Reto a los Chacón (2/3): inútiles Chacón - Las Bolas de Pablo

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7 feb 2021

Reto a los Chacón (2/3): inútiles Chacón

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BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE


Semanas atrás Ernesto, un nuevo luchador de Cinturón de honor había retado a todos los hermanos Chacón argumentando que era unos seres inferiores y tenían el prestigio ganado gracias a su padre, siendo enfrentado y derrotado por Pablo y Simón. Cierta noche antes del show de lucha libre, el corpulento luchador estacionó su vehículo, salió de él con camino fijo a la compañía. 


Ernesto era alto, de piel blanca y cabellos negros y ondulados. Vestía franela sin mangas mostrando sus grandes bíceps y pantalón blue jeans que se abrazaba a sus hermosas y grandes nalgas, en la parte delantera se formaba un impresionante montículo en su entrepierna. 

El luchador de Cinturón de honor caminaba pensando en su participación de la noche, pero su andar motivado se detuvo cuando su mirada se levantó del suelo y consiguió a pocos metros parado en la puerta de la empresa a Enzo Chacón, el menor de los sobrinos de Marcos criado como uno más de sus hijos. 

Enzo era conocido por ser un rebelde y grosero luchador. Vestía franela negra y pantalón verde, su cuerpo atlético heredado de la madre mostraba exquisitas fibras musculares no tan desarrolladas como la de sus hermanos mayores. El hombre de cabello y barba negra jugaba entre sus manos con un bate. 

—Que mierda —susurraron los labios de Ernesto mirándolo. 

—¿Qué pasó, semental? —dijo Enzo con una burlona sonrisa—. Parece que has visto a un fantasma. Y yo estoy más vivo que un recién nacido. 

Enzo dio cinco pasos al frente y un pálido Ernesto retrocedió sobre sus pies. 

—Estoy apenas llegando, idiota. Apártate y déjame entrar. Nuestro reto es de esa puerta para adentro. 

—¿Sí? —Enzo observó su bate y le dio un beso—. Antes de que entres a tu bochornoso espectáculo quiero que conozcas a mi quiebra huevos.

Ernesto abrió los ojos con miedo. 

Quiebra huesos, quise decir. 

Ernesto dio media vuelta para emprender huida, correría a su vehículo y llamaría a Mister Chacón para que aplacara a ese loco. Sin embargo antes de poder correr otro desquiciado le cerraba el paso: el inmenso Matías, el hermano del medio de Enzo vestía con franela gris y jeans. Él sostenía un largo trozo de cuerda y un par de esposas colgaba de una hebilla del pantalón, brillando al lado de su gigantesca entrepierna. 

—Hola, bebé —fue su saludo burlón—. ¿A dónde vas? ¿Planeas huir? 

—Apártate de mi camino —dijo Ernesto. 

—¿Por qué? —interrogó Matías. Estaba caminando en dirección a él con pose relajada y brazos abiertos—. ¿No que los hermanos Chacón somo un montón de inútiles? ¿Nos tems?

—LA LUCHA ES EN EL RING, NO EN EL ESTACIONAMIENTO. 

—Ernesto —lo llamó Enzo, pero el joven no se giró. 

—La lucha es donde sea —afirmó Matías. 

—ERNESTO, CARAJO TE ESTOY LLAMANDO. 

Cuando Ernesto se dio vuelta recibió una inesperada sorpresa. 

El bate de béisbol chocó contra sus testículos liberando una explosión de dolor.

El rostro del apuesto luchador profesional se quedó en blanco, su boca se abrió de par en par emitiendo un grito silencioso.

Matías observó a Enzo con una felicidad inigualable. 

—¡Excelente, hermano. Mejor imposible! —lo felicitó. 

El cuerpo de Ernesto estaba paralizado por el dolor mientras que sus ojos se cruzaron lentamente y el dolor se expandía en todo su cuerpo.

—Te amo, bebé —Enzo le dio un beso al bate de béisbol, después lo colocó en el suelo.

Ernesto lo miró fijamente, sin habla.

Matías se acercó al que semanas atrás parecía un hostil desafiante, le hizo una dolorosa llave de brazos y lo hizo caminar dentro de la compañía. Momentos más tarde, el pobre Ernesto estaba preso entre las cuerdas del ring, con las manos esposadas, los pies atados y con la franela y pantalones por fuera. Estaba semidesnudo con su trusa blanca puesta. Su dura polla como el acero apuntaba al techo. Tenía mirada confusa y aterrorizada mientras veía a los dos guapos hermanos sonreír.

