Perros de hacienda (4/8): Reglas - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

11 jun 2018

Perros de hacienda (4/8): Reglas

CONTIENE:
-BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   —¿Me estĆ”s provocando? —interrogó Eloy cuando se metió en la piscina y pasó a un lado de Samuel.


   —Yo no quiero provocar a nadie y menos a un payaso como vos —susurró Samuel.



   Eloy siguió caminando hasta hundirse bajo el agua e irse nadando.



   Era un dĆ­a caluroso en la pampa y ademĆ”s resultada feriado en la región por lo que a los empleados de la hacienda se les otorgó el dĆ­a libre. La tĆ­a de Samuel habĆ­a resuelto pasar el dĆ­a en el sol de la alberca y lo invitó junto a su esposo.



   Durante el primer momento en el que la tĆ­a dormitaba en la tumbona y Samuel dedicó una mirada profunda a su tĆ­o polĆ­tico y dejó que sobre su robusto cuerpo se derramase el agua. Era una autentica provocación.



   En ambos se habĆ­a trazado una rara relación amor odio, aunque no tanto amor. Eloy era un hombre dominante al que le gustaba la humillación y Samuel habĆ­a resultado en Ć©l una autentica pieza para practicar sus instintos salvajes. Todo comenzó desde que Samuel descubrió las raras sesiones entre Ć©l y el capataz de la finca trayendo como resultado que Samuel de una manera u otra se incorporara de forma alejada a las sesiones.



   Aunque no eran seguidas, en la Ćŗltima ocasión, Eloy terminó violando a Samuel en su habitación bajo la mirada morbosa de Eleazar.



   Desde entonces Samuel guardó silencio pero se unió a los extraƱos gustos de Eloy, lo atraĆ­a con la mirada y lo distanciaba con su trato frĆ­o.



   Esa dĆ­a de piscinada fue el primer encuentro comunicacional que ambos tenĆ­an.



   Eloy descansaba del otro lado de la piscina y Samuel fue nadando hasta Ć©l.



   Salió de las profundidades y se colocó a su lado apoyando los brazos en el borde de la alberca.



   —TodavĆ­a me resulta extraƱo saber cómo mi tĆ­a estĆ” a tu lado —jadeó Samuel con voz baja—. ¿SerĆ” porque estĆ” muy vieja y en ti ve a un tipo joven que le puede brindar salud?



   Eloy apretó los labios y dirigió una mirada con el rabillo del ojo en dirección a su esposa que parecĆ­a seguir dormitando con sus gafas oscuras. Sin embargo Samuel continuó.



   —¿O ve en vos a un tipo amable? Contame, ¿cómo sos con ella en la intimidad? ¿La amarras tambiĆ©n? No lo creo, lo dudo mil veces. ¿Cómo crees que actuarĆ­a si sabe de tus encuentros con Eleazar?



   —CĆ”llate, infeliz.



   Samuel sonrió. En ese momento la mujer se estiraba despertando de su suave descanso.



   —¿A caso ella es feliz con tu pequeƱo pene? —rió Samuel—. Para ser un engreĆ­do vos careces de pene. No tome venganza contra ti despuĆ©s de esa noche porque dudo que me hayan penetrado con esa varita. TodavĆ­a quiero saber como una mujer como ella estĆ© a tu lado.



   —Sos un hijo de puta —dijo entre dientes Eloy.



   En ese momento la mujer hizo un comentario gracioso y se lanzó al agua.



   —Esta noche estarĆ© en el granero con Eleazar —se atrevió a decir Eloy antes de que la seƱora radiante de felicidad se uniera a ellos.



   Samuel y Eloy actuaron con naturalidad y en grado de amistad. El mĆ”s joven del trĆ­o se sintió sorprendido de las Ćŗltimas palabras de Eloy, ¿quĆ© era? ¿Una invitación o un reto? Sintió curiosidad. AdemĆ”s que su miembro se puso rĆ­gido al memorar aquellas palabras.



   Palabras que retumbaron en su cabeza durante todo el dĆ­a y es por ello que cuando se acercó la hora de la noche Samuel ya estaba vestido para acudir al granero, ¿que era aquello de Eloy? Una invitación o un castigo por burlarse del mediano o corto tamaƱo de su pene. ¿Por quĆ© Eloy se atrevió a invitarlo? ¿Se arriesgaba a que Samuel tambiĆ©n lo acusara con su tĆ­a?



   DespuĆ©s de todo el joven salió silencioso de su habitación. DirigiĆ©ndose con prisa al campo hasta llegar al granero.



   —¿QuĆ© hace Ć©l aquĆ­, seƱor? —fueron las palabras de Eleazar cuando lo vio llegar.



   —Vos no tenĆ©s permiso para hablar —dijo Eloy. DespuĆ©s esbozó una sonrisa a Samuel—. Bienvenido, tenĆ­a la duda si te atreverĆ­as a venir.



   —DebĆ­as suponer que era obvio que venĆ­a.



   —Primera regla —objetó Eloy—, al amo no se le tutea, y lo segundo simplemente se le obedece.



   Como si tuviera una fuerza magnetica extraƱa Samuel bajó la cabeza y llevó las manos tras la espalda diciendo:



   —SĆ­, seƱor.



   Eloy sonrió malĆ©volamente.



   —Y ahora —anunció—. Es momento que te pongas por ahĆ­ y observes…



   Como si toda su vida fuera un esclavo Samuel obedeció colocĆ”ndose apoyado contra la pared al ocupar un banco.



   —Ve esto, perro…



   Eloy con una sonrisa traviesa disparó la pierna entre los muslos de Eleazar, haciendo crujir sus vulnerables cojones contra la pelvis.



   Eloy se rió y comenzó a frotar su entrepierna contra la de Eleazar.



   Sin haberlo esperado el capataz de la finca recibió un rodillazo en las bolas tan certero que lo hizo gritar y caer.



   Gimiendo se colocó en posición fetal.



   Samuel se sintió excitado y frotó la mano sobre su abultado jeans.



   —¡No te toques! —le ordenó con voz fuerte Eloy.



   Samuel le obedeció.



   Un gemido de Eleazar hizo volver a centrar sobre Ć©l la atención.



   Eloy se inclinó sobre Ć©l alzĆ”ndolo de los tobillos y separandolos para pisotearle las bolas. 

   Escuchó los gritos prolongados del semental lleno de dolor a medida que le aplastaba las pelotas.



   Cuando terminó, Eleazar quedó echo un despojo humano adolorido por los huevos. Eloy lo miró y sonrió.



   —Sos un inĆŗtil —argumentó—. Ahora vos —se dirigió a Samuel—. VenĆ­ y sacame la leche con tu boca —Samuel se quedó un rato sin moverse—. ¿QuerĆ©s que lo repita otra vez, pelotudo? VenĆ­ y mamalo.



   —SĆ­, seƱor —afirmó de una vez por todas Samuel y caminando con la mirada gacha se arrodilló ante Eloy para extraerle el pene del pantalón y aplicarle la mejor felación de su vida sin quejarse.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages