Reunión Familiar (3/5): Enamorado solo - Las Bolas de Pablo

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8 sept 2020

Reunión Familiar (3/5): Enamorado solo

CONTIENE:

BALLBUSTING MUJER/HOMBRE

—Mamacita —dijo Germán lentamente, rascándose la cabeza—. Que seamos primos no tiene nada en contra. Ahí tienes el ejemplo de Lucas y Jenny que estamos en su matrimonio. 


El guapo semental de 20 años estaba mirando a una de sus primas con deseo. Se pasó la mano por el cabello corto y negro y levantó las cejas.

—Quiero decir —continuó—. Podemos salir, conocernos y pasarlo bien. Ya después hacemos conclusiones. 

Su prima Cristina respondió con una mirada brillante.

—Has silencio, cariño —dijo poniendo su dedo índice en la boca de Germán—. No quiero que después nuestros padres se hagan una telenovela. Mejor disfruta de la fiesta.

Cristina se dio la vuelta y se alejó. Germán Chacón, el hijo menor de Bastian, no pudo evitar mirar el hermoso trasero de la chica que estaba abrazado por un vestido rojo perfectamente confeccionado. El dobladillo era tan alto que hacía que las impresionantes piernas de la muchacha parecieran infinitas. Sonrió con deleite cuando su mirada se enfocó en el hermoso culo de Cristina Lizárraga Chacón. 

Estaba hastiado de masturbarse noche tras noche en honor a su prima que sólo jugaba con él y nunca le daba un sí. 

Unos minutos más tarde, Germán Chacón alcanzó a la chica hablando con un grupo de mujeres con edades que se aproximaban a la de ella. Estaban en círculos conversando muy alejadas de la fiesta por el matrimonio. 

—Y aquí tenemos un hombre —dijo Cristina con sonrisa seductora. Hizo una pausa antes de repetir con voz profunda y sensual—. ¡Un verdadero HOMBRE!

Germán se entusiasmó, sintiéndose importante y deseado, se colocó a su lado. Obviamente el alcohol había animado su espíritu renovando su valentía. 

Cristina pasó su dedo por los delgados pectorales de Germán. —¡Mirenlo, niñas! ¡Un HOMBRE!

Germán sonrió de oreja a oreja, rascándose la cabeza.

—¡Estaba hablando de ti, semental!

Germán parpadeó.

—¿Cosas buenas o malas? 

—Lo que sea, tus lindos oídos nunca lo sabrán —ronroneó Cristina.

Pasó sus manos por el cabello negro de Germán. 

—Nunca lo sabrán —repitió al oído de Germán antes de lamer el lóbulo de su oreja—. Ahora veamos lo que tienes, semental —dijo, guiñando un ojo—. Quítate la camisa para mí...

Algunas de las muchachas suspiraron o se movieron inquietas. 

Germán miró a Cristina.

Ella se volvió hacia sus amigas o primas. —También quieren ver sus músculos, ¿verdad?

Hubo una mezcla de respuestas afirmativas. 

Cristina miró a Germán con labios carnosos. —¿Quieres que lo pida por favor?

Germán se aclaró la garganta. Finalmente, se rindió y se quitó la camisa, revelando su musculosa parte superior del cuerpo, sus pectorales no eran dotados de grandes músculos pero si marcados y fuertes.

—¡Oooooh! ¡Eres tan caliente! —ronroneó Cristina, pasando los dedos sobre los pezones duros de Germán, el toque de sus uñas hizo que el joven temblara mientras las chicas reventaban de risa—. ¡Flexiona tus bíceps para mí, semental!

Germán sonrió.

Le encantaba mostrar sus músculos. Y a pesar de que se sintió un poco cohibido de hacerlo frente a otras féminas, nunca iba a perder la oportunidad de mostrarle a todas lo afortunada que Cristina iba a ser al tenerlo. 

Germán dobló ambos bíceps paralizando a todas las muchachas.

—Oh, sí, de eso es de lo que estoy hablando —chilló Cristina, incitando a Germán a forzar sus bíceps. —¡Mira esas ARMAS!

Germán sonrió con orgullo, posando y flexionándose ante los silbatos y vítores de las chicas.

Germán Chacón disfrutó tanto la atención que su polla estaba dura como roca en su pantalón.

—No es tan fuerte como parece —anunció Cristina. 

—¿Qué dices…? 

Cristina lo interrumpió con una patada bien precisa en las bolas. La punta puntiaguda de sus tacones rojos chocó con el gran bulto en su entrepierna.

Irónicamente, la erección de Germán aumentó la vulnerabilidad de sus preciosas joyas familiares, dejando su bolsa de bolas completamente desprotegida cuando recibió la patada femenina.

La mandíbula de Germán se abrió y dejó escapar una tos ronca.