—¿Por qué hacen esto? —preguntó. 

—Porque somos unos inútiles, cabrón —respondió Enzo. 

Matías sonrió y golpeó los genitales de Ernesto con la palma de su mano. 

—Y decidimos darte una lección. 

—¡No es justo! Tenemos que luchar. 

—Somos inútiles y no lo sabemos hacer —respondió Enzo—. Recuerda que dijiste que gané el título de campeón de los elementos porque mi papá me lo regaló y no porque fui el victorioso de los torneos —echó la pierna hacia atrás y pateó a Ernesto en las bolas tan fuerte como pudo.

Ernesto chilló de agonía, sus ojos se cruzaron, su rostro se contorsionó de dolor.

Matías tomó una foto y se rió. 

Ernesto se retorcía de dolor. 

—¡Malditos! ¡Me las pagarán! 

—¿Sí? ¡Pues no te tengo miedo! ¡Hijo de puta! 

Enzo apretó los nudillos y los clavó en las bolas de Ernesto, haciéndolo aullar de dolor.

—¡HIJOS DE PUTA! ¡LOS ODIO! ¡ADOPTADOS DE MIERDA

—Ahora sí que te saltaste la barda, hijo de la más zorra del barrio —Enzo le dio un rodillazo en los huevos a Ernesto, el luchador dejó escapar un ahogado gemido de angustia.

—Es mi turno —dijo Matías—. Esto no se va a quedar así. 

Una y otra vez, Matías pateó los huevos de Ernesto, aplastándolos y haciéndolo gruñir y gemir.

Pronto, las gónadas de Ernesto se volvieron moradas al igual que su cara sudorosa.

—¡Con esto aprenderás la lección! —respondió Matías deteniendo el ataque a las bolas de Ernesto. 

—¡Mira esto, hermano! —dijo Enzo. 

—¡Oh! 

La polla de Ernesto estaba muy abultada dentro de la trusa con una erección palpitante. 

—Eres un sádico —se burló Enzo. Así llevó su mano a la entrepierna del hombre, rompió su trusa dejando a la luz pública su miembro, el pene de Ernesto no era grande pero sí grueso y curvo, Enzo empezó a acariciar el pene, llevando a Ernesto a un clímax improvisado. En pocos segundos Ernesto estuvo a punto de llegar al orgasmo. Pero su deseo fue asesinado con una patada rápida y fuerte a sus palpitantes bolas.

El pie de Matías chocó con las campanas de Ernesto, provocando un gemido ahogado y un hilo de líquido preseminal goteó de su polla empapando la lona.

—Patea sus huevos de nuevo —dijo Enzo, mientras le daba un tirón a la polla de Ernesto—. Patéalos tan fuerte como puedas. 

Enzo sacudía la polla de Ernesto lentamente, masajeando su miembro rígido mientras Matías lanzaba una aniquilante patada tras otra, casi convirtiendo los huevos de Ernesto en papilla.

El luchador gemía, gruñendo y quejándose, rechinando los dientes con el abdomen empapado de saliva.

—¿Quieres acabar con esto, eh, hijo de puta? —se burló Enzo manipulando la polla de Ernesto mientras su hermano lanzaba una serie de patadas implacables a las bolas hinchadas.

Ernesto dejó escapar un gemido ahogado.

—Vamos a hacer que te corras —sonrió Enzo clavando las uñas en la hombría temblorosa de Ernesto.

Matías suspiró. Levantó la musculosa pierna lo más fuerte que pudo y lanzó una devastadora patada a los testículos de Ernesto.

Esa patada precisa fue todo lo que se necesitó para hacer que la polla del joven estallara con un río de esperma caliente. Chorro tras chorro cremoso salió disparado de su polla, bañando a Enzo y Matías mientras Ernesto jadeaba y gemía en una mezcla de éxtasis y dolor.

Cuando terminó el orgasmo de Ernesto; Matías y Enzo sonrieron satisfechos. Estaban mojados con el semen de Ernesto.

—Que asco, necesito una ducha —declaró Matías—, no quiero tener a los hijos de este tipo encima en mi ropa. 

Enzo asintió.

Desataron a Ernesto, permitiéndole colapsar en el suelo, gimiendo mientras agarraba sus bolas vacías e hinchadas.

—Estoy seguro que nunca más volverás a retar a un Chacón —rugió Enzo—. Te puede ir muy pero muy mal. 

Ernesto lo miró con odio.

Y Enzo se burló de su desgracia. 

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