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Aarón, 24 años |
En aquel tiempo tenĆa una novia llamada Liz, era mĆ”s joven que yo, formaba parte del equipo de karate de su universidad, medĆa 1.70 de estatura, desde pequeƱa entrenó, sin problemas podĆa derribarme y someterme, sin importar que yo fuera un tipo grande, crĆ©anlo, no era que yo se lo permitiera, Liz de verdad sabĆa golpear y patear, las pocas ocasiones en que lleguĆ© a casi someterla aprovechando mi ventaja de tamaƱo y fuerza de macho, ella atacaba sin piedad la fuente de esa fortaleza y la aplastaba con sus manos, a veces con sus pies.
Sucedió que un ex compaƱero de la universidad llamado JosĆ©, quien practicaba Kung Fu desde los dieciocho, era junto con HĆ©ctor, instructor en una escuela de artes marciales. Su “Shifu” dejaba a cargo de ambos todas las clases y el mantenimiento del lugar. Llegó el dĆa en que JosĆ© se sintió explotado, tras una fuerte discusión con su mentor, decidió dejar la escuela, HĆ©ctor lo siguió, Ć©l era mĆ”s joven que nosotros dos, en ese entonces Ć©l tenĆa veinticuatro aƱos. JosĆ©, a quien por cierto nunca le ha faltado el dinero, rentó un local y abrió su propia escuela, en su bĆŗsqueda de alumnos, recurrió a sus conocidos, fue entonces cuando reconectĆ© con Ć©l y me contó lo que acabo de platicar.
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Sanda |
Para cuando cerró la escuela de mi amigo un aƱo despuĆ©s, Liz ya habĆa roto conmigo, a pesar de ello, deseaba continuar aprendiendo, asĆ que me metĆ a clases de boxeo y MMA. Con treinta y dos aƱos, yo habĆa ganado mucha masa muscular, fĆsicamente estaba en mi mejor forma. LogrĆ© mantener contacto con HĆ©ctor, no Ć©ramos los grandes amigos, ni nos veĆamos muy seguido, quizĆ” una vez al mes o cada dos meses, este dĆa era una de esas veces, Ć©l vivĆa con sus papĆ”s en un conjunto de departamentos de interĆ©s social, daba clases de educación fĆsica en dos colegios privados, como no tenĆa coche, siempre que salĆamos a beber, me aseguraba de llevarlo sano y salvo hasta su casa.
En cuanto a mĆ, tenĆa mi propio despacho de diseƱo de interiores, hacĆamos remodelaciones, soy Arquitecto, mi trabajo consistĆa en coordinar a los contratistas, albaƱiles y diseƱadores de interiores para que todos nuestros proyectos salieran bien, trabajĆ”bamos para plazas comerciales, restaurantes y algunos hoteles de lujo, dentro de mis planes a mediano plazo estaba el cerrar contratos con cadenas hoteleras, restauranteras y tiendas departamentales a nivel nacional, y ¿por quĆ© no? a nivel región en AmĆ©rica Latina. HabĆamos ganado unos cuantos reconocimientos, nuestro trabajo se publicaba en revistas especializadas, las cosas me habĆan salido bien.
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Aarón, 26 años |
Soy bisexual, lo asumĆ al cumplir veintidós, aunque no iba por la vida enarbolando mi orientación, quien me conocĆa, lo sabĆa. HabĆa mantenido muchas mĆ”s relaciones con chicas que con chicos, solo habĆa tenido un par de novios, el primero de ellos era un sueƱo hecho realidad, un hombre muy viril y guapo, de piel clara y cabello castaƱo, casi de mi estatura y velludo, se llamaba Fabio, lo conocĆ en la alberca cuando practicaba natación, me sorprendió observĆ”ndolo desnudo mientras se secaba en los vestidores, Ć©l tambiĆ©n me observó y levantó sus cejas de forma coqueta, ese fue el inicio de mi primera relación con otro hombre. Todo iba aparentemente bien entre nosotros, hasta que descubrĆ que seguĆa viĆ©ndose con su ex y mantenĆa relaciones sexuales con Ć©l, a pesar de haberme enojado, en parte lo entendĆa, ambos Ć©ramos activos, asĆ que durante el tiempo que pasamos juntos, nunca hubo penetración, solo frotamiento y sexo oral, mucho sexo oral, tal vez por eso buscó en otro lado lo que no podĆa tener conmigo, me dolió romper con Ć©l, no querĆa, pero tuve que hacerlo, no podĆa pasarlo por alto, siendo honestos, todavĆa le guardaba mucho afecto.
Mi segunda relación con un hombre fue de lo mĆ”s inesperada, porque Ć©l no era mi tipo, era un poco afeminado, no se le notaba a simple vista, se llamaba Cristóbal, fĆsicamente era chaparrito, medĆa 1.65, pero era realmente hermoso. Al igual que yo, era un deportista nato, tenĆa unos enormes ojos que le daban un hipnótico aire de inocencia, era muy lindo, me trataba muy bien y me hacĆa sentir el centro de su mundo, tristemente, con el pasar de los meses, la relación con Cris, se tornó un poco “tóxica”, por llamarla de un modo, empezó a celarme, perseguirme, el apego que sentĆa por mĆ era enfermizo, ya no lo querĆa, me disgustaba su presencia, comencĆ© a poner excusas para no verlo, eso no hizo mĆ”s que empeorar las cosas, cuando rompĆ con Ć©l, armó un dramón y montó un show a las afueras del despacho que de solo recordarlo, sentĆa vergüenza, fue algo muy desagradable.
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Aarón, entrenando. |
Durante una fiesta de Halloween a la que lo invitĆ© un par de meses atrĆ”s, HĆ©ctor bebió de mĆ”s, a travĆ©s de un juego llamado “Yo nunca” descubrĆ que alguna vez se habĆa llegado a sentir atraĆdo por un hombre y que tambiĆ©n se habĆa besado con uno, contó que fue un error, que en un antro ligó con una chica que resultó ser travesti. Ćl no recordaba nada de lo que confesó aquĆ©lla noche o si lo hacĆa, preferĆa no comentarlo, yo respetaba eso, no era nadie para juzgarlo.
Este dĆa en especial, mientras bebĆamos unas cervezas en aquel bar del centro, me platicó que la próxima semana se mudarĆa a otro estado de la repĆŗblica para trabajar, a su hermano mayor le habĆa ido bien y le consiguió un empleo muy bien pagado, probablemente esta serĆa la Ćŗltima vez que nos verĆamos en mucho tiempo. Al caminar por la calle a las afueras de este bar, escuchĆ© a mis espaldas una voz varonil pronunciar mi nombre, inmediatamente la reconocĆ.
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Aarón, 32 años |
—Cuatro aƱos –respondĆ en seguida.
—¡Cierto! desde aquella Navidad. Te ves muy bien —dijo barriĆ©ndome con la mirada y apretando mi brazo— ¡uf! realmente muuuy bien, ¿has estado haciendo ejercicio? digo, siempre fuiste fuerte y atlĆ©tico, pero… –sin preguntarme levantó mi playera para meter su mano y frotar mi sólido abdomen— sĆ, has estado haciendo mucho ejercicio, estĆ”s “mamadĆsimo hijo de tu puta madre” y mĆ”s sabroso que nunca ¿quĆ© cuentas?
—Sigo con el despacho, te presento a HĆ©ctor —dije poniendo la mano sobre el hombro de mi compa.
—No, sólo somos amigos. HĆ©ctor, Ć©l es Fabio, fue mi novio hace mucho —puse cierto Ć©nfasis en la palabra “mucho”.
—¿QuĆ© show? —respondió mi compa con una sonrisa. Fabio no le prestó atención, pasó su brazo sobre mis hombros y me dijo casi al oĆdo, pero en tono de voz normal.
—Hay una fiesta en casa de Galo, ¿si te acuerdas de Ć©l? justo voy para allĆ” ¿quieres venir? Vamos güey, va a estar chido.
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Fabio |
—Vamos los tres ¿quĆ© te parece? —propuso Fabio. Ćl estaba igual a como lo recordaba, alto, varonil, con su perfecta barba media, impecablemente recortada, preciosos ojos claros y labios que invitaban a besarlo apasionadamente. FĆsicamente era el hombre mĆ”s guapo que habĆa conocido, una verdadera tentación.
—Yo no puedo, carnal, vayan ustedes —intervino HĆ©ctor, seguramente por su mente estaban pasando imĆ”genes de una fiesta gay con orgĆas y fetiches raros, nada mĆ”s alejado de la realidad, las fiestas de Galo eran simples reuniones, de mucha platica intelectual, bebida y mota— me pedirĆ© un Uber, no te preocupes por mĆ.
—Bueno, ya lo escuchaste —dijo Fabio masajeando mi hombro con su mano.
—Lo siento, no puedo —dije retirando su mano de mi hombro— esta noche vengo con HĆ©ctor, siempre lo llevo a su casa, eso no va a cambiar.
—Ya no tienes el mismo nĆŗmero ¿verdad? podemos seguir en contacto, si quieres luego te escribo —Fabio sacó su celular para anotar mi nuevo nĆŗmero.
—No, no quiero… esto… tĆŗ y yo —dije seƱalĆ”ndonos— No Fabio, realmente no.
