Una visita a la farmacia - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

11 mar 2021

Una visita a la farmacia

 CONTIENE BALLBUSTING M/M y F/M.

 

Ernesto es un joven gay de 24 aƱos, reciƩn graduado como veterinario, asistƭa aquella noche a una fiesta con compaƱeros de universidad y algunos del trabajo.

La fiesta se celebraba en un edificio donde varios conocidos y amigos cohabitaban.

Ernesto charlaba de forma amena con Jorge, desde hace semanas le conociĆ³ y le pareciĆ³ muy atractivo, convenientemente ocultĆ³ que era pareja de Oscar. La noche avanzĆ³ y Jorge parecĆ­a caer en el plan de Ernesto, esperaba amanecer en la misma cama que Ć©l, incluso ya habĆ­a convencido a un amigo del mismo edificio para prestarles una habitaciĆ³n…Pero la noche pasĆ³ de amable a conflictiva.

—Ernesto!—Era el grito de enojo de Oscar, quiĆ©n por la llamada de un indiscreto, apareciĆ³ en la fiesta justo para sorprender a su pareja con aquel Jorge.

Ernesto se vio descubierto, trato de fingir inocencia y alegando solo ser amigos. Pero apenas Oscar estuvo frente a Ć©l, le enterrĆ³ un fuerte rodillazo en los testĆ­culos.

—AAahhhh!!!—GritĆ³ Ernesto y se derrumbĆ³ al piso quedando de medio lado.

Desesperadamente se tomaba los testĆ­culos, ni de cerca el dolor que sentĆ­a se parecĆ­a a aquel cuando de un pelotazo de tenis sintiĆ³ los huevos en la garganta. Ahora no daba para hablar.

—Maldita basura!, no te quiero ver mĆ”s!—Oscar estaba rojo de la furia. Le debieron detener para que no rematase a su derribada pareja.

Todos en la fiesta se quedaron estupefactos, un chico iracundo y dolido en su corazĆ³n, y el otro en el suelo dolido de sus pelotas.

Finalmente alguien soltĆ³ la risa y todo el salĆ³n se contagiĆ³, Ernesto se sentĆ­a terrible el dolor testicular le invadiĆ³ el bajo vientre, llegĆ”ndole al estĆ³mago. Ahora era la burla de todos los asistentes.

Oscar se retirĆ³ del apartamento.

Jorge por fin se acercĆ³ a Ernesto e inclinado dijo:

—AsĆ­ que tenĆ­as novio, pero que maldito eres!, me alegro que te duela, canalla!—La frase de Jorge era fulminante, a Ć©l tambiĆ©n una vez le fueron infiel y sabĆ­a lo que era tener el corazĆ³n roto, no querĆ­a ver a Ernesto ni en pintura.

Asƭ terminaba la noche para Ernesto, no solo se acababa su noviazgo con Oscar, sino que con las pelotas ardiƩndole, la pensada noche de sexo con Jorge quedaba en ceros.

Ernesto terminĆ³ en el contiguo apartamento de su amigo DarĆ­o, le pidiĆ³ acceso al baƱo mientras Ć©ste regresaba a la fiesta.

Ya a solas, se retirĆ³ las ropas, ingresando a la ducha.

—Uffff—ExclamĆ³ Ernesto cuando sintiĆ³ el agua frĆ­a en sus enrojecidas bolas.

PrƔcticamente le ponƭa los genitales al agua que caƭa del aspersor.

—Oh Dios mĆ­o!, quĆ© alivio!

Tras unos 10 minutos bajo el agua, por fin decidiĆ³ salir. Se vistiĆ³ con dificultad, pues cada vez que levantaba una pierna sentĆ­a un latido en las pelotas.

Eran mĆ”s de la 1 Am y decidiĆ³ partir a casa caminando, si bien quedaba algo lejos, le pareciĆ³ que la caminata le harĆ­a bien a sus genitales.

El inicio de la marcha fue difĆ­cil, con cada paso le brincaba los testĆ­culos dentro del calzoncillo, pero pasada dos cuadras ya tolerĆ³ mejor el dolor.

Se dedicĆ³ a ver los escasos negocios abiertos a esas altas horas. Fue durante una leve distracciĆ³n que dio un mal paso y apoyĆ³ todo su peso en el talĆ³n izquierdo para evitar caer, el impacto le arrancĆ³ un quejido al reflejarse en sus testĆ­culos.

DebiĆ³ apoyarse en un cercano poste para no terminar de rodillas en el suelo. Ahora veĆ­a difĆ­cil llegar a casa caminando. Fue entonces cuando levantĆ³ la vista y tenĆ­a en frente una farmacia, esa era la soluciĆ³n!

—Buenas noches, A la orden?—Fue la presentaciĆ³n de la encargada.

Ernesto se sorprendiĆ³ un poco, era una chica muy joven, si no fuera por la bata blanca que la hacĆ­a ver un poco mayor, jurarĆ­a que se trataba de una adolescente. Era extraƱo ver a casi una niƱa atender una farmacia de 24 horas, y mĆ”s raro siendo casi a las 2 Am. En su opiniĆ³n por los peligros de la noche, ese era trabajo para miembros del sexo masculino.

Su aspecto era peculiar, usaba lentes de vidrios muy gruesos y frenos que se notaban en todo su esplendor junto a parte de las encĆ­as cuando la chica abrĆ­a la boca.

Ernesto planteo su dolencia, omitiendo el sitio exacto del dolor y la causa.

—Entonces tiene hemorroides? Esa es la causa de su dolencia, no?—PreguntĆ³ la joven quiĆ©n en su carnet se leĆ­a Mariela.

El afƔn por negar aquel penoso padecimiento rectal le hizo confesar:

—Los huevos, me duelen los huevos!

—Ah, entonces se ha golpeado en los testĆ­culos, le tengo un buen analgĆ©sico para el dolor, pase para inyectarlo.

—InyecciĆ³n?, no tiene pĆ­ldoras?

—Que pasa, no me diga que estĆ” asustado?

Ernesto cediĆ³ y pasĆ³ a una pequeƱa habitaciĆ³n dĆ³nde una camilla le esperaba.

Mariela tardĆ³ un instante para cerrar la puerta de la farmacia, y pronto regresĆ³ con la jeringa llena de un lĆ­quido amarillo.

El hombre se bajĆ³ los pantalones y acostĆ³ boca abajo, la joven le bajĆ³ los interiores desnudĆ”ndole toda la cola, Ernesto quiso reclamar por ello pero la aguja le sorprendiĆ³, toda su longitud penetrĆ³ la nalga izquierda de Ernesto quien casi dio un brinco al sentir el doloroso liquido entrar en su musculo glĆŗteo. Fue una terrible experiencia, pero por supuesto el dolor de bolas era aĆŗn peor.

—Verdad que no sentiste nada?

Ernesto se callĆ³ el insulto, pues a aparte del lĆ­quido, el puyazo fue doloroso, de seguro la joven no era muy experta en aplicar inyecciones.

De pronto el varĆ³n casi da un brinco, la encargada le tocĆ³ los testĆ­culos, y es que al bajarle los calzoncillos se alcanzaban a ver las pelotas del hombre, la curiosa chica se asomĆ³ mĆ”s abajo contemplĆ”ndolos apoyados sobre la camilla y bien acomodados entre los muslos.

—Se notan un poco inflamados, a quĆ© hora fue el golpe?—La pregunta con tono mĆ©dico interrumpiĆ³ el posible reclamo de Ernesto.

—Fue hace una hora cuando mucho, que opina? Debo ver al mĆ©dico o aliviarĆ© con la inyecciĆ³n.

—Pues dĆ©jamelos ver mĆ”s de cerca, siĆ©ntate por favor…

Y asĆ­ Ernesto se sentĆ³ en la camilla y separĆ³ los muslos, La chica en bata se arrodillĆ³ entre las piernas del varĆ³n y le comenzĆ³ a palpar los testĆ­culos.

—Pobrecito…—En ese momento Mariela le dio un beso en los testĆ­culos.

—Pero que haces?—ReclamĆ³ Ernesto, quiĆ©n ya sospechaba por quĆ© lado iba el asunto.

Mariela le besĆ³ dos veces mĆ”s los huevos.

—No te gusta?, a los chicos que he conocido les encanta que le besen los huevos.

Mariela repitiĆ³ mĆ”s besos a los testĆ­culos, logrando enredarse varios pelos genitales en sus frenillos, el intento de retirarlos le hizo arrancar algunos, Ernesto se quejĆ³ en silencio. Finalmente respondiĆ³:

—Mira muchacha, muy bonito que me des besos en las bolas, te lo agradezco, pero entĆ©rate que soy gay, lo siento pero no me gustan las chicas.

Mariela quedo sorprendida y enseguida se coloreĆ³.

—Oh perdĆ³n, yo no sabĆ­a.

La joven se incorporĆ³ y Ernesto se comenzĆ³ a vestir.

—QuĆ© vergĆ¼enza…

—No te preocupes—La calmĆ³ Ernesto—Pero no estĆ” bien eso de andar besĆ”ndole las bolas a los clientes.

Enrojecida, Mariela confesĆ³:

—Es que…Es que eres muy guapo, perdĆ³name.

En ese instante dos sujetos entraron al cuarto.

—Salgan y calladitos, gran hijueputas—El par tenĆ­an mala cara y se podĆ­a ver un largo cuchillo.

Eran asaltantes quienes ya habĆ­an analizado el sitio, conocĆ­an el mejor lugar para forzar una entrada y escogieron la hora conveniente para asaltar la farmacia.

Ernesto en calzoncillos no podĆ­a creer su suerte, que harĆ­a?, solo se le ocurriĆ³ proteger  a la encargada, la casi adolescente de seguro podĆ­a terminar en una crisis nerviosa, la volteĆ³ a ver y le pareciĆ³ extraƱamente calmada.

—Contra la pared, gran pendejo!, y tĆŗ, boca de lata, para Ć©ste lado! —Ernesto reclamĆ³ por el ultraje a la chica, que culpa tenĆ­a ella de tener bastante metal adherido a la dentadura.

—DĆ©jenla en paz, llĆ©vense lo que quieran pero no nos hagan nada.

—AquĆ­ tenemos un maldito hĆ©roe, no?—ReplicĆ³ el asaltante, blandeando el cuchillo cerca del cuello de Ernesto.

El joven gay no se moviĆ³, temiĆ³ un cuchillazo al cuello, morirĆ­a aquella madrugada?

—AAAAAHHH!!!—GritĆ³ Ernesto cuando el criminal le enterrĆ³ la rodilla en los testĆ­culos, un nuevo golpe bajo en aquella terrible noche.

Las piernas del agredido cedieron y se derrumbĆ³ al piso como un saco de patatas.

Vio todo blanco, el sudor invadƭa su frente, se retorcƭa en el piso agarrƔndose los huevos, mientras escuchaba las risas de los asaltantes.

Ernesto pensĆ³ que se movĆ­a entre algodones, estaba cerca del desmayo, una patada en las costillas le devolviĆ³ el sentido.

—Arriba huevĆ³n!—ExigiĆ³ quiĆ©n le habĆ­a golpeado.

Pero Ernesto no se podĆ­a mover. De repente escuchĆ³ un grito de dolor, un sonido elĆ©ctrico y un nuevo quejido, eran voces masculinas.

DirigiĆ³ la vista hacĆ­a los ladrones, pero de reojo vio un cuerpo caer, su vista nublosa se aclarĆ³ y comprobĆ³ que era uno de los asaltantes.

Pero que estaba sucediendo?

Luego verĆ­a como el pie de Mariela se hundĆ­a en la entrepierna del sujeto caĆ­do, haciĆ©ndole gritar como loco, la chica elevĆ³ la pierna para descargarla una vez mĆ”s en la intimidad del delincuente, quiĆ©n ladeĆ³ la cabeza y puso sus ojos en blanco.

Mariela no era la indefensa mujer que creyĆ³ necesario proteger.

VolviĆ³ a escuchar el sonido elĆ©ctrico y simultĆ”neamente los gritos masculinos, finalmente ambos ruidos cesaron.

Mariela se le acercĆ³ y le tendiĆ³ la mano ayudĆ”ndole a levantar.

—EstĆ”s bien?

—Creo que sĆ­, pero que pasĆ³?—Ernesto observĆ³ que ambos ladrones estaban inmĆ³viles en el suelo—Pero, Que hiciste?

—Bueno, soy la hermana menor de 3 hermanos varones, y dos de ellos practican lucha de todo vale, asĆ­ que me se defender a mĆ­ misma…

—Pero que fue ese sonido extraƱo?—Expuso Ernesto justo antes de sentarse en la camilla.

—Te refieres a esto?—La joven le enseƱo una pequeƱa arma elĆ©ctrica para la autodefensa—Una chica debe tener una de estas para protegerse de facinerosos, sobre todo si trabajo en la madrugada, no crees?

Ernesto reposarĆ­a un instante mientras Mariela se dedicĆ³ a atar a los criminales. SimultĆ”neamente le narrarĆ­a los sucesos.

 

Mariela al ver el cobarde ataque a los lastimados testĆ­culos del joven se decidiĆ³ a actuar, vio una oportunidad, se girĆ³ contra un ladrĆ³n y le hundiĆ³ la rĆ³tula en las pelotas, el sujeto gritĆ³ y retrocediĆ³ cubriĆ©ndose desesperadamente.

La reacciĆ³n de su socio, el tipo del cuchillo, no se hizo esperar, pero Mariela sacĆ³ del bolsillo la pequeƱa arma elĆ©ctrica que entrĆ³ en contacto con el pecho del sujeto, de inmediato soltĆ³ la filosa arma, un puƱo al rostro del electrocutado le derribaba en cĆ”mara lenta al piso…

…Fue cuando viendo expuesta su entrepierna cobrĆ³ venganza por la masculinidad de Ernesto, aquella que besĆ³ con gusto, y procederĆ­a a pisarle las gĆ³nadas una y dos veces.

Ya inconsciente el sujeto, se volviĆ³ contra el otro, quiĆ©n ya tomaba aire y querĆ­a desquite, pero la electricidad aplicada en los dientes del ladrĆ³n le enseƱaba a no burlarse de los frenillos de una chica. Tras el shock, el ladrĆ³n quedĆ³ babeando, creyendo que en cualquier momento su dentadura se le caerĆ­a.

Finalmente un puƱo en los testĆ­culos le sacĆ³ un UUhh! y le dejĆ³ encorvado, listo para recibir un rodillazo en la cara que le hizo perder el sentido.

 

Ernesto quedĆ³ mĆ”s que asombrado ante el relato, Mariela era efectiva y a la vez terrible contra los criminales.

Terminada la narraciĆ³n aparecĆ­a la policĆ­a, la joven les llamĆ³ mientras contaba los hechos.

Media hora despuĆ©s no habĆ­a rastros de autoridades ni delincuentes y Mariela y Ernesto charlaban en el mostrador de la farmacia, incluso una risa emergiĆ³ del varĆ³n. Enseguida se quejĆ³:

—Mejor no me rio, todavĆ­a me duelen las bolas.

—Que no te ha hecho efecto la inyecciĆ³n?

—Me habrĆ” hecho efecto por el primer golpe, pero con un segundo rodillazo no creo que alcance la analgesia.

—Si quiere te puedo inyectar de nuevo?, o menor aĆŗn, te puedo besar las bolas otra vez.

Ernesto quiso decir algo, pero Mariela interrumpiĆ³:

—Ya sĆ©, te gustan los hombres no las mujeres, pero prĆ”cticamente somos amigos ya, una buena amiga buscarĆ­a la forma de aliviar a su amigo.

Ernesto no pudo negarse, a continuaciĆ³n Mariela volviĆ³ a cerrar la farmacia, las caricias y besos en los testĆ­culos aliviaron a Ernesto.

En adelante se volverĆ­an confidentes y amigos.

 

***

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages