Ballbusting hombre/hombre
—Que pena que te tengas que ir, padrino —comentĆ³ SimĆ³n mientras estaban en la entrada del precioso Neptuno Palace. Lo acompaƱaban sus hermanos y padre—. Me gustarĆa que te quedaras un tiempo mĆ”s. Nos divertimos mucho con tu presencia.
—VolverĆ© —asegurĆ³ Otto—. Tengo muchos asuntos que atender.
—Sin duda alguna tienes muchos negocios que atender —afirmĆ³ SimĆ³n con una amplia sonrisa pasando una mano amistosa sobre el hombro de Pablo quiĆ©n se ruborizĆ³.
—¡Hermano del alma, Marcos! —Otto abriĆ³ muy grande los brazos y se acercĆ³ al patriarca ChacĆ³n—. Muchas gracias por recibirme este tiempo.
—Cuando quieras puedes regresar —se oyĆ³ decir a Marcos—, las puertas del Neptuno Palace estĆ”n abiertas para ti. Eres un miembro mĆ”s de la familia.
Los dos grandes amigos se dijeron otras palabras de gratitud y confianza en medio de tantos aƱos de amistad. SimĆ³n tambiĆ©n susurrĆ³ algo al oĆdo de Pablo que lo hizo retroceder riĆ©ndose recibiendo un codazo de parte del hermano menor.
—¡Chico, tĆŗ ten buen comportamiento! —fue las palabras de Otto cuando se despidiĆ³ con un abrazo a Rafael—. Ya no le saques mĆ”s canas a tu abuelo.
El adolescente simplemente mirĆ³ al cielo con fastidio e hizo un gesto obsceno con el dedo mientras que con una mano daba golpecitos a la espalda del hombre.
—Israel, cuando seas el gobernador de la isla quiero que me llames para ser participe de tu gobierno.
—¡Por supuesto que sĆ, Otto! —afirmĆ³ Israel aceptando el abrazo del visitante y sus palabras de aliento con respecto a la candidatura.
Intercambiaron algunas opiniones en torno a la polĆtica y las aspiraciones de Israel, posteriormente llegĆ³ el turno de despedida de SimĆ³n.
—Ahijado, deseo que continĆŗes con tu hermoso proyecto de la televisiĆ³n turĆstica —comentĆ³ Otto abrazando al joven.
—AsĆ serĆ”, padrino —afirmĆ³ SimĆ³n—, y cuando grabe mi programa sobre restaurantes quiero entrevistar el que vas a inaugurar en la isla. AdemĆ”s sĆ© que muchas personas estarĆ”n contentas de verte aquĆ. ¿Verdad Pablo, Israel, papĆ”?
Pablo lo mirĆ³ con poca tolerancia, las bromas de su hermano iban directamente a Ć©l.
—Pablo, creciste bastante —afirmĆ³ Otto mirĆ”ndolo.
—Ni que lo digas —continuĆ³ SimĆ³n riendo—. Pablo ya es todo un hombre, el conquistador de la isla, le dicen.
Otto procediĆ³ a despedirse de Pablo con un abrazo.
—Muchas gracias por los ratos que compartiste conmigo —le susurrĆ³—, te extraƱarĆ© mucho, muchĆsimo.
—Yo tambiĆ©n —afirmĆ³ Pablo abrazĆ”ndolo fuertemente.
—Te extraƱarĆ© un montĆ³n, cuando quieras ir a visitarme no mĆ”s avĆsame. Eres bienvenido.
—Lo sĆ©, Otto. Quisiera que te quedaras por mĆ”s tiempo.
—Pablo… me he puesto duro —confesĆ³ Otto—. Tengo una erecciĆ³n que no sĆ© cĆ³mo ocultar.
Pablo se echĆ³ a reĆr.
—Padrino, me pondrĆ© celoso —intervino SimĆ³n con una sonrisa pĆcara—. Has demorado mĆ”s despidiĆ©ndote de Pablo que de mĆ.
—Lo estoy aconsejando —dijo Otto, pasando a despedirse de Enzo ChacĆ³n.
MatĆas |
Concluida la despedida de Otto, el hombre subiĆ³ a su vehĆculo amarillo y puso marcha al muelle, Israel y Marcos lo acompaƱaron en su propio automĆ³vil.
—¿CĆ³mo te sientes, Pablo? Has de estar como una viuda que se queda sin su pedacito de carne —reĆa SimĆ³n cuando los dos hermanos iban caminando al hotel cruzando las Ć”reas verdes.
