el cielo. El masaje es algo que en adelante le pedirĆ© siempre.
Contar el duelo a mi mujer, me trajo beneficios inesperados.
FIN.
***
* NOTA 1: En esa Ć©poca era frecuente que los caballeros resolvieran cuestiones de honor en duelo. Desde ministros, diputados, militares, periodistas e incluso aristócratas. En Sevilla los duelos con la pistola se practicaban en el salón de tiro del CĆrculo Militar o en la Escuela Nacional de Tiro de Labezares (En honor a GUIDO DE LABEZARES, nacido en Sevilla en 1499 maestre de Campo, contador de la Armada y segundo gobernador de Filipinas).
* NOTA 2: Las London Prize Ring rules fueron las primeras reglas del boxeo "a puño limpio". Fueron escritas en 1743 por el campeón britÔnico Jack Broughton. Desde 1867 se impusieron las Reglas de Queensberry, que rigen al boxeo moderno con guantes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario