LA EXPEDICIÓN, Parte 1.1
Travesía por el Amazonas.
CONTIENE BALLBUSTING F/M Y M/M.
La siguiente es una de 3 entregas sobre expediciones en el mundo, cada una con una historia independiente, espero les guste.
En agosto del 1997 partiría una expedición patrocinada por la televisora neerlandesa ZBZ, rumbo al Amazonas brasileño. El objetivo era la búsqueda de una tribu olvidada en la Amazonía, los Nukak- Taiwa, muy poco conocidos y apenas referenciados, su aislamiento era casi completo y debía establecerse un contacto más cercano con ellos, ayudando a conocer mejor su lengua y costumbres.
En Manaos Brasil se reunieron el antropólogo canadiense William Marcus, de 40 años y líder de la expedición.
El segundo al mando era el etnólogo español Lorenz Arteta, a William lo acompañaba su esposa la botánica Beatriz da Silva, natal del estado de Paraná en Brasil.
Además la expedición se complementaba con el camarógrafo Rodrigo Pérez mexicano de origen y el fotógrafo norteamericano John Harris.
En el puerto de Manaos, el grupo se reúne con la tripulación de la embarcación “A flor do Catarina”, en total 4 hombres, para completar 9 personas las que parten aquella misma tarde.
La navegación por el rio amazonas, siempre peligrosa, fue extrañamente tranquila, William y Beatriz disfrutaban del paisaje selvático, en medio de risas y un ambiente casi romántico.
Sólo hasta el quinto día es que se acercarían a la zona destinada, una región muy extensa en dónde por información habitaba la tribu indígena…Pero hasta entonces los tripulantes pasaban el tiempo tomando fotos y jugando cartas, de hecho el camarógrafo Rodrigo era muy bueno en los naipes, su afición rayaba casi en la ludopatía…
…Y esto mismo fue lo que causó los primeros problemas.
En la segunda noche arribaron al pueblo de Tapauá, homónimo del rio afluente del Amazonas por el que ahora transitaban. En la cantina del pueblo los tripulantes disfrutaron de bebidas y algo de bailes, pero Rodrigo Pérez permanecía sentado en una mesa, llevando a cabo un juego de póker que ya llevaba más de una hora…
...La tensión entre los jugadores era cada vez más alta dado el nivel de las apuestas, hasta que estalló un incidente.
—Tramposo!—Exclamó Pérez.
De inmediato estampó un fuerte puñetazo en la cara del otro jugador, y a quien consideraba culpable de hacer trampa.
Las sillas y mesas se corrieron, todos se levantaron y comenzaron a repartir golpes a diestra y siniestra.
John Harris, pelirrojo y blanco como la leche, se despojó de la camisa y apoyó a su compañero, repartía golpes de lo lindo.
Beatriz se asustó ante toda la testosterona desbordada en la cantina, se abrazó a su marido, no solo por prevención, sino para que él no se viera arrastrado a aquella pelea.
—Dios mío!—Exclamó Beatriz al ver como un pueblerino descamisado se arrojaba sobre Harris…
…Pero éste le recibía, sosteniéndole y proyectándolo contra una lejana pared, dónde se impactó la espalda tan fuerte, que incluso se escuchó un tronido. Harris había practicado lucha libre en la universidad, ahora demostraba su talento.
—Oh, no!—Se cubrió la boca Beatriz al presenciar como un puntapié hacia mella en la entrepierna de Rodrigo Pérez.
—AAAAAHHH!!!—Gritó el camarógrafo, quien juntó los muslos y se agarró los testículos.
Ante el terrible golpe bajo, William se apartó de su esposa y le dijo:
—Espera aquí, voy a detener esto.
—No te metas, William.—El marido no hizo caso y le instó a mantenerse tras la barra del bar, allí al menos estaría más protegida.
Beatriz se protegió como pudo y observó a su marido desempeñarse en el pleito, ella ya esperaba lo que sucedió.
William conectó una patada de artes marciales a un hombre en el rostro, que lo dejó fuera de combate, otros dos golpes a un par de agresores y los dos también lamian el sucio piso del bar.
La mujer sonreía al ver las acciones de su esposo, disfrutaba con los fuertes y agiles movimiento de William, y es que el hombre era experto en kickboxing, así que bien sabía defenderse.
Una patada a la rodilla y tras un grito de dolor, otro atacante quedaba incapacitado.
—Cuidado…—Dijo en voz baja Beatriz, cuando un atacante de tez morena lanzaba una patada a los genitales de su esposo…Pero la mujer sonrió al ver como William sin problemas interceptaba el pie del agresor y teniéndole con una pierna en alto, pateó sin misericordia sus expuestos genitales.
—Ough!—Exclamó el sujeto, quien apenas se vio libre por William, se tomó las pelotas de camino al piso, para ubicarse allí en posición fetal.
—Maldito gringo!—Expresó un hombre desde la barra, tomó una botella de ron y se aprestó a usarla como arma...
…Pero apenas dio un paso, Beatriz le sorprendía por detrás, rompiéndole una botella de cerveza en la cabeza.
Ya sin enemigos potenciales —Pues todos huían de William— el antropólogo desvió la mirada ante un quejido desde la barra, allí veía a un sujeto en el suelo, con una botella junto a él y a Beatriz de pie tras él y con el objeto de vidrio roto y el alto…Enseguida dedujo lo que había hecho su amada.
—Esa es la mujer con la que me casé.
Beatriz respondía al comentario con una sonrisa…La pelea estaba finalizada.
Ya de regreso en la embarcación, Beatriz ingresó al camarote dónde Rodrigo estaba acostado, la botánica tenía entrenamiento en enfermería e incluso en múltiples campañas para la OPS (organización panamericana de la salud) había ayudado en labores de sanidad para comunidades aisladas.
—Deja la vergüenza Rodrigo, bájate el pantalón—Repetía Beatriz…Ya el hombre se había negado a cualquier atención, y menos por parte de la botánica, le daba mucha vergüenza el mostrarle los genitales aporreados.
—Yo estoy bien, no es nada—Pérez se incorporaba, y a pesar de cojear del dolor, quería hacerse el duro.
—Como que nada?, te patearon los testículos, lo vi claramente, mira que puedes tener un daño.
Aquello hizo a Rodrigo por fin ceder, se bajó los pantalones y se acostó.
Beatriz se acercó, le bajó el interior y palpó de manera detallada aquellos huevos peludos.
El contacto dolía a Rodrigo, y a pesar de que Beatriz era una bella mujer—y alguna vez llegó a fantasear con ella—, la acción profesional de la botánica no le dio tiempo para pensamientos fuera de lugar. Rodrigo agradeció sinceramente la revisión.
Tras el corto examen al escroto, la mujer dictaminó:
—Estarás bien, no parece ser nada grave, sólo coloca compresas húmedas y para mañana no deberías tener incomodidad.
La mujer le acercó una taza de agua y una toalla para humedecer, lo ideal era hielo, pero en la selva tropical aquello era un sueño.
El viaje continuó y como novedad se encontraron con otra embarcación, mucho más grande que la suya y con una tripulación también extranjera.
La reconocen? Es de una película de “diminutas serpientes”.
Pronto hubo conversaciones entre ambos grupos, se veían amenas, pero en el equipo de William se notaba cierto malestar, por su parte el propio William charló unos minutos con el líder del otro barco; Antes de despedirse y retornar a su embarcación les deseó buena suerte.
El antropólogo les contó a los demás que aquel grupo llevaba una misión similar a la de ellos: Realizar el rodaje de un documental sobre una tribu indígena de los Shirishama.
—Son aficionados comparados con nosotros—Expresó Lorenz—solo miren todo el lujo que llevan.
—Así es—Se mostró de acuerdo y con cierto enojo, Beatriz, —Presumiendo una embarcación mucho más grande que la nuestra—La botánica brasileña sentía algo de envidia, pero estaba segura que ellos tendrían más éxito, después de todo su amando esposo lideraba la expedición, y él tenía mucha más experiencia internacional en viajes de este tipo…No todo era dinero y equipos satelitales costosos, también se debía valorar el talento y el conocimiento.
El enojo en la tripulación hizo que se decidieran por una ruta alterna, no querían seguir a ese grupo, la nueva ruta podía incluso ser más corta a su destino, aunque no se planteó desde el principio por ser un poco más desconocida…Aun así la tomaron!
Aquella noche Beatriz y William hacían el amor en su camarote.
—Oh sí!—Expresaba la botánica, mientras el falo erecto del canadiense perforaba hasta el fondo de su coño brasileño.
Los huevos de William estaban pegados a la base de su pene desde hacía ya 5 minutos, listo para soltar un lote de esperma, pero el varón se negaba a correrse.
La hambrienta de sexo, le apretaba la polla con su coño deseosa ya de la corrida de su esposo…Ella desde antes ya había tenido su orgasmo y quería otro coincidente con la aparición de la leche del macho.
—Oh, demonios!—Se quejaba, pero de felicidad William, ante las contracciones vaginales de su esposa, el macho no pudo resistir más y la embistió con rudeza.
—AAahh!!!—gimió Beatriz cuando sintió los ardientes chorros de esperma hacer blanco en su fondo vaginal.
La mujer se contrajo en un movimiento que abarcó todo su cuerpo, el orgasmo femenino fue intenso, mientras el marido apretaba los dientes para soltar más y más leche.
—UUffff—Exhaló de satisfacción William, abandonando la cueva de su mujer y quedando boca arriba sobre el lecho.
