UNA HISTORIA ALTERNA (Relato corto). - Las Bolas de Pablo

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10 jul 2021

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UNA HISTORIA ALTERNA (Relato corto).

 UNA HISTORIA ALTERNA (Relato corto).

 

CONTIENE BALLBUSTING VERBAL F/M Y SEXO ORAL.

 

Relacionado con el relato: CARLITOS Y LA CAPITANA DE POLICƍA.

 

 

NOTA DE ESCRITOR: La siguiente historia nació con el dibujo que verĆ”n aquĆ­. Mientras terminaba de escribir el relato CARLITOS Y LA CAPITANA DE POLICƍA tuve la idea de hacer un dibujo de Gertrudis y Carlitos, pero terminó siendo imposible de ubicar en la trama del relato inicial. No parecĆ­a realista porque simplemente no encajaba con la personalidad de la protagonista: La casada y estricta capitana Gertrudis entrenando desnuda frente a un adolescente?

DespuĆ©s pensĆ© en publicar el dibujo al final de relato inicial, sólo como una curiosidad, pero finalmente decidĆ­ darle una trama propia al dibujo…AsĆ­ nació esta historia. Simplemente es una versión alterna derivada del relato inicial y que no es vĆ”lida en la trama real de los personajes. Espero les guste.

 


DespuĆ©s del corto entrenamiento a Carlitos, Gertrudis se fue de viaje a la Republica Dominicana, pasarĆ­a una placentera y entretenida segunda luna de miel con su esposo EfraĆ­n Montenegro. Sucesos del relato MUJERES POLICƍAS Parte 1:

(Por ser una historia alterna lo que leen ahora, habrĆ” leves modificaciones en lo ocurrido durante su luna de miel).

 

Gertrudis regresaba del viaje, en dos dĆ­as retomarĆ­a su trabajo en la estación y academia de policĆ­a, asĆ­ que aprovechó para verse de nuevo con Carlitos en el gimnasio…En la zona VIP.

 

Carlitos terminaba de contarle su enfrentamiento con el bravucón de apellido Tobías:

 

—…Y cuando me marchaba alcanzó a vomitarse…Desde entonces no se me acerca, incluso cercanos a Ć©l me han confesado que me tiene miedo ahora.

 

La policía mantenía una sonrisa ante la narración.

 

—Muy bien, Carlitos, pero creo que con la patada en los huevos fue mĆ”s que suficiente para ganarle la pelea.

 

Acabada la charla, Gertrudis fue al baño para emerger con su ropa de ejercicios. La policía usaba un top y calzón de color negro, la diminuta vestimenta, junto a una gruesa trenza que anudaba sus cabellos castaños, la hacían ver hermosa.

 

El intenso bronceado de la mujer, le daban un atractivo extra.

 

La prƔctica de ejercicios de la fƩmina da inicio, por su lado Carlitos se calza unos guantes de boxeo y comienza a entrenar contra un saco de arena.

 

El chico no duda en observar a cada momento el cuerpo de la capitana.

 

En cierto momento la mujer se ubicó ante el muñeco de prÔcticas, era lo mÔs esperado por el adolescente, quería verla pateando la entrepierna de aquel falso hombre.

 

Todo va a pedir de boca, Gertrudis saca de su bolso una tela casi transparente, junto a dos grandes naranjas verde-amarillentas…Ata la tela a modo de calzoncillo y ubica dentro las frutas; Ahora el muƱeco tiene testĆ­culos colgando.

 

—Escucha y observa bien esto, Carlitos. — Gertrudis se dirigĆ­a con una mirada estricta y peculiar interĆ©s hacia el joven —Te enterarĆ”s de lo que me sucedió en el viaje…Te servirĆ” para saber mĆ”s de cómo es una pelea real.

 

—Le sucedió algo malo?—El adolescente tenĆ­a curiosidad.

 

—Claro que no!, aunque fui atacada por una banda de criminales, pero les pude dar su merecido.

