Hijo de puta (1/8): Rey León - Las Bolas de Pablo

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4 jun 2021

Hijo de puta (1/8): Rey León


Hola a todos los lectores, esta nueva serie promete ser muuuuuy buena, principalmente porque la estoy escribiendo en compañía de Fercho, un autor colaborador del blog, seguramente lo recuerdan por "The Sidekick", "Al salir de un bar" y otras historias. Lo genial de esta serie es que la estamos escribiendo un poco... tipo experimento, es decir, hemos acordado escribir la mitad de un capítulo y que la otra persona resuelva la idea que se le ocurrió al otro. Y... nos ha quedado muy bien :D


Contiene:

Ballbusting hombre/hombre

Ballbusting mujer/hombre 



Fabio Holgado Rey
   ¡No manches! Acaba de caer una bomba en la familia. La bomba soy yo: Fabio Holgado Rey. Ja, ja, ja. ¿Qué? no es mi culpa, así se apellidaba mi mamá. Soy el último hijo de Don José María, alías “Don Chemo”, y el único hijo fuera del matrimonio. Mi madre murió al nacer, mi padre se hizo cargo de mí, me llevó a vivir con él y su detestable familia. Él ya era un hombre mayor, no tengo gran rencor hacia él, aunque distante, jamás me trató mal y cumplía con las pocas exigencias que solía pedirle.

   Siempre mantuve una mala relación con mis medios hermanos y hermanas, los cinco infames Holgado Ferrer, los muy cabrones decidieron llamarme «hijo de puta», por ser hijo de una mujer que supo tratar y complacer al hombre que su frígida madre no pudo. Si hay algo en lo que soy notoriamente superior es en mi belleza física, mi madre era una mujer muy hermosa, yo salí a ella. 

 

   Los hijos de mis hermanos no son mejores que ellos, mis sobrinos y sobrinas son una bola de parásitos inútiles, la mayor de ellos me supera en edad. Solo hay uno que entre toda la basura vale la pena, se llama Mariano y es cinco años menor que yo, tiene treinta. Él es maduro, centrado y noble, jamás me ha llamado «hijo de puta». Espero seguir contando con su lealtad y que esta sea verdadera. 


 
    Soy miembro de una familia asquerosamente rica. José María Holgado León, era conocido en todo México, salió muchas veces en la revista Forbes. Era un as para los negocios, podemos atribuirle empresas en la industria del acero, tecnología, telecomunicaciones, turismo y medios de comunicación que sirven como buitre para quien pague más. Los principales periódicos, cadenas de televisoras y radios en el país tienen el sello Holgado. Pero lo que hizo realmente celebre fue una marca de chocolate artesanal para preparar una bebida caliente “Don Chemo”, el abuelito de México.


José María "Don Chemo" Holgado León

    No quería hacerles el cuento largo, ni desviarme del tema, neta no era mi intención, pero tenía que darles contexto, porque se viene lo bueno:  Don Chemo Holgado falleció un lunes, ya le tocaba, como les he dicho, él era bastante mayor, ese día simplemente no se levantó de la cama. Yo estaba en Cuernavaca cuando me enteré, me sentí mal, no voy a decir que lloré, es la sensación más extraña, ¿saben? Sí estaba triste, pero al mismo tiempo no, era como si mi dolor por su muerte estuviera ahí, pero yo no fuera capaz de acceder a él y sentirlo, lo único que puedo asegurar es que todavía siento un hueco en el pecho. 

 

   Se declaró un día de luto nacional, miles de personas se congregaron a las afueras de la mansión holgado, múltiples homenajes se llevaron acabo por todo el país.

 

    Dos días después de su muerte, luego de dejar sus cenizas en el mausoleo privado de la mansión. A mis medios hermanos les urgía conocer el contenido del testamento, en especial a Ricardo, el mayor de los Holgado Ferrer, él tiene 54 años y es quien está al frente de los negocios, es el actual CEO del GRUPO LEON, más no el propietario. Mi padre no soltaba sus acciones dentro de la compañía con facilidad.


 
  Todos, incluyéndome, nos hemos quedado tiesos cuando la bomba cayó en la familia. Resulta que el viejo Holgado, dejó la herencia a mi nombre. Soy su heredero universal, el hombre más rico de este país, quizá del mundo.


Yo de por sí recibía buenos dividendos de los negocios familiares, lo suficiente para darme mis lujos y hacer lo que se me viniera en gana. Por supuesto, eso era una limosna comparado con lo que recibían mis medios hermanos y sobrinos. Ahora, yo soy el dueño de todo. GRUPO LEÓN me pertenece.

 

    Acabo de salir del despacho del abogado, todos están dentro formando un griterío sobre la decisión del finado patriarca.


   —¿Por qué chingados el viejo le dejó esa responsabilidad al hijo de puta? —la primera en salir fue Carlota, la mayor de las hembras y la creadora de mi apelativo «hijo de puta», es a quien más odio. Maléfica se queda pendeja a su lado. La muy cabrona ya ha salido a regalarme sus peores maldiciones e insultos. ¡Ay, cabrón, está furiosa la perra!

 

—Tranquilízate, mamá, Fabio hizo Estudios Empresariales en Harvard y tiene un doctorado en Economía de Stanford —dijo mi sobrino.

 

—¡Cállate, Mariano! ¿De qué lado estas?

 

   Ricardo es el tercero en salir dando un portazo, y sí, al ver su faz viene directo a mí. ¡Que empiece el show!

    —¿QUÉ HICISTE, HIJO DE PUTA? —gritó empujándome, algunas de sus salivas caen a mi rostro. Está muy furioso—. ¿DROGASTE A MI PADRE O QUÉ HICISTE? ¡VOY A IMPUGNAR ESA FREGADERA DE TESTAMENTO! ¡NO CREAS QUE LEÓN VA A SER TUYO! —me dio dos puñetazos consecutivos al estómago y después me estampó contra la pared, sujetándome del cuello de la camisa.

 

   —Grgrgrgr —respondí rugiendo como felino.

 

   —¡Mata al hijo de puta! —sugirió Carlota—. Con él muerto, todo queda para nosotros. El muy maricón no tiene mujer ni hijos.

 

   —¡TE VAS A ARREPENTIR, HIJO DE PUTA! NO NOS VAS A DEJAR EN LA CALLE. NO VAS A MANDAR A LA CHINGADA LO QUE YO HE CONSTRUIDO DURANTE TODA MI PUTA VIDA.

 

   El cabrón se preparaba a levantar el brazo con el puño cerrado, cuando reaccioné aferrando mis manos a ambos lados de su hombro y alzando mi rodilla contra el medio de sus piernas.

 

   Mi hermano Ricardo por lo general viste de manera casual y esa mañana usaba un pantalón para ir a la oficina. Por lo que el impacto en su entrepierna fue lo bastante preciso al momento de estortillarle los huevos. Era un pantalón ajustado así que lo mismo el golpe fue como si estuviera desnudo, no frenó el impacto. Sentí como mi rodilla levantaba su par de bolas contra la pelvis. Es como si todos los años de humillaciones se pagaban aplanando su montículo de huevos entre mi rodilla y su cadera.

 

   Ricardo abrió los ojos y un hilo de baba escapó de su boca. Así es como su poder sobre mí comenzó a quebrarse, junto con su ego. El cabrón cayó al piso sujetando su entrepierna. Recién celebraba mi pequeña victoria cuando sentí una presión sobre mis bolas. La desgraciada de Carlota me había agarrado de los huevos y me los apretaba con fuerza.

 

   —¿Qué vas a hacer ahora, maricón hijo de puta? —dijo en mi oído—. Te voy a castrar, cabrón —el dolor era insoportable, la perra me apretaba con todo su odio. Como mecanismo de defensa, le di un golpe certero en el mentón con mi puño cerrado. Mi hermana cayó aturdida al piso, yo quedé recargado contra una pared protegiendo y sobando mis bolas. Lo siento por Mariano, pero tuvo que inclinarse y atender a Putona, ups, Carlota.

 

   Para ese momento el resto de la familia ya habían salido del despacho del abogado, ahora todos estábamos en la sala de espera. 

 

   —Eres un machito abusador —dijo Elena, otra de mis hermanas.

 

   —Ponte con un hombre, maricón hijo de puta —dijo mi sobrino Paolo, hijo de Elena, él era un hombre muy atlético y bronceado de veinticinco años.

 

   —¡Pégame, cabrón! Me voy a encargar de refundirte en prisión —dije sin pensarlo realmente—. ¿No se dan cuenta? Yo tengo todo el poder económico, en este país el que paga manda. ¿Creen que pueden hacer algo contra mí? ¡Háganlo! ¡Quiero ver que lo intenten! No me voy a detener ante ninguno de ustedes, hijos de puta, cabrones, huevones, parásitos, arrimados. Si fueran inteligentes, estarían lamiendo mis zapatos en vez de ponerse contra mí. ¿Quieren rascarle los huevos al tigr…?

   

   Yo estaba muy feliz, gloriándome con mi discurso, cuando sentí que alguien llegó por detrás, me sujetó de las bolas y me levanto por completo, cargándome bocarriba sobre sus hombros, no pude ver quien era, pero sí escuché a Carlota cuando se refirió a él.

 

Romeo

   —Bien hecho, Romeo, pártele su madre a ese hijo de puta —gritó Carlota.

 

   Romeo era el guardaespaldas personal de mi padre, su hombre de más confianza, era un hombre de mi edad, alto, esbelto, realmente fuerte y muy varonil, su color de piel hacía honor a su apellido. Era hijo de Luciano Moreno, un hombre muy leal a mi padre que se retiró debido a una herida de bala obtenida en el cumplimiento de su deber, antes que él, su padre Santino, había servido a Don Chemo, tanto el abuelo de Romeo, como mi padre, descansaban ya en la otra vida. 

 

   El guardaespaldas tuvo cuidado de no ejercer presión sobre mi hombría, no me lastimó, ocupó mi pelvis para levantarme, con esta acción inevitablemente tocó y aplastó mi pene. Al  salir a la calle, me aventó en el asiento trasero de una camioneta negra blindada, con divisiones similar a una patrulla policíaca y condujo durante un par de horas. Lo primero que pensé era que me iba a asesinar por orden de mis hermanos, yo me encontraba indefenso y cautivo en el asiento trasero de ese vehículo. 

 

   Romeo me llevó a lo que parecía ser un enorme rancho ubicado en otro estado. Se estacionó en la entrada de una lujosa cabaña, abrió la puerta del vehículo y me permitió salir. Frente a mí estaba Luciano, se encontraba en una silla de ruedas, hace unos años, protegiendo a mi padre, recibió una bala en la espalda que lo inhabilitó.

 

   —Bienvenido, señor Fabio, al rancho Moreno —dijo el señor, acercándose para abrazarme.

 

   —No quiero ser grosero, pero ¿qué hago aquí? —pregunté.

 

Luciano Moreno

   —Su padre no confiaba en muchas personas, para él todos eran enemigos, adversarios, opositores. Hace unos meses, me hizo prometer que si él dejaba este mundo, tanto yo, como mi hijo, nos encargaríamos de cuidarlo y protegerlo a usted, ahora entiendo por qué. Los Moreno hemos servido por generaciones al patriarca Holgado, ahora usted, señor Fabio, es el patriarca de la familia.

 

   —Moriré sin dejar descendencia, así que, mi patriarcado tiene fecha de caducidad.

 

   —Usted es igual que mi hijo, a él tampoco le atraen las mujeres —dijo Luciano—. Me costó aceptarlo, supongo que el legado de la familia Moreno también tiene fecha de caducidad. Lo irónico es que yo no soy moreno, él sí porque salió a su madre. Ella era una morocha preciosa, chulada de mujer ¿sí o no, mijo?


   —Mi madre era muy guapa —respondió Romeo.


   —Si tan solo probaras los jugos de una mujer, estoy seguro de que cambiarías de parecer —el comentario de Luciano incomodó a Romeo.

 

Guapísimo Romeo

   —Les fue ordenado cuidar de mí, eso, ¿qué tiene que ver con estar aquí? —intervine.

 

—Su padre dejó una carta, venga, para que se la muestre —dijo el viejo invitándome a entrar.


    En su rústica pero elegante sala campirana, con paredes llenas de cabezas de animales disecados como trofeo, Romeo abrió una cerveza mientras se quitaba la camisa, quedando en camiseta blanca, sentándose en un sillón junto a mí, no era demasiado musculoso, pero sí que era sensual. Su padre me entregó una carta en un sobre cerrado, sellado con cera. Me dispuse a abrir el sobre, el contenido no era muy extenso, era más una nota que una carta.


Fabio

Seguramente te preguntas: ¿por qué te he nombrado heredero universal de toda mi fortuna? Uno de los más grandes arrepentimientos que un viejo como yo puede tener, es haber criado a una parvada de buitres, carroñeros y rastreros.

Por increíble que parezca, tú, mi hijo más pequeño, alejado de toda esta mierda, eres el único que jamás esperó obtener nada de mí y justo por eso, el Grupo León es tuyo.

Uno de tus cinco hermanos conspiró para deteriorar mi salud. Cuando llegas a cierta edad, entiendes que lo mejor que puedes hacer es recibir a la muerte con los brazos abiertos. No hice nada para averiguar quien fue, tampoco para impedirlo, dejé que las cosas sucedieran. Solo te puedo decir que esa persona esperaba heredar mi fortuna. El primero que viene a tu mente, seguramente es Ricardo, tal vez Carlota, pero no. Antes de cambiar mi testamento y heredarte a ti, quien iba a heredarlo todo, era Mariano.

No digo que ese muchacho tenga algo que ver. Me costaría mucho creer que así fuera, tú lo sabes mejor que nadie, él es el único Holgado de la familia que realmente vale la pena. Creció bien, es atento, de corazón altruista, inteligente, atractivo, noble y gentil, con bondad dirige la Fundación León, ese chico realmente se preocupa por hacer una diferencia en este mundo. No lo pienso ocultar, él era mi nieto favorito —también es mi sobrino favorito, padre—. Dejo bajo tu responsabilidad, si así lo quieres, descubrir a quien conspiró contra mí.

Lo más probable es que esa persona también conspire contra ti y quiera acabar con tu vida. Mi consejo, hijo mío, es que saques las garras y demuestres que eres un León, un Rey León.



  Ja, ja, ja, mi padre tenía un humor muy soso, todos siempre se reían a carcajadas de su terribles chistes, por conveniencia claro está. Así sin más, sin una despedida formal, mi padre terminó su carta. Al leer la última línea no pude más que llevarme la palma a la cara para tratar de olvidar la tremenda mamada que acababa de leer: Rey León.


   Puedes continuar leyendo la segunda parte dando clic aquí.



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