CONTIENE BALLBUSTING VERBAL.
Los sucesos descritos estÔn basados en los apuntes del diario personal del geógrafo Pedro de Asturiz, el viajero costarricense visitó el municipio de Roncesvalles en Colombia, una zona rural azotada por la violencia y el miedo.
En mis viajes a Colombia, durante el segundo aƱo, me alojĆ© por un mes y dos dĆas en el pueblito de Roncesvalles, capital del municipio homónimo.
Tomando los datos de Asturiz, y otras fuentes humanas, se modifican los sucesos para una mejor comprensión del público:
Aquel jueves, Amelia una joven de largas trenzas negras, que no debĆa tener mĆ”s de 16 aƱos y llevaba libros en las manos, caminaba de la escuela a su vivienda. Era un recorrido diario entre el pueblo y su casa en la cercana Ć”rea rural. En cierto momento dos sujetos entre los 25 y 30 aƱos se le acercaban conduciendo sus motocicletas.
Se escucharon comentarios hacĆa la joven en traje escolar:
āNiƱa linda, porque no nos acompaƱas, te divertirĆ”s.
āConoce a un hombre de verdad.
āVamos nenita acepta, no quieres subirte a una moto?
Y antes la ausencia de respuesta, se molestaron.
āCampesina bruta, responde al menos zorrita, no te gusta el dinero o quĆ©?
La muchacha se colorea de enojo y les responde con fuerza:
āCOBARDES!, CANALLAS!, ASESINOS!
Los gritos de la joven hacen a los vecinos asomarse, los individuos deciden alejarse de la muchacha, no sin antes insultarla.
La chica, mĆ”s que colĆ©rica, cambia de rumbo y termina en la puerta de la cantina del pueblo, un letrero mal pintado expone el nombre del lugar, es EL ĆLTIMO RINCON, y el sol templado anuncia que son cerca de las 3 Pm.
El sitio estĆ” lleno de campesinos y comerciantes, todos tiene en comĆŗn una cerveza en la mesa y naipes en las manos.
Amelia observa el ambiente del lugar, uno que otro desvĆa la mirada de sorpresa hacia la adolescente, en el sitio no entran las mujeres, no por leyes, sino por costumbres, sólo en ocasiones se veĆa a alguna dama ingresar con el Ćŗnico fin de sacar por las orejas a su ebrio marido.
āMĆrense todos, hoy es jueves y como todos los dĆas solo se la pasan bebiendo y jugando cartas, mientras esos tipos hacen lo que quieren con nuestro pueblo!
La joven reclamaba por como desde hace 2 aƱos grupos criminales se apoderaron del pueblo, sobornando a las autoridades locales y usando la zona como corredor para mover de una región a otra sus cargamentos de drogas. Desde entonces se podĆa ver a los bandidos paseĆ”ndose por el pueblo y gastando sumas de dinero mal habido, sin reclamo alguno.
Nadie hacia nada, nadie siquiera reclamaba, los habitantes se habĆan resignado a vivir bajo la influencia criminal. Aquellos de las motocicletas eran reconocidos pillos de aquellos grupos.
āVete de aquĆ niƱa, este lugar no es para mujeres, y menos para chiquillasāExpresó el cantinero.
āNo me irĆ©! āAmelia tenĆa una expresión de seguridad.
āEres la hija de Josefina verdad?, sal de aquĆ o le contarĆ© a tu madre, y estoy seguro de que te darĆ” una tunda por entrar a un sitio de caballeros.
āCaballeros? āSe burló con tono irónico
La mayorĆa escuchaba sus reclamos, pero fingĆa no prestar atención.
āComo se les puede decir caballeros a un montón de tipos que sólo vienen a apoyar las bolas en los asientos, no hacen nada mientras nos roban el pueblo, mientras golpean y abusan de las personas!
āCĆ”llate! āRecriminó un sujeto, era alto y grueso.
Las proporciones del sujeto de nombre Alfonso, intimidaron por un instante a Amelia, sin embargo le respondió:
āSi quiere que me calle defiendan su pueblo, y no se queden aquĆ rascĆ”ndose las bolas, porque parece que sólo para rascĆ”rselas es que las tienen.
