ELLA (4/4) FINAL: AMULETO DE JADE - Las Bolas de Pablo

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12 jul 2021

ELLA (4/4) FINAL: AMULETO DE JADE

    Escrito por: FERCHO MX
   
Contiene: Ballbusting mujer/hombre 


Estás en la parte final de esta historia. Si no has leído la parte tres, la puedes encontrar dando clic aquí. También puedes leer desde la parte uno.

     —Tenemos que hacer algo. No podemos permitir que “Ella”, asesine libremente —comentó Maribel en el departamento de Erick—. Si logramos romper la conexión que tiene conmigo, ya no podrá actuar, ¿es correcto?


     —Según lo que sé, así es, pero no hay forma de romper ese vínculo sin perder tú la vida. Podríamos quemar los dibujos, pero tendrías que morir quemada. Jamás pensé que me toparía con una deidad prehispánica.


     —Es un demonio, llámalo por lo que es —replicó Maribel—. No solo es una asesina. Las mujeres de la cena del despacho de abogados, continúan sin despertar, todas están en coma en camas de hospital.


     En ese momento el teléfono móvil del antropólogo sonó, él miró la pantalla y sonrió.


     —Creo que tenemos una oportunidad —dijo sonriendo.

 

     Erick había comentado con el doctor Ruiz Figueroa lo sucedido, él fue el experimentado sexagenario que en la playa hizo su ponencia privada acerca de “Huitzilyuccatl”. El experimentado hombre explicaba que existía una vasija que quizá, sería capaz de contener el poder de la Diosa, el objeto se encontraba en los archivos del Museo de Historia y Antropología, al alcance del joven antropólogo.

 

     Maribel visitó su oficina en el despacho para guardar sus cosas en una caja, incluido el fólder con la hoja que contenía los dibujos que guardaba en un cajón con llave en su escritorio. Tuvo la oportunidad de despedirse de su antigua secretaria: Lucerito, ella era una mujer joven, de 22 años, el diminutivo aplicado a su nombre provenía de su baja estatura, medía 1.48, pero era muy hermosa y bien proporcionada, tenía grandes pechos y nalgas, su hermoso cabello largo era negro y lacio.

 

     —Te voy a extrañar, Lu —comentó Maribel.

 

     —Ya sé… —respondió Lucerito con un tono meloso, y la abrazó—. De cualquier forma, seguiremos en contacto, “ami”.

 

Eminencia.
     La abogada había acordado con Erick que en tres días se verían por la noche en la entrada del museo, él se encargaría de hacer los arreglos necesarios para acceder a la vasija. Maribel se dio cuenta de que la jerarquía de su compañero en el INHA era relevante cuando todos se dirigían a él con mucho respeto y lo llamaban “Doctor Delgado”. No tuvieron problemas para entrar al gigantesco almacén industrial del museo, donde el objeto era conservado al interior de una caja de madera.

 

     —Por lo visto eres importante. ¿Por qué todos te tratan así? —preguntó Maribel.

 

     —Tú me ves todo guapo y sabroso y “papasito”, lo que no sabes es que soy una eminencia —dijo Erick guiñándole un ojo—. Dije que haría un estudio del objeto, tardé unos días en hacer el papeleo. Es aquí —comentó señalando una caja en la parte superior de un anaquel.

 

     El hombre fue en busca de una escalera móvil. La colocó en posición y trepó para bajar la caja. Una vez hicieron esto, las luces del lugar se apagaron. Erick encendió la linterna de su teléfono. Nuevamente, la abogada se quedó inmóvil con los ojos en blanco. La mujer lanzó una patada directa que aplastó las bolas del antropólogo, el hombre gritó de dolor, soltó su celular y cayó arrodillado. Su compañera lo sujetó del cuello con una mano y lo elevó evitando que sus pies tocaran el suelo, para evitar morir asfixiado, Erick retiró las manos de su entrepierna y sujetó la muñeca de Maribel, ella aprovechó para asirlo de los testículos con la mano que mantenía libre. Entre la asfixia y el martirio testicular, el antropólogo se encontraba al borde de la muerte. La defensora exhibía una fuerza que era sobrehumana.

 

Almacén del museo.

     De la bolsa de su ceñido pantalón caqui, sacó un amuleto de jade tallado y lo presionó contra uno de los antebrazos de la abogada, ella gritó de dolor al sentir que su piel se quemaba y lo soltó. Se alejó unos pasos del hombre, él, recuperando el aliento y casi sin poder hablar, comenzó a recitar unas palabras en náhuatl. 

 

“Huitzilopoch on tlatlauhtilo, 

conchicahuaquihui, 

Huitzil xa ya meva, xi mizotia a ca.”


     La presencia del amuleto, era el motivo por el cual la Diosa no pudo manipular el cuerpo del varón a su antojo como la última vez. Maribel gruñía cual animal salvaje, con el pasar de los minutos, el antropólogo recuperó la voz y recitaba con más fuerza aquellas palabras. Finalmente, la entidad abandonó el cuerpo de su compañera y las luces regresaron.

 

Pobre antropólogo.

    —¿Qué pasó? ¿Te hice daño? —preguntó Maribel a gatas en el suelo.

 

   —Nooo, solamente me estrujaste los huevos. ¡Ay! De ahí en fuera... —comentó Erick con sarcasmo, mientras masajeaba su prominente paquete para aliviar el dolor.

 

     Ambos se dirigieron a una mesa de trabajo, colocaron la vasija, Maribel metió la hoja de papel, el antropólogo colocó la tapadera y recitó otras palabras en náhuatl mientras en su mano sostenía el amuleto de jade. El borde de la tapa parpadeó con una luz verdosa y un grito aterrador se escuchó.

 

     —¿Es todo? ¿Lo conseguimos? —preguntó Maribel— ¿La sellamos?

 

     —Eso creo —comentó el antropólogo—. Hice todo como se debía.

 

     —¿Qué es ese amuleto? —preguntó la mujer. Al mirarlo detenidamente, ella notó que parecían tres bolas unidas en una especie de triángulo. Dos bolas grandes debajo, una más larga y ovalada arriba.

 

     —Es una representación de los genitales del Dios Huitzilopochtli. Los de abajo son sus testículos, lo de arriba es su “pilín” —Erick explicó—. Lo que recité para defenderme es un conjuro que exalta e invoca mi propia virilidad, masculinidad y fuerza de macho. 

 

     —¿No se supone que “eso” se alimenta de hombría? —preguntó Maribel. 

 

     —Sí, esa energía mística es la que finalmente absorbe al robar los testículos. Pero liberada esa energía, “Ella” no puede absorberla o tolerarla, imagina que ese poder está encapsulado en los testículos, así es como lo ingiere. En estado puro la repele. Esto lo estuve estudiando desde nuestro primer encuentro.


Agarrame de los huevos.

     —Estoy impresionada, hiciste tu tarea, eres todo un académico.

 

     Justo cuando ambos se relajaban, creyendo que todo había terminado, la vasija comenzó a vibrar, las luces a parpadear, y el objeto terminó quebrándose. De él emergió una gigantesca entidad oscura que parecía estar hecha de humo, claramente se podía distinguir una forma femenina con ornamentos mexicas.


     —Agárrame de los huevos. ¡Ahora! —ordenó Erick a su mujer, ella lo obedeció y colocó su mano en la entrepierna de aquel poderosos macho.

 

     El hombre se colocó el amuleto al cuello y comenzó a recitar las mismas palabras que antes le habían salvado la vida. Pasaron varios minutos, la entidad no parecía ceder ante las órdenes del antropólogo, un fuerte viento se formaba.

 

     —¡No me sueltes! —gritó Erick a la mujer, quien estaba agarrada del escroto de su hombre.

 

     Enseguida, él prosiguió recitando en voz muy alta, casi a gritos, el mismo conjuro protector. El humo se disolvió y el viento cesó, la hoja con dibujos quedó entre tepalcates en la mesa de trabajo. Erick ostentaba una enorme erección. Proteger a su mujer, enfrentar a un ser sobrenatural y salir victorioso, exaltó su virilidad, su pene se había deslizado hacia arriba y el glande ya sobresalía por sobre su hebilla. Maribel no retiraba la mano de sus bolas.

 

     —No puedo creer que la enfrentaras de esa forma —comentó Maribel.

 

     —Ni yo, honestamente —suspiró el hombre—. Pero, no iba a dejar que nada malo te pasara, ni que tomara el control de tu hermoso cuerpecito, todo eso —dijo recorriendo con una mirada lasciva a Maribel— me pertenece. Y todo esto —dijo señalando su erección y mordiéndose el labio inferior— te pertenece. 


Todo esto, te pertenece, Maribel
     La mujer sonrió y lo besó, se arrodilló frente a su salvador y protector, abrió la hebilla de su cinturón y desabotonó su pantalón para bajarlo, junto con su ajustada ropa interior, hasta sus tobillos. El colosal miembro del antropólogo por poco le pica un ojo. En aquella solitaria bodega, ella deslechó a su macho. Abarcó con su boca, hasta la garganta, el inmenso falo de su hombre. Erick se dedicó a gemir de placer y disfrutar el regalo que Maribel le daba. Una vez expulsó su semen en el interior de la boca de la abogada, ambos prosiguieron con el asunto pendiente que tenían: los malditos bocetos que permanecían intactos en esa hoja de papel.

 

     —La vasija no funcionó, supongo que tenemos que pasar al plan B —dijo Erick.

 

     —¿Tienes un plan B? —preguntó Maribel. Él silbó con la lengua y el paladar cerrando un ojo para indicar que así era.

 

     —Obvio, microbio —comentó enseguida—. Es algo un poco simple y básico, pero creo que puede funcionar.

 

     El plan de Erick consistía en quemar los dibujos en una parrilla para carne en el jardín de la casa de Maribel, mientras ella se encontrara sumergida en la alberca. La protección de “Huitzilyuccatl” funcionaba reflejando cualquier daño recibido con la persona con la que tenía un vínculo establecido. Si los dibujos eran quemados, Maribel ardería hasta las cenizas, pero si se encontraba dentro de una masa de agua, aquello no podría ocurrir.

 

     —¿Crees que funcione? —peguntó ella mientras ambos se dirigían en auto a casa de la abogada—. No me vaya a pasar como la fuga de gas que hubo en el océano hace unos días. ¡El mar se incendiaba! ¿Viste la noticia?



     —En teoría, no tiene por qué pasar eso, si así fuera, yo me encargaré de protegerte —respondió él.

 

     —Me alegro mucho de que estés junto a mí —dijo ella recargando su cabeza sobre el hombro de Erick y frotando su pierna, él conducía.

 

     Era cerca de la media noche. En la casa de Maribel prepararon todo, colocaron el carbón, encendieron la parrilla, ella se quitó la ropa quedando en lencería blanca y se metió a la alberca, sabía nadar, debía contener la respiración sumergida, pues ninguna parte de su cuerpo podía estar fuera del agua.

 

     —¿Lista? —preguntó él. Ella asintió—. A la de una, dos… tres.

 

     Maribel tomó aire para sumergirse. Erick deslizó desde el fólder, sobre la parrilla, la hoja sin tocarla, esta comenzó a incendiarse de los bordes. Un grito agudo de ultratumba se escuchó. En la alberca, el agua se abrió en círculo alrededor de Maribel, ella tocaba el azulejo en el fondo con los pies, pero el líquido no la rodeaba.


El agua se abrió en círculo alrededor de Maribel.

     —¡Detente, Erick! —gritó ella con angustia y desesperación, ya que dentro de poco ardería—. ¡Saca la hoja del fuego!

 

     —¡No! —gritó él.

 

     Erick recitó el mismo conjuro mientras sostenía el collar de jade. En ese momento, sintió que una mano invisible agarraba sus testículos y los apretaba con mucha fuerza.

 

     —¡Aa… aaay! —gritó cayendo de rodillas delante de la parrilla— ¡aaah! —exclamó con dolor.

 

     Entre gritos agudos y lastimeros, continuó recitando como si fuera un mantra, la última línea del conjuro mientras observaba los enormes pechos y las todavía más grandes nalgas de Maribel al interior de la alberca. 


“Huitzil xa ya meva xi mizotia a ca.”


Una mano invisible agarraba
sus testículos.
 

    «Aunque me arranques los putos huevos y yo muera, la voy a proteger», pensó. El hombre sentía sus testículos palpitar ante la presión de aquella tétrica mano invisible que lo mantenía en agonía, retorciéndose en el suelo, sin embargo, no cesó de recitar con determinación aquellas palabras en náhuatl.

 

     Justo en el momento en que las brazas alcanzaron el grafito, la barrera circular alrededor de Maribel se desvaneció, y el agua inundó la alberca. La potente energía masculina y fuerza de macho del antropólogo había logrado debilitar a aquella maligna entidad. La abogada sacó la cabeza para tomar aire y se sumergió. Erick permanecía recostado en el suelo retorciéndose, la mano invisible lo levantó tirando de su escroto, la pelvis del hombre se elevaba, pero el resto del cuerpo no, él sentía que sus huevos explotarían o le serían arrancados. Sin embargo, jadeante y llorando, continuaba recitando aquellas palabras mientras apretaba dentro de su puño el amuleto de jade.

 

     Las cosas para Maribel tampoco fueron sencillas. Una gigantesca mano la empujaba por la espalda contra el fondo de la alberca, ella sentía claramente un enorme dedo pulgar sobre su vientre, dos dedos sobre su hombro derecho y un par más en su costado. La fuerza sobrenatural que la retenía pretendía ahogarla. La mujer luchaba, colocaba las manos en el suelo e intentaba en vano impulsarse con la potencia de sus brazos, nada servía, la abogada pataleaba y forcejeaba con aquella fuerza demoniaca.

 

     La mujer se lamentó por no haber disfrutado de su vida y haber dedicado todo su tiempo a un trabajo que no valía la pena. Se dio cuenta de la cosas que dejó de hacer, sus ganas de demostrar su valía en un entorno regido por machos, le impidieron ver lo que era realmente importante. Lo que más le dolía era no poder tener un futuro junto al hombre con quien se acababa de reencontrar, y a quien amaba. El único consuelo que tenía era que, aunque ella muriera, los mentados bocetos en aquella maldita hoja desaparecerían, y Huitzilyuccatl no podría manifestarse más. «Mátame, perra, pero tú también te vas a chingar», pensó la abogada. Resignada, Maribel expulsó su último aliento en una enorme burbuja y el agua se adueñó de sus pulmones.

 

     Lo siguiente que Maribel recuerda, es el sobresalto que sintió al recobrar la capacidad para respirar y la terrible tos que sintió, Erick la había rescatado del agua y le había dado respiración boca a boca para expulsar el agua de sus pulmones. Salvo el susto, la mujer se encontraba en perfectas condiciones. El macho se hayaba recostado a su lado, sujetando sus testículos y gimiendo de dolor con el antebrazo sobre sus ojos.

 

    —¿Funcionó? —preguntó Maribel tosiendo, sentada en el borde de su alberca.

 

     —Aaah… creo que sí —respondió Erick—. La hoja se quemó, aaay, ¡verga! ¡Qué pinche dolor, no mames! Quedó hecha cenizas, no tienes nada de que… aaay… preocuparte.

 

     La mujer se acercó y lo besó apasionadamente. La verga del antropólogo se levantó, él soltó un fuerte grito de dolor, ella se rio y fue a su cocina a preparar una compresa fría para colocar sobre las bolas de su hombre. Habían tenido éxito, las representaciones físicas en aquella hoja de papel no existían más, tampoco la conexión entre la abogada y ese demonio. Maribel era libre.

 

     —Aún queda la estatua —comentó Erick.

 

     —No es mi problema. Alan la escondió, así que no será fácil que aparezca. ¿No querrás que la busquemos? ¿o sí? No vamos a tener la misma suerte con una estatua de piedra que con una hoja de papel.

 

     —Supongo que tienes razón —dijo el hombre—. ¿Para qué buscarnos más problemas?

 

     El tiempo pasó. Las mujeres en coma se recuperaron satisfactoriamente. Maribel comenzó su propio despacho de abogados, su reputación la precedía, algunos de los clientes de su anterior trabajo la siguieron. Erick se mudó con ella, vivían juntos, estaba embarazada, sorpresivamente las capacidades reproductivas del antropólogo no se vieron afectadas. Los dos eran muy felices. 


     Durante una romántica cena en un restaurante, él le propuso matrimonio, sin dudarlo y entre lágrimas, la abogada aceptó. Esa misma noche, ambos regresaron a su casa y cogieron apasionadamente en la recámara, sin saber que sería la última vez.

 

     Eran las cuatro de la mañana cuando Maribel se despertó intranquila, encendió una lámpara en su buró. A su lado, yacía el cuerpo sin vida de Erick, tenía el escroto desgarrado y la sábana estaba empapada en su sangre. Ella gritó con horror y llorando sujetó el rostro del hombre que amaba, él tenía los ojos abiertos y vacíos, ella cerró sus párpados y lo besó por última vez. No se explicaba cómo algo así pudo ocurrir.

 

     La defensora sintió que era observada, así que miró hacia una oscura esquina en su habitación. De entre las sombras emergió una mujer alta y muy hermosa, superaba fácilmente el uno ochenta de estatura y usaba además tacones. Maribel no podía creer lo que veían sus ojos, frente a ella estaba Lucerito, tenía las manos llenas de sangre y en una de ellas sujetaba un par de esferas gelatinosas que al parecer eran los testículos de Erick.

 

     —¿Cómo… tú? —dijo Maribel secándose las lágrimas.

 

     —Ella cumplió mi deseo, mírame, soy alta, ya era hermosa, ahora soy alta —respondió Lucero—. Fueron esos dibujos, el mismo día de tu entrevista con Alan, por la noche pasaste a la oficina y los dejaste en tu cajón, yo los miré, soy muy curiosa y sé abrir cerraduras. Comencé a escuchar una voz en mi cabeza que me daba instrucciones, conduje hasta Cuernavaca y encontré una estatua de piedra, con la cual establecí mi vínculo. En el momento en que eso pasó, realicé una especie de viaje astral a la celda de Alan, “Ella” me ordenó matarlo y arrancarle las bolas. Hice lo mismo con los treinta y dos hombres de la cena, no estuve presente, pero al mismo tiempo, sí —la mujer sonrió maliciosamente.

 

     —Fuiste tú… No sabes en lo que te metiste, maldita pendeja, estúpida —respondió Maribel poniéndose en pie, deseaba moler a golpes a la asesina de su pareja.

 

Erick era un macho de la
mejor calidad.

     —Claro que lo sé —respondió Lucero con cinismo—. Y no me importa, mientras obtenga lo que desee. Puedo incluso vivir eternamente, lo único que tengo que hacer es asesinar hombres y arrancarles los huevos, me parece un precio justo. Erick era un macho de la mejor calidad, hacía siglos que “Ella” no absorbía una energía tan poderosa y deliciosa. Nunca lo entendiste, ¿verdad, Maribel? Eres mujer, ella jamás te hubiera hecho daño, no posees nada que ella quiera… excepto eso —la asesina señaló el vientre de Maribel—. Es un varón. “Ella” lo quiere, lo anhela, lo desea con todo su ser. Algún día vendremos por él cuando crezca y sea un hombre, nunca sabrás en qué momento, puede ser al cumplir dieciocho o a la edad que tenía su viril padre al morir, pero los testículos de tu hijo, Maribel, serán de “Ella”.

 

     —¡Te voy a matar! —gritó Maribel y se lanzó hacia Lucero, pero esta se desvaneció en el aire. En el suelo encontró el amuleto de Jade partido en tres. Lucero se lo retiró a Erick mientras dormía, y enseguida lo mató.


     Existía el antecedente del múltiple asesinato de los abogados del despacho que llevó el caso de Alan. El que Maribel pasara por lo mismo, hizo creer a la policía que se trataba de una venganza perpetrada por algún imitador. Como Maribel era mujer, el asesino no había hecho nada contra ella, hasta que tuvo pareja y entones hubo alguien a quien arrancarle los genitales. La abogada no objetó la hipótesis de la fiscalía, pues le convenía, en ningún momento la hicieron sospechosa, aunque lo intentaran, ella era demasiado buena en su trabajo como para ser encarcelada por un delito que no cometió.

 

     Hasta el día de su muerte, Maribel vivió preocupada por el bienestar de su hijo, la semilla del noble y valiente antropólogo que tanto amó. La mujer murió en un misterioso accidente automovilístico cuando su hijo cumplió dieciocho. Nunca supo si la entidad demoniaca cumplió su amenaza, ni cuál fue el destino final de su descendencia.



.......


     No ha pasado ni media hora desde que el final de “ELLA” salió en el blog de las bolas de Pablo, no le ha ido tan mal en lecturas a la serie, espero que sí haya dado algo de miedo a los lectores y no se les haya cortado la “inspiración” al pensar en que los personajes sometidos al ballbusting terminan asesinados.

 

     Una notificación aparece en la pantalla de mi teléfono móvil. Reviso mi correo electrónico, encuentro un extraño mensaje del Instituto Nacional de Antropología. Doy clic y leo su contenido:


Estimado Fernando Espinoza

 

Soy la doctora Carmen Linares Melgar, escribo con respecto a una historia de supuesto “terror” que circula en un blog erótico. Desconozco la forma en la que usted obtuvo la información para el contenido de lo que escribió. Debo suponer que habló con alguien del instituto que represento y que la información le fue filtrada, ya que tanto el nombre de la referida deidad prehispánica, como otros hechos narrados son demasiado acertados para ser una mera coincidencia.

 

Usted debió ser prudente al conocer esta información, y no revelarla de la forma en que lo hizo. Seguramente piensa que todo es una ficción y que nada es real. Usted está equivocado.


Debe creerse muy listo al incluir otros elementos de la realidad en su historia, como la contaminación de la barranca de Cahapultepec, el incendio en el Hotel Palladium el pasado 25 de mayo o el incendio del gasoducto en el mar el 02 de julio de este año.

 

Le solicito en carácter de urgente, que de inmediato borré las publicaciones hechas en el blog lasbolasdepablo.blogspot.com, concernientes a la entidad antes mencionada. Si no se ha dado cuenta, la historia en sí, es una representación gráfica de lo que usted denomina como “Ella”, la sola escritura y lectura de su verdadero nombre es peligrosa.

 

Tanto usted por escribir la historia, como todo aquel que la leyó, se encuentra en un riesgo muy grande. En alguna noche, mientras se estimulan pensando en golpear genitales masculinos o mientras miran videos al respecto, “Ella” puede aparecer para reclamar lo que cree le pertenece, o peor aún, alguno de sus lectores podría acabar poseído y convertido en asesino.


Para ser claros, si no quiere que haya hechos que lamentar, borre esas publicaciones apenas lea este correo electrónico, aunque quizá, cuando esto suceda ya sea tarde.

 

Agradezco su atención, espero tome acción inmediata. 



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