Donante´s (1/5): La voluntad de Elizabeth - Las Bolas de Pablo

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7 abr 2018

Donante´s (1/5): La voluntad de Elizabeth


CONTIENE:
-SEXO HETEROSEXUAL
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   El virus T657 había surgido en el mundo de forma misteriosa y de un momento a otro, todavía se estaba analizando la manera y foco de infección. Su cuadro clínico se caracterizaba por un dolor múscular en su primera etapa, seguido por una pérdida total de energía en el individuo, falta de apetito y deshidratación. La enfermedad conducía a la muerte y ya varias personas se habían sumando a su tasa de infección concluyendo con su vida. La novia de Hiram la tenía.


   Ella siempre fue una chica hermosa, morena y llena de vida que contrastaba radicalmente con la pálida figura cadavérica postrada en una cama.



   —Hiram, amor, quiero pedirte un favor —apenas musitó ella a través de sus resecos labios llevando la huesuda mano a la mejilla de su novio.



   —¿Qué quieres, cariño? —preguntó suavemente el muchacho, era de estatura alta, cabellos castaños y mirada llena de vida, era raro que no se hubiera contagiado ya que algunos científicos afirmaban que la enfermedad se podia dar persona a persona.



   —Quiero que me hagas el amor por última vez.



   —¿Qué dices? —se alarmó Iram—. Estás loquita, mi vida, no lo resistirías.



   —Hazlo igual voy a morir —hizo una pausa para retomar aire—. Yo sé que no me queda mucho tiempo de vida. Quiero que mis últimos momentos sean felices a tu lado. Hazlo, Hiram.



   —Amor, no quiero hacerte daño. Estás muy débil.



   —Hazlo, moriré igualmente y quiero que sea  contigo.



   Hiram se mojó los labios mientras afirmaba con la cabeza finalmente después de tanto tiempo tendría intimidad con su novia, él no lo quería hacer pues la veía tan frágil que temía hacerle daño. Se quitó la ropa rebelando un cuerpo esculpido, le plantó un beso en la boca a lo que ella sonrió tristemente.



   —Ayúdame —le pidió Elizabeth, sabía que esa noche iba a morir quería hacerlo en los brazos de Hiram.



   Él le quitó la blusa ella gimió suavemente por el dolor que le causaba aunque no quería que Hiram se asustase y rechazara la petición, su última petición.



   Hiram le miró los pezones ya no estaban duros como rocas pero igualmente los chupó. Su pene dentro del pantalón estaba duro y Elizabeth haciendo un gran esfuerzo lo acarició. Hiram deseaba ser en esa ocasión todo un novio romántico.



   Le quitó la ropa interior y la masturbó un poco. Notó su humedad. La chica sonrió y suavemente le pidió que le hiciera el amor.



   A pesar del susto Hiram estaba muy excitado y no podía detenerse. Parece que había olvidado el aspecto físico de Elizabeth que con la enfermedad secretamente le provocaba repulsión. Temblando se acomodó para penetrarla.



   Suavemente la tomó de los muslos separándolos con dulzura.



   Procedió a penetrarla. Elizabeth contuvo el aliento y seguido gimió dolorosamente.



   —Aaaahhhhh.



   Hiram se detuvo sin saber que hacer y Elizabeth le suplicó que continuara.



   Obedeció sin dudarlo. Dio un primer empujón y se quedó quieto dentro de ella, para que sintiera su pene o un dolor mortal. Luego reanudó un lento vaivén. Iba despacio, suavemente. Su pene entraba y salía y ella gemía sufriendo pero pidiendo que continuara.



   Hiram se mordió el labio inferior y siguió con el movimiento apenas perceptible.



   Elizabeth gimió y sintió un primer orgasmo sabía que moriría ahí.



   Hiram seguía entrando y saliendo de ella.



   Después de un rato él se agitó y eyaculó dentro de ella sintiendo sus borbotones de semen caliente. Elizabeth tuvo su segundo orgasmo.



   Hiram sacó su pene y con cuidado se tumbó junto a ella, recuperando la respiración.



   Elizabeth cerró los ojos jadeando.



   —¿Estás bien, amor?



   —…



   —¿Elizabeth?



   —… sí, estoy bien. Me estoy sintiendo calientita por dentro no tengo ese frío espantoso de muerte.



   —¿Sí? Me alegro  por ti. Déjame abrazarte para darte mas calor.



   Hiram se dio vuelta en la cama y la envolvió entre sus fuertes brazos.



   Ellos no pudieron darse cuenta ni tapar su desnudez cuando la puerta de la habitación se abrió dejando pasar al hermano de Elizabeth que se quedó pasmado mirando los cuerpos.



   —¿Qué es esto? —preguntó.



   Elizabeth abrió la boca sorprendida sin poder decir algo, Hiram se sentó en la cama cubriendo sus genitales.



   —¿Qué demonios es esto? ¿QUÉ LE HICISTE A MI HERMANA, DEGENERADO? ¡TE HAS APROVECHADO DE ELLA!



   —No, Luis, no, esto no es nada de lo que tú estás creyendo. No le he hecho nada malo a Elizabeth.



   —Eres un pervertido, pagarás por lo que le has hecho a mi hermana. ¡Abusando de ella!



   —No lo hice.



   —¡Déjalo, que no abusó de mi! —hubiera querido gritar Elizabeth cuando su hermano mayor agarraba a Hiram del cuello y lo sacaba de la cama. Ella no pudo emitir palabras.



   —Hombre, te dije que no hice na… —se excusaba Hiram cuando lo llevaron contra la pared y le empezaron a apretar el cuello.



   Luis el hermano de Elizabeth se sentía decepcionado de su cuñado lo consideraba un enfermo al tener relaciones en el estado de gravidez en el que ella se encontraba. Mientras apretaba su cuello trasladó la mano a la parte baja de Hiram. Agarrando sus testículos eran los más grandes que había visto y estaban duros al tacto. Hiram gimió cuando el apretón se hizo duro sobre sus joyas desnudas.



   A consecuencia la blanca y bonita polla de Hiram empezó a reaccionar levantándose como si tuviera vida propia.



   Luis apretó la mandíbula mientras apretaba su puño sobre el escroto de Hiram hundiendo los dedos en las sensibles gónadas. Hiram dejó escapar un grito ahogado, pero su polla se mantuvo dura como una roca.



   Luis dejó de apretar y, sin previo aviso, golpeó con el puño las bolas indefensas del joven.



   Hiram gritó y su polla se mantuvo firme como roca dejando filtrar líquido preseminal.



   Elizabeth quería gritar. Apenas algunas palabras salían de su boca como murmullos agónicos al menos el dolor corporal se hacía poco a cada segundo y en su interior se generaba fuego de vida.



   Hiram se sobresaltó cuando recibió un brutal rodillazo en las bolas. Sus enormes testículos se estaban volviendo rojos e hinchados a merced del castigo de Luis.



   —Suel… ta… me… no hice… na…



   Luis apuntó un nuevo rodillazo en los testículos de Hiram que lo hizo aullar.



   De repente una mano se situó en el hombro de Luis y ordenó con autoridad:



   —Suéltalo.



   Luis obedeció y dejó que Hiram resbalara por la pared hasta caer al suelo sentado agarrándose las pelotas. Luis se giró y quedó sorprendido después de tantos meses de estar en cama Elizabeth había logrado ponerse de pie y alzar el tono de voz.

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