Ambos jadeaban recobrando el aliento, Beatriz disfrutaba como nunca el sexo durante las expediciones a sitios remotos, el hacerlo en pleno bosque, solos y con los ruidos de los mosquitos, ahora en su camarote, sólo el ruido del rio y la maquinaría del barco eran lo único audible, pues el resto dormía en sus cuartos.
En la madrugada todo era tranquilidad, pero en la selva amazónica el azar es impredecible y cambiante…
Un tanque lleno de combustible flotaba en el rio a la deriva, la embarcación chocó con él y se dio una explosión que iluminó la selva.
Todo era caos, el capitán del barco supo de inmediato que un agujero considerable había permeado su nave…era el fin para ésta.
—Abandonen el barco!—Esbozó el capitán y la confusión dio paso a una conducta única, saltar al agua, mientras el barco conocía el fondo del rio.
Todos en prendas de dormir, nadaban buscando una orilla. William se preocupó por su esposa, y cuando Beatriz en el agua le dijo que estaba bien, el canadiense regresó al barco para sacar lo poco que podía de su equipo. El capitán y sus hombres alcanzaban a sacar provisiones y la radio, muy necesaria para que pudieran rescatarles.
Al menos el incendio da luz durante la evacuación. Pero como siempre, la Amazonía es traicionera, y los ríos conllevas riesgos.
—AH!, Ayuda!—Expresó Beatriz cuando una planta acuática se enredaba a su pie, halándola hacia el fondo. La mujer braceaba tratando de mantenerse a flote. Lorenz era quien más cerca estaba a ella, trató de auxiliarla.
El movimiento incesante y el agua, hacen que la mujer resbale, no pudiendo ser sostenida por el español, Beatriz se aferra a la pantaloneta de Lorenz, bajándosela un poco, incluso los genitales del ibérico asoman a las frías aguas del rio.
—Quédate quieta!—Es el desesperado llamado del hombre tratando de agarrarla con firmeza, pero una vez más la botánica se hunde.
Lorenz también tiene dificultades para mantenerse en la superficie.
—AAAHHHH!!!!!!—Gritó Lorenz cuando la mano izquierda de Beatriz se aferraba a su saco escrotal, fue lo primero que encontró la mujer para evitar hundirse de nuevo.
La fuerza que pone Beatriz es total, de lo que se sostiene depende que no vuelva a hundirse, ni ella sabe que está agarrando.
El dolor es insoportable para el varón, su escroto es tirado con fuerza hacia abajo y sus gónadas sienten toda la compresión de la mano femenina…
…Las energías abandonan a Lorenz y cuando el varón está por hundirse junto a la mujer que se aferra a su cojones, les mantienen a flote!...
…Son William y un tripulante del barco quienes fueron en busca de los necesitados.
Lorenz mantiene la boca abierta con los ojos casi en blanco. Ya a flote, Beatriz por fin entiende qué sostenía con fuerza, la mujer alarmada, libera el escroto del etnólogo español.
Una vez en la orilla, Lorenz se retuerce del dolor, tomando su virilidad y quejándose:
—Mil gilipollas!, mis huevos, Ay madre santa!—Los rescatistas no saben bien que sucede, pero la botánica se apresta a inclinarse ante el español.
—Perdón Lorenz, perdóname…
La avergonzada mujer les dice a los confundidos testigos:
—Le agarré de las bolas para no hundirme…—Está colorada de la pena.
Todos quedan impactados y ahora entienden lo que debe estar sufriendo su colega masculino.
—De…Déjame en paz—Es todo lo que dice Lorenz a la mujer, él solo piensa en sus huevos heridos, Beatriz no para de disculparse.
Ahora todos están a salvo (Lorenz más o menos a salvo) y vestidos, pero se encontraban en medio de la selva, unas antorchas se encendieron y el capitán vio un indicio, no lejos de camino había una factoría abandonada, era común usarla como base de reposte para barcos que pasaban, con suerte con una hora de marcha llegarían antes del amanecer.
Lorenz no podía caminar, el dolor testicular le estaba matando y le debieron cargar. La botánica aún se disculpaba.
El sol ya asomaba cuando por fin alcanzaron la factoría, ubicaron a Lorenz en un cuarto para que reposase, los demás revisaron el sitio, no había mucho que aprovechar.
El capitán usó la radio para entablar contacto con otros barcos, mientras Beatriz entraba a la habitación para revisar al adolorido Lorenz, quien no guardaba rencor hacía la mujer
Los huevos enrojecidos del Etnólogo fueron revisados por la botánica. A diferencia de Rodrigo, Lorenz tenía las bolas bien afeitadas, lo que facilitó el examen.
La mujer no sólo analizó los testículos sino también el saco escrotal, pues había tirado fuertemente de éste, temió una lesión en el epidídimo u otras estructuras que mantenían colgando las gónadas masculinas, Lorenz no dejaba de quejarse, pero aliviada, Beatriz declaró que se recuperaría por completo.
