CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Samuel iba a realizar sus prĆ”cticas profesionales en una finca propiedad de su tĆa materna. Era la actividad que le faltaba ejercer para culminar sus estudios universitarios en ingenierĆa agrĆ³noma. Su edad rondaba cerca de los 30 aƱos y su aspecto fĆsico era sumamente atractivo y varonĆl, era un Adonis latino. Sus piernas eran gruesas y fuertes, su rostro le daban aspecto inocente a pesar con lo diablillo que era en la cama.
Cuando llegĆ³ a la provincia de Santa Fe tuvo que esperar un rato hasta que lo llegaran a buscar para trasladarlo en jeep hasta la inmensa extensiĆ³n de tierras. Por unos instantes tuvo un monĆ³logo mental quejĆ”ndose de la gente impuntual. DemorĆ³ cerca de 15 minutos hasta ver que ahĆ se acercaba el vehiculo cuyas placas coincidĆan con las dadas por su tĆa.
—Samuel —saludĆ³ el hombre que conducĆa estrechĆ”ndole la mano—. Disculpa el restraso he estado ocupado en Miramontes. Soy Eloy.
—No te preocupes, Eloy —mintiĆ³ Samuel arqueando las cejas. AsĆ que este sujeto era el esposo varios aƱos menor que su tĆa. La madre de Samuel habĆa criticado mucho a Eloy sin conocerlo catalogandolo de vividor y cazafortuna.
¿Por quĆ© su tĆa de casi 60 aƱos se casarĆa con Eloy? ¿Por su juventud o complexiĆ³n fĆsica? Un hombre dotado de mĆŗsculos en sus bĆceps y torso, con un rostro que parecĆa ser esculpido por los dioses, y mirada penetrante. No llevaba camisa y tenĆa puesto un sombrero que lo hacĆa parecer un vaquero o tĆpico galĆ”n de telenovela grabada en la pampa.
—AquĆ hace mucho calor como te habrĆ”s dado cuenta —argumentĆ³ mientras conducĆa—. Espero que te puedas adaptar porque el clima contrasta mucho con el de Buenos Aires.
—SĆ, ya lo habĆa olvidado —corroborĆ³ Samuel—. TenĆa muchos aƱos sin estar en esta provincia pero como veo no ha cambiado mucho. ¿Vos sos de aquĆ?
—AsĆ es.
Durante el trayecto continuaron hablando de trivialidades. Samuel observĆ³ los cocodrilos retozando bajo el inclemente sol de la pampa, algunos se termoregulaban u otros practicaban el comensalismo con las garzas. Al ingresar al fundo Samuel saludĆ³ a su tĆa, una bella seƱora que en sus aƱos de juventud estuvo dotada de una belleza autentica. Sino hubiera sido por Eloy la tĆa Maite quizĆ”s hubiera muerto solterona y millonaria.
La tĆa Maite subiĆ³ con Samuel hasta la casa alta de la finca, lugar que servĆa de su domicilio junto a su esposo y donde habĆan habitaciones para las visitas y Samuel tendrĆa una destinada para Ć©l.
—Ya por hoy, mi lindo —decĆa su tĆa—, quiero que descanses. MaƱana serĆ” otro dĆa y explicarĆ© las funciones con las que nos ayudarĆ”s en tus prĆ”cticas profesionales que por lo que veo serĆ”n muy fĆ”ciles para vos. EstĆ”s hecho todo un hombre fuerte.
Samuel sonriĆ³ sonrosando su cara y en verdad el trabajo en la finca le serĆa muy fĆ”cil.
Y asĆ fue con el pasar de los dĆas Samuel se acostumbrĆ³ a las labores a desempeƱar en la hacienda se debĆan realizar anĆ”lisis del estado del suelo, la calidad de producciĆ³n de las frutas y los valores de su exportaciĆ³n. Samuel no lo tenĆa pavor al trabajo y tenĆa ayuda y recomendaciones de los trabajadores.
El clima laboral en Miramontes resultaba agradable y la jornada de Samuel se extendĆa desde la maƱana hasta la caĆda de la tarde. Por las noches ponĆa comunicaciĆ³n telefĆ³nica con su madre y despuĆ©s con su novia que se habĆa quedado en Buenos Aires extendiĆ©ndose la conversaciones hasta principio de la madrugada.
