—¡Al fin llegas, desgraciado! —fue lo que le dijo Jeremías a su yerno tan pronto cruzó la puerta de entrada de su casa.
Omar se aclaró la garganta y se quedó de petrificado mirando al señor levantarse de su asiento. El joven era novio de la única hija de Jeremías, desde hace dos años atrás. En cuanto a la edad de Omar, es bastante joven, tiene 22 años y un atractivo físico que llamaba la atención, incluso en secreto para su propio suegro. Era alto con el cabello negro y una barba muy bien afeitada.
Jeremías tampoco es un hombre viejo a pesar de tener una hija de 20 años. En realidad la niña Mercedes nació cuando él era muy joven, en la actualidad es un atractivo maduro de 44 años. De tez blanca. Amaba a su hija por sobre todas las cosas, la llevó a vivir a su departamento cuando quedó huérfana de madre siendo una niña. Se sintió celoso de su criatura cuando ella muy temerosa le dijo que tenía un novio. ¿En qué momento su niña creció tanto para conseguir el amor?
Tuvo que aceptarlo y solicitarle a la muchacha que llevara al departamento aquel hombre que arrebató el amor de su vida. Y lo conoció.
Omar le pareció un chico despampanante, juvenil, enérgico, y con bastante tema de conversación. Le gustó. Bastante. Más que aprobarlo como novio, a él le gustó como hombre, pero se tuvo que contener, como siempre lo hizo reprimiendo su deseo homosexual. Omar era para su hija y solo para ella.
Omar era tan encantador que se supo ganar la estima del suegro, compartía almuerzos con la hija y el señor, viajes, eventos. El yerno ideal, hasta tuvo el permiso de dormir en habitaciones separadas cuando lo quisiera en el departamento.
Pero Mercedes tampoco era tonta, tan pronto su padre se encerraba bajo llave en su habitación, la chica salía de su pieza y se encerraba en la alcoba de su novio. Par de veces su propio padre la descubrió teniendo relaciones sexuales con Omar. Tras la puerta escuchó los gemidos de ambos y la cama moverse. Así Jeremías sintió deseo sexual y un poco de envidia hacia su propia hija… ella sí tenía el derecho de disfrutarse a Omar… se veía tan exquisito en su ropa ajustada, su sonrisa, sus hombros, trasero, paquete y demás áreas de su cuerpo. Muchas veces Jeremías se quedó silencioso en la puerta con el pito erecto oyéndolos gemir. En silencio se iba a su habitación y se masturbaba pensando en Omar.
Pero el joven cruzó un extremo abusando de la confianza otorgada. Se atrevió a engañar a su más divino tesoro. Omar engañó a Mercedes con otra chica y la niña amada de papá lo descubrió. Llorando le contó todo a su padre y para más descaro el joven actuaba como si nada ocurriese a tiempo que mantenía un noviazgo de dos.
—¿Por qué me recibes así, Jeremías? —preguntó Omar cerrando la puerta tras de sí.
—Porque te lo mereces, cabrón. Voy a aprovechar que mi niña no está aquí y se encuentra en el trabajo para que hablemos de hombre a hombre.
—¿Qué sucede, Jeremías? —Omar sonrió nervioso—. No entiendo porque estás así de furioso. Cálmate.
Jeremías agarró a su yerno del cuello de la camisa y lo atrajo hacia él.
—Quiero que me expliques quién es la zorra con la que te atreves a burlar a mi hija? —en parte aquel regaño era un bajo reclamo que Jeremías ejercía sobre Omar.
El guapo muchacho tragó saliva y sonrió de puro nervio.
—Cálmate, Jeremías. No hice nada malo. Mercedes no sufrió. Aquí estoy con ella, como siempre. Vamos, tú me tienes que entender. Eres hombre. Alguna vez echaste una canal al aire. No seré el primero ni el último. Tú sabes que Mercedes es mi novia legal.
—Eres un maldito descarado. ¿A caso crees que te voy a apoyar? ¡Bastado! —Jeremías deslizó su mano derecha por el pecho de su yerno, bajando hasta el área de la entrepierna donde se adueñó del par de albóndigas carnosas que al joven le colgaban entre los muslos.
El rostro del joven se convirtió en una mueca de dolor. Sus ojos se cruzaron y sus labios se curvaron mientras el dolor se extendía a su estómago.
—¡No voy a tolerar que engañes a mi niña! ¡Que la hagas sufrir! Asume tu error, ¡por este par de albóndigas!
La mano de Jeremías sujetaba los testículos de Omar, al que rápidamente su rostro se volvió rojo y los ojos llorosos.
—¿Entendido? —rugió el preocupado padre apretando tan fuerte como pudo, sus dedos se clavaban profundamente en las sensibles joyas de su yerno.
—Suel… ta… Jeremí… as —suplicó Omar con la voz entrecortada.
Fue así como el hombre mayor se dio cuenta del daño que estaba causándole al joven, lo soltó de las pelotas y el muchacho tomó asiento donde empezó a frotarse los genitales con el más puro dolor de su rostro. Jeremías por su parte tuvo que darle la espalda y mirar por la ventana, de esa manera apartaba de su vista la avergonzante erección que sentía dentro de su pantalón.
—¿Qué quieres que haga, Jeremías? —preguntó Omar tocando con sus dedos sus bolas por encima del pantalón—. No voy a deja a Mercedes por una simple loca con la que solo paso un rato de placer, tú sabes que Mercedes para mi representa mucho más. A la otra loca la voy a dejar de ver en cualquier momento.
—Quiero que te vayas —dijo Jeremías. Adoptó posición de perfil, recostando un brazo a la ventana. De todos modos, Omar detalló algo extraño y grande en el bulto de su suegro—. No puedo tolerar que te burles de mi hija y actúes como si más. Me dolió secar las lágrimas de su rostro.
—Si me voy, me llevo a Mercedes conmigo.
—¿Qué dices, muchacho idiota? Por ningún motivo Mercedes se iría contigo.
–¿Estás seguro, Jeremías? Mercedes y yo ya hemos compartido cama. Sé que me comporte como un idiota. Pero ella me puede perdonar y si tú me quieres apartar de su vida, yo me la llevaré. Podrás ser su padre, pero yo soy su hombre.
—¡ERES UN MALDITO ABUSADOR! —rugió Jeremías con el rostro contraído de furia. Caminó a paso enérgico hacia el joven.
—Espera —lo detuvo Omar levantando la palma de la mano—, te reto a una lucha.
—¿Qué demonios?
—Una lucha, como la que acostumbras a ver por televisión.
—No seas estúpido. La verdad creí que eras más inteligente. Que equivocado estuve.
—Te estoy dando una salida oportuna.
—¿No entiendo?
—Luchemos tú y yo. Aprovechemos que Mercedes no está. Si tú ganas, me iré, no la voy a buscar, pero si el vencedor soy yo. Tendrás que seguir tolerándome y la última palabra si me quiere la tendrá ella y estoy seguro que se querrá ir conmigo—ofreció la palma de su mano.
Jeremías la miró observador, finalmente aceptó la propuesta.
—Vamos a mi habitación de entrenamiento. Te espero allí —dio media vuelta rumbo al pasillo que comunicaba con otras áreas del departamento.
Omar se recostó en el asiento acariciando su dolorida hombría. Estaba al tanto de que a Jeremías le gustaban las peleas de lucha libre y de artes marciales mixtas, incluso par de veces lo pilló con una erección en sus short frotándose frente al televisor cuando veía a los fornidos hombres intercambiar puños y sudor encerrados en una jaula. El joven se puso de pie y se dirigió a la habitación de entrenamiento, allí habían máquinas para hacer ejercicios. Una vez cruzó la puerta quedó sorprendido.
Jeremías se había despojado de su ropa, únicamente estaba con un bóxer de color blanco que hacía lucir su resistencia al paso de los años y una deliciosa juventud que se despedía de él lentamente. Sus fuertes pectorales estaban bajo las luces y sus piernas torneadas daban paso a una prominente área genital con la polla perfectamente visible hacia el lado izquierdo y sus bolas en reposo bajo ella.
—Cámbiate de ropa —le ordenó al joven—, si quieres luchar, hazlo de verdad. Esto no es juego de niños.
Omar movió afirmativamente la cabeza. Alzó una pierna y comenzó a desajustar un zapato, luego el otro. Seguidamente se quitó la franela. Jeremías contuvo el aliento, pensando en cualquier cosa que lo apartara del cuerpo de Omar. El joven tenía un abdomen marcado, no tan desarrollado como un deportista de alto entrenamiento, pero si lo suficiente para imaginar cómo debía ser el cuerpo de un hombre fuerte. Le dio la espalda a su suegro y se desabrochó el pantalón. Jeremías detalló unas piernas flacas, pero un trasero redondo a pesar de la ropa interior negra que vestía su yerno, ese tipo de color ocultaba muy bien las cosas que él deseaba ver más allá del clásico bulto en el pantalón. El joven le dio el frente, no se distinguía muy bien su pito, pero ahí estaba marcando un relieve discreto bajo la tela.
Jeremías se puso en guardia para luchar.
Omar creyó que era un guerrero mexicano y con un grito de fuerza salió impulsado por sus piernas hacia Jeremías, el experimentado hombre solo le bastó caer de rodillas, cerrar el puño y castigar a su inexperto yerno con un poderoso y devastador puñetazo en la ingle, clavándole las gónadas en el cuerpo y aplanándolas con la fuerza de sus nudillos.
El grito de guerra de Omar se desmoronó en un aullido de agonía, sus ojos se volvieron blancos y no reaccionó a tiempo para el siguiente y repetido puñetazo de Jeremías entre sus piernas.
El segundo golpe puso a Omar de rodillas y, por un momento, los dos sementales se miraron a los ojos.
Jeremías se sintió victorioso y se preparó para volver a castigar los testículos de aquel joven al que jamás podría disfrutar en una cama. Sus huevos iban a pagar su frustración.
Omar que de un momento a otro fue robado de su fuerza, vitalidad y vigor, logró frustrar la artimaña de su suegro. Lo atacó con tres fuertes y rápidos golpes con la palma de la mano abierta en el pecho del fuerte hombre, haciéndole quejar de dolor.
Omar se arrojó sobre Jeremías, derribándolo y aterrizando encima de él. Los dos hombres comenzaron a forcejear, restregándose el sudor que recién comenzaba a brotar de sus glándulas y algo más que eso, a veces las nalgas de Omar rozaban el bulto de Jeremías o los genitales del joven rebotaban contra su abdomen. Era hermoso ver a Jeremías luchar con su ropa interior blanca y Omar encima de él con su ajustado calzoncillo negro. Sin embargo fue el más joven quien logró la delantera y su rodilla chocó justo entre los muslos de Jeremías, clavando sus gordas y maduras gónadas entre su cuerpo.
—¡Ay! —chilló Jeremías conteniendo la respiración. Mientras Omar le repartía varios golpes con el puño cerrado en el costado.
Jeremías se quejaba mucho de los golpes que le propinaba en el cuerpo su yerno, era increíble como de un momento a otro pasó de ser el rey de esa lucha al peón, para su desdicha el contacto con el intrépido joven comenzó a provocarle una humillante erección, cuando intentaba apartar la cadera de Omar encima de él recibió otro rodillazo en las bolas muy fuerte que lo paralizó.
De su boca salió un lamento angustiado.
—Eres un cochino, Jeremías —se burló Omar, sin embargo se las arregló para sentarse de un salto sobre la hombría de Jeremías lastimándole parte de los cojones y su pito—. ¿Qué es esta pitón que estoy sintiendo debajo de mí? —se burló Omar meneándose encima de Jeremías, sintiendo el duro miembro rebotar sobre sus firmes nalgas. Omar realizó varios movimientos sugestivos.
Jeremías gruñó sintiéndose avergonzado, de hecho se puso rojo como un tomate.
Pero Omar se burló excitándolo a más no poder. Dejando al pobre Jeremías con dolor de huevos y el miembro duro como piedra.
—¡Aaaaaaaaay! —chilló Omar cuando se distrajo moviendo su cadera y dejando los huevos a merced de Jeremías, él se los exprimió con una mano—. ¡AAAAAAY! ¡AAAAAAY! ¡ME RINDO! ¡ME RINDO! AAAAAAAAY.
Por su parte Jeremías lo ignoró, el joven cayó a un lado queriendo alejarse, pero Jeremías no lo soltaba de las bolas, todavía lo agarraba con más fuerza, arrastrándose con él.
Omar gritaba desesperado sintiendo que sus testículos se destripaban. En un intento de desespero por salvaguardar la vida de sus orbes lanzó la planta del pie contra la cara de Jeremías, dejándolo aturdido y escapando los testículos de sus manos. El hombre de más edad se sentó en el suelo revisando algún rastro de sangre de su nariz. Pero no hubo nada..
Omar se puso de pie revisando dentro de su calzoncillo,allí estaba su pene medio duro y sus testículos hinchados y tomando un característico color rojo.
Jeremías aprovechando su distracción, con un repentino impulso tacleó al joven con un grito de guerra enérgico.
Omar cayó al suelo abrazando su estómago y retorciéndose, dolorido.
—Soy el ganador —afirmó Jeremías—. Hace minutos dijiste que te rendías. El ganador soy yo. Ya sabes nuestro trato —el señor se llevó las manos a la cadera y su polla carnosa, se veía muy impresionante en su grosera prenda blanca. Estaba dura como roca apuntando firme hacia arriba en su sudada ropa interior.
Omar lentamente afirmó con la cabeza, todavía se acariciaba los testículos, era probable que no tuviera ningún esperma vivo dentro de sus bolas.
—Quiero que sepas que amo a Mercedes y mi intención nunca ha sido hacerle daño.
—Vete de mi casa.
Omar se levantó y fue a paso lento hasta Jeremías.
—A pesar de todo, Jeremías, quiero que sepas que eres una muy buena persona —le dijo tendiendo la palma de la mano—, gracias por todo. Eres un excelente suegro.
Jeremías miró al techo ignorando la palma de la mano que le ofrecían en señal de amistad. Sintiéndose ignorado, Omar puso los dedos como garras y lo tomó de los testículos apretando con fuerza.
Jeremías echó un grito fuerte. Casi sin aliento, se las arregló para apoderarse al mismo tiempo de las gónadas de Omar con ambas manos.
Omar gimió apretando los huevos de Jeremías tan fuerte como pudo.
—¡AAAaaay! —gritó Jeremías hundiendo los pulgares profundamente en las sensibles bolas de Omar.
—¡Me duele, me duele! —gritó Omar, retorciendo la maltratada hombría de Jeremías.
Se quedaron en esa pose exprimiéndose los testículos con sus propias manos. Destrozando la fuerza vital y masculina del otro, Omar no quería rendirse y Jeremías no se permitía perder. Sintió una ráfaga de emoción cuando el pene del más joven comenzó a crecer levantando la tela negra de su prenda interior.
Aún así continuaron apretándose los testículos.
—¡Ooooh!
—¡Aaaaaay!
En simultáneo lo dos terminaron empapando su ropa interior de leche, gritaron de dolor dominados por la pasión.
La tela ajustada y blanca de Jeremías fue más notoria que la discreta de Omar, pero sin embargo esta dejaría una mancha deshonrosa cuando el semen comenzara a secar.
Jeremías gritó con voz ronca. Omar se quejó repetidas veces que le dolían sus bolas. Pero su control sobre las pelotas maduras de Jeremías no terminaba, y el señor estaba dispuesto a pulverizar los cojones del apuesto novio de su hija al que él nunca podría disfrutar. Le apretó y retorció las bolas con malicia y el joven no pudo resistir más, torció los ojos y su mundo se volvió negro. Fue sostenido por Jeremías antes de irse inconsciente al suelo.
…
Omar despertó 50 minutos después, estaba tendido en la propia cama de Jeremías, aun conservaba su ajustada ropa interior. Se sorprendió al descubrir a su suegro sentado en una silla velándole el sueño al lado de la cama.
—¿Estás bien, Omi? —le preguntó el veterano empleando el pseudnimo que su hija utilizaba con su novio.
—S… sí —el muchacho trató de sentarse en la cama apoyando la espalda en la cabecera—. Auch —dijo cuando un repentino dolor emergió de sus bolas.
—Están muy hinchadas, esto te servirá —Jeremías señaló un spray en la mesa de noche—,será refrescante, es mentolado.
—¿Tus bolas cómo están?
—Soy un león, además recuerda que yo gané.
Omar se puso triste.
—Eso significa que yo…
—Shhh —Jeremías se llevó un dedo a la boca en señal de silencio.
El muchacho afirmó con la cabeza y se acarició los testículos, su rostro se deformaba de dolor.
Jeremías todavía vistiendo su calzoncillo cambió de lugar, pasando al borde de la cama, con delicadeza apartó la mano de Omar y le colocó la mano sobre el muslo.
—¿Qué haces? —quiso saber el joven con sorpresa y miedo.
—Voy a retribuir el daño que hice.
Jeremías le agarró la pretina de la ropa interior y comenzó a bajarla, Omar se movió lentamente para despojarse de su ropa, su pene salió disparado, no le costó mucho esfuerzo a Jeremías volverlo un tronco duro entre sus caricias manuales y con las venas a reventar. Agarró el erecto miembro con una mano y lo acercó su boca, pasó la lengua humedecida en saliva por todo su contorno, Omar gimió de placer, Jeremías lamió su capullo, dándole a su vez pequeños besos que lo hacían estremecer, sus labios succionaron sutilmente, su boca saboreó el presemen que su polla soltaba, espeso y fuerte de sabor, pero que al fin y al cabo le gustó, poco a poco introdujo el miembro en su boca presionando lo con la boca y friccionando con sus labios llenos de baba.
Omar cerró los ojos y llevó las manos a la nuca de Jeremías, presionando para que se la tragara toda, y así lo logró, su polla llegó a la garganta de su suegro, lo ahogaba a ratos, pero seguía chupándosela gozosamente, y Omar lo disfrutaba bajo gemidos.
—Sácame toda la leche, uuuum, me corro, me corro, uuuum, aaaaah… trágatela toda bien calentita.
Omar aceleró su follada de boca y en un instante su pene empezó a soltar trayazos de leche en la garganta de Jeremías que no daba abasto a tragar.
El apuesto suegro sintió un morbo muy fuerte de solo sentir el sabor de la leche de aquel macho: caliente, espesa, salada. Omar gemía enloquecido, Jeremías relamía su polla pringada de semen, lo recogía con su lengua y tragaba.
Cuando Jeremías se alzó tenía su propia polla tiesa en el calzoncillo. Miraba de manera muy guarra a su yerno.
Omar también le hizo una mirada pícara.
—¿Después de esto vas a querer que me vaya?
—Shhh —solicitó Jeremías. Se sentó a horcajadas sobre Omar y se bajó el calzón exponiendo su gruesa y bien dotada polla. Estaba dura y palpitaba. Jeremías la agarró con su mano empezando a masturbarse. En pocos minutos empaparía el rostro y pecho de su yerno.
Omar nunca se fue de aquel hogar, incluso Jeremías intervino para que Mercedes perdonase a su novio por una tonta traición pasajera. Lo mejor de todo es que en los momentos de libertad ya Omar no se escapaba por ahí, prefería quedarse en el departamento con Jeremías, muchas veces ingresaban a la habitación de entrenamiento o a la alcoba de Jeremías. Juntos descubrieron cómo pasarla extremadamente bien.
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