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Ballbusting hombre/hombre
Felipe Corona, el popular bolas de toro estaba de pie, desnudo frente al urólogo, un especialista de nombre Mateo. Accedió ir a la consulta a petición de su entrenador, que como requisito para seguir entrenándolo tenía que ir al chequeo.
El médico sonrió a Felipe y agarró sus testículos grandes y pesados, acariciándolos:
—Veamos, estas gónadas están repletas de semen, ¿eh?
Felipe se mordió el labio inferior. —Estuvieron hinchadas después de un largo entrenamiento testicular y no he podido eyacular en tres semanas.
—Por más que lo intentes el fortalecimiento de testículos no existe —comentó el experto animando al pene del luchador para obtener una erección—. Tengo mucha experiencia en eso, así que te lo digo con propiedad... Bien, muy bien —dijo cuando el miembro obtuvo la dureza que buscaba. El arma sexual del bolas de toro era una artillería grande y gruesa de destrucción de orificios. Sin embargo, el especialista no apartó la mano de la sólida barra de carne, por el contrario, comenzó a frotarla con ambas manos y Felipe no tardó en emitir algunos gemidos de placer, gracias a la estimulación.
Luego el médico soltó el pene y agarró al luchador profesional de sus grandes huevos, regordetes y llenos de semen. Los apretó con sus manos fuertes.
Los gemidos de Felipe se volvieron graves cuando el urólogo comenzó a amasar sus gónadas, aplastándolas mientras la polla palpitaba y goteaba líquido preseminal.
Felipe se retorció de placer y dolor.
El urólogo Mateo apretó más y más fuerte el par de huevos, mientras que con la otra mano frotaba su tubo de carne. Hasta que la polla de Felipe explotó con una enorme carga de leche que cayó violentamente en el escritorio del médico mojando sus papeles y anotaciones. El segundo chorro pegajoso fue al suelo cuando se apunto allí la cabeza morada de la polla.
La lluvia de esperma retenida en las bolas de Felipe, siguió lloviendo sobre el inmobiliario del especialista. Mojando y manchándolo todo.
Aunque parecía que los testículos del bolas de toro habían drenado todo el semen que habían acumulado, su miembro viril seguía duro. La oficina del médico estaba impregnada de olor a sexo, macho y cloro.
Cuando le soltaron las bolas, estaban hinchadas, magulladas y doloridas. Sin ningún tipo de semilla hereditaria en su interior.
Felipe dejó escapar un gemido profundo.
—¿Estás exhausto? —interrogó el médico golpeando el escroto del luchador profesional con la palma de su mano.
Felipe hizo un gruñido profundo y gutural dando un brinco.
—A simple evaluación —dijo el urólogo echando un vistazo al charco de leche en su escritorio. Lo tomó con la punta de su lapicero—. El semen tiene buena consistencia y aspecto físico. No hay daños. Parece que te has quedado sin leche ahí dentro, ¿eh, campeón? —dijo con una sonrisa amistosa mientras apretaba las huevas completamente drenadas tan fuerte como pudo.
El cuerpo de Felipe escapó un gemido doloroso abriendo los ojos y boca.
—Lo que no vuelvas a hacer amigo es esas tonterías de fortalecimiento testicular. ¡Fortalecimiento mis bolas! Ja, ja, ja.
Dio un último templón a los testículos haciendo que Felipe chillara y se fuera al suelo agarrándose los cojones.
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