ELLA (3/4): VEINTICINCO ANIVERSARIO - Las Bolas de Pablo

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5 jul 2021

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ELLA (3/4): VEINTICINCO ANIVERSARIO

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   Escrito por: FerchoMX 
   Contiene: Ballbusting mujer/hombre y sexo heterosexual


EstĆ”s en la parte tres de esta historia. Si no has leĆ­do la parte dos, la puedes encontrar dando clic aquĆ­. TambiĆ©n puedes leer desde la parte uno.

   Eran las ocho de la noche, Maribel se encontraba al interior de su vehĆ­culo en la cochera, la mujer se debatĆ­a entre asistir o no, a un evento privado del despacho de abogados, no tenĆ­a ganas de pasar la velada en compaƱƭa de aquellos hombres. Todos los aƱos sucedĆ­a lo mismo, con motivo del aniversario de la empresa, el socio principal ofrecĆ­a una cena en su lujosa casa en Polanco, ella se vestĆ­a elegantemente con vestidos ceƱidos de diseƱador. Los ā€œlicenciadosā€ jóvenes, solteros o divorciados pasaban el rato intentando seducirla, algunos halagos sonaban misóginos, la mayorĆ­a patĆ©ticos, lo peor empezaba cuando el alcohol hacĆ­a de las suyas. El solo pensamiento de las horas de acoso por venir y el tener que sonreĆ­r como estĆŗpida, le revolvĆ­a el estómago. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada, estaba vestida y maquillada, solamente era cuestión de arrancar el auto y partir.

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Maribel Barranco
   Como cualquier empleado, estacionó su coche en la calle, no se le permitió hacerlo al interior del domicilio, pues esos lugares estaban reservados para los socios titulares. Al entrar, las miradas masculinas se posaron sobre ella, poseĆ­a un cuerpo voluptuoso y firme, no importaba que la mayorĆ­a de los presentes estuvieran acompaƱados de sus esposas. Con el pretexto de saludarla, la recorrĆ­an de arriba abajo con la mirada, seguramente fantaseando en cómo esa mujerona se verĆ­a desnuda, quizĆ” manteniendo el abrigo negro y la joyerĆ­a de perlas, pero sin nada mĆ”s debajo.

   Minutos despuĆ©s, la cena para celebrar el veinticinco aniversario del despacho, comenzó. Todo transcurrió con normalidad hasta el momento del brindis. Cuando el seƱor Reyes Mena, principal socio del despacho hizo un anuncio importante. Ɖl era un hombre de cincuenta aƱos, alto y embarnecido, musculoso y fuerte, su cabello plateado lucĆ­a perfectamente peinado y su barba de igual color, impecablemente recortada. Si se tuviera que comparar con algĆŗn animal, cualquiera dirĆ­a que Don Hilario era un poderoso toro o un gorila.

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Don Hilario Reyes Mena
   Hilario Reyes Mena presentó ante todos al que serĆ­a el nuevo socio, un joven abogado penalista de ascendencia espaƱola, quien no llevaba mĆ”s de dos aƱos trabajando en el despacho y no superaba los veintisĆ©is, su nombre era Julio Platas, era ademĆ”s, desde hace unos meses, yerno de Don Hilario, pues se habĆ­a casado con su hijo Omar de similar edad. Maribel bebió hasta el fondo su copa de vino y pidió a un mesero servirle otra.

   Julio era talentoso, carismĆ”tico y encantador, a pesar de su corta edad, la mujer reconocĆ­a que ese muchacho era de los mejores abogados de la empresa y de los que mĆ”s trabajaba. A ella le caĆ­a bien, quizĆ” por ser homosexual era de los pocos en la oficina que no la miraba de forma lasciva y la respetaba como profesional. Ā«Mejor Ć©l, que otroĀ», pensó Maribel.


   ā€”AdemĆ”s, hoy despedimos a un miembro muy importante, quien ha sido un pilar para nuestro despacho, ella es una excelente abogado penalista, la mejor. Realmente le deseamos lo mejor en su futuro —dijo Don Hilario, la chica casi se ahoga con el vino que bebĆ­a al escuchar aquellas palabras—. Licenciada Barranco, gracias por todo lo que nos ha entregado, por su tiempo y dedicación. Se nos va una de las grandes. Ā”Salud por Maribel!

   ā€”Ā”Salud! —dijeron todos al unĆ­sono y bebieron su copa.

   La mujer se puso en pie para reclamar lo sucedido. De inmediato fue rodeada por todos los hombres del despacho, quienes uno por uno se acercaban a abrazarla para despedirse y aprovechar el momento para tocarla y frotar su cuerpo contra el suyo. Maribel se sentĆ­a asqueada y asfixiada, sintió que le faltaba el aire. DespuĆ©s de todo lo que ella habĆ­a hecho, despuĆ©s de tanto sudor y lĆ”grimas, Āæera esto lo que merecĆ­a? ĀæEn verdad era necesaria una burla de tal magnitud?

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Omar Reyes y Julio Platas
   ā€”Ā”Basta! —gritó con toda la potencia que sus pulmones eran capaces de producir.

   Como por arte de magia, todas las mujeres presentes cayeron inconscientes.

   ā€”ĀæQuĆ© pasa? ĀæQuĆ© significa esto, Maribel? —preguntó el socio principal.

   ā€”ĀæCómo te atreves? ĀæCómo pudiste? —preguntó furiosa.


   ā€”ĀæY quĆ© esperabas luego del fracaso que tuviste con Alan Bello? Su familia me presionó, quieren tu cabeza —respondió Don Hilario—. Yo sĆ© que no fue tu culpa, y querĆ­a que te retiraras con dignidad. Pero al final de cuentas no tienes huevos, eres una mujer, y como tal, tenĆ­as que hacer un drama, un berrinche, no podĆ­as solo quedarte callada. Por ese motivo, tĆŗ jamĆ”s…

   ā€”Ā”CĆ”llate! —ordenó Maribel. Con un ademĆ”n, los labios del quincuagenario quedaron sellados. Desconcertado, el hombre intentó abrirlos con sus manos—. No tiene ni una semana que Alan falleció. ĀæCómo te atreves a mencionar su nombre, viejo asqueroso?

   Al instante, todos los hombres presentes fueron elevados en el aire, por encima de la mesa y acomodados en hilera de pie en el jardĆ­n, ninguno de ellos podĆ­a emitir palabra o moverse, incluidos los meseros, Julio y Omar. Esta vez no era Huitzilyuccatl quien estaba al mando, era la propia Maribel la que usaba para su propio beneficio los poderes de la Diosa. Este era su deseo.

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Don Hilario
   ā€”Eres un maldito cerdo —dijo la mujer sujetando los hombros de Reyes Mena y clavando su rodilla entre las piernas de aquel poderoso hombre.

   ā€”Arrrg —gruñó el seƱor, quien no podĆ­a emitir grito alguno.

   ā€”ĀæRecuerdas cuando restregaste tu verga erecta contra mi culo hace ocho aƱos, mientras fingĆ­as aconsejarme en la oficina? —Maribel preguntó mientras estrellaba con potencia su elegante zapatilla en las maduras bolas de su jefe.

    Uno a uno, al tiempo que los pateaba brutalmente en las bolas, la mujer fue recordĆ”ndoles algĆŗn momento en que la hicieron sentir hostigada, no se detenĆ­a hasta ver lĆ”grimas salir de sus ojos. Hundió su pie en la entrepierna de mĆ”s de veinte varones, como no sabĆ­a patear, se lastimó los dedos, pero tenĆ­a manos, mientras tuviera algo con que golpear a estos hombres en los huevos, asĆ­ lo harĆ­a. A los meseros no les hizo daƱo, solo los mantuvo inmóviles. Cuando llegó frente a Julio y Omar, los miró fijamente.

   ā€”ĀæY ustedes? Supongo que para, ā€œEllaā€, cualquier persona con testĆ­culos sirve —comentó. Los esposos se miraron uno al otro sin entender. Maribel los castigó no por odio, sino por placer. Ambos eran guapos, delgados y con buen cuerpo, Omar era mĆ”s alto que Julio, y tenĆ­a facciones mĆ”s masculinas.

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Julio y Omar
   La mujer tomó a cada uno de los testĆ­culos y los apretó al mismo tiempo, sentir entre sus dedos cuatro bolas de carne deformarse le causó mucha satisfacción, Maribel se sentĆ­a poderosa e invencible. Los dos hombres gruƱeron suplicantes, sus jóvenes cuerpos se sacudĆ­an en un fĆŗtil intento por liberarse.

   ā€”ĀæFuiste tĆŗ? ĀæTĆŗ le pediste al asqueroso de tu padre que ascendiera a este? —preguntó a Omar. El hombre solo se dedicaba a gruƱir ininteligiblemente. Maribel notó que Julio tenĆ­a huevos grandes, mientras que los de Omar eran tamaƱo promedio.

   ā€”No tengo nada contra ti, solo que me robaste mi lugar —dijo a Julio.

   ā€”Arrrgggrrr —gruƱƭan ambos hombres.

   Cuando los dedos de Maribel se entumecieron debido al esfuerzo, los liberó y les permitió caer al suelo en posición fetal. Lo primero que hicieron fue acercarse el uno al otro y tomarse de la mano mientras sobaban, cada uno, sus muy adoloridos genitales con la otra. AĆŗn no podĆ­an emitir palabra alguna, pero se miraban con amor. La escena conmovió a la mujer.

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Julio Platas
   ā€”Todos ustedes se creen mejor que yo. ĀæPor quĆ©? ĀæPorque nacieron con huevos? Ā”Ay por favor! ĀæCreen que tener testĆ­culos les da alguna ventaja sobre mĆ­? —preguntó la abogada, enseguida comenzó una nueva ronda de castigo.

   Durante casi media hora se dedicó a sentir entre sus manos y estrujar con ganas los testĆ­culos de todos los abogados machos. Hacerlo no solo le parecĆ­a divertido, tambiĆ©n la calentaba.

   Para concluir, nuevamente se paró frente a Hilario Reyes Mena y le conectó una serie de puƱetazos y palmadas en los testĆ­culos. La mujer deseaba acabar con el poder y la virilidad de aquel macho alfa. AsĆ­ que le permitió caer al suelo, al igual que habĆ­a hecho con su hijo y su yerno. El hombre fue despojado de su ropa por una fuerza invisible, dejando su velludo y varonil cuerpo totalmente desnudo. Una vez lo tuvo en esa posición, Maribel lo tomó de los tobillos, abrió sus piernas y estrelló su talón contra los peludos genitales del seƱor. El hombre no podĆ­a hacer nada para impedirlo, una fuerza invisible mantenĆ­a sus brazos atados.

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Lic. Reyes Mena
   ā€”ĀæQuiĆ©n es la nueva jefa? —preguntaba sin recibir respuesta. Se arrodilló entre las piernas del hombre, tomó con cada mano uno de sus testĆ­culos y los apretó de la base, hasta que perdieron temporalmente su esfĆ©rica forma. Don Hilario gemĆ­a de manera lastimera y suplicante, como un cachorrito herido y se retorcĆ­a cual lombriz arrancada de la tierra—. ĀæQuiĆ©n es la nueva jefa? —preguntó Maribel.

   ā€”Ā”TĆŗ, Maribel, tĆŗ! —respondió con desesperación—. Yaaa, por favor. Ā”Aaaah! Ā”Yaaa! —gritó con voz muy, muy aguda. Del imponente y varonil Don Hilario Reyes Mena, no quedaba nada, el hombre lloraba hecho bola en el suelo.

   La abogada pensó que el castigo habĆ­a sido suficiente. AsĆ­ que tomó su bolsa y se marchó, no sin antes volverse para dar varios pisotones a la hombrĆ­a de su desnudo exjefe.

   La mujer se sentĆ­a exaltada, estaba muy cachonda, necesitaba tener sexo con alguien. Llamó a Erick y le pidió su dirección. Eran las once de la noche cuando llegó al departamento del antropólogo.

   ā€”ĀæQuĆ© pas…? —preguntó el hombre al abrir la puerta y encontrarse con ella en el umbral.

   La mujer lo silenció con un enorme beso. De inmediato saltó sobre Ć©l cruzando sus piernas por su espalda. Erick la abrazó con sus fuertes brazos y la llevó al sofĆ” de su sala donde la dejó caer, ella se quitó el vestido, mostrando que usaba diminuta lencerĆ­a negra.