 

Usando ahora sus pequeños guantes de combate, la mujer se presta a exponer todos y cada uno de los ataques que realizó contra los criminales, el muñeco de prÔcticas harÔ una vez mÔs su trabajo.

 

—Dos sujetos pretendĆ­an asaltar a una jovencita, asĆ­ que debĆ­ intervenir!...Uno de ellos me atacó, estaba armado con una navaja pero no fue difĆ­cil neutralizarla.

 

La mujer hizo el movimiento de bloquear la mano de un oponente armado con arma blanca, aunque el muƱeco no tenƭa extremidades superiores.

 

Carlitos se sentía algo atemorizado, pelear contra alguien con una navaja estaba muy arriba de su nivel de entrenamiento, admiró aún mÔs a la policía.

 

Gertrudis impactó con un puño el rostro del muñeco.

 

—Y entonces le dije…Sin armas es mejor, cobardes! vengan a ver si son tan machos.

 

AsĆ­, retadora, semidesnuda y bronceada como estaba,  la capitana le parecĆ­a una superheroĆ­na al adolescente!

 

Gertrudis impactó de nuevo el rostro del muñeco con su puño, para de inmediato colocarse de espaldas contra éste.

 

—Fue cuando el compaƱero del bandido me tomó por detrĆ”s…

 

Carlitos estaba emocionado con la acción, notó la mano de la capitana ir rÔpidamente contra el saco que contenía las naranjas.

 

—Le apretĆ© las bolas al desgraciado—La mano de la capitana comprimĆ­a las naranjas—, y no se las soltĆ© aunque me suplicó…Para acabarlo le retorcĆ­ sin piedad el escroto!

 

Carlitos observó con real pĆ”nico cómo Gertrudis giraba el bulto con las naranjas…literalmente una brutal torsión le provocó a aquel criminal, el adolescente debió cerró los ojos un instante.

 

—Fue entonces que el compaƱero se vino contra mĆ­, navaja en mano!, le quitĆ© el arma con una patada y la tomĆ© para amenazarlo…Le puse el filo casi en las bolas—La policĆ­a uso dos dedos simulando una navaja, apuntando al bulto de naranjas en la entrepierna del inexpresivo muƱeco.

 

—Se las cortó!?—Expresó asustado, Carlos.

 

—Claro que no, Carlitos. Pero le dejĆ© bien claro…La próxima vez, te exploto las pelotas como un globo, cobarde!

 

Gertrudis volteó y miró a Carlitos, se colocó las manos en las caderas, estaba orgullosa por su victoria pasada.

 

Ya completamente calmado y renovado su orgullo por la mujer, Carlitos llegó a otorgarle unos aplausos.

 

—SeƱora Gertrudis, es usted increĆ­ble!

 

—Tampoco exageres, sólo es mi trabajo como policĆ­a…Pero aĆŗn no termina la historia, cuando se los iban a llevar a la cĆ”rcel, amenazaron con vengarse de mĆ­.

 

—Y quĆ© hizo?—Carlitos estaba muy interesado.

 

—Nada!, no sabĆ­a que harĆ­an realidad sus intenciones. A la maƱana siguiente  me tendieron una emboscada—La mujer pareció confrontar nuevamente al muƱeco.

 

A Carlitos únicamente le faltaban unas palomitas de maíz para disfrutar de la emocionante narración.

 

La capitana continuó con su representación.

 

—En un callejón me flanquearon tres sujetos, dos eran normalitos de estatura, pero el tercero, estaba justo en medio y era imponente!

 

—Cómo era?

 

—Era un enorme negro, debĆ­a medir mĆ”s de un metro ochenta y pesar mĆ”s de 130 kilos, era todo un rinoceronte negro!

 

—VenĆ­an a vengarse por sus compinches, verdad? Eran 3 cobardes!

—Cinco cobardes, porque dos mĆ”s aparecieron detrĆ”s de mĆ­.

 

—Y quĆ© hiciste?

 

—Atacar primero!

