Contiene
Ballbusting mujer/hombre
—¿Con o sin? —se preguntaba Rafael Chacón mirándose frente al espejo con actitud pícara.
El chiquillo de 15 años estaba desnudo en el vestuario provisional que le habían asignado. Su piel era blanca y lampiña, pero tenía una maraña de pelos de color castaño en los genitales, su bonita pija estaba flácida y un par de bolas grandes y colgantes aseguraban su linaje como descendiente de Israel Chacón.
—Sin ropa interior —se decidió el travieso muchacho cogiendo una pantaloneta de la silla y pasándola por sus piernas.
Lucharía con el torso desnudo y aquella licra que no hacía nada por retener a su vagabunda pija de los movimientos del cuerpo.
—Bueno papi hermoso —se decía el chico mirándose al espejo—. Es el día de ganar esta pelea.
En el cuadrilátero Bárbara Cohen lo estaba esperando. Tenía un ajustado coordinado de color blanco que se ceñía a las delgadas pero bien acentuadas curvas corporales. Su cabello ondulado estaba suelto y sonreía al público a pesar de sentirse furiosa y decepcionada. Minutos antes recibió la visita de Mister Chacón, el dueño de la empresa de lucha.
—Bárbara, quiero desearte la mejor de la suerte —le dijo Marcos Chacón.
—Gracias, señor —dijo la muchacha con muy buena intención.
—Rafael es un tozudo por haber hecho esta pelea. Yo no tuve nada que ver.
Marcos Chacón clavó la mirada al techo y suspiró. Mirándola a los ojos le habló:
—Sin embargo Rafael es mi nieto.
—Lo sé, señor.
—Sí. A lo que quiero ir, Bárbara. Rafael es un necio, muy inmaduro, lo sé, por su edad cree que se va a comer al mundo y resulta que el mundo se lo come a él. Siempre digo que ese niño me saca las canas que mis otros gorilas, hijos y sobrinos, no hicieron. Sin embargo lo amo por sobre todas las cosas.
—Es justo, señor.
—Sí, Bárbara —afirmó Marcos, aparentaba meditar como decir las cosas—. Por eso… quiero plantear que… quiero que Rafael gane su pelea, de momento será su única batalla, no tiene edad para ingresar a la fila juvenil. Será su debut y despedida pero quiero que gane. ¿Cuánto dinero aceptas para perder el encuentro?
—¿Qué dice, señor Marcos?
Chacón tragó saliva.
—No lo veas como una desvalorización de tu trabajo. Se trata de un incentivo que te hago. Para cumplir el sueño de mi nieto para esta pelea.
—¿De veras usted me está pidiendo esto? ¿Cómo se atreve? Lo considero un señor justo, respetable y de honor.
—Bárbara, no te estoy pidiendo un crimen, piénsalo bien. Te estoy ofreciendo una cantidad de dinero para que pierdas la pelea. Rafael gana. Y en pocos días emitiré un comunicado donde afirmaré que esta pelea no existió por la corta edad de Rafael. Así tu victoria seguirá invicta dentro de la compañía.
—Estoy sorprendida, señor Marcos. Sorprendida y decepcionada. ¿A caso usted no sabe lo grosero que ha sido Rafael conmigo?
—Es un niño que no sabe lo que hace.
—Un niño al que yo le voy a enseñar a respetar.
—Piensa en tu carrera, Bárbara Cohen —dijo Marcos con tono inocente.
Bárbara dejó de recordar cuando la canción Hoy cobré de Bad Bunny retumbó en el estudio marcando la entrada de Rafael Chacón. Caminaba pavoneándose haciendo ademanes irrespetuosos al público que lo abucheaba. Para mayor indignación de Bárbara era Simón Chacón quien secundaba al joven denotando también su rostro de soberbia.