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Maribel

   Al interior del apretado bóxer del antropólogo, su pene dolĆ­a, pues necesitaba ser liberado de la presión, asĆ­ que Ć©l se desnudó por completo revelando su enorme erección. Se arrodilló entre las piernas de la mujer y comenzó a lamer sus labios y clĆ­toris. TenĆ­a aƱos de no probar el nĆ©ctar de Maribel, desde que ambos asistĆ­an a la universidad. Como los buenos vinos, con el tiempo aquel manjar que emanaba de su vagina, era mucho mĆ”s embriagante y sabroso. 

   El hombre no paró de frotar su lengua alrededor del clĆ­toris de la mujer, hasta hacerla correrse en abundancia, empapĆ”ndole completamente el rostro. El orgasmo de la abogada era similar a una gloriosa fuente.

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   Mientras ella estaba sentada en el sillón, Erick permanecĆ­a de pie con las piernas abiertas. La mujer lo tomó de los testĆ­culos y comenzó a jugar y masajear su escroto, al mismo tiempo recorrĆ­a con su lengua el glande del hombre que todavĆ­a amaba. Ahora que habĆ­a bajado de peso y que no tenĆ­a grasa pĆŗbica, el falo de su exnovio habĆ­a incrementado en algunos centĆ­metros su longitud. Ella podĆ­a sujetarlo con una mano para chuparlo y sobraba mucha carne para meter en su boca.

   Tras unos intensos minutos, en los cuales incluso chupó y succionó los testĆ­culos del poderoso macho que tenĆ­a frente a ella, la hombrĆ­a de veinticuatro centĆ­metros se sacudió expulsando con potencia la cĆ”lida leche perlada del antropólogo, esta vez, sin mancha de sangre. Maribel lo recibió en su cara, eso era lo que ella querĆ­a, a ambos les gustaba de esa forma. El olor a semen fresco, reciĆ©n salido del pene de Erick la excitaba todavĆ­a mĆ”s.
 
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   Ella se lanzó nuevamente sobre Ć©l y cruzó sus piernas, Ć©l la sostuvo con sus anchos brazos y la ensartó en su asta bandera, Ā«para esto es que sirve levantar pesas e ir al gym, para poder cargar a tu mujerĀ», pensó el hombre. Gimiendo de placer y jadeantes, ambos se dirigieron a la ducha. Ɖl la recargó contra el azulejo mientras la sostenĆ­a con las manos, sus dedos se hundĆ­an en sus enormes nalgas. Abrieron la llave, el agua salió helada, eso no importó, abrieron la otra llave y esperaron a que esta se aclimatara. 

    Maribel tomaba al hombre por el cuello y lo besaba, frotaban sus lenguas apasionadamente. El agua suavizaba la barba de Erick y provocaba que esta emitiera un sutil y delicioso aroma masculino, similar al petricor que produce la lluvia al caer sobre la tierra, el olor se mezclaba con el de los propios fluidos expulsados por la vagina de Maribel. A ella le fascinaba restregar su rostro contra aquella deliciosa barba hĆŗmeda.

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   Cerraron ambas llaves y cambiaron de posición, la abogada se agachó sin flexionar las piernas, ofreciendo su prominente trasero al antropólogo, quien por detrĆ”s penetró su cavidad femenina. El hombre arremetió moviendo su pelvis hacia delante y hacia atrĆ”s, mientras se sujetaba de las descomunales caderas de esa mujerona. Maribel gemĆ­a de placer, sentĆ­a una deliciosa corriente elĆ©ctrica sacudir cada fibra nerviosa de su cuerpo. Ella se consideraba una mujer difĆ­cil de satisfacer, sin duda, Erick era de los pocos hombres que podĆ­an dejarla completamente satisfecha.   


   El sonido de los huevos del hombre estrellĆ”ndose contra el cuerpo de la mujer fue cada vez mĆ”s frecuente, hasta que Maribel gritó agudamente, humedeciendo la entrepierna del macho que la penetraba. Enseguida, Erick gruñó virilmente, y su verga se estremeció al interior de la hembra, inyectĆ”ndole su semen.

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   Ya que estaban en la regadera, decidieron baƱarse, cada uno enjabonó y enjuagó al otro. Nuevamente, Erick la cargó y la llevó a la cama, disfrutaba mucho poder levantar a aquella mujer, lo hacĆ­a sentir viril y masculino. Estuvieron recostados, acariciĆ”ndose durante casi una hora. Maribel no dejaba de tocar y masajear el escroto de su pareja.

   Conversaron, ella contó lo sucedido y pudo desahogarse. La confianza que tenĆ­a en Erick era irreal, a ese hombre podĆ­a contarle todo. Esa noche, Ć©l extraƱamente la escuchaba con atención, sin interrumpirla con sus propios pensamientos insulsos, Maribel se sentĆ­a por primera vez en mucho tiempo, enamorada. Ɖl la abrazó por detrĆ”s y la envolvió con su cuerpo. Acurrucados, se quedaron dormidos.

   Erick despertó, la mujer que amaba yacĆ­a entre sus brazos y lucĆ­a realmente bella mientras dormĆ­a. Se levantó, pues tenĆ­a esa urgencia por orinar que solo da una vez despierto y consciente. El movimiento del colchón espabiló a Maribel, ella revisó su celular y encontró decenas de llamadas perdidas y mensajes sin leer, la mayorĆ­a eran de ā€œLuceritoā€, quien habĆ­a sido su secretaria y no asistió a la cena la noche anterior.

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   La defensora no habĆ­a querido reflexionar mucho en el error que cometió. Revelar el poder sobrenatural de, ā€œEllaā€, habĆ­a sido algo imprudente. Erick se lo dijo, pero no insistió en recriminĆ”rselo, pues Ć©l no querĆ­a hacerla sentir peor de lo que ya sentĆ­a. Era momento de enfrentar las consecuencias, asĆ­ que llamó a Lucerito.

   ā€”Ā”Bel! Ā”QuĆ© bueno que me llamas! Te he estado marcando y enviando mensajes —dijo angustiada la mujer.

   ā€”ĀæQuĆ© pasa, Lu? —preguntó ella.

   ā€”Una tragedia, anoche asesinaron a todos los abogados del despacho y a los meseros de la cena con Don Hilario, Ć©l estÔ… Ā”EstĆ” muerto! —explicó Lucerito con desesperación—. ĀæTĆŗ estĆ”s bien?

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"Julito y Don Omar"
   ā€”SĆ­, Lu. ĀæQuĆ© les pasó? —preguntó Maribel.

   ā€”Les cortaron… las bolas —comentó con vergüenza la secretaria—. Fue horrible, todos estĆ”n muertos. La policĆ­a se pregunta si esto tiene que ver con el caso de Alan, pero Ć©l ya estĆ” muerto. AsĆ­ que creen que debe de ser algĆŗn imitador. Ā”Ay no, Bel, estuvo horrible! Ā”Julito! Julito y Don Omar, a los dos tambiĆ©n les arrancaron los testĆ­culos y los mataron. Pero a Julito le fue peor, lo partieron en pedazos, fue el Ćŗnico —comentó alterada Lucerito. Ā«ā€œEllaā€, debió descuartizarlo por ser espaƱolĀ», pensó Maribel.

   Junto con Erick, Maribel pidió a la seguridad del edificio revisar las cĆ”maras de los accesos y salidas de toda la noche. En ellas se mostraba a la abogada llegando cerca de las once, sin embargo, ella ya no abandonó el lugar. Eso significaba que ahora, Huitzilyuccatl se manifestaba sin necesidad de un anfitrión y podĆ­a tomar las ofrendas que quisiera sin restricción alguna.


   Sesenta y cuatro fueron los testĆ­culos que arrebató, treinta y dos hombres asesinados. La Diosa era mĆ”s poderosa que nunca, consiguió en una sola noche, lo que con Alan le habĆ­a tomado casi veinte aƱos.

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Erick por la maƱana
   La fiscalĆ­a interrogó a Maribel, su coartada era sólida y las evidencias fĆ­sicas la respaldaban. Ella estuvo en aquella cena, pero se retiró antes de que la catĆ”strofe ocurriera. A la hora de la muerte, estimada por los forenses, ella se encontraba follando salvajemente con Erick Delgado.

   Maribel se sentĆ­a parcialmente responsable de lo sucedido, tal vez era ella quien abrió la puerta a Huitzilyuccatl para poder asesinar a todos esos hombres, por lo mismo, se prometió a sĆ­ misma que encontrarĆ­a la forma de vencer a la Diosa. Afortunadamente, contaba con la ayuda del viril y masculino Erick, quien no solamente era capaz de hacer vibrar su corazón, sino la totalidad de su cuerpo... ah, y tambiĆ©n sus conocimientos y experiencia como antropólogo eran importantes.



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