 

Gertrudis lanzó un puntapiĆ© contra el saco de frutas del muƱeco…

 

—Le di con fuerza en las huevas a ese negro…Enseguida arrugó la cara y se las agarró, por un rato no serĆ­a una amenaza para mĆ­.

 

Carlitos estaba emocionado observando cómo la mujer demostraba cada impacto conectado a los agresores.

 

Seguidamente Gertrudis conectó dos contundentes ganchos al rostro del muñeco, así sus dos oponentes retrocedían.

 

Fue cuando la capitana se ubicó nuevamente de espaldas al muñeco.

 

—Entonces uno de ellos me sujetó por la espalda…ha, ha…—La mujer se escuchaba algo agitada.

 

Carlitos esperaba que la mano de su maestra fuese a agarrar las colgantes naranjas, justo como ya lo habĆ­a hecho con uno de los criminales de la noche previa…pero la mujer dio un cabezazo hacia atrĆ”s.

 

—Con un cabezazo a su nariz le dejĆ© atontado…ha, ha, ha—Mas forzadas exhalaciones se alcanzaban a oĆ­r.

 

De inmediato la pierna de la policĆ­a era proyectada hacĆ­a el frente.

 

—A uno que venĆ­a de frente con toda intención de golpearme, le recibĆ­ con un puntapiĆ© en las pelotas…Gritó como una mujer!, realmente dio vergüenza el escucharlo.

 

Carlitos notó cómo Gertrudis se veía cada vez mÔs agitada y sudorosa.

 

—Ha, ha…Tras casi deshuevarlo, le rematĆ© con un rodillazo en la mandĆ­bula y eso fue todo para Ć©l—Ahora la policĆ­a demostraba la fuerza del rodillazo, elevando el muslo con toda su potencia…Carlitos seguĆ­a mĆ”s y mĆ”s excitado, mientras ella se veĆ­a colorada y sin aire.

 

La mujer se sentĆ­a ardiendo por dentro, no era el ejercicio, era una real excitación, su vagina se humedecĆ­a ante la acción, ante el pleito. Jadeaba solo de recordar como conectó puƱos y patadas…Cómo los repetĆ­a ahora contra el Ćŗtil muƱeco de prĆ”ctica…Y especialmente cómo agredĆ­a las gónadas masculinas.

 

No soportó mĆ”s el calor interno y se quitó los zapatos, el top y el calzón…Le siguió el sujetador y su pequeƱa prenda Ć­ntima que estaba empapada con sus jugos femeninos.

 

Carlitos abrió los ojos al mÔximo, Gertrudis estaba ahora desnuda!, desnuda ante el muñeco. Era la primera vez que el virgen Carlitos veía a una mujer desnuda!

 

Su semierecto falo alcanzaba ahora el pleno tamaƱo…el calzoncillo comenzarĆ­a a mancharse con incesantes gotas de presemen. El glande le palpitaba, observaba aquel coƱo con pelos creciĆ©ndole luego de la Ćŗltima afeitada y sus tetas medianas al aire, culminando en oscuras areolas y pezones parados.

 

Admiraba aquel cuerpo atlético, con visibles músculos, la bronceada piel de la capitana. Con cada movimiento, por ligero que fuese, resbalaban las gotas de sudor. ..Y su trenza!, su gruesa trenza se balanceaba sin cesar.

 

Gertrudis tomó aire y descargaba golpes de puño contra el muñeco, no le importaba siquiera que un joven la estuviese viendo desnuda, ella sólo seguía su instinto, demostrar lo sucedido aquel día en La Republica Dominicana.

 

—…Y fue entonces cuando el ambiente se puso algo oscuro—Interrumpió la demostración de ataques —MirĆ© al piso y habĆ­a una enorme sombra.

 

—Que era?—Se mostró intrigado Carlitos.

 

—Tu quĆ© crees?, era ese gigantesco negro que estaba justo detrĆ”s de mĆ­ y venĆ­a por desquite

 

—Te iba a atacar por la espalda!—Opinó el adolescente.

 

—Claro, un cobarde como todos los criminales. Pero le tenĆ­a una sorpresa!

 

Tras una pausa por aire, la mujer giró y lanzó un sólido puntapié contra el bulto de naranjas. Acompañando el golpe con su clÔsico IIiiiaaa!!!!!!

 

—Ni siquiera mirĆ© a donde apuntaba, sabĆ­a a quĆ© altura colgaban las pelotas de ese negrote!...Gritó como un animal herido!

 

La mujer tomó aire a profundidad, el chico vio expandirse al mÔximo el tórax de la policía, sus tetas se elevaban con las costillas por la amplia inspiración.

 

—Pero no le di tregua, ha, ha, ha, ni tiempo para protegerse!...

 

El rostro de la mujer denotaba real excitación.

 

—…De inmediato me fui contra Ć©l!—La mujer se abalanzó contra el muƱeco tomĆ”ndole de los hombros. El trasero de la capitana se tensó y su fuerte muslo derecho ascendió, la rótula se estrelló con extrema violencia contra las colgantes frutas entre las piernas del muƱeco.

 

El bulto se elevó con la rodilla de tal manera que faltó poco para que las naranjas rompieran la tela y salieran proyectadas hacia el techo.

 

—IIIIIIAAAAAAAAA!!!!—Gritaba de nuevo Gertrudis, al tiempo que daba el rodillazo.

 

Carlitos estaba estupefacto.

 



—Ha, ha, ha, ha…Y le metĆ­ un fuertĆ­simo rodillazo en sus grandes huevas!

 

Tras el impacto la mujer se quedó frente al muñeco, la tela y su contenido aún se movían. Gertrudis se veía tensa, sudorosa y jadeaba como nunca, la excitación la dominaba.

 

—Y como quedó Ć©l?—Por fin preguntó el joven.

 

—Ha…ha, ha…Muy mal por supuesto. Vi sus ojos mientras se iba al piso, estoy segura que antes de tocar el suelo ya estaba sin sentido.

 

—Debió ser un golpe brutal.

 

—Ese rodillazo se lo di con todas mis fuerzas, —La mujer parecĆ­a calmarse—un golpe asĆ­ serĆ­a capaz de aturdir a cualquier hombre, sin importar su tamaƱo, fuerza, o…raza.

 

—Eso no lo dudo, pero que tiene que ver la raza?—El cambio de tema fue una especie de escape para el chico, o terminarĆ­a corriĆ©ndose a los ojos de la capitana como aquella vez.

 

La mujer seguƭa calmƔndose.

 

—Los hombres negros son mĆ”s resistentes fĆ­sicamente, incluso al dolor.

 

Carlitos asimiló la idea, opinó:

 

—SeƱora Gertrudis, sĆ© que era un criminal, pero pobre tipo!, y pobre de sus bolas…la verdad no creo que el ser negro le ayudara de mucho.

 

—Ha, ha…—Otra vez jadeaba—Puedo afirmar que se las dejĆ© moradas con los repetidos golpes, ha, ha… Claro que por tener las huevas negras no se verĆ” la diferencia, jajaja…

 

Con el comentario jocoso (Sólo para ella), Gertrudis retomó la demostración de potencia femenina y debilidad masculina.

 

Los golpes contra el muƱeco regresaron, cada impacto que daba a los criminales la volvƭa a calentar.

 

—Ha, ha, ha…y la pelea….terminó con otro de ellos gritando como mujer!—Gertrudis retiraba una vez mĆ”s el pie de la entrepierna del muƱeco.

 

Por fin finalizaba la demostración.

 

—Y asĆ­ les vencĆ­ a los cinco…no pudieron conmigo!—La policĆ­a estaba toda sudada y se mantenĆ­a agitada, miró al anonadado Carlitos…Mantuvo los ojos fijos en Ć©l y caminó en su dirección.

 

Ɖl joven pareció ocultarse tras el saco de boxeo…aquella imponente, fuerte y desnuda mujer venĆ­a en su dirección. En un acto de valor, emergió de su escondite, justo a tiempo para que la sonriente mujer le tocase el cuello y la mejilla. Carlitos se coloreó y mĆ”s con el beso que Gertrudis le dio en la mejilla…Fue un momento que mezclaba ternura y excitación.

 

Luego sus labios recibieron a los de la mujer, aquella mujer que podía ser su madre. JamÔs esperó eso de la capitana.

 

La entrepierna de Carlitos estaba a mil. Gertrudis le tocó la carpa de circo que se pronunciaba en su pantaloneta, la capitana se arrodilló ante el impactado adolescente.

 

Sin mover un músculo, el chico disfrutó cómo la policía le bajó la prenda, seguida por los calzoncillos. El pene del muchacho dio un brinco salpicando con una gota de presemen la cara de la capitana.

 

Gertrudis sonrió, usó un dedo para limpiarse la olorosa gota de líquido viril y la saboreó.

 

—Mmmm…EstĆ” salado—Pareció quedar hipnotizada por los 15 centĆ­metros de verga del adolescente, era un pene promedio pero la capitana ansiaba devorar cualquier pedazo de carne que tuviese enfrente.

 

Y no se pudo resistir mÔs! La boca de la mujer se cerró alrededor del colorado y joven glande y comenzó a chupar con desesperación!

 

Carlitos sentĆ­a como la saliva empapaba la cabeza de su pene, mientras era comprimido entre la lengua y el paladar de la mujer. La policĆ­a parecĆ­a querer extraer sus jugos masculinos, como si su falo fuese un tubo de pasta dental.

 

—Oh, Dios mĆ­o!, me la estĆ” chupando…La seƱora Gertrudis me la estĆ” chupando!!!—Se repetĆ­a en la cabeza del joven, quien aparte de sueƱos y fantasĆ­as, nunca espero tal actitud de la estricta capitana.

 

El bulto de la verga de Carlitos se notaba en las mejillas de la policĆ­a, que no paraba de devorarlo. El adolescente expresaba mĆŗltiples caras, estaba desesperado por resistir…Pero por su inexperiencia no aguantó mucho.

 

—NO PUEDO MƁS!!!—Alcanzó a gritar, pero a Gertrudis poco le importó, pues querĆ­a tragar semen.

 

La potencia eyaculatoria del muchacho agradó a la mujer, que recibía los chorros de esperma caliente en su lengua, interior de mejillas y garganta.

 

Carlitos palideció un instante ante tantas nuevas sensaciones…Por fin terminó de escupir su contenido testicular.

 

Gertrudis sacó el falo —ahora en proceso de flacidez—, lo lamĆ­a extrayendo la leche escondida entre el borde del glande y el prepucio. Cuando limpió por completo el blanco falo, se incorporó…Estaba enrojecida, la calentura no habĆ­a cesado. Pero no podĆ­a acostarse con Carlitos, habĆ­a un lĆ­mite en su locura temporal.

 

—Carlitos, debes irte…Ahora!—La mujer acompañó la orden, con unas suaves palmadas en los huevos—Vamos, vĆ­stete ya!

 

El joven estaba tan extasiado que no pensó en pedir sexo con ella, para el inexperto adolescente, el sexo oral de hoy era por mucho una experiencia que lo dejó satisfecho.

 

Tras vestirse se marchó en medio del tambaleo de sus piernas. Gertrudis aseguró la puerta tras su salida y se fue casi corriendo al baño.

 

Carlitos retomó fuerzas en sus extremidades y dejaría el gimnasio a toda prisa, al llegar a casa se fue directo a su propio baño, donde se masturbó frente al inodoro, tres corridas seguidas y bajó la manija del agua.

 

El deseo no amainaba, por lo que debió ducharse con agua helada…Y Ć©sta hizo efecto. Sólo con los huevos recogidos y casi adentro del cuerpo, pudo encontrar algo de calma en su pecho y verga.

 

Se fue a la cama, pero tras una hora volvió a sentir calor y deseo, su mano hÔbil fue muy usada aquella jornada.

 

En el baