Un día del padre de huevos - Las Bolas de Pablo

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19 jun 2021

Un día del padre de huevos

Contiene:
Ballbusting hombre/hombre

—Así nos parecemos mucho, abuelo —comentó emocionado Rafael, tenía puestas unas gafas de sol oscuras y se abrazaba a Marcos Chacón, sostenía su celular con una mano y la alzaba para una selfie.

 

Marcos sonreía para la cámara. Se había puesto los lentes oscuro que su nieto le regaló con motivo a esa reunión del día del padre.

 

—Nos parecemos un montón, abue.

 

—Yo encuentro, niño cagón... —dijo Simón con una sonrisa burlona, a su lado estaba Pablo—, que te pareces a un mojón con lentes.

 

Rafael lo miró sin expectativas.

 

—Cállate, bastardo infeliz.

 

Simón se echó a reír. —¡Tío Simón, por favor! Es más largo pero me debes respeto—lo corrigió.

 

—Un mojón con lentes —se echó a reír Pablo también.

 

—¿Tú también, marico? —Rafael se bajó los lentes a la altura de la nariz y observó a Pablo. Recibió unas palmadas de su abuelo en la espalda.


 —Ya, Rafa, no quiero oírte discutir hoy. ¿Podrías servirme un trago, por favor?

 

—Con todo gusto, abuelo.

 

—A mi también.

 

—Yo igual quiero.

 

—Al de ustedes dos con escupitajo incluido.

 

—¡No te atrevas, Rafael, ¿eh? —Marcos levantó el dedo índice.

 

Rafael se fue directo a la cocina, era una reunión íntima de la familia Chacón, ahí estaba Marcos, con sus hijos, las nueras y nietos.

 

Enzo estaba llegando, sostenía un paquete de Dalmore y era acompañado de su novia que sostenía al pequeño heredero de Enzo entre sus brazos. Rafael le dio un fraterno saludo a los tres y siguió su andar.

 

Ya en la cocina únicamente sirvió solo un vaso.

 

—Si ellos quieren que la vengan a buscar. No seré su cachifa —dijo mientras echaba el contenido de una botella de Whisky—. A mi abuelo no más porque es él.

 

—Rafa —Israel Chacón, su padre entró a la cocina. Tenía puesto traje y corbata. Su mañana fue muy ajetreada luego de unos eventos puntuales con motivo a conmemoraciones de ese domingo. Era el candidato a la gobernación—. ¿Cómo te sientes? ¿No estás tomando, verdad?

 

—No, Israel —negó el chico de 15 años con su habitual falta de costumbre de llamarlo padre—, el abuelo me pidió que le sirviera y aquí estoy. No entiendo porque tiene el hábito de hacer este tipo de reuniones y no contratar a un personal para que nos sirvan. Después todos quieren agarrarme de su sirvienta.

 

—Muy bonita las gafas que le diste a mi papá.

 

—Sí y también me compré unas iguales. Es para que nos parezcamos —el joven miró al techo con orgullo portando sus gafas puestas.

 

Israel lo miró con un dejo de reproche, lucía un poco desanimado y Rafael no se daba cuenta.

 

—¿Y…? —dijo el candidato a la gobernación—. ¿No tienes algo para mí?

 

—¿Qué dices, marico? —el muchacho dobló la cara y mostró los dientes como Israel hacía cuando no entendía una pregunta.

 

—¿Tienes algo para mí? Después de todo soy tu padre. Yo… eh… me preocupo por ti y… ya sabes… es una fecha comercial, pero… los hijos dan obsequios a sus papás.

 

—¿Te vas a poner sentimental, maricón? —Rafael se echó a reír.

 

—No, para nada… yo sé que mi padre y tú.

 

—Ay, ya. Israel. No te pongas a chillar como nena. Te tengo un regalo. Cierra los ojos y extiende las manos.

 

—¿De verdad? —a Israel se le iluminó el rostro con una bella sonrisa.

 

—Sí, cabrón. Cierra tus hermosos ojos tapatíos.

 

Israel hizo lo propio abriendo las palmas de las manos. Rafael se fue acercando a él lentamente. Su relación con Israel era más de hermanos que de padre e hijo. Probablemente porque Israel era adolescente cuando Rafael nació y no le dio la suficiente atención que requería siendo dada por su abuelo. No obstante Israel siempre estuvo ahí para él.

 

Y en esa cocina estaba un Israel dichoso de felicidad, esperando su regalo, ¿qué sería? ¿Un envoltorio grande? ¿Algo chico?

 

Rafael caminaba con una sonrisa traviesa. Desvió la encantadora mirada hacia la abultada entrepierna de su progenitor. El adolescente hizo unas señales con su mano para comprobar que Israel estaba en verdad con los ojos cerrados, tras pasar la prueba, echó la pierna hacia atrás y le entregó una poderosa patada quiebra huevos al mayor de los verdaderos hijos de Marcos.

 

El candidato a la gobernación saltó cuando sus testículos se aplastaron contra su pelvis. Sus rodillas se unieron y se llevó las manos a las gónadas echando la cadera hacia atrás y encorvándose. Su varonil rostro se desfiguraba de dolor luego de emitir un sonido gutural. Cayó de rodillas sin la fuerza suficiente para resistir y se encogió en su dolor de testículos de lleno en el suelo.

 

—Ay, ay, ay. Mis bolas, ay… Rafa, ¿por qué?

 

Rafael se echó a reír.

 

—Ahí está tu regalo, Israel —dijo cogiendo el vaso de whisky—. YOLO.

 

Pascual Chacón, el mayor de los denominados “gorilas” de Marcos entró a la cocina y se consiguió a su hermano adoptivo acurrucado preso del dolor testicular.

 

—Rafa, ¿qué demonios hiciste?

 

—Israel quería un regalo, así que se lo di —respondió con un descaro de diversión el joven.

 

—¿Israel? —Pascual se quedó de pie mirando al candidato sufrir en el suelo.

 

Israel simplemente estaba acongojado. Rafael pasó a un lado de su tío segundo y con la palma de la mano golpeó la entrepierna de Pascual.

 

El hombre dio un leve quejido «ay» seguido de una corta tos. Rafael echó una carcajada.

 

—¡Te vas a arrepentir, carajito!

 

No le dolió tanto, pero sí lo suficiente para sorprenderlo. Rafael cual ángel dotado de inocencia entregó la bebida a su abuelo y se quedó a su lado escuchando las anécdotas que relataba a Enzo y Matías con sus respectivas parejas. No le preocuparon los insultos de Pablo y Simón por no servirles que tomar.

 

Cuarenta y cinco minutos después Rafael fue abordado de nuevo por Pablo y Simón que lo trasladaron a una solitaria habitación y lo sentaron en una silla.

 

—¿Ahora además de maricos son policías? —se burló el adolescente.

 

—Respeta, niño cagón —dijo Simón pegándole suavemente en la boca con la palma abierta.

 

—Fuimos a la cocina y Pascual nos contó lo que le hiciste a Israel —dijo Pablo—. ¿Por qué?

 

—Marico, fue un juego. Una joda cualquiera.

 

—¡Siempre vives en una eterna broma, Rafael!

 

—¿A caso no quieres a Israel?

 

—Claro que sí, Pablo. Como a ti, como a Simón.

 

—No te creo —negó Simón.

 

—Allá tú —Rafael se encogió de hombros restándole importancia.

 

—Escucha, Marcos Rafael —Pablo lo tomó de un hombro—. ¿Nos tenemos confianza, cierto?

 

—Simón —afirmó el chico con la cabeza.

 

—Israel está triste, ¿queremos saber si ocurrió algo desagradable entre ustedes en la cocina? Previo al golpe.

 

—¡Marico, no! Es solo que Israel…

 

—¡Mi papá Israel! —lo corrigió Simón interrumpiendo.

 

Rafael lo ignoró.

 

—Israel se puso nena y armó un teatro porque le di un regalo del día del padre al abuelo y ninguno a él. Marico, ustedes saben que Israel es como mi pana, un hermano más. Que no venga con un show a esta altura del juego.

 

—Rafa, Israel te quiere mucho —aseguró Pablo—, es probable que se haya sentido dolido por lo que hiciste.

 

—Marico, ¡pero si nunca antes le he dado un miserable regalo! Ok, los mamarrachos horribles que diseñamos en el colegio, ¿y qué?

 

—¿Y alguna vez ha botado tus mamarrachos?

 

—Creo que no, marico. Incluso en uno de sus maletines tiene un dibujo horrible mío del kinder. ¡Que feo dibujaba, marico!

 

—¡Rafael! —dijo Simón también colocando su mano del otro lado en el hombro del adolescente—, como tu segundo tío favorito

 

—¡Ja! ¡Favorito! ¡Ni cagando eres tú! ¡Ni cagando son ustedes dos!

 

—No me importa. Como tu segundo tío favorito te ordeno que le vayas a comprar un regalo de día del padre a Israel en el centro comercial de a dos cuadras.

 

—¡Nei, no puedo! No tengo dinero.

