Marcos Chacón terminaba de ver el partido Francia-Perú del mundial de fútbol, estaba sentado en la sala de estar de su casa ante el televisor. Vestía una camisa un pantalón marrón y como siempre sus piernas estaban separadas ostentando el gran bulto en su ropa que siempre acentuaba el poderoso tamaño de sus testículos que resultaban blancos fáciles para ataques despiadados.
Era fanático del fútbol pero resultaba este mundial poco atractivo por el porque sus grandes y favoritos equipos no asistirían como Italia, Holanda o Chile. Por suerte su sobrino Lucas estaba jugando en Rusia con la selección nacional y hasta el momento había hecho una jugada espectacular.
Pero a esa hora del mediodía sus pensamientos no estaban puestos en Lucas, o el pesimo sistema de var y mucho menos en que Shakira no realizó ninguna canción, su mente estaba en su todavía esposa… y de la que no se quería divorciar a pesar de haber iniciado los trámites.
Si bien en una ocasión la señora Yenny ingresó a la habitación de su esposo mientras dormía dispuesta a cortarle los testículos, este se vio salvado por su hijo Pablo cuando tocaba la puerta en el preciso instante en el que la filosa tijera se posaba en su escroto.
Aquel día Yenny y él se miraron a los ojos a pesar de la poca luz que llegaba a la habitación, Marcos de manera temblorosa indicó a su hijo que todo estaba bien y que podía retirarse.
Viendo sus planes frustrados la señora Yenny retiró la tijera y se echó a llorar arrepentida de lo que pudo haber hecho y de la cruel manera en la que sus hijos se enteraron que la relación estaba muerta.
Desde entonces no habían vuelto a intercambiar palabras, ambos dormían en habitaciones separadas y ella había indicado que al firmar el divorcio se iría de casa.
Marcos todavía la amaba y estaba seguro que ella a él también.
«Puede ser mi última oportunidad —pensaba Marcos Chacón apagando el televisor—, voy a arriesgarme. Si me rechaza es porque ya no hay nada que hacer… tengo tiempo de sobra».
Abandonó su asiento y se quitó la camisa, su musculoso pecho salió al aire, se mantenía cuidado con el paso de los años.
Prácticamente con el pene erecto Marcos subió a la habitación que usaba la señora Yenny, era la matrimonial, de manera suave tocó la puerta.
—¿Quien? —se oyó desde adentro.
—Soy yo, Yenny, ¿puedo entrar?
—Estoy ocupada, vete.
—De igual manera entraré.
Marcos Chacón abrió la puerta y encontró a su esposa maquillándose ante el espejo.
—¿Vas a salir?
—No es tu problema, aunque sí, con Gustavo.
—Gustavo es un idiota que solo se aprovecha de ti para estar mejor en la universidad.
—¿Y qué puedes decir tú? Buscas niñas que pueden ser tus hijas para que les des dinero.
—Ay, ya, Yenny. Sé que la cagué y horrible pero sólo fue una vez. Tú te has extralimitado con el Gustavo puto aquel.
Yenny lo miró con la punta del ojo, desde el bulto en la entrepierna, subió por su rico abdomen y lo miró a la cara. Que rico todavía le resultaba Marcos.
—¿Estás celoso?
—Celoso no, furioso con ese idiota y por lo extrema que quisiste llevar esta venganza que se nos fue de las manos. Yo te amo todavía, quiero que lo intentemos.
—Ya es muy tarde —declaró Yenny centrando su atención en el rímel para utilizarlo.
—Yenny —suplicó Marcos Chacón gesticulando una expresión de piedad.
La mujer se quedó pensativa cerrando la mascara para pestañas, en ese momento su celular comenzó a sonar con una llamada, era Gustavo, en aquel instante ambos se quedaron mirando la pantalla sin saber qué hacer. Fue Marcos quien tomó la iniciativa agarrando el celular y echándose sobre la cama contestando la llamada.
—¿Qué quieres, imbécil? —saludó riendo.
—¡Marcos! —chilló su mujer acercándose a la cama.
—Sí soy yo, cretino, y en este momento estoy en la habitación con mi esposa. Así que si te queda un poco de dignidad por favor ya no sigas causando vergüenza y deja de molestarnos a ambos.
—¡Marcos! —repitió Yenny.
—No, ella no quiere hablar contigo, ¿a caso no me entiendes? Está conmigo, weón, deja de molesyar, payaso. Me das pena.
Acto seguido Marcos finalizó la llamada y arrojó el celular que cayó con fuerza en el suelo. Se echó a reír.
