Pelotas de futbolistas (2/5): noche de sexo del mes - Las Bolas de Pablo

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2 jul 2021

Pelotas de futbolistas (2/5): noche de sexo del mes

SebastiĆ”n corrĆ­a por el campo de un lado al otro, vestĆ­a el uniforme blanco de su club de fĆŗtbol, su cuerpo delgado estaba sudoroso. Aquella noche del partido, la suerte no se sentĆ³ en la banca del Madrid Real, el equipo estaba perdiendo 3-0. Lo Ćŗnico que sabĆ­a el jugador es que fuera cual fuese el resultado, su noche iba a ser de sexo. Por supuesto habĆ­an condiciones, si el Madrid Real ganaba, el acto sexual iba a ser especial, en la derrota; un sexo sin ganas, no mĆ”s para que la noche no pasara desapercibida. Por esa razĆ³n el jugador corrĆ­a a todo lo que sus piernas permitĆ­an para igualar el contador en ese segundo tiempo. 


El enorme bulto genital del jugador hacĆ­a presiĆ³n sobre la tela. Sus dos huevos pesados, gordos y repletos de leche acompaƱados de un tubo de carne increĆ­blemente largo y delgado se volvĆ­an claramente visibles mientras corrĆ­a en defensa de la meta.


Ciertamente tenĆ­a la costumbre de no tener sexo con su novia en temporadas previas a un partido para armar la grande la noche luego del juego, asĆ­ que imaginen la cantidad de jugo almacenado en sus testĆ­culos

¡No! No podĆ­a permitir que se anotara en gol nĆŗmero 4. SebastiĆ”n lucharĆ­a por obstaculizarlo con todas sus fuerzas. 

Se interpuso en el camino del jugador rival jurando que el balĆ³n no pasarĆ­a. El adversario levantĆ³ la mirada, tenĆ­a que patearlo hacia uno de los compaƱeros. CulminĆ³ en esa tĆ”ctica en fracciĆ³n de microsegundos. 

PateĆ³ el balĆ³n. 

De manera inesperada, algo saliĆ³ mal, la pelota se estrellĆ³ con fuerza contra las gordas y jugosas papas de SebastiĆ”n, dĆ”ndole un pelotazo en los huevos con un ruido sordo, que lo derribĆ³ y lo dejĆ³ sin aire en el suelo.


Al momento del ataque SebastiĆ”n dejĆ³ escapar un gruƱido profundo y gutural cuando el dolor explotĆ³ en toda su colecciĆ³n de espermatozoides.

El silbato del Ć”rbitro anunciĆ³ la paralizaciĆ³n del juego. 

—¿QuĆ© sucede, Sebas? —preguntĆ³ Menelik, uno de sus compaƱeros de equipo—. ¿Te han destrozado los huevos? —preguntĆ³ riĆ©ndose tal cual aquella desgracia le ocurrĆ­a a uno de ellos y SebastiĆ”n se mofaba. 

SebastiĆ”n soltĆ³ una tos seca sujetĆ”ndose sus dos bolas maltratadas.

—¿Has dejado de ser hombre? —tambiĆ©n Rodolfo, capitĆ”n del equipo se acercĆ³ en tono de burla—, chicos, Sebastiana se uniĆ³ al equipo

—CĆ”llate, jodido gilipollas —SebastiĆ”n apretĆ³ los dientes sintiendo el dolor subir a la boca del estĆ³mago. D
ejĆ³ escapar un rugido gutural de agonĆ­a, que resonarĆ­a en el estadio de no ser por el ruido del pĆŗblico. El futbolista apoyĆ³ la frente en el cĆ©sped y levantĆ³ el culo agarrando sus gĆ³nadas con la mano, despuĆ©s volviĆ³ a ponerse de costado soportando el dolor que enviaban sus nueces a todo el cuerpo. Era un escalofrĆ­o de ultratumba.

—¿Puedes continuar asĆ­, SebastiĆ”n? —interrogĆ³ el Ć”rbitro. 

El jugador solo pensĆ³ en su destreza y la oportunidad de mejorar la suerte del equipo. 

—SĆ­ —contestĆ³ poniĆ©ndose de pie abriendo la boca. Estaba jadeando pesadamente, con una mano en la cadera. El sudor cubrĆ­a todo su cuerpo y bajaba por su hermoso rostro.

Con la aprobaciĆ³n del Ć”rbitro el juego se reanudĆ³. Todos los jugadores del equipo iban tras la el balĆ³n. A veces los rivales la retomaban y la volvĆ­an a perder. Gracias a Rodolfo, el Madrid Real anotĆ³ el primer gol a escasos minutos del final del partido. 

Eso hizo que el equipo contrario aumentara la ofensiva y la presiĆ³n sobre el balĆ³n. 

SebastiĆ”n iba tranquilo con bastante energĆ­a renovada su dolor de huevos habĆ­a disminuido. Iba a defender su equipo a como diera lugar y tener la mejor noche de sexo del mes. 

Nuevamente el equipo rival amenazaba con su cuarto gol. 

—¡Eso nunca! —se oyĆ³ decir a SebastiĆ”n. CorriĆ³ todo lo que pudo a la meta. 

Todos los jugadores del Madrid Real se unieron en la zona para obstaculizar el paso de la pelota.

¡No! No podĆ­a entrar.

SebastiƔn serƭa el escudo humano, de ser necesario.


En eso el balĆ³n saliĆ³ impactado y Ć©l se interpuso para rechazarlo. De verdad que se puso como escudo humano, sacrificando la tranquilidad de sus propias pelotas colgantes. El balĆ³n de fut chocĆ³ contra el medio de sus piernas abiertas haciendo trizas sus testĆ­culos nuevamente. 

SebastiĆ”n echĆ³ un grito atronador y cayĆ³ al suelo. Estaba gimiendo, gruƱendo y revolcĆ”ndose agarrĆ”ndose las gĆ³nadas.

—¡Te han reventado los huevos! —se escuchĆ³ la burla de uno de sus compaƱeros. Era las tĆ­picas frases con las que Sebastian se burlaba cuando uno de sus amigos era malherido en las bolas.

SebastiĆ”n recuperĆ³ su voz solo para decir —¡Aaaaaaaaay! Me duelen las pelotas… Aaaaaaaaay. 

Se colocĆ³ boca abajo sobando su par de pomelos que comenzaron a hincharse tras el primer pelotazo. 

Seguidamente el equipo mĆ©dico tuvo que intervenir llevĆ”ndose a Sebastian en una camilla mientras Ć©l sostenĆ­a y acariciaba su par de destruidas bolas. 

—Ay, ay, ay —era todo lo que podĆ­a decir ante la mirada burlona de sus compaƱeros. TenĆ­a los ojos cerrados con fuerza mientras iba con las manos en la ingle.

El parte mĆ©dico le diagnosticĆ³ dos semanas de descanso. Sus huevos habĆ­an quedado muy hinchados y rojos como par de tomates italianos. No podĆ­a correr y mucho menos tener sexo; para su mala suerte todos los planes que tenĆ­a con su novia se fueron a la basura.

Una lĆ”grima saliĆ³ de los ojos de SebastiĆ”n cuando entendiĆ³ que no podĆ­a derramar todo el jugo de sus bolas en el coƱo de Amanda por dos semanas, ¡la leche estaba que se le salĆ­a sola! Pero incluso tener una erecciĆ³n era doloroso.

Su equipo perdiĆ³ 4-1.

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