ELLA (2/4): LA PARTE DERECHA DEL COLIBRÍ - Las Bolas de Pablo

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28 jun 2021

ELLA (2/4): LA PARTE DERECHA DEL COLIBRÍ

   Escrita por: FerchoMX
   Contiene: Ballbusting mujer/hombre
   

    Estás en la parte dos de esta historia. Si no has leído la parte uno. La puedes encontrar dando clic aquí.


 
  Aquel mismo día, al salir del penal, lo primero que hizo Maribel fue visitar el lujoso departamento de su defendido. Conversó con el administrador del edificio para que se le permitiera el acceso. Lo que ella buscaba se encontraba en una caja en el armario, era una sola hoja con unos dibujos a lápiz hechos por su amigo de la adolescencia, en ellos, él representaba al objeto que tantas desgracias le había traído. Con el objetivo de proteger a su amiga de aquella magia tenebrosa, Alan deliberadamente le ocultó la ubicación de la escultura maldita.

Lic. Maribel Barranco

   Al mirar los bocetos, Maribel se puso en contacto vía telefónica con un exnovio de la universidad, lo conoció cuando ambos estudiaban en la llamada “máxima casa de estudios” del país, él estudió antropología. Sin perder el tiempo, inmediatamente lo visitó en su oficina en el INHA (Instituo Nacional de Historia y Antropología).

 

  —Me sorprendió mucho tu llamada —comentó el hombre mientras le daba un beso en la mejilla en la recepción—. Luces muy bien.


   —Tú también, Erick —respondió ella como saludo. Aquello era verdad, la mujer no pudo evitar notar que el antropólogo usaba jeans que marcaban muy bien sus dotes de macho y una camisa blanca arremangada sin fajar, la prenda resaltaba sus abultados bíceps y se ceñía a su trabajado cuerpo de gimnasio, sus velludos brazos y su abundante barba perfectamente recortada lo hacían lucir extremadamente varonil y atractivo—. Te contacté porque quiero que revises unos dibujos y que me digas todo lo que puedas acerca de ellos, o que me orientes sobre dónde puedo encontrar más información.


—Ok, si gustas, vamos a mi oficina —dijo el varonil hombre. La mayoría del personal de las instalaciones del INHA se retiraba a sus hogares, eran las seis de la tarde.


   Su despacho era amplio, pero atiborrado de cosas, tanto los libreros empotrados en las paredes, como su escritorio, estaban llenos de objetos o documentos. 


Erick, antropólogo

—Perdón por el desorden —dijo él, dirigiéndose a una cafetera para ofrecerle una taza. Ambos tomaron asiento—. Muéstrame.


   Maribel extendió hacia su exnovio, un fólder con la hoja donde se encontraban los dibujos hechos por Alan, según el criminal, cualquier intento por fotografiar la estatua resultaba en fotos blancas sobreexpuestas, así que para documentar lo que le ocurría, él mismo realizó aquellos bocetos. Al abrir la carpeta y mirar su contenido, el hombre reaccionó con pavor.


   —¡A la verga! —exclamó mientras se ponía de pie de forma estrepitosa, casi cayéndose al piso, arrojando los papeles sobre el escritorio como si se tratase de la peste— ¿Cómo…? ¿Por qué tú...?


   —¿Qué pasa? —preguntó la mujer con preocupación.


   —¿De dónde sacaste eso? —preguntó él, arrinconado en una esquina. Ver a un hombre como Erick, fuerte y varonil  reaccionar con terror, preocupó mucho a  Maribel. Ella explicó brevemente la situación de su defendido, sin ahondar en detalles.


   —Son unos estúpidos, tú y él. ¡Idiotas! ¡Imbéciles! ¡Pendejos! —comentó el antropólogo elevando la voz.


   —Me puedes explicar —demandó ella.


   Erick le contó que se trataba de una deidad prehispánica que fue relegada al olvido: “Huitzilyuccatl”, hermana gemela de “Huitzilopochtli”, el Dios Sol. Este último es llamado Parte izquierda del colibrí azul”. Su hermana es la parte derecha. Ambos son hijos de Coatlicue y Tonatiuh. 


   El Dios sol, “Huitzilopochtli”, luchaba todas las noches contra su hermana mayor la luna hasta cortarle la cabeza, para así renacer cada día. Para que el Dios principal de la Guerra y de la cultura Mexica tuviera la fuerza para salir victorioso, cada 52 años se le entregaban sacrificios humanos, guerreros enemigos capturados a los que se les arrancaba el corazón.

 

La batalla previa a la "Noche Triste" de Hernán Cortés

   A su contraparte, la Diosa “Huitzilyuccatl”, se le ofrecía solamente lo mejor: guerreros alfa en su madurez. La expectativa de vida era de 40 años, así que eran de todas formas hombres jóvenes, fuertes y viriles. Se les cortaban los testículos y se dejaban morir desangrados. Tanto los órganos sexuales como la sangre que brotaba de sus escrotos desgarrados, servían de ofrenda a la deidad, quien a cambio, otorgaba su bendición en las batallas. Para estos nobles combatientes, era un honor entregar su hombría a la Diosa, ellos creían que de esta forma, su masculinidad viviría eternamente en los testículos de generaciones venideras de machos mexicas. Se cree, que la última vez que “Huitzilyuccatl” otorgó sus favores, fue en el día conocido como, “La Noche triste”, cuando los soldados españoles y sus aliados tlaxcaltecas fueron derrotados por el ejército mexica en las afueras de Tenochtitlán.


   Los templos gemelos de la zona arqueológica del “Templo Mayor” en la Ciudad de México, se atribuyen a “Hutzilopochtli” y a “Tláloc”. La verdad era que el segundo templo no estaba dedicado al Dios de la lluvia, sino a “Huitzilyuccatl”. El concepto de los Dioses gemelos fue sepultado con el tiempo, trascendiendo en nuestra cultura, la idea de un solo Dios macho como principal deidad.


   —¿Por qué se sepultó la existencia de “Huitzilyuccatl”?


   —Vivimos en una sociedad patriarcal, los genitales masculinos son un tabú en la mayoría del mundo. Imagínate saber que los mexicas cortaban las bolas de los mejores especímenes para dárselos a una entidad femenina —comentó el antropólogo mientras temeroso cerraba el fólder para ocultar los dibujos—. Para nosotros como hombres, los testículos son muy, muy importantes. 


   —¿No ha habido alguna antropóloga mujer que revele esto? —preguntó Maribel.


   —Aunque lo descubriera o supiera, divulgarlo era casi imposible. Con el internet es fácil en estos tiempos filtrar información. Nadie lo hace porque todos, hombres y mujeres que nos dedicamos a esto, sabemos que es una entidad peligrosa. La única deidad sobreviviente de los antiguos Dioses mexicas.

Representación del
Dios Huitzilopochtli

    —¿Por qué? ¿Qué ocurrió con los demás? —preguntó la abogada.

    —Lo que te voy a contar es una hipótesis, nadie la ha comprobado —expresó Erick.


  Según platicó el hombre, se cree que los españoles nos invadieron cerca del final del ciclo de sacrificios. La Diosa no tenía poder para dar su bendición pues hacía casi cincuenta años que no recibía ofrendas. Para otorgar su beneplácito a su amado pueblo en la llamada “Noche Triste”, ella cometió un acto atroz, cortó los genitales a su hermano, el Dios macho “Huitzilopochtli”. Los mexicas consiguieron aquella victoria, pero de ahí en más todo fue derrota, aquel fue el inicio del fin. Otros Dioses buscaron detenerla, a todos les cortó los testículos: Tláloc, Quetzalcóatl, Tezcatlipoca, Ehécatl, a las deidades femeninas las decapitó. Como resultado, acumuló gran poder y se volvió prácticamente invencible.


