Catador de semen (1/7): La leche más fresca del establo - Las Bolas de Pablo

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9 ene 2022

Catador de semen (1/7): La leche más fresca del establo


 Lenin salió de la cama bostezando con toda la fuerza que su mandíbula podía disponer, se colocó las pantuflas y cubrió su ajustado calzoncillo con un pantalón corto que aún mostraba la generosidad de su carne viril. Con la camiseta puesta salió al aire libre en la pequeña cabaña que tenía alquilada en el soleado campo. Era un día nuevo y sentía el cuerpo molido, tal como si hubiera hecho mucho trabajo el día anterior, estaba tan dolorido que le costaba caminar.

 

El hombre alto de poblados cabellos negros y tez aceitunada ingresó a un cerrado establo. Caminó a través de varios bultos cubiertos por mantas que en la parte superior lucían diferentes nombres.

 

«Marcos»

 

«Israel»

 

«Simón»

 

«David Aceituno»

 

«Lucas Chacón»

 

El caminante se detuvo en uno en especial. Se lamió los labios deseoso de su primer alimento de la mañana.

 

«Pablo Chacón», era el nombre del gran bulto cubierto por una manta negra.

 

—Es la hora de mi desayuno —susurró con la boca hecha agua. Sujetó la manta y tiró con fuerza.

 

Ante él apareció un apuesto hombre rubio, de pie ante una especie de camilla, sujeto por correas a la altura de su cuello y la cintura baja, él es de estatura media y hermosos ojos de los cuales se desconoce su tono de color, entre azules o verdes. Pablo Chacón con el cuerpo semidesnudo le dirigió una sonrisa amigable a Lenin.

 

—Amanecí con el cuerpo hecho polvo. Nada mejor que comenzar la mañana con leche fresca y que me provee energía para combatir la modorra. ¿Te he dicho que tienes la mejor leche fresca del establo?

 

—Así es y toda, toda es para ti.

 

Lenín sonrió y pasó la palma de su mano por el fuerte pecho del rubio. Sus tetillas eran marrones y su abdomen duro y resistente. La mano fue bajando hasta llegar a la abultada entrepierna equipada con unos genitales de proporciones muy grandes que se perfilaban casi obscenamente en la diminuta tela. Su polla gorda y carnosa era impresionante, incluso en su estado flácido, y sus testículos se veían enormes, un tamaño premium heredado por generaciones entre los varones de su familia.

 

—¿Te he dicho también que tienes el mejor pene entre los Chacón Bosch? —preguntó deslizando su bóxers de color gris claro.

 

—Así es —afirmó Pablo—, mi polla es la combinación perfecta entre la larga vara de mi hermano mayor Israel y el grueso pollón de mi Simón.

 

Lenin
Lenin tenía la vista fija en los genitales de Pablo mientras masajeaba con su fuerte mano. Su mirada se perfilaba sádica y la boca deseosa. Su mano masajeó el grueso pedazo de carne que despertó en él una profunda emoción de alimentarse de la leche más fresca del rebaño.

 

—¿Y estas campanas? —interrogó con los ojos llenos de brillo sopesando los testículos del rubio con la yema de los dedos.

 

—Son la muestra de que soy un Chacón —le sonrió Pablo.

 

Lenin se mordió el labio y clavó un fuerte manotazo entre los muslos de Pablo, golpeando sus enormes testículos contra su cuerpo.

 

—¡Ay, mis bolas! —chilló Pablo, con el  rostro contraído de dolor, pero una sonrisa que se dibujó después indicó que le gustó.

 

—¿Tienes toda la leche fresca que necesito para empezar mi día? —quiso saber Lenín volviendo a golpear con la palma las enormes bolas de Pablo una y otra vez.

 

Pablo gritó y gruñó de agonía. Afirmó sin decir nada.

 

La mano de Lenín se apoderó de las jugosas gónadas que colgaban para él. Envolviéndose alrededor de ellas y comenzando a apretar.

 

—¡OOOooooh! —Pablo gimió sintiendo sus bolas ser aplastadas por el agarre enfermo de Lenín—, ¡Mis huevos!

 

—¡Quiero la mejor leche fresca que hay en el establo —afirmó Lenin con mirada de lujuria retorciendo el par de testículos, provocando todo tipo de ruidos dolorosos de su musculoso ejemplar—. ¡¿Qué estas esperando?! Derrama para mí todo lo que tienes.

 

Pablo echó la cabeza hacia atrás, resistiendo con un potente gruñido, en ese instante Lenín sostuvo un testículo en cada mano, y empezó a exprimirlos.

 

Pablo abrió los ojos como platos luego de sentir la presión en los pulgares ensañarse sobre sus grandes albóndigas, estaban siendo aplastadas brutalmente. Su pecho se movió arriba y abajo mientras las grandes gónadas se deformaban en cada mano de Lenín.

 

—¿No quieres darme leche, eh? —interrogó Lenín, ahora inclinándose para chupar los pezones de Pablo, abandonó su intento de apretarle los testículos y se entretuvo masturbando la monstruosa anaconda con ambas manos. Sus labios también recorrieron el cuello de Pablo.

 

Los gemidos de dolor y placer del rubio se hicieron cada vez más fuertes. Sus cojones comenzaron a elevarse.

 

Lenín sonrió emocionado, se arrodilló solo para lamer la robusta polla de Pablo. Lanzó un golpe fuerte a la bola derecha de Chacón que sufrió tras el choque. Luego se apoderó de las dos huevas y apretó con toda la fuerza que pudo reunir.

 

Eso fue todo lo que el extasiado Pablo pudo resistir. Arqueó la espalda, y con un gemido gutural, su polla soltó una carga abundante de leche que inundó la boca de Lenín, obligándolo a tragar como un becerro. El aficionado al semen se tragó gustoso su jugo de la mañana: cremoso y salado.

 

Pablo dejó escapar un suave gemido, mientras cañones de su semen eran degustados por Lenín.

 

Cuando el hombre velludo de cabellos negros se apartó de la polla de Pablo, la dejó completamente limpia y reluciente, se había tragado todos sus jugos sin desperdiciar una sola gota. Se quedó mirando con orgullo a Pablo, con su pulgar recogió algunos hilos de semen que se secaban en su barba y se los comió. Dictaminó:

 

—Es la mejor leche fresca de todo el rebaño. Con la cremosidad apropiada para comenzar el día y llenarse de energía y hacer las labores de 24 horas. Es de un salado al paladar bastante tolerable. 100% recomendable. Digna de compartir en una reunión de amigos. Abundante y espesa, se queda un rato en la garganta y baja lentamente dejando una rica sensación caliente a su paso.

 

Pablo se le quedó mirando mientras recuperaba el ritmo de la respiración.

 

—Ahora sí —concluyó Lenín dándole unos golpecitos en las bolas con la palma de la mano—, mi cuerpo empieza a sentirse dotado de fuerzas abandonando la modorra, puedo salir a trabajar sin ningún cansancio. ¡Gracias, semental!

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