Una noche Samuel se estaba comunicando con su bella Luisa, era cerca de las 23:50 horas. No le tenĆa miedo a los muertos y espantos que decĆan salir en la pampa o que pedian ser llevados al cementerio en la carretera y por ello caminaba libremente por el campo con el celular pegado a la oreja. Cuando la conversaciĆ³n culminĆ³ tenĆa su pito duro producto de la caliente llamada telefĆ³nica que tuvo con su novia prĆ”cticamente una llamada de sexo telefĆ³nico asĆ que sentĆa las ganas de desquitarse con una soberana paja. DivisĆ³ el cuarto de las herramientas pues era la construcciĆ³n mĆ”s cercana a su paso. CorriĆ³ hacia ella con el pene que casi le rompĆa el pantalĆ³n.
IngresĆ³ al cuarto de herramientas y se echĆ³ sobre el heno, abriĆ©ndose la camisa y acariciando su duro abdomen, se pellizcĆ³ las tetillas y seguido se abriĆ³ la mosca del pantalĆ³n, sacĆ³ su larga, gruesa y cabezona polla, era muy hermosa y comenzĆ³ a masturbarse con una mano sobre esa larga vara de carne.
CerrĆ³ los ojos y jadeo pensando en los finos labios de Luisa. ¡Que exquisito resultaba todo!
SintiĆ³ que su cuerpo se relajaba a medida que el movimiento de su mano subĆa y bajaba por su polla. Sus ojos cerrados y jadeos demostraban su extasis. Hasta que algo ocurriĆ³…
EscuchĆ³ pasos que se aproximaban al cuarto. Alerta se despojĆ³ de su calma, ¿serĆan ladrones? Cuando la puerta se abriĆ³ Ć©l ya estaba escondido tras un pequeƱo muro sobre el heno.
—AquĆ estamos, prepĆ”rate —era la voz de Eloy.
—SĆ, seƱor —era la inconfundible voz de Eleazar, el capataz de la finca.
Pronto Samuel escuchĆ³ un gemido y otro. No resistiĆ³ la tentaciĆ³n y con sumo cuidado echĆ³ un vistazo sobre el muro.
AbriĆ³ la boca de sorpresa.
Eleazar estaba contra la pared con la camisa abierta y el torso al aire mientras Eloy lo ahorcaba con sus manos, seguido dejĆ³ de hacerlo para despuĆ©s morderle el cuello y bajar hasta su pecho.
Samuel estaba sorprendido, asĆ que el esposo de su tĆa la engaƱaba de ese modo tan bajo se dio la vuelta para quedarse agazapado contra el muro y cuando extendĆa una pierna su bota arrastrĆ³ una pala haciendo su tĆpico ruido.
Enseguida se hizo un misterioso silencio ya Samuel sabĆa que fue descubierto. Eloy fue el primero en ir hacia el escondite.
—¿QuĆ© mierda haces aquĆ? —lo insultĆ³.
—No, ¿quĆ© es lo que haces aquĆ? Pervertido. SĆ³lo espera que mi tĆa sepa lo que haces con Eleazar. Se llevara una decepciĆ³n. RazĆ³n tenĆa mi familia de dudar de ese matrimonio.
—¡Te equivocas!
—Por supuesto que no. Todos lo van a saber.
Eloy estaba pĆ”lido sin contar con Eleazar que estaba con los puƱos apretados. Samuel pasĆ³ en medio de ellos en direcciĆ³n a la puerta, estaba enojado.
Antes de que pudiera salir un par de brazos lo detuvieron y lo empujaron contra una pared como si su mĆŗsculoso cuerpo no pesara nada. Era Eleazar quien lo agarraba.
—Vos no vas a contarle nada a Maite. Antes primero voy a matarte, boludo.
La voz de Eloy sonaba furiosa. Las venas de su cuello estaban abultadas y su rostro estaba con puro odio.
Samuel intentĆ³ liberarse pero Ćleazar resultaba fuerte para sostenerlo. Fuerza producto de sus aƱos juveniles cargando cosas pesadas en el campo.
El corazĆ³n de Samuel palpitaba en pĆ”nico, pero su aspecto exterior no era mĆ”s que odio y arrogancia mientras luchaba contra Eleazar.
Eloy mirĆ³ a Samuel con una mezcla entre odio, rabia y hasta placer. PasĆ³ el dedo Ćndice desde su todavĆa pecho abierto por la camisa y lo bajĆ³ deteniĆ©ndose lentamente sobre el grueso bulto de Samuel.
Antes de que pudiera insultarlo. Eloy se aferrĆ³ a su hombro y enviĆ³ la rodilla contra su entrepierna.
—Hijo de puta —gritĆ³ Samuel.
Otro rodillazo.
—¡Mierda!
Y otro rodillazo.
Samuel luchĆ³ valientemente contra su captor, maldiciendo y gritando por ayuda mientras Eloy seguĆa torturandole las bolas. Las gĆ³nadas de Samuel eran golpeadas con fuerza entre la rodilla y su pelvis.
Eloy gruĆ±Ć³ en esfuerzo y sus ojos brillaron mientras arrasaba golpeando la entrepierna del guapo semental. De repente, Samuel, en horror absoluto, gritĆ³ desesperadamente.
—¡Eloy! No dirĆ© nada, lo siento por favor no dirĆ©... ¡ooooh!
Sus bolas rebotaban desesperadas queriendo mitigar la agonĆa de la lluvia de rodillazos. En este punto, Samuel ni siquiera estaba pronunciando palabras, solo balbuceaba desesperadamente mientras los hombres lo mantenĆan firmemente en su lugar.
Eloy echĆ³ la rodilla atrĆ”s, preparĆ”ndose para otro golpe cuando notĆ³ algo bastante inesperado. La polla de Samuel estaba comenzando a crecer dentro del pantalĆ³n.
¡Hubo un repetido rodillazo! Uno detras del otro.
Samuel gritĆ³ negando con la cabeza, implorando a Eloy que se detuviera. Por primera vez en su vida, Eloy se sintiĆ³ mal por Samuel, pero rĆ”pidamente decidiĆ³ que disfrutaba viendolo gritar demasiado para detenerse. A pesar del dolor en el fornido cuerpo de Samuel su gruesa polla se hizo mĆ”s grande creando un gran relieve en su bluejeans. Eloy hizo una pausa por su paliza y colocĆ³ el muslo sosteniendo la entrepierna del desdichado macho.
Eleazar se riĆ³ cuando Eloy lo mirĆ³ con una expresiĆ³n realmente maliciosa.
—TĆŗ vas a aprender a hacer todo lo que tu amo te ordene.
Samuel estaba sollozando, aterrorizado por lo que Eloy podĆa hacer con su pene.
—Si nos echas de cabeza puedo jurarte que mi venganza serĆ” implacable porque como enemigo soy mucho peor. Desde hoy soy tu amo y tĆŗ eres mi perro.
Samuel gritĆ³ en protesta cuando Eloy balanceĆ³ la rodilla y colisionĆ³ sus pelotas como si estuviera golpeando un clavo. Los ojos de Samuel se cruzaron, ya que el dolor tan intenso le habĆa atormentado el cerebro. Entonces sucediĆ³ de nuevo. Y otra vez.
Samuel quedĆ³ en silencio; querĆa gritar, pero su cerebro simplemente no podĆa procesar lo que le estaba sucediendo. En cambio, su hermoso rostro se contorsionaba en una expresiĆ³n de angustia con sus ojos goteando lĆ”grimas, tratando desesperadamente de hacer contacto visual con Eloy deseando hacer una conexiĆ³n cruda de ser humano a otro.
—Eloy… por favor no dirĆ©… por favor… detente…
—No me llames Eloy, aquĆ soy tu amo —respondiĆ³ el hombre con una bofetada.
Samuel estaba perdiendo el conocimiento cuando la rodilla seguĆa macerando sus bolas. Sin embargo, a pesar de todo, la polla de Samuel se mantuvo firme y filtrando lĆquido preseminal, estimulada por su constante rebote y por la agonĆa en sus bolas.
¡Dos rodillazos seguidos!
—Eloy, por fav…
—¡Que no me llames Eloy!
El hombre escupiĆ³ en la cara de Samuel mientras enviaba la rodilla entre sus muslos, Samuel respondiĆ³ con un gemido y una inyecciĆ³n de lĆquido preseminal que hizo una mancha hĆŗmeda en su pantalĆ³n.
—Oh... detente ... ¡oh!
Samuel abriĆ³ la boca y dejĆ³ escapar un profundo grito gutural mientras su jeans se mojaba de esperma. Eloy continuĆ³ afincando su rodilla mientras sus golpeadas bolas descargaban un chorro potente de leche caliente y espesa. Eloy hizo un gesto a Eleazar y este liberĆ³ a Samuel permitiendo que el voluminoso macho se deslizara al suelo, agarrando su entrepierna sollozando.
Eloy y el capataz miraron a Samuel mientras se agarraba sus maltratadas huevas, llorando y acurrucado en posiciĆ³n fetal.
—Espero que eso te haya enseƱado una lecciĆ³n, ¡maldito pedazo de mierda! —dijo Eloy mientras afincĆ³ el zapato sobre la cara de Samuel.
Samuel ni siquiera protestĆ³, estaba desesperado para que lo dejaran en paz.
Eloy hizo un movimiento de cabeza a Eleazar y salieron del cuarto.
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