Rafael subió al ring, se quitó las costosas gafas que arrojó al público, (tenía suficiente dinero para comprarse otras). De un gran salto subió a la cuerda mientras su polla se bamboleaba en el holgado pantalón deportivo. El joven se acarició el pecho y también echó la pelvis adelante como señal de fuerza masculina (como le aseguró Simón Chacón que hiciera), y también para que se iniciaran las críticas de su grosero bulto.
Simón fuera del ring le dirigió una mirada de burla a Bárbara que la hizo desconcentrar.
Rafael aterrizó sobre la lona y arrojó un beso en el aire en dirección a la chica. La flaca se puso furiosa y viendo su actitud, Simón se burló. Hecho que la puso muy nerviosa.
Aunque su intención era atemorizarla (objetivo que estaba logrando), Pablo le hizo jurar a Simón que no le tocaría un pelo a Bárbara Cohen o interferir en el resultado del encuentro.
—Hoy acabo con tu liderazgo, flacuchenta —juró Rafael dando un paso al frente del cuadrilátero—. Para que no te sientas mal, puedo invitarte a comer hamburguesas después de la pelea. Así engordas un poco.
Bárbara Cohen caminó hacia adelante para hacerle frente. Tenía las manos en la cadera y se veía muy fuerte y poderosa.
—¡Con mi santa madre no te metas, flacucha! —gritó Rafael. A pesar de todo Bárbara se veía muy sexy con su ropa tan ceñida, admirar su cuerpo solo logró que el miembro se le endureciera; y al estar sin ropa interior provocó un bulto muy llamativo en la pantaloneta.
—Te enseñaré a respetar, marico —aseguró Bárbara poniéndose en guardia.
Lamentablemente Rafael dio el primer ataque y embistió el hombro contra el abdomen de Bárbara, golpe que ella jamás se le ocurrió. Cohen dobló la cara haciendo un gesto de dolor arrugando la frente. Retrocedió escasos centímetros y Rafael la sometió con dominante fuerza. Sus brazos lograron levantarla en el aire y colocarla de cabeza contra el poste de la esquina.
Rafael por su parte echó una risotada de burla y reaccionó moviendo la cadera en un baile sensual mostrando su erección sin vergüenza alguna ante la mirada quejumbrosa de la chica.
Bárbara gritó queriéndose soltar. Y Rafael pegó su cuerpo al de ella arregostando su grosera erección. Tras pocos segundos la agarró de las piernas sacándola de su prisión en el poste, dio media vuelta tomando impulso y soltó a la chica. Haciendo que se elevara pocos centímetros y se estrellara en la lona.
Simón con su deber de crear desespero comenzó a golpear la lona.
—¡Acaba con esa tonta! ¡Es nada contra ti!
Rafael subió sobre las cuerdas para saludar al público y mostrar su delgado cuerpo y erección. Ignorando a Simón y dando tiempo a la joven de recuperarse y alzarse sobre sus pies.
Rafael volvió a la lona y observó a la muchacha.
El chico hizo un movimiento para golpearla en el costado, a lo que Bárbara reaccionó rápido con un golpe con el brazo en la nariz de Rafael. El nieto mayor de Marcos Chacón retrocedió en busca de sangre, cuando no hubo alguna se concentró en la lucha.
Bárbara Cohen hizo gala de su destreza comenzando una lluvia de golpes y azotes, algunos Rafael pudo esquivar o cubrir. Sin duda alguna la flacuchenta era rápida y profesional en su arte.
—¡Puta! —gritó Rafael después de un gancho en la zona del riñón particularmente doloroso. Pero más agudo fue el dolor que sintió cuando ella embistió una patada en su entrepierna, machacando los testículos con la punta del pie.
La flaca luchadora sintió en su pie un bulto blando, eran aquellas grandes bolas. Rafael saltó en el aire lanzando un fortísimo lamento, cayó de rodillas con la cara en el suelo, gimiendo de dolor con ambas manos agarrándose las juveniles gónadas.
—¿Qué pasa, nené? —preguntó en tono burlón Bárbara con las manos a ambos lados de la cadera. Afuera Simón se quejaba y pedía descalificación—. Al menos ya he descubierto que eres hombre o supuestamente es lo que aparentas.
—¡Rafael, levántate! —se escuchaba a Simón, como si cualquier macho pudiera reaccionar bien después de una patada en las bolas.
Rafael no podía ni moverse, el dolor que emanaban sus grandes bolas era paralizante al mismo tiempo que acababa con su orgullo y lo ponía en escarnio.
Bárbara por su parte se burló a toda emoción aumentando más la ira de Rafael, mientras que Simón lo regañaba desde afuera golpeando con la palma de la mano el cuadrilátero.
—Uf, uf —dijo el chico poniéndose de pie. Sus bolas le dolían mucho.
—Ja, ja, ja —continuó mofándose Bárbara.
Rafael deseó mucho poder golpearle las tetas, o causarle tanto dolor como el que él experimentaba.
El muchacho fue por ella, la agarró entre sus brazos como pinza apretándola. Bárbara abrió los ojos de sorpresa y dio un grito de dolor sintiéndo el malestar en la espalda; Rafael la subió entre sus brazos, cargándola. Y ambos gritaron de dolor, sobre todo Rafael por la presión que hacía sobre sus bolas al levantar a la flaca.
No pudo sostenerla, la soltó y se alejó de ella agarrándose los huevos.
La muy descarada se echó a reír cuando pudo de solo mirar el dolor en la cara de Rafael.
—Me iré a la esquina a esperar que acabe tu dolor de bolitas —dijo Bárbara con una sonrisa, observó a un lado y se desconfío del furioso Simón. Decidió ir al otro lugar de la esquina. Donde esperó a Rafael con actitud relajada.
Rafael apretó los dientes furioso de oír los gritos de Simón regañandole.
—CÁLLATE —le gritó el muchacho—. ¡SI PIERDO SERÁ POR TU CULPA, MALDITO CULO GORDO! POR NO ENTRAR Y AYUDARME A VOLVER MIERDA A ESA FLACA TONTA. ¡ASÍ QUE MUEVE TU CARA DE MAMAGÜEVO Y SUBE AL RING!
—¿CÓMO ME HAS DICHO, ENANO DE MIERDA?
—LO QUE ESCUCHAS, MARICO MAMAGÜEVO.
Simón lo miró con engreimiento, quiso subir y destrozar a ese mocoso mal agradecido. En su lugar miró a Bárbara y le ordenó:
—Hazme el favor y destroza a esta mierda.
—Con todo gusto —afirmó Bárbara sonriendo.
—Oye bien, mocoso marico —dijo Simón muy furioso apuntando con el dedo índice—. Solo una persona tiene derecho a llamarme culo gordo y no eres tú, pendejo. Eres una mosca insignificante para venir a insultarme.
Simón se dio la vuelta y salió del estudio.
—¿HEY, QUE HACES, A DÓNDE VAS? —gritaba Rafael llamando al tío—. ¡WTF! VEN, AQUÍ, MALDITO CULO GORDO. ¡VEN AQUÍ, MALDITO HIJO DE PUTA!
Bárbara aprovechó su oportunidad para llegar detrás del desprevenido Rafael y patear sus testículos a través de sus piernas abiertas.
El jovencito cayó de rodillas en la lona, gritó con voz aguda, no pudo mantenerse erguido y se fue boca abajo palpando su virilidad y exhalando leves gemidos.
Bárbara Cohen más contenta que nunca, se llevó las mano a la cadera y con pose jovial colocó un pie sobre la espalda de Rafael, el árbitro comenzó el conteo decisivo para el pobre chico y sus expuestas bolas.
—La ganadora invicta de esta noche es……… ¡BÁRBARA COHEN!
El público gritó en algarabía mientras la chica recorría la lona con el brazo en alto sostenido por el referí. La flaca sonreía, hermosa para el público, hermosa y frágil, no obstante una guerrera letal.
Rafael por su parte continuaba en el suelo agarrándose los cojones. En los siguientes días iba a culpar de su derrota a Simón y no a sus testículos hinchados.
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