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HƩctor |
Las piernas me temblaban y no era de frĆo, todavĆa no me creĆa que fui capaz de rechazarlo, ocupĆ© hasta la Ćŗltima gota de mi fortaleza emocional para conseguirlo, no dejaba de pensar en que tal vez me equivoquĆ© al dejarlo ir. En ese momento sentĆ una presión en mi pezón derecho, HĆ©ctor me pinchó sorpresivamente, yo elevĆ© mi hombro y cerrĆ© mi brazo para protegerme, volteĆ© a ver a mi amigo y pude apreciar su hermosa sonrisa juguetona, fue entonces que lo supe, tomĆ© la decisión acertada.
—Lo hiciste bien, carnal –dijo sujetando mi hombro—. ¿Sabes? todo lo que se quiebra, siempre se puede reparar, pero todo lo que se repara, realmente, siempre estarĆ” quebrado.
—¿Como un plato?
—Exacto.
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Joaco, campeón de Sanda |
—Ya valiste verga, putito –dijo el hombre a mi amigo— ¿creĆste que Ćbamos a dejar las cosas asĆ? despuĆ©s de lo que le hiciste a la Caro.
—No quiero pedos güey, tranquilo, solamente terminĆ© con ella, eso es todo —respondió mi amigo colocando sus palmas al frente para establecer un espacio personal.
—¿QuĆ© pasa? —preguntĆ©. Dos de los hombres intentaron sujetarme de los brazos, yo no lo permitĆ, forcejeamos —eh, eh, eh, no me toques cabrón, ¡no me toquen!— finalmente di unos pasos hacia atrĆ”s, no me sujetaron, pero sĆ me separaron de HĆ©ctor y me cerraron el paso.
—¿Es Ć©l? ¿por este puto es que lastimaste a mi hermana? —el tipo le preguntó— ya nos dijo que eres maricón, pinche puƱal.
—¿QuĆ© vergas pasa? ¿quiĆ©n es Ć©l? —preguntĆ© a HĆ©ctor.
—Es Joaco, fue mi maestro de Sanda, daba clases antes que yo en aquella escuela de artes marciales.
—JoaquĆn Sandoval para ti, soy ademĆ”s, el hermano de la chica que este puto engañó —me responde Ć©l.
—Joaco es campeón de Sanda, ha competido en Estados Unidos —me dijo uno de los hombres.
—Y en China —completó el otro.
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JoaquĆn Sandoval |
JoaquĆn lanzó un golpe a HĆ©ctor, Ć©ste lo bloqueó cubriĆ©ndose con los brazos y se movió unos pasos para mantener distancia con Ć©l. El hombre era muy veloz y fuerte, HĆ©ctor lograba esquivar y bloquear todos sus golpes moviĆ©ndose de un lado a otro de forma circular, sin embargo, cada vez que mi amigo intentaba golpearlo, no lo conseguĆa y en cambio, Sandoval sĆ acertaba a su cara.
—No seas correlón puto —le dijo Joaco— dĆ©jate venir culero.
El hombre lanzaba potentes patadas a los muslos de HĆ©ctor tratando de dormirle la pierna, incluso lanzó una brutal patada alta que mi amigo no bloqueó del todo, este golpe lo hizo retroceder y ponerse mĆ”s a la defensiva que a la ofensiva. Yo, no sabĆa quĆ© hacer o cómo ayudarlo, no creĆa que debĆa meterme, estaban peleando uno contra uno, eso era honorable y legal. No era una pelea callejera comĆŗn, los dos tenĆan tĆ©cnica, parecĆa mĆ”s un combate de torneo. Los otros tres hombres y yo observĆ”bamos. JoaquĆn tenĆa engarzado a mi compa y lo golpeaba sin piedad en el rostro
—¡Haz algo HĆ©ctor, no mames! —le gritĆ©.
Ćl me escuchó, para liberarse, mi amigo le soltó un cabezazo, aprovechó el segundo de distracción en su antiguo instructor para sujetarlo de las bolas y apretĆ”rselas, eso fue un movimiento sucio, sin embargo, ante la superioridad de su oponente, no tuvo otra alternativa. El hombre comenzó a gritar y a golpearlo en la cabeza, mi compa bajó el mentón para evitar ser noqueado y aproximó su cuerpo al de Ć©l para cerrar distancia.
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HƩctor |
—¡SabĆa que eras puto! —gritó Sandoval— eso es lo que te gusta verda… aaah, aaah, maldito maricón, aaah, suĆ©ltame puto.
El hombre cayó de rodillas sujetando su entrepierna, aprovechando que bajó la guardia, mi amigo le dio una patada giratoria en la cabeza que lo derribó al piso y comenzó a patearlo, fue entonces cuando todo se descontroló, dos de los hombres decidieron intervenir y lo sujetaron por la espalda, yo intentaba ayudarlo, pero el tercero se interponĆa. DespuĆ©s de unos segundos, JoaquĆn se puso en pie, sus compinches sujetaban a HĆ©ctor y lo mantenĆan inmóvil e indefenso, mi compa luchaba por liberarse, pero no lo conseguĆa.