Congelado en su pose flexible, la sonrisa orgullosa de Germán se convirtió en una mueca dolorosa cuando sus ojos se cruzaron y sus cejas se arquearon.

Un gemido lamentable y agudo escapó de sus labios. Era un sonido desvalido y desamparado de un hombre golpeado en su posesión más preciada: su orgullo viril.

Las demás chicas rieron a carcajadas al ver el guapo semental, completamente debilitado.

—¡Ooooooh! —Cristina puso una mano delante de su entrepierna, en modo de burla contra su primo—. ¿Hice daño a tus pobres y grandes balones?

Los ojos de Germán se movieron hacia ella, llenos de dolor, avergonzados y humillados.


—Estoy segura de que este dolerá aún más —Cristina agarró los hombros de Germán y golpeó su rodilla entre sus muslos.


Las chicas volvieron a reír cuando la boca de Germán se abrió en un grito silencioso mientras se deslizaba hacia el piso, agarrando sus huevos, su rostro estaba arrugado de dolor.

—Machote, ¿ahora dejarás de insistir escribiéndome día y noche? —sonrió Cristina, colocando la punta de su dedo índice en la frente de Germán y empujándolo suavemente hacia el suelo donde se acurrucó en posición fetal, gimiendo de dolor.

Con la elegancia de una dama y la fuerza de un hombre, Cristina agarró los pies de Germán y los levantó, extendiendo sus piernas en forma de V, antes de pisotear la abultada virilidad del joven.

El tacón de aguja abolló el bulto herido y humillado de Germán.

Sus ojos se abrieron de par en par y se quedó sin aliento cuando una ola de dolor muy insoportable recorrió su cuerpo.

Cristina sonrió suavemente. Luego pateó los aguacates de Germán tan fuerte como pudo, provocando un largo y agudo gemido del semental y una risa desenfrenada de las chicas.

—Los hombres son tan débiles —suspiró Cristina, mientras colocaba su pie sobre las bolas de Germán, aplastando sus huevos bajo sus tacones altos como si estuviera apagando un cigarrillo.

Germán chillaba, retorciéndose en el suelo mientras Cristina causaba estragos en su virilidad, pisoteando y pateando sus testículos una y otra vez.

—¡Ay Dios, como me encanta esto. Siempre lo quise hacer! —exclamó Cristina extasiada, gimiendo y suspirando con cada pisotón como si estuviera cerca del orgasmo.


De hecho, fue Germán quien se estaba acercando cada vez más a la eyacuación, a pesar de lo involuntario y decididamente desagradable.

Su erección se contraía, y ahora sus testículos sensibles estaban hinchados a un tamaño impresionante. Le palpitaban y le dolían dentro de los pantalones cuando los tacones de Cristina los aplastaban.

—¡Si! ¡Oh Dios! —gimió Cristina apasionadamente para diversión de sus compañeras. Su pie cayó con fuerza sobre la virilidad de Germán, aplastándola completamente.

Los ojos de Germán se volvieron hacia su cabeza al sentir sus heridas bolas  apretarse contra su cuerpo.

—¡Si! —gimió Cristina, echó la cabeza hacia atrás mientras bajaba el pie con fuerza entre los muslos de Germán.

La boca de Germán se abrió en un grito silencioso cuando un potente chorro de semen explotó dentro de su pantalón.

—¡SI! —chilló Cristina, presionando su pie contra las bolas de Germán, aplastando sus palpitantes testículos.

La cara de Germán se puso en blanco cuando su polla descargó la jugosa carga de sus preciosas bolas dentro de su ropa interior. Su visión se volvió borrosa mientras su cuerpo se sacudía por un violento orgasmo y sus testículos se aplastaban como tortillas.

—¡¡¡SI!!! —exclamó Cristina extasiada antes de dejar caer los pies de Germán y tropezar hacia atrás y apoyarse contra una de sus amigas en una pose teatral y dramática.

Ella miró a Germán.

Germán miró a Cristina.

No había duda de que Cristina sabía exactamente lo que había sucedido.

Una leve sonrisa apareció en su rostro y le guiñó un ojo a Germán.

La cabeza de Germán se puso roja como un tomate. Soltó un gemido miserable y se acurrucó en la grama, cubriendo sus machacadas bolas y el vergonzoso parche mojado en su pantalón.

—Dejemos al pobre Germán reconciliarse con su salud —ordenó Cristina, se dio la vuelta y salió con su séquito se amigas y primas.

Germán estaba enamorado de ella, pero ella nunca iba a corresponderle, era una pena que se perdiera a un buen partido como él y nunca iba a probar su dulce semen, ya que producía el sabor más dulce de los hombres de su generación. En cambio Cristina regresó a la fiesta y centró su atención en el joven hijo de Israel Chacón. 

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