Un ofendido boticario replicó, mientras mÔs de uno de los presentes rascó disimuladamente su entrepierna:
āMocosa irrespetuosa, quiĆ©n eres tĆŗ para venir con reclamos, sabes como todos que este pueblo estĆ” en manos de Don Vicente y del Cero cuatro (04). Es de ellos y se acabó!āSe referĆan a los lĆderes de esos grupos criminales que tenĆan sometido al municipio.
āEl silencio es la lengua de este pueblo, niƱata, mejor vete a casaāExpuso el empleado de correos, que tenĆa fama de ilustrado.
La adolescente se mostró realmente enojada y respondió:
āQue quien soy yo para reclamarles?, soy quien no tiene el silencio como lengua, sĆ seƱores!, sĆ©panlo, y puedo ser una niƱata o una mocosa, como me quieran decir, pero al parecer soy la Ćŗnica con pelotas en este pueblo para alzar la vozāLlevó un instante las manos frente a su falda de colegiala, simulando sostener en el aire algo esfĆ©rico y colgante, y que por ser mujer no tenĆa.
āYA BASTA, niƱa! āSe levanta de golpe un obeso hombre de 60 aƱos, que incluso usaba el sombrero dentro de la cantina, claramente para esconder la falta de pelo cada vez mĆ”s notoria.
āUsted es un vendido, alcalde! āLo recibió la joven por unirse a la conversación.
āNiƱa, vete a casa o quieres pasar la noche en el calabozo, mira que no es lugar para una damita como tĆŗ.
āLe deberĆa dar vergüenza, usted es un comprado, sólo gira la cabeza a un lado mientras le chupan la sangre al pueblo.
āBasta mocosa!āEl alcalde se mostró enojado, le ofendĆa la verdad que esta chica le decĆa en su cara.
āMĆ©tame en la cĆ”rcel si quiere, asĆ sea yo menor de edad, pero sabe algo, no me asusta un hombre que se vende por un aire acondicionado traĆdo de Miami o de TaiwĆ”n. Da lo mismo, porque no sĆ© dónde quedan esos lugares. Pero me da pena saber que ese es su precio, porque ese es, admĆtalo ante todos, ese es su precio barrigón de mierda!
Hubo risas ante el insulto.
āCĆ”llate maleducada. Eso es lo que te enseƱan en la escuela y en tu casa?
āEn la escuela me enseƱan a ser respetuosa, y mi madre igual me enseñó educación, pero como puedo ser respetuosa con un barriga de mierda como usted,āAmelia estaba roja del coraje, solo decĆa insultosāHasta mierda debe tener en las pelotas porque nada que logra embarazar a su nueva esposa!
Una bofetada calló a la joven, quien retrocedió un paso. Permaneció ante el ofendido alcalde tomĆ”ndose la mejilla, con labios temblorosos y ojos vidriosos, parecĆa a punto de emerger el llanto.
Pero se tragó el dolor, giró la cabeza a todos los que la observaban, tomó aire y retomó sus reclamos:
āSeƱor Pastrana, usted como registrador del pueblo les ayuda con documentos falsos āel funcionario bajó la cabeza apenadoāTodos saben que se arrodilló ante esos miserables. He escuchado que fue soldado cuando era joven, que estuvo en combate contra los grupos irregulares, se vanaglorió de eso cuando querĆa que lo eligieran en el cargo. Para ser soldado se necesitan bolas, no me diga que las dejó olvidadas en el batallón cuando se retiró, si es asĆ mande traerlas por favor!
Los presentes estaba atónitos, Pastrana no dijo nada por absoluta vergüenza.
āSeƱor Camilo, usted como el dueƱo de la ferreterĆa del pueblo, les vende tanques y quĆmicos para que fabriquen sus porquerĆas, se ufana con sus cadenas de oro y esposa bonita, tenga coraje para no venderle, hĆ”ganos un favor y busque en sus pantalones lo que lo hace varón, nació con ellos, no?... a ver si todavĆa los tiene allĆ.
Amelia era implacable con todos, pero estaba segura que hacĆa lo correcto.
āY usted SeƱor RamĆrez, le vende gasolina y en su negocio arreglan los autos con los que mueven su droga, y sĆ© que le pagan una miseria, hay que ser muy pendejo para dejarse robar de frente.
āPero que puedo hacer? āEl seƱor trató de justificarse.
āQue quĆ© puede hacer?, saque esa arma que usa en las fiestas disparando al aire, y hĆ”gase respetar!, cuando estĆ” en fiestas si es valiente, no?, le he visto presumir de su virilidad, todos son testigos, pero ante esos tipos no sĆ© dónde se le esconden las bolas.
āMuchacha ya basta, por favor āPidió amablemente uno de los presente. Pero sólo consiguió mĆ”s enojo en la chica.
āInĆŗtiles!, de que les sirven las bolas?, sus esposas deberĆan pateĆ”rselas a ver si asĆ les comienzan a funcionar, sĆ! que se las pateen y les duela mucho, a ver si reaccionan!
Amelia continuó contra el sujeto alto y grueso.
āUsted es Alfonso, tiene 6 hijos⦠āEl hombre se mostró inicialmente orgulloso, a Ć©l no le podĆa recriminar el no cumplir sus labores reproductivas como al alcalde. Pero su expresión cambió por las nuevas palabras de la adolescente ā⦠Pero parece que las bolas te sirven para embarazar a tu mujer, y sólo para eso!, Ćŗselas tambiĆ©n para ser un verdadero hombre!
āDeja de hablar mal de todos nosotros, no sĆ© si tengas hermanos, pero tambiĆ©n tuviste un padre, no?ā Criticó un comerciante.
āSi estuviera vivo, mi padre no hubiera permitido que esto pasara, hubiera luchado y guiado al pueblo, el sĆ tenĆa pelotas, por eso mi madre se casó con Ć©l. Cuando yo me case, lo harĆ© con un hombre de verdad!, uno que tenga las pelotas bien puestas, no un cobarde como todos ustedes!
El alcalde escuchaba y observaba como los acusados por la muchacha buscaban en Ć©l para que les defendiera, pues nadie se atrevĆa a detenerla en sus verdades. Pero la autoridad civil no hacĆa nada, al parecer la anterior verdad dicha por Amelia le afectaba, ademĆ”s consideraba que el haberla golpeado habĆa sido demasiado, no supo que hacer.
āY a usted ni lo conozco!ā Se referĆa al geógrafo Asturiz, visitante que no llevada mucho en el municipio.
Con pocas palabras Asturiz le informó quién era, Amelia procesó en su cabeza el asunto y respondió.
āPues entonces ayĆŗdenos, cuando deje Roncesvalles cuente lo que aquĆ sucede, y como hasta la policĆa es sobornada por esos canallasā¦
āYA BASTA! āLe interrumpió alguien, y todos los presentes voltearon. Se trataba del comandante de policĆa, quien habĆa ingresado al sitio y a espaldas de Amelia escuchó los Ćŗltimos reclamos.
āSal de aquĆ, niƱa!āfue una orden directa y seca, el dubitativo alcalde agradeció la llegada del policĆa.
La joven se vio sorprendida por la orden y tras observar al malcarado oficial, pareció por fin calmarse.
Respiró profundo y lanzó una mirada a todos. Expresó antes de salir:
āMe dan lastimaā¦
Todos en la cantina sin excepción quedaron en silencio, pensativos, sabĆan que todo lo dicho por la joven era verdad, sentĆan vergüenza de sĆ mismos.
El comandante de policĆa exclamó:
āQue siga el juego!
Poco a poco todos retomaron sus partidas de naipes. Solo aquel visitante se comportaba diferente, anotaba sin parar en un cuaderno, al parecer querĆa plasmar los hechos.
Dos dĆas despuĆ©s sucedió algo terrible, Amelia desapareció!,
Salió de la escuela pero no llegó a casa. Su madre inició la bĆŗsqueda de la joven con ayuda de la policĆa y vecinos, todos sin excepción estaban consternados. Pero tras una semana sin resultados la dolida mujer abandonó el pueblo. Supongo que aceptó lo que todo el mundo daba por hecho, los grupos ilegales de la zona decidieron silenciar a la valiente joven.
No puedo terminar el relato sin citar textualmente unos pƔrrafos finales del diario de Asturiz:
Hoy pasĆ© nuevamente por Roncesvalles, han pasado 16 meses desde aquella tarde en la cantina, en el pueblo cada vez mĆ”s se escuchan las voces de los vecinos, muchos han despertado, resistiendo las acciones delictivas, e incluso la policĆa ha dado golpes cada vez mĆ”s contundentes contra las estructuras criminalesā¦
ā¦Me duele pensar que para levantar el velo del silencio que sometĆa a los habitantes de la municipalidad, se hubiese tenido que perder la vida de aquella valiente jovencita.
12 de Marzo del aƱo 1999.
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