EL ANTES DE ALEXANDRA. - Las Bolas de Pablo

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20 jul 2021

EL ANTES DE ALEXANDRA.



EL ANTES DE ALEXANDRA.


CONTIENE BALLBUSTING F/M.

 

ContinuaciĆ³n del relato EL AHORA DE ALEXANDRA.


Alexandra narraba los recientes hechos de su vida a NicolĆ”s…

 

—Hace unos meses ingresĆ© a la academia de policĆ­a. CĆ³mo ya te dije, varios miembros de mi familia son policĆ­as,  incluyendo mi padre, quien tiene cierta importancia en la instituciĆ³n. Aquel dĆ­a… 

 

 

El primer dĆ­a en la academia de policĆ­a, Alexandra recibĆ­a junto a 15 chicas y 25 varones el discurso de ingreso de la subdirectora de la academia, la capitana Gertrudis Ferrer.

 

Los nuevos cadetes se presentaban ante el pĆŗblico y declamaban un tradicional juramento.

 

—Mi nombre es Alexandra Volsfgalsfz! Y juro servir con dedicaciĆ³n, altura y orden a mi paĆ­s, a la instituciĆ³n y a toda persona necesitada de justicia.

 

La familia de Alexandra presente en el evento estaba orgullosa, principalmente su padre, el teniente general de la policĆ­a, Sigfredo Volsfgalsfz.

 

Terminada la ceremonia, las fotos y la visita de las familias, no tardaron las fricciones entre cadetes, sobre todo con chicas de un semestre superior, quienes veĆ­an a las novatas como carne fresca.

 

—Oye, estĆŗpida de la mano vendada, quien te crees, eh?—Le recriminaba dĆ­as despuĆ©s Helena MĆ”rquez, una de las cadetes mĆ”s sobresalientes y bastante engreĆ­da. Era de dominio pĆŗblico que Alexandra gozaba de ciertos privilegios en la academia, incluyendo una habitaciĆ³n privada.

 

Y es que Helena era hija de un coronel del ejĆ©rcito y su familia tenĆ­a una tradiciĆ³n en las fuerzas del orden. Aquel dĆ­a Alexandra ignorĆ³ a Helena, quiĆ©n tomo el desaire de forma personal, en adelante tratarĆ­a de hacerle la vida imposible a Alexandra.

 

Un dĆ­a la rivalidad fue llevada al lĆ­mite.

 

En clase de defensa personal, Helena retĆ³ a Alexandra a un combate, la engreĆ­da con un semestre mĆ”s esperaba vencer fĆ”cilmente a la novata, pero estaba equivocada.

 

El ambiente en el gimnasio de la academia era de total expectativa y tensiĆ³n.

 

Alexandra hundiĆ³ su pie en el estĆ³mago de Helena, haciĆ©ndola retroceder. Una patada en el muslo la dejĆ³ de rodillas, la novata retrocediĆ³ pensando que con eso la retadora ya habĆ­a tenido suficiente…Pero la enojada Helena se lanzĆ³ contra ella, viendo la terquedad de su rival, Alexandra decidiĆ³ terminar el combate…una patada a la cara dio fin a la pelea.

 

El enfado entre las amigas de Helena las instĆ³ a atacar en grupo a Alexandra, pero es cuando interviene Pablo Toledo, poniendo fin al asunto.

 

Pablo con 20 aƱos, era un admirado cadete de Ćŗltimo semestre, cinturĆ³n marrĆ³n de karate y uno de los referentes en las clases de autodefensa. TambiĆ©n era muy acechado por las chicas de la academia; Aunque no se le conocĆ­a novia, era muy probable que tuviera una afuera de las paredes de la instituciĆ³n.

 

A la hora del almuerzo Alexandra siempre comƭa sola, era casi una paria entre las novatas, no faltaba el cadete queriendo acercƔrsele por su belleza fƭsica, pero no tardaba el rechazo de la chica.

 

Al dĆ­a siguiente del incidente con Helena, Toledo se le acercĆ³ en el comedor, cuando ya todos se habĆ­an ido.

 

—Porque no te integras con las demĆ”s?

 

La joven se mostrĆ³ sorprendida por el acercamiento de Toledo.

 

—Entiendo que te ganaste la enemistad de Helena, pero serĆ­a esperable que hicieras fraternidad con las rivales de ella, que de por sĆ­ son bastantes.

 

Claramente Ʃl no era la clase de joven inmaduro que se le acercaba con un interƩs fƭsico, estaba sinceramente preocupado por su actitud en la academia. Alexandra vio conveniente romper su silencio.

 

—No estoy interesada en pertenecer en fraternidades, ni hacer amistades, no estoy aquĆ­ por eso.

 

—Entonces porque estĆ”s aquĆ­?, para ser policĆ­a?, no lo serĆ”s con esa actitud.

 

—Eso aĆŗn no lo sĆ©, y la verdad no estoy segura si pertenezco aquĆ­—La respuesta de la chica pareciĆ³ dar la explicaciĆ³n que Toledo buscaba.

 

—Ahora entiendo, aun no estĆ”s segura de tu futuro… Bueno, eres muy joven…sĆ³lo te deseo que encuentres tu camino, y ojala ese camino no lastime a gente que te quiere.

 

El muchacho comenzĆ³ a alejarse, se detuvo un instante cuando escuchĆ³:

 

—Eso fue muy profundo…Gracias por interesarte.

 

—No es nada, me gusta ayudar a los demĆ”s.

 

Al salir del comedor Alexandra vio a una mujer extraƱa, era una policĆ­a que caminaba junto a 3 agentes varones, claramente ella era la que lideraba el cuarteto. La joven se quedĆ³ viĆ©ndola y la mujer de rasgos orientales pareciĆ³ presentir que la observaban, se detuvo y lentamente girĆ³ la cabeza en direcciĆ³n a Alexandra, tenĆ­a una mirada penetrante, analĆ­tica y que le daba un aspecto frio…



… La seriedad fue reemplazada por una sonrisa perversa. Alexandra la mirĆ³ fijamente y la mujer abriĆ³ la boca, la lengua afilada humedeciĆ³ lentamente sus labios.

 

Alguien apareciĆ³ y los 4 sospechosos oficiales retomaron su camino

 

—No sĆ© quiĆ©n era esa mujer, NicolĆ”s… Pero solo con verla supe que era muy peligrosa, no entraba en lo que se llamarĆ­a una persona ordinaria.

 

NicolĆ”s observĆ³ el aspecto de Alexandra al mencionar a la extraƱa…se mostraba realmente preocupada.

 

Al dĆ­a siguiente Elsa visitĆ³ la academia.

 

—Un momento—interrumpiĆ³ NicolĆ”s—quien es Elsa?

 

—Mi sirvienta, iba cada 3 dĆ­as. Quien crees que lavaba mi ropa en la academia?

 

Sirvienta?, no cabe duda que esta chica naciĆ³ en cuna de oro—LlegĆ³ a pensar NicolĆ”s.

 

—Pero, que no todos los policĆ­as lavan su propia ropa?

 

—Esos son los soldados en su cuartel.

 

—Pues eso no es cierto, los policĆ­as en formaciĆ³n tambiĆ©n…Bah! OlvĆ­dalo solo continĆŗa.

 

 

Ese domingo por la tarde, Elsa la visitĆ³, la sirvienta le ofreciĆ³ a la joven un postre.

 

—Pruebe este pastelillo seƱorita Alexandra, lo preparĆ© yo misma, le fascinarĆ”.

 

La joven probĆ³ el rico postre y tras 10 minutos comenzĆ³ a sentir sueƱo, no tardĆ³ en dormirse.

 

—PerdĆ³neme seƱorita—ExpresĆ³ en voz baja la mujer, quien abriĆ³ la puerta.

 

Un policĆ­a entrĆ³ a la habitaciĆ³n y cerrĆ³ la puerta tras de sĆ­, mientras otro se quedaba afuera, casi parecĆ­a un portero.

 

El hombre revisĆ³ a la dormida joven, sonriĆ³. Era una misiĆ³n fĆ”cil, raptar a la chica.

 

—AyĆŗdame a envolverla en las sĆ”banas, la sacaremos cuando nos den la seƱal.

 

Era comĆŗn que Elsa se llevara la ropa y sĆ”banas sucias de Alexandra, por lo que sacarĆ­an a la joven en el automĆ³vil de la empleada.

  

De repente un puƱo se hunde en la entrepierna del policƭa.


—Aaarrgg!!—Exclama el varĆ³n que retrocede muy dolido.

 

Alexandra estĆ” despierta y con expresiĆ³n de enojo. Elsa estĆ” sorprendida y se apoya contra la pared.

 

—Maldita perra! —Reclama el enojado hombre, que la mira con odio mientras acuna sus pelotas, el golpe de la adolescente le dio en ambas huevas.

 

El policƭa gruƱe con furia y se lanza contra la chica.

 

Alexandra le recibe con una patada en la cara, la nariz del sujeto se deforma.

 

La joven no pierde tiempo y viendo que se cubre la nariz, le propina una patada en los testĆ­culos.

 

—Ouughh!!—Se queja el oficial, quiĆ©n cruza los muslos y termina de rodillas en el piso.

 

Un fuerte golpe de en la cabeza le deja sin sentido.

 

Es cuando se abre la puerta, el otro policĆ­a se encuentra con su colega en el suelo, y la joven de pie junto a Ć©l, la chica tiene una secadora de pelo en la mano, al menos eso era pues acaba de romperla en la cabeza del inconsciente sujeto.

 

—QuĆ© diablos sucede?—El policĆ­a mira por un instante a Elsa, la mujer recostada contra la pared, tiene una expresiĆ³n de sorpresa y pĆ”nico.

 

Entonces fija la mirada contra la adolescente, cierra la puerta tras de sĆ­ y con los puƱos apretados se lanza contra la chica. No entiende porque no estĆ” dormida, de alguna forma su colega fallĆ³ en dormirla…Pero Ć©l la dormirĆ” a golpes!

 

Alexandra responde al reto del atacante, ambos se dirigen uno contra la otra, pero a Ćŗltimo momento la joven desaparece de en frente del policĆ­a, la chica se dejĆ³ caer al suelo!

 

Para cuando el atacante baja la mirada y ubica a la chica sentada en el piso, Ć©sta lanza la pierna, hundiendo su zapato deportivo en la ingle del sujeto.

 

—AAahhh!!—Grita el sujeto con las pelotas aplanadas.

 

Alexandra retira el zapato y Ć©ste se dobla tomando sus cojones.


Finalmente se derrumba de rodillas, la chica de nuevo lanza la pierna, ahora contra la cara del atacante, quiƩn termina boca arriba tirado.

 

Con rapidez la joven se levanta y le patea la cabeza, una brutal patada que lo deja sin conocimiento.

 

Elsa quedĆ³ petrificada ante tales agresiones genitales contra esos varones. ObservĆ³ a la victoriosa adolescente, quiĆ©n ahora la observaba con expresiĆ³n de enojo…la mujer se dejĆ³ caer sobre sus rodillas.

 

—PerdĆ³neme seƱorita…perdĆ³n!

 

—Porque lo hiciste, Elsa? Me quieren secuestrar!

 

—PerdĆ³n, pero ellos amenazaron con lastimar a mis dos hijos, hay un hombre afuera de mi casa. —La mujer lloraba desesperada.

 

Alexandra sabƭa que Elsa era madre soltera de dos niƱos, uno de 10 aƱos y otro de 5, no pudo culparla por acceder a su secuestro.

 

Schei!, Quien hace esto, Elsa?, estos tipos nunca liderarĆ­an algo asĆ­.

 

—No sĆ© cĆ³mo se llama…Es una mujer malvada, siniestra, ella estĆ” con Ć©stos dos y otro mĆ”s, todos estĆ”n aquĆ­.

 

Alexandra recordĆ³ a aquella mujer oriental, ya le parecĆ­an conocidos estos dos tipos, estaban con ella el dĆ­a anterior…Eran policĆ­as falsos sin duda.

 

 —LevĆ”ntate Elsa, te perdono, te obligaron y no te culpo.

 

La mujer le agradeciĆ³.

 

—Pero mis hijos, que voy a hacer seƱorita Alexandra?, si no hago lo que ellos quieren…

 

—No te preocupes, vamos a pedir ayuda.

 

—Pero es muy arriesgado… si saben que los descubrieron o si les agarran, ese hombre afuera de mi casa lastimarĆ” a mis hijos.

 

—Te ayudarĆ© a rescatar a tus hijos…Nada les pasarĆ”.

 

—Pero seƱorita…—La empleada dudo un instante, pero Alexandra se veĆ­a con una seguridad tal que la convenciĆ³, ademĆ”s la joven habĆ­a vencido a esos dos hombres, Elsa creyĆ³ de verdad en que ella le podrĆ­a ayudar.

 

Comprometida en una imaginaria misiĆ³n de rescate para sus hijos la empleada le contĆ³ lo que los secuestradores planearon. Le advirtiĆ³:

 

—SeƱorita, ellos ven todo por las cĆ”maras, en la camioneta donde vinieron tienen pantallas dĆ³nde ven todas las cĆ”maras… el sujeto que falta estĆ” vigilando todo.

 

La joven pensĆ³ un instante.

 

—Si ven todo, deben tener un contacto adentro, alguien que les dio acceso al sistema de cĆ”maras….de seguro tambiĆ©n monitorean las llamadas.

 

Aquello no era difĆ­cil, la academia tenĆ­a prohibiciĆ³n entre los cadetes a llamadas personales, asĆ­ que se podĆ­an bloquear las llamadas telefĆ³nicas, sĆ³lo la zona administrativa y el Ć”rea de clases estaban libres del bloqueo.

 

Desde afuera se podrĆ­a llamar sin monitoreo de alguna forma, pero llamar a quiĆ©n? AsĆ­ como tenĆ­an un infiltrado, podĆ­an tener alguien en la central de policĆ­a, llamar para denunciar podrĆ­a alertar a quien tuviesen espiando y los hijos de Elsa estarĆ­an en riesgo…

…La Ćŗnica persona confiable era el padre de Alexandra, pero debĆ­a ser ella quien hablara con Ć©l una vez estuviera afuera.

 

Alexandra pensĆ³ en un plan, si observaban en las cĆ”maras que ella salĆ­a con Elsa, de seguro sus hijos serĆ­an lastimados, lo mejor era que la empleada saliera primero en busca de su automĆ³vil… cĆ³mo era lo planeado. Y despuĆ©s debĆ­an ir los dos sujetos con la chica entre sĆ”banas para subirla al vehĆ­culo de Elsa y asĆ­ sacarla de la academia.

 

—Vas a salir con normalidad, Elsa. Sal en tu vehĆ­culo y espĆ©rame a una cuadra, allĆ­ hay un centro comercial, en unos minutos llegarĆ©.

 

—Y usted como saldrĆ”, seƱorita?

 

—Apenas salga por esa puerta, me verĆ”n en las cĆ”maras y sabrĆ”n que algo le sucediĆ³ a sus hombres, debo distrĆ”elos! los harĆ© perseguirme dentro de la academia, y cuando menos lo esperen me evadirĆ© por donde ellos no conocen. Eso nos darĆ” tiempo para llegar con tus hijos.

 

El plan parecĆ­a tener esperanzas.

 

—Ninguno de ellos estĆ” armados, seƱorita…—Le informĆ³ Elsa.

 

—Ya lo sabĆ­a. En la academia no se puede ir armado, solo los de seguridad llevan armas, y son pocos agentes, si fingieran ser de seguridad serĆ­a fĆ”cilmente reconocidos por el verdadero personal...Por eso fingen ser policĆ­as comunes.

 

Elsa sale, y es cuando Alexandra se prepara para su parte del plan…CorrerĆ” hacia el gimnasio de la academia, ubicado al fondo de las instalaciones y rodeado de una amplia zona verde, cree poder evadirse del sitio por algĆŗn muro mientras sus perseguidores la buscan sin cesar. Una vez afuera llamarĆ­a a su padre.

 

Pero en la mente de la adolescente una idea emergiĆ³…Con rapidez Alexandra comenzĆ³ a buscar en las gavetas, sacĆ³ su cartera y documentos. La nueva idea cambiarĆ­a drĆ”sticamente no sĆ³lo su plan, sino tal vez su futuro!

 

El 3er falso policĆ­a en el cubĆ­culo de vigilancia ve salir a Elsa, reporta la novedad a su jefa, aquella mujer oriental quien esperaba en la parte delantera de la camioneta dentro del parqueadero de la academia.

 

La mujer no ve problemas, aquello iba segĆŗn el plan.

 

Minutos despuĆ©s en las cĆ”maras se ve a Alexandra saliendo de su habitaciĆ³n y corriendo rumbo a la zona verde, sin duda el gimnasio es su destino.

 

—QuĆ©?! pero que pasĆ³ con esos dos idiotas?—ReclamĆ³ la jefa del operativo criminal.

 

La oriental da instrucciones rĆ”pidas a su subordinado: Apagar todas las cĆ”maras de la academia, ir a la habitaciĆ³n de la joven y verificar que sucediĆ³ con sus dos compaƱeros, mientras ella interceptarĆ” a la adolescente.

 

La mujer es rĆ”pida y se nota una tenue sonrisa en sus labios…Estaba aburrida sin tener nada de acciĆ³n, ahora las cosas cambiarĆ­an.

 

Convenientemente toda la zona verde estaba vacĆ­a al ser un domingo, la oriental penetrĆ³ en el gimnasio sorprendiendo a Alexandra que nunca esperĆ³ encontrarse con algĆŗn secuestrador antes de poder evadirse de la academia.

 

—Hasta aquĆ­ llegaste, niƱita.

 

—Tu eres la que lidera a esos dos canallas, verdad?, a que grupo criminal perteneces? Porque me quieren secuestrar?!

 

La mujer soltĆ³ una risilla.

 

—La hijita de papi ya quiere actuar como una policĆ­a?, ja!...Por cierto, cĆ³mo evadiste a mis hombres?

 

—No les evadĆ­, les derrotĆ© sin problemas, la verdad no eran muy hĆ”biles—Alexandra se mostrĆ³ algo jactanciosa, todo con la intenciĆ³n de molestar a la mujer.

 

—No niego eso, pero ahora te topaste con alguien con quiĆ©n no podrĆ”s—La oriental no dejaba de sonreĆ­r.

 

—TambiĆ©n te derrotarĆ© a ti, cobarde—Ahora quiĆ©n sonreĆ­a era la joven.

 

—Pues deja de hablar y ven a demostrar lo que presumes...

 

En el espacio de prĆ”cticas dentro del gimnasio, Alexandra se enfrascĆ³ en una pelea contra la oriental.

 

La chica lanzaba golpes de puƱo y patadas pero la mujer parecƭa evadirla sin dificultad, se notaba que era muy buena peleando, Alexandra no tenƭa oportunidad.

 

La oriental lanzĆ³ un ataque de garra usando sus largas y poderosas uƱas, le rasguĆ±Ć³ el brazo.

 

Schei!—ExpresĆ³ la dolida joven, quiĆ©n retrocediĆ³ tomĆ”ndose la zona herida.

 

Se dio un nuevo ataque de la criminal, Alexandra se agachĆ³ evitando ser rasguƱada en la cara, al ver la pared tras de sĆ­, nota la marca de las uƱas en el muro…de no haber esquivado el rasguƱo le hubiera marcado la cara.

 

La oriental la felicita:

 

—Eres muy buena para ser una novata en la academia, seguro ya tenĆ­as entrenamiento previo.

 

La adolescente no dejaba de retroceder. Fue cuando vio un palo de entrenamiento, de inmediato la joven adoptĆ³ una posiciĆ³n de esgrima.

 

La oriental la ataco, pero por primera vez Alexandra evitĆ³ su golpe, se ladeĆ³ y la conectĆ³ con el palo en el hombro, la criminal pudo evitar a Ćŗltima hora la fuerza del golpe, girando la zona corporal…RetrocediĆ³ unos 3 pasos.

 

Impresionada por la habilidad de la chica, la oriental se mostrĆ³ por un instante seria, pero rĆ”pidamente una sonrisa retornĆ³ a su boca.

 

—Esto es inesperado y hasta irrespetuoso…pero no te vanaglories tanto por tener cierta habilidad con ese palo de porquerĆ­a. Observa cĆ³mo te vuelvo a poner en tu sitio, mocosa.

 

La mujer atacĆ³ y Alexandra se defendiĆ³ con el palo, pero un ataque de aquella garra destrozĆ³ el objeto de madera.

 

—Oh-oh—ExpresĆ³ la joven viendo el medio palo que le quedaba entre manos, el resto era un montĆ³n de astillas, aquellas uƱas de la criminal eran armas mortales.

 

A continuaciĆ³n la adolescente recibiĆ³ un combo de golpes de puƱo, en la cara, espalda y costados, la joven retrocedĆ­a tras cada impacto...Estos no eran fuertes pues la mujer se divertĆ­a con ella, Alexandra lo sabĆ­a pero no por ello dejaban de sentir dolor.

 

En cierto momento Alexandra se agarrĆ³ con fuerza del brazo de la mujer, su intenciĆ³n era morderla, pero la oriental lo evitĆ³ tomĆ”ndola del cabello y alejĆ”ndola con violencia.

 

Alexandra se cubrĆ­a el cuero cabelludo, la mujer le habĆ­a arrancado cabellos desde la raĆ­z.

 

Schei!...Maldita cerda!—Le reclamĆ³, pero la agresora sĆ³lo parecĆ­a divertirse.

 

—Vaya, que bonito cabello—La mujer manoseĆ³ algunos de los cabellos que habĆ­an quedado en su mano, los acercĆ³ a su nariz— Y huele delicioso, un cabello asĆ­ sĆ³lo se consigue con productos muy costosos…dudo mucho que en un sitio como Ć©ste tengas acceso a tales artĆ­culos…¿Privilegios por ser hija de papi?


—CĆ”llate zorra!—Alexandra confirmĆ³ una vez mĆ”s lo que daba por hecho. SabĆ­an quiĆ©n era su padre…Sin duda era un secuestro extorsivo.

 

A la adolescente le dolĆ­a todo el cuerpo, pero aĆŗn no se rendĆ­a. VolviĆ³ a atacar a la mujer, quien se mostrĆ³ decepcionada.

 

—Ya deja de intentarlo perdedora, solo eres una mocosa, te llevarĆ© de aquĆ­, sĆ­ o sĆ­.

 

En esta ocasiĆ³n Alexandra lanzĆ³ un golpe de puƱo con su mano izquierda, pero la oriental se lo atrapĆ³ con la mano, por un momento se dio un duelo de fuerzas, Alexandra tratando de superar la contenciĆ³n de la adulta.

 

La adolescente estĆ” realmente enojada, su brazo izquierdo comienza a temblar, el movimiento es notado por la oriental quien se extraƱa con lo que sucede, aplica mĆ”s fuerza tratando de detener el temblor…pero es inevitable, el temblor aumenta.

 

La mujer no entendƭa que pasaba, el temblor se hacƭa cada vez mƔs intenso, trasladƔndose a su mano, aquella con la trata de retener esa empuƱada mano vendada.

 

MirĆ³ con extraƱeza y molestia a la chica y le conectĆ³ un puƱo en la cara con la mano opuesta, alejĆ”ndola...Esta vez la fuerza fue mayor, lastimando la nariz de la chica.

 

—Quien demonios eres tĆŗ!?—ExpresĆ³ la mujer viendo que su mano ahora libre todavĆ­a temblaba, era como si el temblor de aquella mano y muƱeca vendada se hubieran trasladado a su propia extremidad.

 

Confundida, la misteriosa mujer sacudiĆ³ su mano dos y tres veces…El temblor cesĆ³ por fin. La oriental parecĆ­a impactada ante lo que pasaba, frunciĆ³ el ceƱo observando la extremidad vendada de la adolescente.


La sangre corrĆ­a desde la nariz de Alexandra.


—Que rayos tienes bajo ese vendaje?, RESPƓNDEME!!—Por primera vez, la tranquila oriental denotaba perder la calma.

 

—Jeje…Eso no te lo dirĆ©!

 

La llegada de los 3 compinches cambiĆ³ el ambiente de hostilidad. La oriental pareciĆ³ tranquilizarse.

 

—AhĆ­ estĆ” esa maldita!—ExpresĆ³ uno de los criminales a quien Alexandra habĆ­a noqueado.

 

—Al fin aparecen inĆŗtiles—Les regaĆ±Ć³ la jefa—No funcionĆ³ el somnĆ­fero, quiĆ©n fue el que lo puso?

 

Uno de ellos respondiĆ³ con temor en su voz:

 

—PerdĆ³neme jefa, yo lo puse en el postre y una buena cantidad, no es la primera vez que uso esa droga…La verdad no sĆ© porque no le hizo efecto ni 10 minutos.

 

—Tal vez nos traicionĆ³ la empleada—AƱadiĆ³ el criminal que vigilĆ³ las cĆ”maras todo el tiempo.

 

—No creo, ella sabe que tiene mucho que perder—SentenciĆ³ la mujer.

 

—Malditos cobardes!, y esa Elsa es una traidora!—Fue la reacciĆ³n de Alexandra. DebĆ­a aparentar enfado contra Elsa para que no sospechasen nada o con una llamada lastimarĆ­an a sus hijos.

 

—DĆ©jeme vengarme jefa, esa putica me pegĆ³ en las bolas—RecalcĆ³ el criminal que buscaba venganza. Su compaƱero le apoyĆ³, tambiĆ©n querĆ­a desquite.

 

—No, ustedes ya pasaron su vergĆ¼enza, no quiero que les vuelva pasar lo mismo.

 

—Pero jefa, es que me cogiĆ³ por sorpresa la primera vez.

 

Mientras discutĆ­an Alexandra se veĆ­a sin salida. De pronto observa su mano izquierda vendada, parece querer cerrarla pero finalmente no lo hace…Entonces corre en direcciĆ³n opuesta a los secuestradores.

 

—Cobarde resulto la niƱa —La mujer oriental se mostrĆ³ decepcionada—bueno no la culpo, estaba sin salida—La dama se quedĆ³ viendo al trio— Vayan por ella, inĆŗtiles!

 

Alexandra conocĆ­a el lugar, recorriĆ³ rĆ”pidamente un pasillo y se encerrĆ³ en una bodega donde guardaban el equipo deportivo, la puerta era de metal.

 

No tardaron los 3 sujetos en ubicar su escondite, empezaron a golpear la puerta.

 

 

—DespuĆ©s de eso pude escapar.

 

—Un momento—InterrumpiĆ³ NicolĆ”s—Y como saliste de ese sitio?

 

—No quiero escucharme repetitiva, pero eso no te lo puedo decir…

 

 

Tras su evasiĆ³n, Alexandra se reuniĆ³ con Elsa y fueron a su casa.

 

Como Alexandra sospechaba, la persona afuera de la casa no era un miembro del grupo, solo era un ayudante, por lo que no serĆ­a difĆ­cil de confrontar.

 

El sujeto estaba en el auto viendo una revista pornogrĆ”fica (en la portada habĆ­a una mujer con pechos exageradamente grandes), Alexandra abriĆ³ la puerta de improviso, tomĆ”ndolo por sorpresa. La joven le metiĆ³ dos dedos en las fosas nasales y le hizo salir a las malas…Como esperaba era un cobarde mĆ”s.


Elsa estaba asombrada al ver a aquel hombre ser arrastrado por la adolescente.

 

Con habilidad la joven revisĆ³ las prendas del sujeto, no tenĆ­a arma de fuego, pero si una navaja retrĆ”ctil, la joven se deshizo de ella arrojĆ”ndola a una rejilla del alcantarillado.

 

—QuiĆ©n te enviĆ³?—PreguntĆ³ la chica.

 

—Yo no sĆ© nada—El tipo estaba sin reacciĆ³n, aquellos dedos hundidos en su nariz le causaban dolor y no sabĆ­a cĆ³mo reaccionar.

 

—Habla cobarde! Vigilabas a esos pobres niƱos…eres una basura!—La adolescente le propinĆ³ una palmada por las bolas.

 

—Uughh!—ExclamĆ³ el sujeto, quiĆ©n se veĆ­a incapacitado, el estirĆ³n en sus fosas nasales y el dolor de sus bolas aplastadas le hacĆ­an trastabillar, Alexandra maniobrĆ³ el peso del hombre mĆ”s grande y le mantuvo erguido.

 

—Contesta…quien es tu jefa—Estaba segura que aquella mujer oriental lideraba todo el grupo.

 

—Gaahh!!—El sujeto soltĆ³ una gran cantidad de saliva, cuando recibiĆ³ una nueva palmada en las pelotas.

 

Las bolas revotaban dentro de sus pantalones, y otro grito saliĆ³ cuando por tercera vez la chica la palmoteaba.

 

Cansada del inĆŗtil interrogatorio, Alexandra sacĆ³ los dedos de las fosas nasales y el sujeto se desplomĆ³. La chica le comenzĆ³ a dar puntapiĆ©s en el trasero haciĆ©ndole subir a su auto.

 

—LĆ”rgate, pobre diablo!

 

El hombre apabullado, arrancĆ³ sin voltear siquiera.

 

Alexandra puso a Elsa y sus hijos en un taxi, rumbo a su casa.

 

Tras verla partir, llamĆ³ a su padre y le contĆ³ del intento de secuestro, le dejĆ³ claro lo ocurrido a Elsa y le hizo prometer que le protegerĆ­a:

 

—PromĆ©teme que la cuidarĆ”s.

 

—Eso es claro hija, pero porque noto un tono extraƱo en ti, Alexandra. DĆ³nde estĆ”s?

 

—Papi, lo lamento…pero no voy a volver a la academia.

 

—De que hablas?

 

—No te lo habĆ­a dicho porque no querĆ­a decepcionarte, pero no quiero ser policĆ­a como tĆŗ, como Julio, como CĆ©sar o como AnĆ­bal, debo irme…

 

—Irte a dĆ³nde?

 

—Me irĆ© hasta que decida que serĆ” de mi vida, lamento preocuparte pero en adelante no sabrĆ”s de mĆ­, dile a mamĆ” que la amo y que no se preocupe, que estarĆ© bien.

 

—Jovencita dĆ©jate de tonterĆ­as y vuelve a esa academia, y si no quieres eso, entonces ven a casa.

 

—AdiĆ³s papĆ”.

 

—NiƱa terca! obedece a tu padre, yo no permitirĆ© que…

 

La joven colgĆ³, sacĆ³ el chip de su telĆ©fono lo guardĆ³ en un bolsillo y arrojĆ³ el telĆ©fono a un cercano arroyo.

 

 

Lo primero que hizo Alexandra aquel mismo dĆ­a, fue hacerse de una identidad falsa, acudiĆ³ a un amigo experto en sistemas y como le debĆ­a un favor le ayudĆ³. Ya con una identidad de 18 aƱos y sexo masculino, pudo crear una cuenta bancaria donde depĆ³sito los 20.000 dĆ³lares de su cuenta personal.

 

Desde entonces y por 40 dĆ­as, habĆ­a vivido entre hoteles. Ocultando su identidad femenina con cortes de cabello, ropa holgada y usando en ocasiones aquella voz grave.

 

—Y eso es todo...

 

FinalizĆ³ la narraciĆ³n de Alexandra, NicolĆ”s estaba impactado, Ć©sta chica que acogĆ­a en su casa no sĆ³lo estaba rodeada de secretos, sino tambiĆ©n de peligros...

 

—QuĆ© opinas?

 

—Que quĆ© opino?, eres la hija de un general de la policĆ­a, con razĆ³n tienes una habitaciĆ³n 3 veces mĆ”s grande que Ć©sta, y quien sabe que otros lujos sin fin, asĆ­ que supongo que por eso te intentaron secuestrar.

 

—No lo tengo del todo claro, pero tambiĆ©n creo que ese era el motivo.

 

—Entonces vamos por partes, si entiendo bien, no sĆ³lo evades a la policĆ­a porque te estĆ©n buscando esos secuestradores con espĆ­as en la instituciĆ³n…mĆ”s bien es porque de seguro tu padre te estĆ” buscando.

 

—AsĆ­ es…

 

—Pero, si me dejas preguntar…¿Ya decidiste que harĆ”s?, tu familia debe estar muy preocupada por ti.

 

—Lo sĆ©, y en ocasiones les hago llegar mensaje de que estoy bien, pero respondiendo a lo otro…No! todavĆ­a no sĆ© quĆ© quiero, ya han pasado 40 dĆ­as y aun no lo sĆ©, no sĆ© si quiero esto…—La joven se quedĆ³ viendo su muƱeca vendada, algo que notĆ³ NicolĆ”s.

 

El chico recordĆ³ cuando ella intentĆ³ hacer algo con esa mano vendada durante la pelea contra Bornacelli y sus compinches. DecidiĆ³ no preguntar.

 

—Entonces desde que te fuiste has estado viviendo estos 40 dĆ­as en hoteles.

 

—AsĆ­ es, debo cambiar frecuentemente de sitio.

 

—Y tu equipaje?

 

—No tengo, lo que llevaba encima es lo que tengo.

 

—Pero tu chaqueta es nueva, que haces con las ropas viejas, las desechas?

 

La joven afirmĆ³.

 

—AsĆ­ es, no quisiera tirar una prenda despuĆ©s de 2 o 3 usos, pero es necesario…Lo Ćŗnico que uso siempre es este suĆ©ter de la academia, incluso he comprado varios despuĆ©s de mi ida…claro que las adquiero por medios digitales…Pero todo eso me lleva a confesarte que hasta anoche tuve dinero, por eso vine contigo, perdona el atrevimiento pero ya no tengo con que subsistir, perdĆ³n…

 

—No te disculpes por eso, estoy en deuda contigo y si dĆ”ndote refugio puedo ayudarte, lo harĆ©.

 

El gato regresĆ³ al estar la puerta abierta y su presencia distrajo la conversaciĆ³n.

 

Cuando Alexandra quiso acariciarlo con su mano izquierda, Mr Coddle se erizĆ³ y lanzĆ³ un zarpazo contra aquella mano.

 

—MR CODDLE!!—NicolĆ”s regaĆ±Ć³ al animal, el cual se mantenĆ­a en guardia de ataque.

 

Alexandra tratĆ³ de calmar al enojado NicolĆ”s, quien se apresurĆ³ a disculparse:

 

—PerdĆ³nalo, pero es muy extraƱo, Ć©l no es asĆ­ con los visitantes.

 

—No te preocupes, no es su culpa…a veces sucede.

 

Fue cuando Alexandra acercĆ³ su mano derecha, alejando la izquierda vendada, el gato de inmediato se acercĆ³ a la nueva mano y se dejĆ³ acariciar, e incluso comenzĆ³ a jugar.

 

NicolĆ”s quedĆ³ atĆ³nito y la joven notĆ³ su expresiĆ³n.

 

—Que fue eso, Alexandra? Que hay bajo ese vendaje, dĆ­melo por favor.

 

La chica desviĆ³ la mirada.

 

—Lo lamento, no puedo responder a tu pregunta…Entiende, es por tu bien.

 

Mantuvo un momento el silencio.

 

—Creo que es mejor regresar a casa…

 

El repentino cambio en Alexandra extraĆ±Ć³ a NicolĆ”s.

 

—Pero aun no tomas una decisiĆ³n sobre tu futuro…

 

—Es que no quiero causarte problemas, ni molestias…

 

La chica tomĆ³ rumbo al baƱo, irĆ­a a cambiarse.

 

—NO TE VAYAS!,—ExpresĆ³ repentinamente NicolĆ”s—Yo…Yo  quiero que te quedes...—Alexandra se sorprendiĆ³ y coloreĆ³. El joven se mostraba una vez mĆ”s serio—…Eres la chica mĆ”s misteriosa que he conocido, pero algo me dice que no puedo cerrarte las puertas, no estĆ” bien que tomes una mala decisiĆ³n para tu futuro sĆ³lo por verte arrinconada…Y no me importa que ocultas bajo ese vendaje, tampoco me importan todos los secretos que guardas….Yo, yo sĆ³lo quiero que estĆ©s bien.

 

Alexandra se sonrojĆ³ mĆ”s, mostrĆ³ una sonrisa y le agradeciĆ³…Se quedarĆ­a!

 

 

***

 

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