—¡Me las vas a pagar, cabrón! –dijo Sandoval sujetando de forma viril su paquete adolorido, tomó impulso y comenzó a patear con fuerza a HĆ©ctor en los huevos. Mi amigo gritaba, trataba de cerrar sus piernas, pero JoaquĆn lo impedĆa, abrĆa su compĆ”s a patadas para continuar castigĆ”ndolo, alternaba los puntapiĆ©s en las bolas con golpes a su abdomen y cara— te voy a dejar sin huevos, puto.
No podĆa quedarme de brazos cruzados, tenĆa que hacer algo, nadie me lo iba a impedir, en la bolsa de mi pantalón, busquĆ© un bucal que siempre cargo por si acaso y me lo coloquĆ©, en seguida bajĆ© mi postura para tomar de las rodillas al tipo que me bloqueaba el paso, Ć©l alejó sus pies y cadera de mi agarre, pero mis largos brazos lograron sujetarlo, juntĆ© sus piernas, las pasĆ© a mi costado, lo levantĆ© y lo azotĆ© con brutalidad contra el suelo aprovechando mi ventaja de tamaƱo y fuerza. Me atrevĆ a hacerlo, porque este cabrón sabĆa pelear y caer, automĆ”ticamente bajó su mentón al pecho y extendió los brazos a sus costados, quedó aturdido y le saquĆ© el aire. Un movimiento como este podrĆa haber matado a un hombre cualquiera, pues su cabeza podrĆa haber impactado de lleno contra el pavimento.
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Aarón |
El campeón de Sanda aĆŗn se retorcĆa en el suelo, no podĆa ponerse en pie, coloquĆ© mi rodilla sobre su pecho para dominarlo, como se hace en MMA. Ćl trató de quitarme de encima con sus manos, con esto descubrió su entrepierna, aprovechĆ© para sujetarlo de sus carnosas bolas y apretĆ”rselas.
—¡Calmado! —le gritĆ©— tranquilo, JoaquĆn. Esto ya se acabó ¿lo entiendes? — Ć©l me escupió, trató de picarme los ojos, agarrarme tambiĆ©n los huevos y me rasguƱo los brazos, yo apretĆ© con mĆ”s fuerza, Ć©l grito y se retorció— ¿Lo entiendes, cabrón? —volvĆ a preguntar.
—Aaah, sĆ puto, sĆ, ¡ya! suĆ©ltame los huevos, tĆŗ ganas, maricón, aaah, me rindo aaah —al decir esto golpeó el suelo tres veces con la palma— ¡ya! ¡por favor!
No me gustó que me llamara puto o maricón, pero decidà soltarlo, pues legalmente se rindió, el hombre se encogió en el piso tembloroso. Héctor se puso de pie.
—Es verdad, sĆ me gustan los batos —dijo enseguida— justo por eso terminĆ© con Caro, lamento no haber sido honesto desde el principio, los golpes que recibĆ los merezco, no debĆ haber salido con ella, sĆ, al chile, soy un cobarde por no aceptar quiĆ©n soy. Ya le pedĆ perdón a ella, ahora te pido perdón a ti, perdóname Joaco.
DespuĆ©s de la fiesta de Halloween, esta declaración no debĆa tomarme por sorpresa, aĆŗn asĆ escucharlo, me dejaba algo confundido y me daba esperanzas de que algo pudiera suceder entre Ć©l y yo, estaba muy emocionado, pero antes que nada debĆa apoyarlo.
—Es difĆcil, asumir que no eres hetero y que no vas a poder cumplir las expectativas que algunas personas tienen sobre ti y tener que dar explicaciones a todo el mundo, espero que puedas entenderlo y perdonar a HĆ©ctor.
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Joaco Sandoval |
—No me vuelvas a tocar los huevos, puto, me das asco —me escupió en la cara. Inmediatamente me las retorció, mi rostro se crispó y comencĆ© a gritar de dolor y me encorvĆ©— No te quiero ver cerca de mi hermana o mi familia —dijo dirigiĆ©ndose a HĆ©ctor, quien comenzó a gemir por el dolor y tambiĆ©n se agachó— no los quiero volver a ver —dijo incrementando notoriamente la presión, por lo menos en mis bolas, despuĆ©s de unos segundos nos soltó, ambos caĆmos al piso en posición fetal, a cada uno nos dio una fuerte patada aleatoria– ¡ya estĆ”n advertidos, maricones! —nos gritó sujetando al frente su adolorido paquete y se marchó.
Ambos nos quedamos encogidos en el suelo durante varios minutos, no sĆ© a HĆ©ctor, a mĆ realmente me lastimó, el dolor no cesaba. NotĆ© que mi amigo me miraba fijamente, es cuando pude ver de nuevo su apuesto rostro, tenĆa la nariz roja, la cara araƱada, el labio y ceja le habĆan estado sangrado y su playera estaba manchada, seguro maƱana tendrĆa moretones que con el pasar de los dĆas se le hincharĆan y se pondrĆan negros.
—Nos partieron la madre —le dije.
—Simón (sĆ)—dijo y comenzamos a reĆr tirados en el piso— lamento mucho meterte en estos pedos, carnal —me dijo— no sĆ© quĆ© hacer para remediarlo.
—PodrĆas sobarme los huevos —dije y comencĆ© a reĆr, lo cual me los hizo doler mĆ”s— lo siento, fue un chiste, ahora que sĆ© que te gustan los hombres, no pude evitarlo.
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HƩctor |
—Eh, eh, era broma, culero —le dije estremeciĆ©ndome un poco.
—¿Quieres que me detenga? —me preguntó mirĆ”ndome a los ojos.
—No, continĆŗa —susurrĆ©. Me relajĆ© mientras mi amigo masajeaba mi hombrĆa. Sin poder evitarlo, mi verga se puso dura, HĆ©ctor comenzó a excitarla con sus manos. Yo lo detuve en seco y cerrĆ© mi pantalón —aquĆ no, no lo vamos a hacer en una mugrosa calle, ve tĆŗ a saber quĆ© borracho se pudo mear por aquĆ. Creo que lo mejor es llevarte a tu casa.
—¿Quieres ir a mi casa? —le preguntĆ©
—Simón (SĆ), he querido saber cómo es que viven los ricos y famosos —respondió bromeando.
Por fin llegamos a mi camioneta, la habĆa dejado en el estacionamiento de una tienda departamental que permanecĆa abierta las veinticuatro horas. Era una Jeep Wrangler 2009, color negro. TomĆ© la autopista y conduje por veinte minutos, yo vivĆa al sur, en otro municipio, hacerse con alguna propiedad dentro de la ciudad era carĆsimo, salĆ en una desviación y conduje por otros diez minutos hasta llegar mi colonia, no era una zona privilegiada, pero era un lugar decente, la ventaja que tenĆa era que vivĆa al interior de un fraccionamiento, un conjunto de treinta casas, con caseta de vigilancia, buen perĆmetro, con cerca electrificada y cĆ”maras de circuito cerrado. TenĆamos nuestras propias calles en dos sentidos, al centro habĆa un pequeƱo parque de uso comĆŗn, ninguna de las viviendas tenĆa muros que las separasen entre sĆ, sólo cercas, todos estacionĆ”bamos nuestros autos al frente.
—Wow, sĆ que vives en una zona rica —comentó HĆ©ctor.
—Para nada, nadie aquĆ es rico, solo vivimos bien –le dije— mis clientes, ellos sĆ son asquerosamente ricos.
En el rincón mĆ”s alejado estaba mi casa, contrastaba con la discreta opulencia de las demĆ”s viviendas. El frente de mi hogar era una pequeƱa barda de piedra de metro y medio de alto, en el lateral habĆa un espacio techado donde dejaba la camioneta, podĆan caber dos autos, en la parte trasera de la cochera habĆa una reja de metal para acceder a mi propiedad. Donde deberĆa haber una vivienda, solo habĆa pasto, algunos Ć”rboles frutales y un Ć”rbol que me negaba a derribar, porque me parecĆa que tenĆa mucho carĆ”cter, al fondo se levantaba una pequeƱa nave industrial de concreto y acero, con techo abovedado. Por fuera no era la gran cosa, la primera impresión era la de un terreno baldĆo cualquiera.
—AsĆ que sĆ vives en una bodega —comentó HĆ©ctor.
—Ya te lo habĆa dicho.
—PensĆ© que bromeabas.
La historia de este lugar era muy curiosa, comprĆ© este lote por que era el mĆ”s alejado y barato, era el Ćŗnico que quedaba, aquĆ pensaba erigir, como todos, una casa, entonces notĆ© que detrĆ”s, colindando con el fraccionamiento habĆa una especie de terreno baldĆo con una bodega abandonada, ahĆ fue cuando tuve la mejor idea de mi vida. InvestiguĆ© quiĆ©n era el dueƱo y si querĆa vender, con lo que ahorrĆ© al comprar el lote y lo que tenĆa pensado invertir en construir mi vivienda, me alcanzó fĆ”cilmente. Me vi en la necesidad de hacer algunos trĆ”mites con el municipio y someter a votación de los colonos si se me permitirĆa extender mi propiedad y el perĆmetro de todo el lugar, despuĆ©s de mucho cabildeo, la respuesta fue positiva. Durante cinco aƱos no habĆa dejado de trabajar para crear de a poco, un espacio agradable. Ahora planeaba colocar un recubrimiento de aluminio en el exterior y hacer algo de paisajismo en mi frente.
HĆ©ctor quedó boquiabierto al mirar el interior de aquella nave industrial, lo invitĆ© a tomar asiento en la sala, yo tenĆa unos buenos sillones de cuero genuino. Fui a la cocina y del congelador saquĆ© unas compresas y una charola con hielos, practicaba MMA, al llegar me aplicaba algo frĆo, principalmente en la cara, para prevenir el andar al dĆa siguiente todo moreteado. Le pedĆ quitarse la playera y quedó con el torso desnudo ante mĆ. Ćl sentado, yo de pie, poco a poco fuimos entre los dos aplicando hielo en los lugares que Joaco golpeó. Yo me quitĆ© el pantalón de mezclilla, me dejĆ© puesta la playera, me sentĆ© Junto a Ć©l y coloquĆ© dentro de mi bóxer una compresa para aliviar el dolor que aĆŗn sentĆa en mis huevos, Ć©l siguió mi ejemplo, se quitó el pantalón y colocó sobre sus bolas otra compresa. AhĆ estĆ”bamos los dos, en calzones, sentados en mi sofĆ”, uno al lado del otro.
—¿En quĆ© estĆ”bamos hace rato? —preguntĆ©— en la calle ¿recuerdas que me estabas…? —con mi mano hice un ademĆ”n de masturbación.
—Ah… eso, perdón, carnal, no debĆ hacerlo —me dijo algo apenado— es solo que… me gustaste desde que te conocĆ ¿recuerdas la fiesta de Halloween? tĆŗ, tomaste un shot y dijiste “Yo nunca, nunca me he sentido atraĆdo por un hombre” y bebiste, todos sabĆamos que sĆ porque eres bisexual, yo tambiĆ©n bebĆ, al hacerlo, de alguna forma te lo estaba diciendo. En quien pensaba mientras tomaba ese trago, eras tĆŗ, Aarón. No solo eso, cuando confesĆ© que sĆ me habĆa besado con otro cabrón no lo confundĆ con una chica, era tal cual un bato —explicó—. Me sobrepasĆ©, no debĆ tocarte, neta perdón, no me controlĆ©.
—No te disculpes, me gustó —dije pasando mi brazo sobre sus hombros y mirĆ”ndolo a los ojos— tĆŗ me gustas mucho tambiĆ©n, desde que te conocĆ, yo creĆa que estabas fuera de mi alcance por que eras cien por ciento heterosexual. El paso que acabas de dar al salir, es… —expulsĆ© lentamente el aire de mis pulmones y aspirĆ© profundamente— un desafĆo, va a ser difĆcil, pero verĆ”s que “a la larga” es mejor.
—Hablando de “la larga”, entonces ¿puedo continuar? —me preguntó sonriendo tĆmidamente.
Me quitĆ© la playera, estirĆ© mis brazos por encima de mi cabeza y dejĆ© caer mi cuerpo hasta quedar al filo del sofĆ”, Ć©l se arrodilló entre mis piernas, retiró mi bóxer, admiró mi hombrĆa, posó su rostro sobre ella, la olfateó y comenzó a estimularme con sus manos, alternaba utilizando su boca, realmente era bueno succionando.
—Sólo no lo recibas en la boca, no en esta ocasión —lo dije porque lo querĆa y me importaba, no era mi intención denigrarlo o extralimitarme.
Pasados diez minutos, me hizo eyacular, mi semen salpicó hasta mi clavĆcula, fue entonces que notĆ© que Ć©ste tenĆa un poco de sangre. HĆ©ctor se preocupó, yo lo tranquilicĆ©, sabĆa que no era grave, era un daƱo temporal, como consecuencia del salvaje apretón que me dio ese animal llamado JoaquĆn Sandoval.
Fui al baƱo de visitas, tomĆ© papel de baƱo y me limpiĆ©. En seguida, hice lo mismo con HĆ©ctor, lo estimulĆ© con mis manos y con mi boca hasta hacerlo eyacular sobre su torso, con mi lengua limpiĆ© su delicioso semen color blanco perlado, mi compa era un macho saludable de la mejor calidad. ContinuĆ© lamiendo sus abdominales y pezones, finalmente, lo besĆ© apasionadamente, frotamos nuestros cuerpos hasta que quedar abrazados en el sofĆ”, algo que notĆ© es que tenĆa los testĆculos mĆ”s grandes que habĆa visto, muy carnosos y sabrosos. EncendĆ mi televisor de ochenta pulgadas y puse una pelĆcula en Netflix, a los pocos minutos, el sueƱo nos venció, yo comencĆ© a cabecear y a dormitar, mirĆ© a HĆ©ctor, Ć©l ya estaba completamente dormido sobre mi pecho y su mano reposaba sobre mi hombrĆa. ApaguĆ© la tele y me entreguĆ© a Morfeo. DespertĆ© recostado bocabajo sobre el sofĆ”, me encontraba solo. Al sentarme y desperezarme, Ć©l se acercó, llevaba puesta solamente una bata de baƱo y sostenĆa una taza de cafĆ© que extendió hacia a mĆ.
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Este hombre tiene huevos enormes |
—¿QuĆ© hora es? —preguntĆ©.
—Son casi las nueve de la maƱana —respondió. Afortunadamente era sĆ”bado— estoy preparando el desayuno, ya precalentĆ© el horno, si quieres bƔƱate mientras, yo ya lo hice, disculpa que ande en bata, es que mi ropa tiene restos de sangre seca por la pelea de ayer y no querĆa tomar tu ropa sin avisarte o parecer un zombie.
—No te preocupes, ponte de mi ropa lo que quieras —le dije, bebĆ media taza de cafĆ© y subĆ a baƱarme, bajĆ© completamente vestido con un pants deportivo negro y una playera blanca cuello V.
HĆ©ctor ya se habĆa puesto unos viejos jeans mĆos que alguna vez fueron negros, ahora se veĆan algo grises y un camisa de manga corta que me regalaron, pero que nunca usĆ©, porque no me gustaba, al parecer, habĆa buscado deliberadamente ropa que yo no usaba, claramente no querĆa abusar de mi hospitalidad.
—TomĆ© unos de tus calzones, creo tienen una como bolsa al frente —me dijo mostrĆ”ndome su entrepierna y sonriendo— se me marca bien machĆn el paquete ¿o no? ¡mira! lo que sĆ, es que me aprietan un chingo, no sĆ© si aguante todo el dĆa.
—Es que tambiĆ©n tĆŗ güey, tienes unos pinches huevotes de toro.
En seguida, me sirvió un omelette horneado con espinacas que olĆa delicioso, a un lado me puso fruta picada y al otro un par de pequeƱos hotcakes y un vaso con jugo reciĆ©n hecho. HĆ©ctor era el hombre perfecto, creo que podrĆa pasar el resto de mi vida junto a Ć©l. Cuando partĆ un pedazo y probĆ© su omelette, sentĆ que el alma dejaba mi cuerpo, fue como estar desnudo, totalmente desarmado y vulnerable, emitĆ una expresión de gozo y me dejĆ© caer sobre la mesa, era simplemente lo mĆ”s exquisito que habĆa probado en mi vida.
—Me gusta cocinar, hago lo que puedo, en mi casa la cocina es muy pequeƱa, pero en casa de mis tĆas donde a veces me quedo a dormir, hay mĆ”s espacio y ahĆ sĆ cocino chido o lo intento. Tu cocina es buena y estĆ” muy bien surtida.
—La DoƱa que viene se encarga de todo, es muy buena, pero tĆŗ... no manches. DeberĆas estudiar gastronomĆa y abrir un restaurante, serĆas muy exitoso, estoy seguro. Es que neta, mmm, Ʊam Ʊam, no he probado nada mĆ”s rico en mi vida y he comido en lugares caros —le dije mientras masticaba otro bocado de este manjar—. Si quieres yo te puedo asesorar para ponerlo y diseƱarlo, tengo mucha experiencia.
—Tengo veintisĆ©is, no creo estar en edad de comenzar una carrera —respondió— cocino por gusto, lo disfruto mucho, lo que mĆ”s me gusta es cuando veo la reacción en las personas y veo que les gustó, como a mis tĆas, mis tĆos, mis papĆ”s, mi familia, en este caso tĆŗ. El saber que puedo hacer felices a las personas que quiero, por lo menos con lo que cocino, eso… realmente me hace muy feliz, creo que es una forma de dar amor.
—¡Ay HĆ©ctor! eres adorable —le dije en tono meloso— no sabĆa que tenĆas ese lado tan cursi.
—¡CĆ”llate güey! —responde elevando un brazo enseƱƔndome el codo, yo comencĆ© a reĆr— ¡sĆ”cate!
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Foto que me tomó Héctor |
MorĆa de ganas de decirle que se quedara, pero no podĆa hacerlo, era una muy buena oportunidad para Ć©l y no iba a ser yo, jamĆ”s, quien lo retuviera, yo querĆa que Ć©l fuera un hombre libre e independiente. DespuĆ©s de desayunar, lo llevĆ© a la ciudad y nos despedimos con un fuerte abrazo.