—Pero ¿qué te pasa, idiota?
Su mujer seguía reclamándole y él se reía en la cama abriéndose de piernas, tenía una fuerte erección y su esposa desaprovechó la oportunidad de golpearlo en la entrepierna, quizás estaba confundida sin saber como actuar.
—Otro día te compraré un nuevo celular y con otra linea para que ese imbécil no moleste.
—EL IMBÉCIL ERES TÚ —estalló la señora Yenny.
Y Marcos dispuesto a jugarse su última carta y considerándose vencedor se levantó de la cama, envolvió a su esposa entre los brazos y se dejó caer sobre ella en la cama.
—¿Estás seguras que odias a este imbécil?
Ellos se quedaron mirando a los ojos.
—Dime, Yenny.
—Vete con tu putica.
—A esa lerda no la vi más. ¡Joder! Dale vuelta a la hoja como yo estoy dispuesto a hacerlo con Gustavo, solos tú y yo como siempre, Yenny. No me quiero separar de ti.
Yenny tragó saliva mirando a su esposo entre sus piernas sentía el puto duro de Marcos y eso la enloqueció de excite.
Los labios de la mujer fueron directos a los de Marcos. Y los del hombre tocaron un seno. Después la apretó fuerte para que lo sintiera por completo, desde su erección hasta su calor.
La mujer se las arregló para deshacerse del cinturón en el pantalón del marido. Deseando ser atravesada por él lo más pronto posible y después de tanto tiempo.
Marcos la desnudó sin más preambulos. Liberó sus tetas del sujetador y se emocionó de tenerla completamente desnuda delante de él, lindísima, comestible. Para darle sexo hasta por lo menos la llegada de su hija casi al anochecer. Marcos se quitó el pantalón y le mostró la polla, Yenny se rió y él colocó directamente su polla entre sus piernas, la sujetó del hombro y la penetró hasta el fondo. La mujer se sentía caliente y húmeda, su respiración se aceleraba demostrando así sus ganas de que la follase ahí mismo.
Yenny recostó al marido sobre la cama y se lanzó sobre su polla. La metió en su boca comiéndola con fuerza, como si no quedase nada más en el mundo que saborearla. Marcos sintió su pene crecer pegado a su paladar.
Dejando de deglutir se sentó sobre la polla erecta de Marcos penetrandola otra vez.
Sentada sobre ella, era Yenny quien controlaba la penetración moviendose de adelante hacia atrás. Marcos miraba la belleza de su cara, el brillo de sus ojos. Acariciaba sus tetas y apretaba sus glúteos con las manos, demostrandole que le pertenecía, que era dueño de todo lo que tenía. La besó con pasión y ternura a la vez.
Marcos también deslizó la lengua entre sus piernas y al llegar al interior de su coño la penetró lamiendo. Se incorporó un momento y la folló al instante. Clavandola poco a poco, sintiéndola más húmeda todavía, tomandola del brazo la penetró con fuerza, la señora Yenny gritó y el ritmo se volvió más fuerte, no pensaba dejarla escapar hasta que no la hiciese correrse.
Arañando, gimiendo, gritando, Yenny cerró los puños, disfrutando cada embestida de su esposo.
Marcos agitandose por última vez se corrió con todas sus fuerzas, gritando, chillando, mientras el semen que llevaba días y días guardado dentro de sus grandes y pesados testículos avanzaban hacia la salida. Quería derramar toda su leche dentro de ella, follarla hasta que no quedase ni una gota, que recordase cada uno de los movimientos deliciosos que le estaba dando en su interior.
Marcos la colmó de semen, rebosandola. La folló con más fuerza que nunca, pese a que estaba ya sudando y jadeando. Gimió y continuó penetrando su coño hasta que ya no quedó ni una sola gota por derramar, y se quedaron abrazados, derrotados y a merced del frío del aire acondicionado.
—Siempre te he amado mujer —reconoció Marcos, estaba agotado y su polla ya medio flácida y mojada en esperma seguía dentro de ella—. No pienso perderte nunca, nunca.
—Yo también te amo —reconoció la mujer acariciando su cabello. Se deslizó dejando que la polla saliera babosa de su interior. Finalmente colocó la cabeza apoyada en el pecho fuerte de su marido, tanto le gustaba aquello. Le daria una oportunidad... comenzar de nuevo.
Marcos la acarició e hizo un chiste tonto, ambos rieron. Más tarde celebrarían bebiendo vino.
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