   Para cuando el exterminio del panteón mexica terminó, la Diosa ya no tenía un pueblo que la venerara. Ahora ellos rendían culto a la Virgen María que apareció en el “Tepeyac”. Sintiéndose traicionada, la amargura la enloqueció. Pocas fueron las representaciones que de ella quedaron, no encontró forma de manifestar su poder, ni su ira.


   —Lo que me cuentas parece un cuento, una leyenda. ¿Me estás diciendo que los antiguos Dioses eran como tú o como yo? Y que tenían órganos genitales —Maribel intervino con desconcierto.


   —Nuestros Dioses no eran seres de poder ilimitado, sino muchas veces encarnaciones con personalidad humana. Los mexicas los asociaban con algún fenómeno natural, pero ellos de por sí existían con habilidades y poderes sobrenaturales. Para la religión católica serían demonios, de hecho así fueron representados y documentados por los españoles. Esta clase de seres habitaron por todo el mundo a la par de nosotros, cada cultura venera Dioses similares, ¿no te parece una extraña coincidencia? 


Erick, antropólogo
   —No suenas como un científico —comentó Maribel.


   —Lo sé, pero hay muchas cosas en este mundo que no podemos explicar, es por eso que amo mi trabajo. Lo que está pasando con… ¿Alan? Ya ha pasado antes en otro tiempo, la última vez fue hace más de cien años, durante el Porfiriato. Comenzaron a aparecer hombres muertos con los genitales mutilados, antropólogos de la época lo vincularon con “Huitzilyuccatl” —Erick se detuvo y suspiró con resignación—. Voy a morir, no sé cómo o cuándo exactamente, pero seguramente apareceré muerto y sin huevos. ¡Maldita sea! Ni siquiera terminé mi tercer doctorado, no he terminado tampoco mi quinto libro. No me casé, no tuve hijos ¿Qué vergas hice con mi vida?


   —¿Por qué dices que vas a morir? —preguntó la mujer.


   —Justo ahora que recién me he puesto “papacito”, tardé tres años yendo al gym y haciendo dieta para conseguir este cuerpo sensual, casi toda mi vida fui “gordito” —comentaba el hombre para sí mismo ignorando la pregunta de Maribel—. Tengo treinta y cinco, la edad ideal en la que los guerreros eran sacrificados. ¡Ay no! ¡Verga! ¡Verga! ¡Mierda!


   —¿Por qué dices que vas a morir? —preguntó de nuevo la mujer a gritos.


   —¿Todavía me lo preguntas? —comentó molesto aquel hombre—. No lo sabes, ¿verdad? Si lo supieras no hubieras venido aquí con “esto”.


Maribel
   —¿Puedes explicarme de qué carajos estás hablando? —comentó la abogada con molestia.


   —La Diosa actúa a través de alguna representación física, una especie de tótem, sin él, ella queda prisionera en el éter, sin poder actuar —explicó el antropólogo.


   —Eso ya lo sé, por eso evité tener contacto con la estatua —respondió Maribel.


   —Eres una estúpida —respondió Erick con desprecio—. Estos dibujos que están aquí, en esta hoja de papel, dime tú, ¿qué son?


   La mujer inmediatamente lo comprendió, se dio cuenta del gravísimo error que había cometido. Esos dibujos, al igual que la estatua, eran una representación física de “Ella”.  Al notar el cambio en el rostro de Maribel, Erick comentó:


   —Ahora ya lo entiendes. Nos jodiste, a los dos.


   La abogada tomó un encendedor que estaba en el escritorio, Erick era fumador ocasional de marihuana. Sacó la hoja del fólder y le prendió fuego desde una esquina.  Cuando las brazas alcanzaron el grafito, el brazo derecho de su blusa comenzó a incendiarse. El hombre reaccionó con velocidad y extinguió el fuego en los papeles, volcando un vaso de cristal vacío. Las flamas en la extremidad de su exnovia se desvanecieron.


   —¿Qué? ¿Por qué me ves así? Tenía que intentarlo —dijo Maribel ante la inquisidora mirada del hombre—. Tengo una duda, tú has tenido contacto previo con una representación de esta deidad, ¿cierto? De otra manera no hubieras podido reconocer lo que hay en esos dibujos. 


