ANECDOTAS VERGONZOSAS. Parte 2. - Las Bolas de Pablo

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15 jun 2021

ANECDOTAS VERGONZOSAS. Parte 2.

 ANECDOTAS VERGONZOSAS. Parte 2.

 

CONTIENE BALLBUSTING M/M y F/M.

 

Secuela del relato ANECDOTAS VERGONZOSAS.

 

Aquella noche Mildred con 20 aƱos reciƩn cumplidos, bebƭa con su amigo Jorge en un bar, habƭa sido una semana llena de problemas en la universidad y querƭa desahogarse con alcohol.

 

Jorge era amigo de Mildred, el joven de 22 aƱos era ingeniero de sistemas, habĆ­a tenido un incidente dĆ­as atrĆ”s cuando un conocido veterinario de nombre Ernesto (Relato: UNA VISITA A LA FARMACIA) le habĆ­a coqueteado en una fiesta. Jorge vio atractivo a Ernesto, pero resultĆ³ con pareja y Ć©sta apareciĆ³ dĆ”ndole un contundente golpe bajo al infiel. Jorge se sintiĆ³ decepcionado pues Ć©l mismo habĆ­a sido traicionado por una anterior pareja. Por ahora no tenĆ­a una relaciĆ³n sentimental.

 

El deseo de Mildred era tener una bella chica con que divertirse, pero desde el incidente con la prostituta que le drogĆ³, le habĆ­a cogido miedo a frecuentar a ese tipo de mujeres.

 

—DeberĆ­as buscarte una novia y ya—Aconsejaba su amigo Jorge, quien desviĆ³ la mirada.

 

—Y crees que no lo he intentado!, desde que Maribel me dejĆ³ soy como un paria para las chicas de la universidad. Esa maldita hablĆ³ pestes de mĆ­.

 

—Pobre Mildred, y es que con ese nombre tampoco tienes suerte.

 

—Ya vas a comenzar con tus bromas.

 

Jorge hizo una seƱal de paz.

 

—Y tu muy orgulloso de tu nombre, no?...Y dime—Mildred pareciĆ³ poner mĆ”s atenciĆ³n a su amigo—como estĆ”s tĆŗ de pareja, ya picĆ³ algĆŗn chico…mira que no eres feo.

 

Jorge se coloreĆ³, era gay y Mildred lo sabĆ­a…Y la verdad en el fondo sentĆ­a algo lindo por su amigo de extraƱo nombre.

 

—Ya te estĆ” haciendo efecto el alcohol, tĆŗ nunca preguntas esa clase de cosas.

 

—El alcohol no tiene que ver, a veces se debe preocupar uno por los amigos, o no?

 

El rumbo que tomĆ³ la conversaciĆ³n incomodaba a Jorge, quien todo colorado lanzĆ³ una contra pregunta de la que despuĆ©s se arrepentirĆ­a:

 

—Y porque no le pides a tu tĆ­o que te acompaƱe a un prostĆ­bulo, asĆ­ no tendrĆ­as ninguna prevenciĆ³n.

 

Mildred se sorprendiĆ³ ante la idea de su amigo, lo pensĆ³ un momento…parecĆ­a desecharla pero en ese instante una mujer atractiva pasĆ³ ante sus ojos y su pene dio un brinco.

 

Querƭa compaƱƭa femenina y aquella misma noche se podƭa dar.

 

—Y si tĆŗ me acompaƱas?

 

—Yo?!—Jorge se vio totalmente sorprendido.

 

—SĆ­, tĆŗ!, admito que nunca me detuve a pensar en esa opciĆ³n, mi tĆ­o Camilo podrĆ­a hacerme el favor, pero ya estamos aquĆ­ de juerga y tĆŗ podrĆ­as apoyarme, no?

 

—Pero yo…

 

—Fue tu idea Jorge.

 

El joven debiĆ³ ceder y aceptar.

 

AsĆ­ las cosas el dĆŗo tomĆ³ rumbo a un prostĆ­bulo cercano, Mildred se sentĆ­a con mĆ”s confianza junto a Jorge, sobre todo al ser Ć©ste mĆ”s alto que Ć©l, y es que el joven gay le sacaba mĆ”s de media cabeza

 

—Sabes algo? Estoy usĆ”ndolo hoy—RompiĆ³ el silencio Mildred.

 

—A que te refieres?

 

—Los calzoncillos de seda…no tenĆ­a ningĆŗn calzoncillo limpio, y me tocĆ³ estrenarlos.

 

Jorge no respondiĆ³ y decidiĆ³ seguir en silencio. Se mostraba apenado, Mildred se referĆ­a al regalo que Ć©l le dio en su reciente cumpleaƱos. Jorge no lo hizo como broma pues sentĆ­a algo por Ć©l, pero para Mildred si era una broma, costosa eso sĆ­.

 

—No fue tan mal regalo despuĆ©s de todo, la puta que me toque esta noche me acariciarĆ” la polla y las bolas sobre esa fina seda, jajaja.

 

Jorge siguiĆ³ en silencio.

 

Por fin llegaron a un prostĆ­bulo recomendado por el barman del sitio donde bebieron.

 

Comenzaban a hablar con un encargado cuando Mildred la vio!

 

Era la misma puta que le drogĆ³ y robĆ³ aquella vez!

 

Mildred querĆ­a ir tras ella pero uno de los guardias notĆ³ su mirada de enojo contra la lejana trabajadora sexual y le retuvo, se iniciĆ³ un enfrentamiento.

Pronto llegĆ³ un segundo guardia y Mildred era sacado a empujones del lugar.

 

Pero Jorge, quien estaba distraĆ­do de todo el asunto, vio la agresiĆ³n a su amigo…a su muy querido amigo e intervino.

 

Un golpe de palma se hundiĆ³ en la nariz de uno de los guardias, quiĆ©n se fue de espaldas. Su colega liberĆ³ a Mildred y se fue contra el atacante. Pero Jorge le recibĆ­a con una patada alta, dĆ”ndole en plena cara y haciĆ©ndole dar dos giros. Eran sujetos acuerpados, pero Jorge era alto y sabĆ­a pelear.

 

Mildred quedĆ³ boquiabierto ante las capacidades combativas de su amigo.

 

Los guardias atacaron al mismo tiempo, Jorge le dio a uno un golpe de palma en el cuello, esquivĆ³ un puƱetazo a la cara del otro sujeto y le contraatacĆ³ con una veloz patada a los testĆ­culos. El zapato de Jorge impactĆ³ con fuerza contra el testĆ­culos izquierdo del guardia.

 

—OOuuggg—ExpresĆ³ el adolorido, quien retrocediĆ³ brincando.

 

El golpe y quejido de su colega puso prevenido al primer sujeto, quien lo pensĆ³ dos veces antes de lanzarse en otro ataque.

 

El dolido de las huevas finalmente encontrĆ³ apoyo en una pared.

 

Mildred seguĆ­a con la boca abierta, vio la enrojecida cara de dolor del sujeto, pareciĆ³ contagiarse del dolor…eso era terrible.

 

El conflicto hizo una pausa al intervenir el encargado, aunque sĆ³lo con palabras. Jorge se mostrĆ³ abierto a parar el pleito, el hombre pidiĆ³ explicaciones y Mildred le expuso su problema con la prostituta.

 

El encargado les pidiĆ³ que se marcharan del lugar, pero ante la amenaza de Mildred de llamar a la policĆ­a dio reversa, no le convenĆ­a que las autoridades aparecieran, no sĆ³lo porque ahuyentarĆ­a a los clientes sino que de ser cierto la acusaciĆ³n contra la trabajadora sexual, eso le darĆ­a muy mala imagen al sitio.

 

RegaĆ±Ć³ a los guardias y estos retornaron a sus lugares…Ć©l se encargarĆ­a del asunto…CitĆ³ al par que reclamaba a su oficina.

 

Camino a Ć©sta Mildred charlĆ³ con Jorge:

 

—Vaya!

 

—Que sucede?—PreguntĆ³ Jorge

 

—No te conocĆ­a asĆ­, Jorge.

 

—Soy cinturĆ³n rojo en taekwondo.

 

—No, me referĆ­a a esa actitud agresiva, nunca te vi perder el control asĆ­.

 

Jorge desviĆ³ la cabeza, estaba seguro que se verĆ­a apenado y no querĆ­a que Mildred le viese asĆ­.

 

Se dio la conversaciĆ³n, dĆ³nde Mildred expuso su caso. El encargado se mostrĆ³ molesto.

 

—Maldita zorra! yo no tolero esa clase de perras ladronas, aquĆ­ el asunto es solo culear y ya!

 

El lenguaje del sujeto no era muy fino.

 

—Caballeros pactemos—El sujeto querĆ­a dejar las cosas claras y sin presencia de policĆ­a. —Les ofrezco poder vengarse de esa puta, tĆŗmbale los dientes si quieres, a mĆ­ me da lo mismo, esa perra hasta hoy trabajarĆ” en este negocio.

 

Los visitantes no daban una respuesta. El sujeto insistiĆ³, parecĆ­a querer parecer gracioso.

 

—Eso…tĆŗmbenle los dientes, es lo que yo harĆ­a.

 

Jorge pensaba: —Que patĆ”n es ese tipo, a Ć©l solo le importa la imagen de su prostĆ­bulo.

 

—O hagan con ella lo que quieran, claro nada grave por supuesto, pero si le dan su paliza dĆ­ganme y la dejamos en un callejĆ³n, que esa perra se vaya a lamer su heridas a su casa.

 

PatĆ”n! —Pensaba Jorge.

 

—De acuerdo, acepto el trato, nada de policĆ­as y yo tengo mi desquite.

 

Jorge se veĆ­a asombrado ante la respuesta de Mildred, que harĆ­a su amigo?, alguna locura?

 

Se dirigen a un cuarto alejado, dĆ³nde el encargado citĆ³ a la mujer con la excusa de atender bien a un misterioso y adinerado cliente, la mujer feliz por un buen dinero no duda en ir. Antes de llegar Jorge tienen una conversaciĆ³n con Mildred.

 

—Que harĆ”s? Eso de tumbarle los dientes es de cobardes, Mildred.

 

—Por supuesto, eso es una canallada, ese tipo es una basura.

 

—Entonces que le harĆ”s?

 

—Asustarla!, asustarla con la policĆ­a, yo quiero sacarle mi dinero —Jorge se sintiĆ³ aliviado, la idea de Mildred ya era acorde a alguien coherente, no un bellaco como ese encargado—Todo dependerĆ” de cĆ³mo reaccione, si es engreĆ­da le echamos la policĆ­a, pero si esta arrepentida y pide comprensiĆ³n y me da mi dinero, entonces no le hacemos nada.

 

En la habitaciĆ³n la mujer esperaba al cliente con un sexy vestido, despuĆ©s de consumir una costosa botella de licor, tendrĆ” sexo con el hombre, espera le dĆ© buen dinero, no solo por su servicios sino porque cree fĆ”cil convencerle de verse nuevamente y obtener regalos de Ć©l.

 

CuĆ”l fue su asombro al reconocer a Mildred. Aquel que drogĆ³ y robĆ³, y acompaƱado a un mal carado socio…sin duda le hicieron una emboscada!

 

Enterada que su patrĆ³n les dio permiso para hacer lo que quieran con ella, la mujer se cree una vĆ­ctima. Piensa:

 

Ya me quedƩ sin trabajo, pero que hice de malo? Porque la vida me trata asƭ? (Nota del escritor: No te parece mal drogar y robar a los clientes?).

 

Mildred le exige le restituya lo robado, y sĆ³lo asĆ­ podrĆ­a no llamar a la policĆ­a. La mujer sabe que no tiene el dinero para eso.

 

Ante la adversidad observa a Mildred, estĆ” casi frente a ella. La mujer piensa en luchar, sus ojos se dirigen a la entrepierna del enojado sujeto, sus pensamientos son claros: Le patearĆ” las pelotas y correrĆ” como loca! pero hay un problema…su amigo, mĆ”s grande y malcarado tambiĆ©n.

 

Que hacer contra dos hombres? La puta avanza un poco mƔs y planea rƔpido:

 

—Le patearĆ© los huevos a ese hijo de puta, eso lo dejarĆ” fuera de juego un buen rato, y contra el otro grandote que me obstruye la puerta, me le voy a tirar de cabeza al estĆ³mago… Mientras piensa en cĆ³mo hacerme a un lado, aprovecho y le aprieto las huevas!

 

Jorge aparenta furia pero por dentro estĆ” calmado y detalla que la mujer en dos ocasiones ve la entrepierna de Mildred, le advierte:

 

—Cuidado Mildred!, te va a patear! —Jorge ahora sĆ­ se molestĆ³, no permitirĆ­a que lastimara a su querido amigo Mildred.

 

La mujer se vio descubierta y vuelve a retroceder.

 

—AsĆ­ que me querĆ­as patear las bolas, puta! —Mildred toma medidas ladeando su cadera, enojado apretĆ³ los puƱos.

 

La mujer retrocediĆ³ un poco mĆ”s. Su plan se arruinaba, respondiĆ³ ofendida:

 

—No!, eso no es verdad, lo juro! no soy una traicionera!

 

Ante el avance del enojado Mildred, la puta levanta los brazos rindiƩndose

 

—No me pegues por favor, yo no sĆ© pelear, solo soy una mujer, solo puedo hacer una cosa.

 

—Pegar en las bolas, no?—ExpresĆ³ Jorge en tono de intenso reclamo.

 

—No!, nunca harĆ­a eso. Solo te veĆ­a donde tienes la polla porque solo se usar el sexo para comprar o en este caso…pagar!

 

La prostituta planteĆ³ su punto…Se ofreciĆ³ a cancelar deuda para con Mildred con sexo, serĆ­a hasta el amanecer, y todo lo que Ć©l le pidiese que ella hiciera en la cama.

 

El pacto logrĆ³ en pocos minutos cambiar la actitud de Mildred, se saboreaba ante una noche de placer sin fin.

 

Pero Jorge le advirtiĆ³ no aceptar, Mildred no le hizo caso.

 

Ya con el pacto cerrado, el enojado Jorge se acercĆ³ a la mujer y procediĆ³ a amenazarla:

 

—Te advierto esto maldita, si traicionas de alguna forma a mi amigo, te reventarĆ© la cara a golpes, puta! y la tienes bonita, esa es tu imagen para tu sucio trabajo…A ver cĆ³mo te va en tu empleo con la cara desfigurada!

 

Claramente no le harĆ­a eso, pero si lastimaba a su querido Mildred, se enfadarĆ­a en verdad, esa mujerzuela pagarĆ­a por su agresiĆ³n. Estaba seguro que algo le harĆ­a a la maldita!

 

Mildred se sorprendiĆ³ por el enfado de Jorge. Y era Ć©l quien se quejaba de la actitud cuestionable del encargado.

 

La mujer respondiĆ³:

 

—Eres poco caballeroso, pero tambiĆ©n eres buen amigo, te preocupas como nadie por Ć©l, mĆ”s pareces una novia celosa que un amigo— Jorge evitĆ³ mostrar una expresiĆ³n que denotara algo mĆ”s que la amistad—Pero no le harĆ© nada malo, solo lo bueno que he prometido.

 

—MĆ”s te vale, porque si sales por esa puerta y Ć©l no sale contigo, despĆ­dete de tu carita de zorra.

 

Jorge abandonĆ³ el cuarto, quedĆ”ndose a fuera como si fuese un guardia.

 

Mildred se comenzĆ³ a desnudar, pero la mujer no. Se quedĆ³ observando los interiores de Mildred, se acercĆ³ a Ć©l y le tocĆ³ el paquete.

 

—Que lindos calzoncillos…se ve que son nuevos.

 

—AsĆ­ es, y son de seda.

 

—Que suaves— La puta acariciaba con habilidad el paquete del varĆ³n. El falo de Mildred comenzĆ³ a crecer.

 

Era lo que Mildred habĆ­a idealizado para aquella noche, que una mujer le acariciara la polla y bolas sobre la prenda, se sentĆ­a tan suave.

 

 La puta cesĆ³ su tacto y expresĆ³:

 

—Lo siento cariƱo, pero necesito ir al baƱo, ustedes llegaron muy pronto, estuve con otro cliente antes y pagĆ³ para hacerlo sin protecciĆ³n, debo asearme! no querrĆ”s metĆ©rmela cuando todavĆ­a tengo leche de otro tipo adentro, verdad?

 

Mildred entendiĆ³ y le dio tiempo.

 

—DĆ©jate el calzoncillo puesto, quiero ser yo quien te lo quite—Mildred sonriĆ³ y jurĆ³ que asĆ­ serĆ­a.

 

La ducha se abriĆ³ y la mujer se baĆ±Ć³, rĆ”pido eso sĆ­.

 

—Me pasas el desodorante en mi bolso.

 

Mildred asƭ lo hizo, era un pequeƱo spray color negro y sin marcas.

 

El varĆ³n estaba impaciente, escuchaba a la mujer aplicarse el spray, mientras le rogaba por paciencia…Y por fin emergiĆ³ la prostituta.

 

La mujer apareciĆ³ desnuda, era muy hermosa, sus tetas medianas, su vulva afeitada, las manos en sus caderas, Mildred tragĆ³ saliva y quiso ir por ella.

 

—Espera un momento, quiero un poco de mĆŗsica...me gusta amenizar la acciĆ³n.

 

La mujer sacĆ³ su telĆ©fono y seleccionĆ³ un grupo de canciones, la mĆŗsica comenzĆ³ a sonar, no muy fuerte pero sĆ­ a volumen considerable.

 

El ambiente estaba listo, Mildred comenzĆ³ a devorar las tetas que le ofrecĆ­a la prostituta, eran perfectas y firmes, las llenĆ³ de salina, lamĆ­a aquellos erectos pezones, mientras la mujer le acariciaba los testĆ­culos bajo la seda.

 

Fue cuando comenzĆ³ a sentirse mareado, se alejĆ³ de ella, veĆ­a todo doble.

—Te sientes bien? —PreguntĆ³ la prostituta, no sin cierto tono burlesco…Mildred enseguida sospechĆ³, fue ella!

—Que, que me pasa?, que me hiciste?

—Te gustaron mis tetas? —La mujer sonreĆ­a—A veces es peligroso probar las tetas de una mujer que no conoces, cariƱo.

AsĆ­ es como Mildred deduce que la mujer se debiĆ³ echar algo en las tetas. Lo drogĆ³…otra vez lo drogĆ³!

Y era cierto, aquel era el plan modificado de la mujer desde que se vio arrinconada ante esta situaciĆ³n. Inicialmente planeaba escapar por la ventana del baƱo. Era un segundo piso, pero habĆ­a rejas y tuberĆ­a que le permitirĆ­an descender con cierta facilidad, sobre todo para una mujer delgada y Ć”gil como ella…

…Pero a Ćŗltima hora cambiĆ³ de idea…no se escaparĆ­a asĆ­ nada mĆ”s. En adelante estarĆ­a desempleada, le sacarĆ­a dinero a este sujeto, y de paso le darĆ­a una lecciĆ³n por la emboscada que le hizo…

…Para eso solo necesitaba distraerlo y tener acceso a su bolso, donde en forma de spray llevaba una fuerte droga somnĆ­fera, otro de sus sucios mĆ©todos para dormir y robar clientes.

Con la droga aplicada en sus tetas, solo necesitaba ofrecƩrselas al incauto y rƔpidamente caerƭa en un sueƱo profundo.

Mildred se sacude la cabeza y vuelve a ver bien por un instante, decide atacarla mientras pueda!

En su confusa mente no piensa en pedir ayuda a Jorge, es su inĆŗtil ego el que habla, UNA MUJER NO LE VOLVERƁ A DORMIR Y ROBAR!

Enojado va contra ella! las manos del joven se cierran alrededor del bello cuello de la desnuda hembra. Antes de dormirse, le quitarĆ” el aire y la dejarĆ” a ella sin sentido!

Es entonces cuando siente un impacto en su pelvis que se eleva un poco, queda atĆ³nito, siente un intenso dolor desde su entrepierna que le paraliza!

—AAaahhhh!! —Es el leve sonido que sale de su boca, no tiene fuerzas para quejarse en tono alto.

Con tan bajo quejido y la mĆŗsica (Puesta a propĆ³sito para enmascarar cualquier pedido de ayuda del drogado), Jorge jamĆ”s le iba a escuchar.

Vuelve a ver doble a la mujer, cuya boca se llena con una amplia sonrisa. En cƔmara lenta, Mildred baja la cabeza y observa el muslo de la puta en alto e incrustado entre sus piernas. La mujerzuela le acababa de dar un fuerte rodillazo en los testƭculos.

Mildred libera el cuello de la mujer y se derrumba.

El dolor le invade, no entiende lo que ve, ante sus ojos estƔn seis piernas de mujer. La mujerzuela se inclina y acercƔndose a su rostro pƔlido y sudoroso, le dice:

—Te duelen mucho? Pobres de tus huevas, Jajajaja. Debiste quedarte quieto hasta dormirte, querido…Pero me quisiste atacar, tĆŗ te lo buscaste!

Un varĆ³n atontado por la droga, que la atacaba desesperado y totalmente abierto de piernas…Fue demasiado fĆ”cil para la prostituta el faulearlo!. Una vez tuvo sus genitales al alcance, solo debiĆ³ elevar la rodilla con fuerza para vencerlo.

Mildred finalmente perdiĆ³ el sentido.

Curiosamente pareciĆ³ soƱar que le hacia el amor a la bella puta, recordaba como movĆ­a su pelvis. Pero lo que nunca supo es que aquel movimiento de pelvis en realidad sucediĆ³, para ese momento la ladrona ya habĆ­a saqueado todo lo hurtable de Mildred y ahora le movĆ­a la pelvis, tratando de sacarle los calzoncillos de seda. Pensaba:

Calzoncillos de seda, son caros, y los estƔ estrenando. Me los voy a llevar! de talla le quedan a mi novio, se los darƩ como si fueran nuevos, despuƩs de todo se acerca su cumpleaƱos.

Ya con el costoso botĆ­n en su mano, observĆ³ los genitales desnudos de su vĆ­ctima.

El pene de Mildred yacƭa flƔcido a medio lado, con abundante presemen en su glande. Las bolas del joven se veƭan enrojecidas.

—Lo siento querido, pero tu pipĆ­ se quedarĆ”s con las ganas de disfrutarme.

Al final la mujer escapĆ³ por la ventana del baƱo.

 

El cese de la mĆŗsica y la falta de “ruidos Ć­ntimos”, hicieron sospechar a Jorge, quien ingresĆ³ para descubrir a su amigo, desnudo, tirado en el piso y sin rastro alguno de la mujerzuela.

 

Le llevĆ³ a la cama y viendo sus pupilas supo que le habĆ­an drogado.

 

Antes de vestirle, Jorge observĆ³ el pene y testĆ­culos de su amigo, se sonrojĆ³ y sin poder evitarlo, los acariciĆ³…AcercĆ³ su cara a la del inconsciente y le besĆ³ los labios.

 

—Lo siento Mildred, pero creo que de no hacerlo ahora, Ć©l besar tus labios serĆ­a algo que nunca llegarĆ­a a pasar.

 

Jorge le llevĆ³ al hospital, donde un par de horas despuĆ©s, Mildred recobrĆ³ el sentido, y por fortuna sin secuela alguna.

 

Mildred agradeciĆ³ a su amigo, quiĆ©n junto a Ć©l odiarĆ­an a aquella prostituta. Por supuesto para Jorge el odio hacia la mujer se motivaba por haber lastimado a su amado.

 

 

—Y eso fue todo lo que sucediĆ³, tĆ­o Camilo.

 

Mildred concluĆ­a la narraciĆ³n de en su opiniĆ³n una nueva ANƉCDOTA VERGONZOSA (obviamente no conociĆ³ los detalles de las intenciones de la puta, del interĆ©s secreto de Jorge, ni del beso).

 

Su tĆ­o Camilo asentĆ­a ante lo escuchado.

 

—Ves sobrino, contar lo malo que te pasĆ³ ayuda a digerir el trauma, al parecer la mala suerte con las putas te persigue.

 

—Con las putas no, sĆ³lo con esa maldita!

 

—Pero no te enojes, Mildred—Camilo le ofreciĆ³ una bebida carbonatada—Tomemos una Show-Cola mientras nos relajamos, porque ahora es mi turno de contarte una anĆ©cdota.

 

 

ContinuarĆ” en el relato ANECDOTAS VERGONZOSAS parte 3.

 

 

***

 

 

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