—No me jodas, SimĆ³n.
—Ay, Pablito. Te comprendo. Se ha ido Otto. Tu sugar daddy. Mi padrino me gusta para ti a pesar de que es un vejestorio a tu lado. PodĆa ser tu padre, ¿te das cuenta? Pero Otto es bueno. ¿Lo extraƱarĆ”s?
—No me jodas, SimĆ³n. Estoy furioso contigo.
SimĆ³n abriĆ³ la boca, ofendido de verdad. —¿Por quĆ©, hermanito?
—Por tus comentarios idiotas frente a papĆ”.
—Ay, Pablo. No te alteres, papĆ” no entenderĆa mis palabras ni en un millĆ³n de aƱos. Es algo que solo conocemos tĆŗ y yo.
—¡No me jodas, SimĆ³n!
—Hermanito.
SimĆ³n abriĆ³ muy grande los brazos asemejĆ”ndose a un pavo real para abrazar a su querido hermano, tan pronto estuvo cerca, Pablo estirĆ³ la mano y apretĆ³ los huevos de su hermano con fuerza, SimĆ³n hizo una mueca graciosa tan pronto sintiĆ³ cuando le exprimĆan las bolas.
—¡Ay, canijo!
Pablo se echĆ³ a reĆr torciendo su puƱo y removiendo las bolas del pobre SimĆ³n, arrancĆ”ndole un chillido estridente. Sus ojos se cruzaron y sus labios se curvaron mientras el dolor se extendĆa por su pantalĆ³n corto.
—Hoy cruzaste la lĆnea —respondiĆ³ Pablo dejando en paz los testĆculos de su hermano.
SimĆ³n simplemente se puso de cuclillas amasando sus genitales.
—Ay, Pablo, ay. ¡Ay! ¡Eres un asesino! ¡Mataste a tus sobrinos!
—Puto —le dijo Pablo, se echĆ³ a reĆr y siguiĆ³ caminando.
SimĆ³n se quedĆ³ allĆ quejĆ”ndose y riendo.
Pablo llegĆ³ a su propia habitaciĆ³n, se tumbĆ³ en la cama y contemplĆ³ todo el historial de conversaciones que tuvo con Otto en ese tiempo. Se sintiĆ³ muy triste. 24 horas antes los dos la habĆan pasado muy bien cuando salieron en un pequeƱo yate que Pablo condujo hasta varar en el mar.
—Manejas muy bien —le dijo Otto cuando lo vio mirando por la baranda.
—Tuve de quien aprender —afirmĆ³ Pablo—, y en la universidad supe un montĆ³n. De vez en cuando papĆ” hace el papel de incĆ³gnito y realiza viajes para otras personas, una vez con su supervisiĆ³n conducĆ un barco.
Otto se colocĆ³ detrĆ”s de Ć©l y lo abrazĆ³, le dejĆ³ varios besos en el cuello y se asegurĆ³ de arrirmar la erecciĆ³n que sentĆa por Ć©l.
—Vente maƱana conmigo.
—Yo quiero, pero no puedo. AquĆ tengo mi vida y no la pienso dejar.
—Eres joven y tienes un mundo por delante. Yo te puedo dar estabilidad. ¿QuĆ© opinas? —le dio un romĆ”ntico beso en el cuello.
—No he terminado la universidad.
Otto hizo un sonido con su garganta, era de desaprobaciĆ³n.
—¿Y si yo me vengo a vivir a la isla?
Pablo se dio la vuelta quedando entre la baranda del yate y el cuerpo del fuerte galƔn.
—Si te vienes a la isla serĆa interesante.
Otto se le quedĆ³ mirando con sus ojazos y sonriĆ³.
—Me enamorĆ© de ti y eso no estaba en los planes. Eras un mocoso fastidioso cuando te conocĆ. No debĆ hacer esto. ¿Se supone que solo la Ćbamos a pasar bien, cierto? Rico tĆŗ y yo...
Pablo se mordiĆ³ el labio inferior y sujetĆ³ la barbilla del amante.
—No te preocupes, los dos juntos siempre nos disfrutamos el uno del otro.
Otto lo besĆ³ en los labios.
—Quiero que seas mi superman para yo ser tu luthor.
Pablo emitiĆ³ una carcajada.
—¿Eso es un piropo?
Otto le dirigiĆ³ una tierna sonrisa. Pablo lo tomĆ³ de la mano.
—Vamos. No olvides que tĆŗ dijiste ibas a cumplir mi fantasĆa asĆ como yo cumplĆ la tuya en ese hotel de mala muerte.
Pablo lo hizo entrar a un despejado camarote.
—¿Seguro lo quieres hacer, Pablo? —le preguntĆ³ Otto quitĆ”ndose la camisa dejando su fabuloso pecho a la vista. Sus torso era grueso y fuerte.
Pablo se sintiĆ³ atraĆdo por sus grandes pezones, se acercĆ³ a uno de ellos y lo probĆ³ con su boca. Otto se echĆ³ a reĆr como respuesta al placer.
—SĆ. Te quiero sonar las bolas con una pelea erĆ³tica —confesĆ³ Pablo comenzando a desvestirse.
—Tengo mucha resistencia testicular —afirmĆ³ Otto—. Es como si no tuviera nervios en mis huevos.
Los dos se despojaron de sus ropas hasta quedar en bĆ³xers. Otto como siempre marcaba una jugosa Ć”rea viril. Llenaba muy bien su calzoncillo, Pablo se le quedĆ³ mirando y sonriĆ³, era cierto, nunca antes lo habĆa golpeado en los huevos. Su falta de concentraciĆ³n hizo que Otto aprovechara la oportunidad para clavarle una patada en la entrepierna.
Los ojos de Pablo se agrandaron y soltĆ³ un grito fuerte poniĆ©ndose de rodillas.
El bronceado rostro de Otto se iluminĆ³ con una sonrisa mientras acomodaba la posiciĆ³n de su pene erguido dentro del calzoncillo.
Pablo entrecerrĆ³ los ojos y soportando el malestar que provenĆa de sus joyas, envĆo un puƱetazo al abdomen de su amante haciĆ©ndolo retroceder con el rostro doblado de dolor.
Agarrando sus testĆculos con ambas manos, Pablo se arrojĆ³ sobre Otto, derribĆ”ndolo y aterrizando encima de la cama. Sujetando sus brazos a los costados de la cama y teniendo las piernas libres. AterrizĆ³ un rodillazo justo entre los muslos de Otto, clavando sus gordas toronjas en su cuerpo.
—¡Uuuuuggghhhh! —se atragantĆ³ el hombre de 40 aƱos.
Pero Pablo repitiĆ³ el movimiento clavando su rodilla en las bolas de Otto. En verdad esperaba hacerlo chillar. Otto no podĆa tener las nueces de acero.
Otto Salinas simplemente apretĆ³ la mandĆbula. Como respuesta, sujetĆ³ a Pablo por la parte posterior del cuello y le aplicĆ³ una llave metiendo su cabeza entre su axila y el colchĆ³n.
—¡No, no… suelta, suelta! —repetĆa Pablo poniĆ©ndose de cuclillas para zafar su cabeza del agarre de Otto.
El hombre mayor solo querĆa que Pablo abriera el compĆ”s de sus piernas para levantar la rodilla y espaturrar las grandes huevas del muchacho. Pero Pablo fue mĆ”s rĆ”pido y se apoderĆ³ de los genitales de Otto, apretando tan fuerte como pudo, lo que hizo que Otto jadeara de dolor.
—¿QuĆ© sucede, Otto? ¿QuĆ© hay de los huevos de acero? —Pablo apretĆ³ sus pulgares profundamente en los testĆculos, logrando que el guapo semental, se retorciera y lo liberase de su llave.
Pablo se echĆ³ a reĆr.
Otto contratacĆ³ golpeĆ”ndolo en un oĆdo y haciĆ©ndole perder el equilibrio y el control de sus joyas viriles. A continuaciĆ³n ambos rodaban por el colchĆ³n, de un lado a otro, forcejeaban, de momentos el clima de lucha hacĆa un cambio y tomaba un Ć”mbito mĆ”s sexual y frotaban sus cuerpos y extremidades. Los dos sudaban profusamente mirĆ”ndose a los ojos e intercambiando sudor.
Sin darse cuenta el clima de pelea se fue extinguiendo, en poco tiempo Pablo quedĆ³ recostado en la cama bajo los brazos de Otto, el hombre de 40 aƱos lo tenĆa de brazos abiertos y le entregaba besos en su cuello.
—Quiero penetrarte, Pablo —le susurrĆ³ como un seductor.
—¿SĆ?
—SĆ.
—Soy todo tuyo, mi amor.
DespuĆ©s lo que sucediĆ³ fue una experiencia placentera para Pablo. En la actualidad seguĆa en su habitaciĆ³n extraƱando a Otto.
OjalĆ” volviera a a verlo. Pensaba.
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