 

—¡No seas mentiroso, niño cagón! Haz lo que te digo.

 

—¡Marico es verdad! ¡Gasté todo lo que tenía en el regalo del tata!

 

Pablo reconoció la actitud del sobrino cuando decía la verdad.

 

—Está bien, Rafa, te creemos. Simón y yo haremos una transferencia a tu cuenta y corres a comprar un regalo a Isra. ¿De acuerdo?

 

¡Que marico es Israel! —dijo el chico cruzándose de brazos cuando sus dos tíos manipulaban su celular—. ¡Pibe, no es el fin del mundo que no le de un pinche regalo!

 

Pablo y Simón no demoraron más de 5 minutos para enviar el dinero a la cuenta del muchacho.

 

—Ahora corre al centro comercial que está más cerca y le compras algo decente a tu padre.

 

—Sí —afirmó el joven. Hizo una mirada traviesa.

 

Sus tíos lo miraron como queriendo saber por qué no se movía.

 

Pero lo único que Rafael movió fueron sus dos brazos, con las manos cerradas en forma de puño, las hizo chocar contra la entrepierna de Pablo y Simón.

 

—¡AY! —gritó Simón, abrió ojos y boca. Enseguida se agarró los huevos con una mano colocándose en cuclillas estabilizándose con la otra.

 

Pablo emitió un grito gutural, se agarró los testículos con las dos manos y comenzó a saltar cómicamente. Tenía el rostro doblado de dolor y gemía.

 

—¡Ustedes dos mamaron! —se burló Rafael levantándose de la silla—. Con ese dinero me daré un lujo inolvidable. Adiós, par de huevones —y salió de la sala, ja, ja, ja que crédulos dijo antes de salir.

 

—¡Hijo de puta lo voy a matar! —aseguró Simón frotándose las huevas.

 

Pablo fue contra la pared donde se deslizó hasta quedar acariciándose las joyas de la familia.

 

Rafael Chacón abandonó la reunión familiar y se dirigió a una zona específica del hotel propiedad de su abuelo. Hacia el spa, allí labora una chica que le gustaba muchísimo, Bárbara Cohen, una preciosura tres años mayor que él. Siempre lo rechazó en el amor, aunque la última vez ella le aseguró que podía esperarlo hasta que cumpliera 18.

 

Bárbara era muy guapa, alta, blanca, con el cabello castaño y ondulado. Lo más probable es que fuera una reina en la cama dando final feliz gracias a su experiencia de empleo como masajista.

 

—Hola, Bárbara, ¿cómo estás? —preguntó el mozo una vez la tuvo al frente. El travieso muchacho era un manojo de nervios cada vez que estaba ante ella.

 

—Muy bien, Rafa —aseguró Bárbara acomodándose el cabello a un lado, no era indiferente al joven, después de todo era guapo, encantador y el nieto mayor del dueño de todo eso, su única desventaja era la edad—. Es domingo y día de una fecha familiar. No ha venido mucha gente por aquí.

 

—Oye… eh… ¿quieres almorzar conmigo? Te juro que será una comida inolvidable.

 

—No lo sé, Rafael. Yo no quiero tener problemas con tu familia.

 

—Ellos están ocupados —la tomó de la mano—. Solo quiero compartir un lindo almuerzo contigo. Te espero en el restaurante El Manglar. En 40 minutos nos vemos ahí y no quiero una negativa como respuesta.

 

Bárbara suspiró.

 

—Está bien, Rafa —acarició su mentón—, es muy lindo de tu parte —se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

 

El enamorado chiquillo se fue completamente feliz. Iba a darle el almuerzo de su vida en el restaurante más costoso del hotel. Lo primero que hizo fue ordenar la mesa más apartada, un almuerzo ideal para ambos y la decoración más romántica que se pudiese hacer.

 

«Será inolvidable» concluyó.

 

Rafael vivía con su madre (que estaba divorciada desde hace muchos años de Israel), pero cuando le apetecía se quedaba viviendo con su familia paterna. Por ello su abuelo le asignó una pequeña habitación del hotel exclusiva para él. No parecía una casa más como la de Pablo, era más acorde para un cliente de presupuesto sencillo. Allí aprovechó para tomar una ducha, vestirse para la mejor ocasión y perfumarse hasta casi agotar el frasco. Configuró su celular para desviar las llamadas de todos sus tíos y cuando salió de la habitación se sorprendió de ver a uno de ellos esperando frente a la puerta.

 

—¡Aquí estás, enano diabólico! —era su tío segundo Matías—. Al fin te encuentro, supe que estarías aquí. Pablo y Simón están muy molestos con lo que hiciste. ¡Actuaste mal! Será mejor que vengas conmigo sino quieres que le diga a tu abuelo lo que hiciste, él si te reprenderá.

 

—Ay, no me amenaces, segundo.

 

—No te estoy amenazando, Rafa. Es más, ¿vas al centro comercial? Yo te llevo. Israel no sospecha nada de tu regalo.

 

—A ver, eh —Rafael miró al techo pareciendo pensativo e inocente.

 

—¿Qué pasa, sobrino? —preguntó Matías abriendo los brazos en señal de pregunta.

 

—¡Ni cagando cambio de planes! —gritó con su habitual carácter podrido. Echó la pierna hacia atrás y estampó una poderosa patada en los huevos de Matías Chacón.

 

Las bolas de Matías chocaron en su pelvis, haciéndole colapsar. Sus ojos se llenaron de lágrimas y cayó al suelo apoyando su cabeza con la frente al suelo, agarrando sus testículos con ambas manos. ¡Cuanto le dolían los cojones! Sus potentes músculos eran nada cuando de un golpe en sus grandes testículos se trataba. 

 

—Aaaaaaah —dijo quebrando la voz.

 

Rafael se fue corriendo por el pasillo dando una carcajada y gritos de victoria.

 

Llegó al restaurante secándose el sudor de la frente y recibiendo todo el aire acondicionado de la entrada.

 

—Llega un poco retardado, señor Chacón. Lo están esperando —indicó el member del selecto restaurant.

 

—¿Sí? —Rafael se sorprendió—. ¿Tiene mucho tiempo esperándome?

 

—No, dos minutos exactamente.

 

—¿Cómo me veo? —el joven abrió los brazos presentándose. Sostenía un ramo de rosas que salió a comprar a último minuto.

 

—Se ve excelente para la ocasión, señor Chacón —dijo el hombre con el ceño doblado.

 

Rafael chasqueó la lengua y se dio un leve golpecito en el mentón.

 

—Soy el puto amo. Tú nunca lo olvides. ¡Quédate ahí y no te atrevas a seguirme!

 

Dijo antes de irse caminando siendo acompañado por la extraña mirada del recepcionista.

 

La disposición del restaurante era en forma de "L", por esta razón al cruzar la pared iba a encontrarse con la chica más hermosa que conocía en una mesa solo para ellos. Se acomodó el cuello de la camisa, ajustó su entrepierna y caminó erguido. 

 

Cruzó la pared, todo estaba perfecto: velas románticas sobre la mesa, una bandeja llena de chocolates con forma de corazones y música suave para la romántica ocasión. Lo único que desentonaba en todo aquel hermoso ambiente era Israel esperándolo.

 

—Hijo —saludó con una tierna sonrisa— la verdad no me esperaba esto, ¡un almuerzo íntimo y familiar! 

 

El adolescente se quedó de piedra unos segundos, arrastró los pies y se ubicó en la silla dejando las rosas en la mesa que se marchitaban perdiendo su gracia frente a su asombro.

 

—¿Qué haces aquí? —susurró. Parecía que quería llorar, pero no ocurrió nada.

 

—¿Son para mi? —Israel cogió el ramo y volvió a reírse—. Voy a considerar que es un cumplido de tu parte para mi Pati —su novia— está en el baño y ya viene con nosotros, ¿es así, Marcos Rafael?

 


Rafael parpadeaba con la boca abierta. 

 

Un mesonero llegó con una nueva silla colocándola a un lado de Israel. Luego llegó la novia del candidato.

 

—Ven aquí, hijo, siéntate conmigo —un orgulloso Israel golpeaba enérgico con la palma de la mano el asiento.

 

Rafael aceptó sin poder hacer respuesta a su asombro.

 

—Muy hermoso tu regalo, Rafael —dijo Patricia, la novia de su padre tomando asiento ante la caballerosidad de su novio al abrir espacio para ella—, y muchas gracias por tomarme en consideración afirmó sujetándo el ramo de rosas. Es muy lindo de tu parte.

 

Rafael afirmó con la cabeza lentamente.

 

¿Qué ocurrió? Bárbara Cohen es de las mejores amigas de Pablo, ella le explicó vía mensajería instantánea la repentina invitación del sobrino. Finalmente Pablo le detalló lo sucedido en la reunión familiar y con ayuda de Simón cambiaron el giro de los acontecimientos. Invitando a Israel a un magnífico almuerzo que Rafa le había preparado en el restaurante El Manglar. Imaginarán la burla que los tíos le hicieron horas después al adolescente y que se mantuvo por casi una semana. 

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