Lenin culminaba una conversación telefónica con alguien de su grupo de amigos.
āSĆ, Erick āafirmaba con el SmartPhone en la orejaā, esta noche en punto de las ocho los espero en mi casaā¦ā¦ā¦ perfecto, estĆ” bien, amigo. Ā”Adiós!
El hombre pulsó la pantalla tĆ”ctil de su equipo y dobló la boca. Ā”Caramba! No recordaba que dĆas atrĆ”s habĆa planificado una cena con sus amigos. Y la fecha lo habĆa alcanzado.
āĀæY ahora quĆ© hago? āse preguntó. Se quedó mirando al vacĆo hasta que una idea se apoderó de su mente. Una sonrisa de satisfacción se marcó en su bocaā. Ā”Eso es!
A toda prisa y lleno de emoción cogió un frasco de cristal y salió de su bonita cabaña en dirección a la parte trasera del terreno llegando al establo. Silbando con emoción caminó a través de los costales cuyos nombres reconocidos identificaban a una persona. Se detuvo ante una manta negra identificada como: Simón Chacón.
LenĆn tomó la manta y la apartó con un brillo de felicidad en la mirada.
Simón Chacón apareció como su hermano Pablo, en la entrega anterior. Con el cuerpo semidesnudo, atado por unas correas al cuello, muñecas y tobillos. Descansaba de pie con la espalda ante una camilla.
āĀ”SĆ”came de aquĆ, maricón! āle dijo.
Lenin hizo caso omiso en su lugar miraba con deleite el fornido cuerpo del hombre de tez tostada y cabellos casi rubios. Estiró el brazo y metió la mano dentro de su ropa interior, adueƱƔndose de los dos inmensos testĆculos guardados en la ropa interior, que bien se sentĆa aquel colgante escroto.
āĀ”No me toques, maricón!
āĀ”CĆ”llate, idiota! ādijo Lenin sin perder su esencia de felicidadā. Esta noche tengo una reunión con mis amigos y tĆŗ vas a ayudarme.
āĀæQuĆ©?
āDe todos, tĆŗ eres el que mĆ”s jugo aporta. TĆŗ eres una autĆ©ntica vaca lechera, Simón. AsĆ que relĆ”jate y dame tus abundantes jugos.
āĀ”Ni lo intentes!
Los ojos de Simón se abrieron de terror cuando Lenin apretó sus pelotas con fuerza.
āĀ”AAAAAAaaaaaay! āgraznó Simón abriendo los ojos.
āĀ”Oh sĆ, estos preciosos estĆ”n a punto de rebosar! No sĆ© que tienes, pero tĆŗ das tanta leche que podrĆas alimentar a la población de China!
LenĆn sonrió y afirmó su agarre, aplastando la bolas de Simón con sus largos dedos.
El desventurado Simón Chacón gritó de dolor.
LenĆn torció la mano, haciendo que Simón dejara escapar un grito desesperado.
El velludo sonrió y lo soltó.
āAhora, levanta ese pene para mĆ. SĆ© que puedo degustar en este momento tu leche y queda de sobra para esta noche con mis amigos. Levanta tu verga para mĆ y piensa que soy Claudia.
Liberado de sus testĆculos, Simón gimió de dolor sintiendo sus grandes toronjas palpitar.
LenĆn se acercó a su oreja y susurró como si fuera un seductor.
āSolo imagina los finos labios de Claudia chupando como un helado esa bonita verga de la que eres dueƱo. Ā”Muy delicioso! Su lengua por todo el tronco y la cabecita.
LenĆn se apartó y observó a Simón mordiĆ©ndose el labio inferior con los ojos cerrados, en menos de lo que esperaba su grueso pene estaba erecto y preparado para la acción como un soldado de 1000 batallas.
āAsĆ me gusta, Chacón ālo felicitóā, grueso como una lata de cerveza.
LenĆn agarró la pretina del bóxers de Simón y tiró hacia abajo, exponiendo la exquisita intimidad del locutor Simón. Sus testĆculos colgantes como grotescas campanas estaban debajo de su polla.
LenĆn silbó emocionado.
āĀ”Mis amigos estarĆ”n felices con la cena de esta noche! Acercó su boca al grueso pene de Simón y comenzó a lamer con mucha dedicación. El experto catador de semen cerró los ojos degustando la gruesa barra de carne de Simón, mientras que el hermano de Pablo gemĆa con la cabeza hacia atrĆ”s.
El establo se llenó del eco de la boca de Lenin haciendo contacto con el fornido pene de Simón decorado con gruesas venas. Su cabeza rosa comenzaba a teñirse de rojo. Ni por un segundo dejó de sentir el estimulante contacto de la lengua y labios que la apretaban y mamaban.
Las mejillas de LenĆn estaban abarrotadas de la inmensa pitón que Simón; Chacón emitió un largo gemido.
LenĆn aferró sus manos a la cadera de Simón y le lamió el pene moviendo la cabeza rĆ”pidamente adelante y atrĆ”s.
Su pene atravesó mĆ”s allĆ” de la garganta y LenĆn casi se ahogó, tras toser volvió a dedicarse a lamer el precioso falo.
Simón echó la cabeza atrÔs, cerró los ojos y dio un respiro profundo.
āOh, oh, oh āera todo lo que pudo decir disfrutando de la mamada.
Los ojos de LenĆn tambiĆ©n estaban cerrados, dejando sus otros sentidos abiertos para disfrutar de la felación. Agarró las bolas de Simón y las amasó en su mano.
A continuación respondió apretando las bolas con fuerza, haciéndolo gemir y abandonar todos los apasionados pensamientos del excitado Simón.
El catador de semen se sacó la polla de la boca y sostuvo la jugosa huevera de Simón con su mano derecha, mientras su mano izquierda agarró la furiosa erección.
āMis huevos, Ā”suelta mis huevos!
LenĆn se mantuvo apretando las bolas de Simón.
Simón gritó de dolor. āĀ”Suelta mis huevos!
LenĆn dejó de masturbar la gruesa verga como una lata de cerveza y cerró el puƱo golpeando las bolas de Simón con mucha fuerza.
Simón gimió.
āĀ”Aaaay!
Un nuevo golpe le aporreó los testĆculos.
āĀ”Por favor!
Dos puñetazos se estrellaron en las joyas de Simón.
Simón gritó a viva voz. Su pene se crispó brotando lĆquido preseminal que se acumuló en la punta.
Lenin sonrió y amasó las regordetas pelotas de Simón en su mano.
āDĆ©jame āgritó Simón, reuniendo todas sus fuerzas para soportar el dolor, pero LenĆn acumulaba mĆ”s fuerza.
LenĆn aplastó y apretó las pesadas toronjas de Simón en sus manos, ignorando sus sĆŗplicas de piedad.
āTu polla se estĆ” moviendo āanunció alegremente y golpeó las bolas de Simón una vez mĆ”s.
Simón resistió y gimió.
āEstĆ”s cerca, necesito galones de leche para mi reunión āinformó LenĆn golpeando con el puƱo las ciruelas de Simón, aplanando los jugosos testĆculos y haciendo que gimiera y tosieraā. Date prisa, hombre, no tenemos todo el dĆa. Yo sĆ© que siempre tienes caudales de semen para repartir. Ā”Eres abundante eyaculando! āsus dedos volvieron a sujetar las bolas de Simón apretando una vez mĆ”s.
Simón lloró. Su furiosa erección palpitaba violentamente.
Lenin volvió a golpear los testĆculos de Simón.
Simón gritó de dolor.
LenĆn repitió el movimiento, aplanando los agonizantes testĆculos.
De repente, la polla de Simón Chacón se contrajo y muchos chorros de semen caliente y pegajoso volaron por el aire, LenĆn se apresuró a recogerlos con su tarro de cristal. Simón gritó de dolor mientras su abundante jugo blanco se derramaba por todos lados y LenĆn hacia todo lo posible en no desperdiciar las salpicaduras.
El pene no terminaba de disparar los litros de semen.
āNo se puede desperdiciar ārepetĆa Lenin recogiendo con su mano y haciĆ©ndole resbalar por el frasco que se llenaba a niveles sobre humanos. ParecĆa un desquiciado recogiendo el esperma de Simón.
Cuando estuvo repleto y parecĆa finalizar su misión, LenĆn observó el rostro de Simón, que estaba contorsionado de dolor. Su gran polla se habĆa desinflado y restos de esperma la hacĆan brillar.
Los ojos de LenĆn se enfocaron en los huevos de Simón, y con toda la fuerza los apretó con y tiró de ellos hacia abajo.
Simón gritó, sus ojos se abrieron, al mismo tiempo que nuevos chorros de leche salieron y LenĆn se dedicó a comer directamente de su polla.
LenĆn y Simón gimieron simultĆ”neamente, pero por diferentes razones: Simón del dolor en sus traumatizadas bolas y Lenin por placer de degustar aquel chorro tan espeso.
Cuando se apartó con la boca repleta, sonrió maliciosamente y golpeó otra vez las bolas de Simón.
Simón chilló mientras su polla continuaba disparando mÔs semen blanco y cremoso.
āMuy abundante, como ningĆŗn otro hombre āconcluĆa Lenin con mirada calificadoraā. Bastante caliente, fuerte al paladar, con potente olor y de intenso sabor a cloro. Es tanta que se puede alimentar a un numeroso grupo. La catalogo como 96% recomendable. Un espeso que causa una sensación jugetona en la lengua āsonrió y volvió a alimentarse del jugo de las bolas de Simón.
El suelo tambiĆ©n estaba completamente cubierto de semen. El frasco a rebosar, y todavĆa se escapaban mĆ”s salsa blanca de la polla de Chacón.
Después de unos minutos el monstruo de Simón dejó de escupir semen.
Lenin le guiñó un ojo y se marchó canturreando sintiéndose contento.
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