Tras salir del cuarto de Lorenz, Beatriz notó una rara expresión en su marido.
Ante la insistencia de su esposa, el marido terminó confesando que se sentía incómodo al saber que su mujer palpaba los huevos de otros hombres.
—Celos, William?, por favor!
—Perdóname, pero lo admito, tengo algo de celos…Es que no me gusta que hagas eso.
—Mi amor, no te sientas así, debo atenderles…Además con Lorenz me siento responsable, lo lastimé bastante feo.
El canadiense sabía que ella tenía razón, pero no podía dejar de sentirse raro.
—Sé que es una tontería, sólo que…Me incomoda, es todo.
—Cariño, son tus testículos los que tocaré con gusto, y hasta besaré si me lo pides.—Beatriz se acercó sonriente a su marido, le besó los labios mientras le palpaba con dedicación y suavidad el bulto testicular sobre el pantalón.
William sonrió tras alejarse su mujer y le dijo:
—Beatriz…Por la queja de hace un instante, me retracto, mi amor.
—Sí, eso creí—Se alejó la botánica, sabiendo que su esposo estaba más que contento con esa muestra “manual” de deseo.
Ahora estaban en aquella factoría abandonada y no podían más que esperar que otra embarcación contactada —por la intermitente radio— pasase, pues una nave de rescate desde Manaos se tardaría unos 3 días en alcanzarles.
Tenían apenas alimentos y el ambiente entre todos era de depresión. La expedición era un fracaso, sin sus equipos no tendrían de otra que regresar a Manaos y sus posibilidades de zarpar de nuevo era pocas.
—Mejor nos hubiéramos ido por la otra dirección, debimos seguir al otro barco—Expresó Lorenz (Ya más repuesto), aunque en consenso habían decidido el cambio de ruta.
Beatriz incluso estuvo de acuerdo, cuando ella fue de las principales promotoras de alterar la ruta.
Rodrigo añadía: —Que mal nos ha tratado el destino esta vez, el otro barco de seguro están bien ahora y más cerca en sus objetivos.
—Sí, debimos ir por allá, pero no se puede hacer nada—Expresó William.
—Quisiera regresar el tiempo y tomar esa ruta —Expresó resignada Beatriz—Que malo podría pasar por allá?
Mientras tanto, los otros expedicionarios tenían un pequeño problema con serpientes diminutas ante sus rostros:
—Los envidio, quisiera estar en aquella embarcación—Expresó Harris.
Mientras tanto los otros expedicionarios recibían suaves y cálidas caricias…
Por la tarde, Rodrigo se mostró alarmado, llamó a William para informarle que había encontrado varios cadáveres en una zona posterior de la factoría.
No habían muerto recientemente, pero los cuerpos mostraban una peculiar condición…Todos tenían fuertes golpes en sus cabezas, incluso un cráneo ya en puro hueso mostraba una fractura extensa.
—Los mataron a garrote?—Analizaba William, aunque era raro pues los cuerpos estaban dispersos, si un grupo llegó, les asesinó y se marchó, debieron reunirlos y matarlos juntos…Pero cada quien estaba lo suficientemente lejos para no dar crédito a esa teoría.
Por curiosidad, todos los expedicionarios fueron a ver, con excepción de un tripulante y de Harris. Beatriz se unió al grupo, siendo capacitada en sanidad era bueno que ella examinara los cuerpos para ver si determinaba que había sucedido.
La botánica miraba la amplia fractura en el cráneo cuando se escucharon gritos.
—AAAHHHHHH!!!—Era la voz de uno de los tripulantes de la embarcación, sólo sabían que se llamaba Enrique.
—VENGAN!, VENGAN TODOS!—El pelirrojo Harris gritaba a los cuatro vientos.
Todos llegan y encuentran a Harris con las manos arriba, ante 10 indígenas muy malcarados. Están armados los aborígenes con lanzas y arcos, el capitán del barco se alista a sacar su pistola de la funda.
Beatriz queda asombrada ante la sorpresa, por un momento baja la mirada y ve al tripulante Enrique tirado en el suelo, con las manos en las bolas…
…Y es que fue tomado por sorpresa! un aborigen llegaba por detrás de forma sigilosa, para conectar una fuerte patada en los testículos al tripulante y arrancarle el alarido que todos oyeron, sonido seguido por la petición de apoyo por parte de Harris...
…Quién al ver al hombre en el suelo torturado por el dolor de huevos, y las armas de los intrusos, no tarda en subir las manos.
Que sucederá ahora?
CONTINUARÁ…
***
Continuará! Pero será para el próximo mes, en la Parte 1.2.
El relato LA EXPEDICIÓN Parte 2, la cual se publicará en 15 días, es una historia diferente.
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