Erick en Cancún
   —Fue justo hace unas pocas semanas, si hubieras venido el mes pasado, no habría sabido nada de nada. Fuimos, un compañero del INHA, mi jefe y yo a un viaje por trabajo a la zona arqueológica de “Tulum”, pasé tres semanas por allá, ya te lo imaginarás: hotel de lujo, todo pagado, durante el día trabajando, por la noche visitando bares y antros, los fines de semana “playita”…


   —¡Al grano, Erick! —demandó la mujer.


   —A eso voy. 



    Erick le contó que durante aquel viaje, una mañana los reunieron en una playa privada para explicar a los tres, lo que él acababa de contar. Todos se rieron de la historia, era algo inverosímil. Un catedrático de la zona con más de sesenta años dibujó en la arena varias representaciones de esta Diosa, los presentes las observaron, se les pidió memorizarlas con detalle para poder transmitir este conocimiento de ser necesario. 


   Eran las diez de la mañana, el día estaba soleado y hermoso. Súbitamente, el clima cambió, hubo mucho viento, nubes, lluvia, truenos, el mar se picó, era como si un huracán se aproximara a la costa. Curiosamente los dibujos en la arena permanecían intactos. Pasó más de una hora hasta que el mal clima amainó. Lo más extraño fue que empleados del hotel, quienes estaban a una distancia cercana, no notaron ningún cambio en el ambiente, este solo fue percibido por aquellos que miraron las imágenes. Lo que sí pudieron ver fue como espontáneamente se quemaba una palapa del resort, para ellos el incendio comenzó sin razón alguna, pero los cuatro antropólogos, vieron claramente caer un rayo sobre el lugar, mismo que provocó el fuego.




   —Las representaciones físicas de “Huitzilyuccatl” son indestructibles, cualquier intento por eliminarlas resulta en daño reflejado para quien lo intenta. Al estar dibujadas en la arena, es irremediable que van a desaparecer por sí solas, la marea sube, el viento sopla, lo que se dibuja en arena o tierra no es permanente. Esos dibujos se borraron solos, sin intención o intervención de nadie, tardó más de los normal, pero se borraron —explicó Erick.  


   Tras unos minutos de reflexión, la abogada llegó a una hipótesis peculiar, producto de la desesperación por encontrar alguna salida, a pesar de que era probable que esta no existiera.


   —¿Y si “Huitzilyuccatl” no fuera una entidad maligna? Dices que era un Diosa cuya intención fue proteger a su amado pueblo. Lo que para nosotros son asesinatos, para ella son ofrendas que toma, no por perversidad, sino porque cree que legítimamente le pertenecen.


   —¿Intentas justificarla? —preguntó Erick.


   —Intento encontrar un móvil, me dedico al derecho penal.


   —¿”Huitzilyuccatl” es ahora tu clienta? —comentó con burla el antropólogo. El hombre buscaba algún alivio emocional para la angustia que sentía en su interior—. Si muero, o mejor dicho, cuando muera, quiero que sepas que fue tu culpa, Maribel. 


   Luego de valorar la situación, la defensora invocó a “Huitzilyuccatl” en aquella oficina, nuevamente el ambiente se tornó en oscuridad y una voz comenzó a susurrar en su oído. Para Erick el suceso fue extraño, más no desconocido, desde su perspectiva la habitación no oscureció, ni sintió alguna presencia extraña. Él solo veía a Maribel inmóvil como una estatua con los ojos en blanco.  “Hola”, “Maribel”, “¿hay alguien ahí?”, fueron las frases que el hombre decía mientras sacudía sus manos frente al rostro de su exnovia. 



   Inesperadamente, la mujer levantó su pie con mucha potencia, impactando la entrepierna del desprevenido antropólogo. Erick gritó, cerró sus muslos y llevó sus manos hacia sus genitales para protegerlos. Cuando recién tuvo acceso a ellos para sobarlos, antes de dejarse caer al piso. Una fuerza sobrenatural se apoderó de su cuerpo, obligándolo a permanecer con las piernas abiertas y los brazos extendidos a los costados.