Esa noche pensaba pasarla bebiendo y lamentĆ”ndome por su partida, fue entonces que el telĆ©fono de mi casa sonó, el guardia de la caseta dijo que un tal HĆ©ctor RoldĆ”n querĆa entrar, que si debĆa conceder el acceso, yo dije que sĆ y salĆ al frente de mi vivienda para recibirlo, Ć©l no venĆa en ningĆŗn vehĆculo, asĆ que llegó corriendo velozmente y saltó hacia mĆ, me abrazó y cruzó sus piernas detrĆ”s de mi espalda, yo lo abracĆ© de vuelta con una mano y con la otra lo sostuve del trasero, buscó mi rostro y me dio un largo beso. CargĆ”ndolo, lo llevĆ© dentro, lo soltĆ© y quedó de pie frente a mĆ.
—Irme serĆa el error mĆ”s grande de mi vida, quiero estar a tu lado —me dijo con la voz agitada, no por correr, pues el tenĆa una excelente condición fĆsica, mĆ”s bien era por la emoción— me iba a ir a QuerĆ©taro para comenzar una nueva vida allĆ”, siendo gay sin tener que dar explicaciones a nadie, fue idea de mi hermano, pero eso es ser cobarde y ya no quiero ser un cobarde, yo te quiero, sĆ© que tal vez no soy digno de estar al lado de un hombre tan exitoso como...
Lo besĆ© para callarlo, no iba a permitir que Ć©l dijera que no era digno de estar conmigo, si Ć©l se viera como yo lo veĆa, se darĆa cuenta de que era por mucho el hombre mĆ”s extraordinario que habĆa conocido.
—Me voy a quedar, quiero decirle a todo el mundo que soy gay y que tĆŗ eres mi novio —sujetó mi mano y puso una rodilla en el piso para hacerlo oficial— Aarón Estrada ¿quieres ser mi novio?
—SĆ, claro que sĆ —respondĆ al instante, nos besamos y abrazamos.
—Te prometo que voy a dedicar cada dĆa de mi vida a convertirme en el hombre que mereces, ahorita tal vez sea un don nadie, pero eso… dĆ©jame terminar, por favor —dijo al mirar mi molestia por lo que decĆa—, tengo algo de dinero ahorrado, desde que comencĆ© a trabajar he metido dinero al banco, voy a estudiar gastronomĆa en la mejor escuela que me pueda pagar, me voy a convertir en un gran chef y voy a abrir ese restaurante, no quiero ni tu ayuda, ni tu dinero, quiero hacerlo solo, quiero que el hombre que amo estĆ© orgulloso de mĆ.
Selfie desde China |
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CEO AARES |
Cuando Ć©l regresó, fue como si nunca se hubiera ido, con su perfecto historial crediticio, consiguió un prĆ©stamo bancario y puso su restaurante, como le prometĆ, me encarguĆ© del diseƱo interior y me pagó por ello. “Oko-shƬ” (Okochi significa en tarahumara “perro”) ganó rĆ”pidamente popularidad, el chef RoldĆ”n era muy exigente y disciplinado, cuidaba hasta el Ćŗltimo detalle en su cocina, todo tenĆa que ser perfecto. Recibió buenas criticas y comenzó a aparecer en revistas especializadas, el mayor atractivo era Ć©l mismo, una vez por semana, preparaba frente a los comensales la especialidad del lugar y lo hacĆa de un forma llamativa y espectacular, con cuchillos y malabares, demostraba una tĆ©cnica impecable y un verdadero dominio de los utensilios y las artes marciales, lo mejor era por supuesto el sabor de sus platillos. En MĆ©xico no existĆa la certificación Michelin, pero era cuestión de tiempo para que esto ocurriera, cuando ese momento llegara, no tenĆa duda de que “Oko-shƬ” conseguirĆa una o varias estrellas.
Una dĆa, invitó al restaurante a muchos de nuestros amigos, familia y conocidos, entre ellos mi madre, al terminar de preparar la especialidad, frente a todos dijo que se sentĆa muy feliz de poder compartir este momento con ellos. Sacó un anillo liso de platino y me propuso matrimonio, entre lĆ”grimas aceptĆ©, ese fue unos de los dĆas mĆ”s felices de mi vida, el mĆ”s feliz fue cuando seis meses despuĆ©s nos casamos en la Ciudad de MĆ©xico.
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Oko-shƬ |
Han pasado ocho aƱos desde aquella noche en que nos partieron la madre al salir de un bar, tengo cuarenta y soy el hombre mĆ”s afortunado y feliz por tener junto a mĆ, al hombre mĆ”s extraordinario, no solamente lo amo, tambiĆ©n lo admiro y respeto profundamente.
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