CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
El teatro de Cinturón de honor estaba completamente vacío a excepción de Israel Chacón que ocupaba una butaca en la primera fila del publico. Arriba del cuadrilátero estaban Simón vistiendo una trusa de color verde y Rafael Chacón con una malla de color negro.
—Escúchame, enano de mierda —se dirigió Simón a su sobrino—, ya que Pablo rechazó entrenarte seré yo quien lo haga para que no pases vergüenza en el ring y la niña que has retado como un cobarde no te vuelva pedazos.
Rafael |
—Obvio que no te hará nada, estás siendo entrenado por mí. El mejor. Pablo es un idiota y el entrenamiento a su lado solo te iba a volver débil, ridículo y técnico.
—Así es, Pablo es un imbécil, maricón de mierda y come mier…
—¡Eh! —Simón le dio una leve pero firme palmada en la boca a Rafael—. Aquí nadie habla mal de Pablo. Y menos tú, enano de mierda.
—¡Tío! ¿Cómo te atreves? —Rafael dio un empujón a Simón—. El respeto comienza en casa y tú hablaste mal de Pablo.
—El único que lo puede hacerlo soy yo, ¿entendido? Respeta a Pablo que muchos pañales embarrados por ti tuvo que llevar a la basura, yo te los hubiera hecho comer. ¡Ok! Ahora comencemos antes de que me arrepienta yo también. ¡Putito! Para empezar estás en una muy mala postura.
—¿Por qué? —inquirió Rafael.
—Estás dejando una gran parte de tu cuerpo expuesto y me das una oportunidad única de reventar tus pelotitas con una patada frontal si estás parado así —Simón impulsó la pierna a toda potencia hacia adelante y Rafael abrió los ojos con sorpresa antes del colapso; sin embargo no recibió ningún impacto en sus testículos.
Simón bajó la pierna y se colocó en posición de lucha.
—Haz esto. Baja tu centro de gravedad, para afianzarte y mejorar tu postura.
—Eso lo sé desde que tengo 1 año, ¿quién te crees?
—Soy tu entrenador, enano de mierda. Baja tu puta cadera para que no te alcancen la vagina que tienes en medio de las piernas o no golpeen tu estómago.
—¡Eso lo sé, cabrón!
—Entonces si lo sabes, ¿por qué no lo haces, enano?
—¿Enano? Dentro de poco seré más alto que tú, marico. Incluso mi pene debe ser más grande que el tuyo, gordo.
Israel desde la butaca se echó a reír.
—Como quieras —dijo Simón—, para mí siempre serás un enano, el enano juguete de Israel.
—Eso no fue gracioso —respondió el hermano desde el asiento.
—Sigamos —continuó Simón.
En los siguientes minutos y pocas horas Simón le recordó los principios básicos de la lucha libre y la aplicación de algunas llaves a su sobrino. Después de casi dos horas de entrenamiento Rafael estaba sentado en la lona pareciendo cansado mientras que Simón lo veía con expresión burlona en el rostro.
—Rafa, ¿por qué no le enseñas a tu tío todo lo que aprendiste? —interrogó Israel desde la butaca—. Enséñale a ese tonto de qué estás hecho. Y que como tu padre serás el campeón de la liga juvenil y en varios años el de la división masculina.
Rafael afirmó orgulloso y sonriente.
—¿Sí? —dudó Simón con malicia, comenzando a mirar a los lados—. ¿Dónde está el padre de este enano? ¿Quién es?
—¡Bastardo! —dijo Rafael poniéndose de pie—. Prepárate porque ahora si te haré comer zurra, marico. El alumno superará al maestro.
—Acepto —dijo Simon—. Y que conste que no te quiero dejar chillando.
Tío y sobrino comenzaron a rodearse en el cuadrilátero, Rafael demostraba todo lo que había aprendido con sus poses, iba de un lado a otro esperando el momento adecuado para inmovilizar a Simón.
—¡Ánimos, Rafa! —decía Israel desde los asientos.
Con un gruñido el muchacho se lanzó contra Simón, alzó el puño de la mano izquierda en alto y por poco lo golpea en el rostro; pero Simón que por mucho tiempo fue campeón juvenil pudo bloquear el asalto y desvió el brazo del joven aplicándole una torcedura.
—¡Ah! –reaccionó Rafael apretando los dientes.
Desde su posición Simón lanzó un puntapié a la entrepierna de su sobrino.
—¡Mis nietos, Simón, mis nietos! —exclamó Israel en su butaca, lejos de parecer un regaño era diversión con una sonrisa.
De haber estado Marcos Chacón ahí, seguramente hubiera dicho con mirada preocupada:
—No me malogres al muchacho, Simón, pelea justo.
—¿Qué pasa, hombrecito? ¿Te duelen los labios vaginales? —Simón se rió retrocediendo—. No te confíes. Bárbara ese día se aprovechará de tu supuesta hombría.
Con la boca torcida y demostrando la fortaleza de su padre, Rafael se puso de pie. Con posición en guardia, se dirigió a un alerta Simón. En los siguientes segundos ambos se enfrascaron en una serie de llaves y desbloqueos dignos de profesionales del ring. Para orgullo de Israel, su hijo supo dirigir varios fuertes golpes al cuerpo de Simón.
—¡Sigue así, Rafa! ¡Tú puedes! ¡Continúa! —decía a toda emoción desde la butaca, agitaba los brazos con entusiasmo y alegría.
Tantas algarabía distrajo a Rafael que se le quedó inmóvil mirándolo y sonriendo. Quizás porque se confió que Simón estaba aturdido en las cuerdas.
—¡CUIDADO! —grito Israel señalando con el dedo.
Ya era tarde. Simón había sujetado por detrás a Rafael tomándolo de los brazos. El joven quiso zafarse pero no pudo. Simón otra vez lo había tomado con la guardia baja. No podía hacer nada para liberarse con sus manos, pero quizás sí con sus piernas.
El duro talón vestido con la bota de Rafael hizo contacto con ambas bolas de Simón cuando levantó la pierna.
Los ojos de Simón se abrieron de par en par cuando sintió que sus pobres testículos fueron castigados. Inmediatamente retrocedió liberando a Rafael y cayendo al suelo agarrándose las bolas.
Rafael no le dio tiempo para recuperarse, lo agarró de los tobillos y giró sus piernas. Le aplicó una llave que lo hizo doblar y poner boca abajo, enroscando sus piernas con la de su tío, Rafael también arqueó su espalda tocando la lona con la ñema de sus dedos. Simón comenzó a gritar desesperado. Pidiendo su rendición.
Israel saltó desde su asiento gritando y aplaudiendo sintiéndose eufórico. Rafael desenredó a Simón y bajó del ring abrazando a su padre en medio de la emoción.
—Mis... bolas... —pudo decir Simón entre gemidos mientras se ponía en posición fetal agarrando sus doloridos testículos.
—Pobre hermano mío —dijo Israel penetrando al cuadrilátero. Alargó la mano y lo ayudó a ponerse de pie.
—Ay, como me duele carajo —respondió Simón con una sonrisa—. ¿Ya viste, enano? Ya no vas a tener sobrinos.
—¡Ja, ja, ja!
—¿Puedes darte cuenta, Rafa? —dijo Israel—. Tu tío pretende arrebatarme el título de campeón masculino pero es tan débil que fue vencido por un novato como tú.
—Marico, la sola palabra novato me ofende –respondió Rafael a su padre—. Respétame.
—Serás tonto —dijo Israel alborotándole el cabello.
—¿Qué dices, hermano? —interrogó Simón todavía con el rostro doblado y amansando sus bolas—. Ese enano me tomó con la guardia baja. Soy capaz de ganarle a cualquiera, inclusive a ti.
—¿Sí, hermano? ¡A que no! Te reto a una lucha de entrenamiento para que veas que soy mejor que tú.
—Te patearé el culo. Y le dices a esa rata que no se atreva a venir aquí y sabotear la pelea solo para que tú ganes.
—Para tu información, hater —respondió Rafael—. No estoy interesado en defender a Israel porque cuando pueda también le voy a patear el culo por su título.
Hubo intercambio de risas entre los dos adultos.
Minutos después cuando Simón se sintió mejor se prepararon para la lucha. Israel se quitó la camiseta y pantalón para luchar con una ajustada trusa negra. Los hermanos comenzaron la pelea intercambiando golpes de inmediato. Simón tenía la delantera con una combinación de puños. Israel pudo contraatacar cerrando el espacio entre ellos y entre tanto golpes acertó uno con el puño en el estómago de Simón, el golpe no causó el impacto esperado, porque su hermano reaccionó lanzando tres puños al rostro de Israel.
El repentino dolor en barbilla, nariz y pómulo hizo que Israel se protegiera la cara con ambos brazos dejando las extremidades inferiores expuestas. Simón se inclinó y su puño izquierdo se abrió camino entre las piernas del hermano mayor anotando un golpe perfecto. Deshuevando al momento.
—¡Israel! —Rafael abrió la boca desde su butaca; sintió un dolor ajeno por las bolas de su padre.
Israel sintió que sus testículos se deformaron con el puño de Simón. El dolor fue bestial, se mantuvo de pie y dio unos pasos hacia atrás para alejarse de Simón. Su cara se doblaba de dolor.
—Parece que te quedaste sin hermanos, querido intento de hipster.
—Igualmente ya no los quiero, eso déjalo para cuando tenía 5 años —dijo Rafael—. Imagina tener uno en este momento, cuando yo tenga 40 años mi hermanito tendría 25. Deseo que Israel no me de hermanos.
—Me encargaré de eso —aseguró Simón con una divertida sonrisa chocando sus puños.
Pero la recuperación de Israel fue rápida, no demoró muchos segundos en iniciar un ataque hacia Simón, su golpe en las bolas había afectado su movilidad y parte de su defensa porque Simón podía muy bien esquivar sus ataques.
Rafael desde la butaca miraba emocionado, sus ojos iban de un lado al otro notando como los hombres intercambiaban golpes con perfecta y limpia técnica marcial, hasta que Simón consiguió chocar dos golpes más en los testículos de Israel que hizo que sus rodillas se cerraran instintivamente en un intento de proteger en vano sus gónadas.
Israel retrocedió contra las cuerdas agarrándose de la superior para mantenerse de pie. Se frotaba las bolas y gemía.
Simón sonrió con orgullo por la actuación de Israel y se acercó a él para vencerlo. A pesar del dolor Israel supo defenderse esquivando casi todos los golpes de Simón.
Simón echó el puño hacia atrás y envió el puñetazo con toda la fuerza hacia el rostro de Israel, pero cuando el puñetazo no encontró su objetivo, sintió que sus testículos eran empujados con violencia hasta su pelvis.
La rodilla de Israel estaba encajada entre las piernas de Simón.
—Aaah —gimió Simón con voz baja y subiendo los ojos al techo. Cayó de rodillas preso del dolor.
Israel simplemente lo empujó haciéndolo caer como un costal de patatas, luego colocó su bota en el costado de su hermano mientras Rafael gritaba:
—1, 2, 3. Fin de la pelea. ¡El ganador es Israel Chacón!
Israel tomó distancia y se recostó contra el poste del cuadrilátero observando a su hermano retorcerse. El rubio se reía.
—Ahora llega el momento en que dejamos de competir y somos una familia feliz —comentó.
—Cállate, cabrón —respondió Simón apretando los ojos y agarrando sus huevos con una mano.
—Déjame ayudarte a levantar y llevarte a un asiento —cuando Israel dio un paso para ir por Simón, se tambaleó y fue directo a la lona que sonó con todo su peso.
¡KAPUM!
Una risa de diversión y muy burlona resonó en el teatro, era Rafael que en silencio se había situado tras su padre y lo hizo tropezar al caminar. Con bastante destreza el joven agarró las piernas de Israel, apoyó su propio pie en el poste y atrajo al rubio con todas sus fuerzas hacia él.
¡POOOST! Fue el sonido de las bolas de Israel chocando contra el poste.
—¡AAAAAAAAAAH!
Las bolas de Israel se habían clavado contra el poste por culpa de su propio hijo que lo seguía estirando y castigando. Con todo su grito desgarrador las venas se marcaron en el cuello de Israel, mientras sus testículos se aplastaban sin piedad. Cuando le liberaron las piernas enseguida se movió como un gusano sujetándose los cojones.
—1, 2, 3. ¡Rafael Chacón es el ganador! —el jovencito se puso de pie observando los dos sementales que pudo derrotar.
—Me has superado, lo admito —sonrió Simón, frotando sus cojones, se veía más recuperado—, donde le haga eso a mi padre juro que me arranca el pellejo. ¿Por qué lo hiciste?
—YOLO —respondió Rafael con una sonrisa de seguridad, encogiéndose de hombros, pero él también estaba seguro que jamás le haría aquello a Marcos Chacón—, porque sí, porque soy Rafael Chacón y soy el nuevo campeón masculino.
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