   —No, por favor, no, piedad —comenzó a gritar el hombre, cuyo destino final se aproximaba. 


   La poseída mujer estrelló nuevamente su pie contra su exnovio, golpeando dolorosamente sus testículos, repitió el castigo en diez ocasiones. Erick deseaba gritar, pero una especie de mordaza invisible se lo impedía. El hombre comenzó a llorar, su rostro se crispó suplicante y lágrimas brotaron de sus ojos. 


   Aquel extraño poder lo levantó cerca de un metro por sobre el suelo, dejando a la altura del rostro de Maribel su entrepierna. La mujer lo abrazó, pasando sus manos por detrás y estrujando sus nalgas, ella restregó su rostro en la hombría del antropólogo y respiró su aroma. Flotando en el aire, el hombre fue despojado de sus prendas de vestir, quedando expuesto con nada más que un ceñido bóxer blanco. Solo una persona con mucha confianza en sus dotes usaría licra blanca para cubrir sus genitales, Erick contaba con esa confianza, su flácido pene medía doce centímetros, debajo se encontraban dos grandes bolas, muy superiores al tamaño promedio.


   La mujer lanzó golpes directos hacia la masculinidad de aquel sujeto, con sus puños aplanó en múltiples ocasiones el bulto del hombre. Los ojos de Maribel permanecían blancos. El roce de las manos de la abogada en sus genitales provocó que a pesar del intenso dolor, su miembro se levantara. Su castigadora se desabotonó la blusa permitiendo a Erick admirar sus exuberantes pechos, mismos que frotó con violencia contra su falo durante varios segundos. El cuerpo del macho descendió, permitiéndole tocar con los pies el suelo, la hembra restregó su gigantesco trasero contra su hombría, como si estuviera interpretando alguna danza primitiva aborigen.



   Erick no era de madera, ni de cartón, la mujer que frente a él estaba, lo excitaba con locura. Desde que la observó en la recepción, el hombre tuvo que retroceder al pasillo unos minutos y acuclillarse para calmar su erección. Cuando recuperó el control de su hombría, se acercó para saludarla y le dio la bienvenida al INHA. 


   Durante los años que fueron pareja, Maribel era una mujer muy flaca y él tenía sobrepeso, los amigos de ambos solían hacer alguna que otra broma al respecto. Ahora, ella había subido unos diez gloriosos kilos, mismos que se acomodaron donde justamente eran requeridos: en los pechos, las nalgas, las caderas y las piernas de aquella sabrosa mujerona.


   La espada de veinticuatro centímetros de Erick se desenfundó por completo. Al ocurrir esto, el hombre fue despojado de su ropa interior y puesto de cabeza, encontrándose desnudo, suspendido e inerme con las piernas abiertas.

      —Ya, ya, por favor, para, por favor —suplicaba el hombre entre sollozos. 


      Una voz profunda y espectral le respondió:


   —No supliques, pórtate como un hombre —era la Diosa, quien hablaba a través de Maribel, o quizá era Maribel dándole un mensaje a través de la Diosa. De cualquier manera, algo en aquellas palabras provocó en Erick resignación. 


El torso varonil de Erick
    La actitud del hombre ante el castigo recibido cambió. Ahogó por sí mismo cualquier grito o sollozo, temblaba y sentía mucho malestar en el cuerpo, se encontraba muy debilitado y agitado. A pesar de todo, él no volvería a suplicar, dejaría este mundo como un verdadero macho, con dignidad y orgullo. 


   La entidad, mediante el cuerpo de la defensora, lo tomó de los testículos y tiró de ellos hacia arriba con fuerza mientras los estrujaba. El par de carnosas bolas perdieron su ovalada estructura entre aquellos dedos. Cada una de las terminaciones nerviosas en su masculino ser estaban activadas. Una mano invisible comenzó a estimular el pene del antropólogo mientras sus gónadas eran prácticamente machacadas y arrancadas. 


   Pasados diez minutos de intensa tortura, el hombre eyaculó semen mezclado con sangre, mismo que cayó sobre los bocetos que se acomodaron en el aire para recibir el viril néctar arrebatado de aquel poderoso y fuerte macho. En el momento en que su pene cesó de sacudirse en espasmos, el hombre perdió la conciencia, sabiendo que jamás volvería a abrir los ojos y que su cuerpo sería encontrado sin vida con el escroto desgarrado.


   Erick despertó, se encontraba recostado en un sofá al interior su misma oficina, su chamarra de cuero café lo cubría de las rodillas al ombligo, bajo esta, sobre sus genitales se hallaba envuelta en una toalla, una bolsa con agua fría que momentos antes fueron hielos. A su lado estaba Maribel, sentada en un sillón ejecutivo de piel, con los codos en sus rodillas y las manos cubriendo su rostro.


   —¿Qué… pasó? —musitó el hombre—. ¿Sigo vivo?


   —¡Bendito Dios! ¡Qué bueno que estás bien! —exclamó Maribel, extendiendo sus manos para acariciar su rostro—. Perdóname, no quise hacerte eso.


12 cm (tal vez más)
de confianza
—Sé que no fuiste tú —susurró débilmente el hombre—. ¡Ay! —Intento sentarse, inmediatamente notó hipersensibilidad en su área genital y decidió permanecer recostado.


   —Hice un trato con… “Ella”, dijo que si tolerabas su castigo y demostrabas que eras un auténtico macho, digno de recibir su bendición, te dejaría vivir —comentó la defensora. 


   —¿Tú crees que eso es verdad? ¿Continuará reclamando ofrendas de mi parte? ¿Viviré para ser su esclavo y ser sometido a martirios similares? —el hombre suspiró—. Hubiera preferido morir, estaba listo para ello, ¿sabes? Ya me había mentalizado.


   —Desconozco lo que ocurrirá después, solo sé, que yo no voy a permitir que nada malo te ocurra —expresó Maribel acercando su rostro al de él, besándolo tiernamente en la mejilla, muy próximo a la comisura de sus labios. Erick giró un poco su cabeza y sus bocas se encontraron. 


   Intercambiaron saliva, besándose con intensa pasión. Nuevamente la hombría del hombre se levantó, provocándole cierto dolor en sus lastimadas bolas.


   —Creo que por hoy, debemos detenernos —dijo él con el ceño fruncido—. No quisiera, de verdad, pero todavía me duele mucho. ¡Verga! —exclamó de improviso— ¿Y si ya no soy capaz de tener relaciones sexuales? Estéril seguro que ya me dejó. ¡Maldita sea! Yo sí quería tener hijos, seguramente mi conteo de esperma va a ser muy bajo después de hoy, deberé revisarme y hacerme pruebas de laboratorio. ¿Tendré todavía el teléfono de aquel urólogo guardado en mis contactos? Cambié de “cel”, así que tal vez lo perdí… pero Tomás debe tenerlo, fue él quien me pasó el contacto después de todo… ¡Qué tonto! Sé donde queda su consultorio, fui el año pasado, si no consigo su número puedo visitarlo directamente ¿y si ya se mudó de ahí?…


Mujerona

—Sigues siendo el mismo —Maribel comenzó a reír. El hombre no le hizo caso, continuó absorto en sus propias ideas—. Siempre preocupándote de más, divagando y sobre pensando la cosas. Eso me gustaba mucho de ti, eso mismo me alejó de tu lado —susurró para sí misma.


   Al día siguiente, dentro de su propia celda encontraron el cadáver de Alan Bello con los testículos mutilados. Maribel comprendió que “Huitzilyuccatl” ya no lo necesitaba a él, ahora la tenía a ella. Además, la Diosa cumplió el trato, no tomó la vida de Erick, pero a cambio, tomó la de Alan.


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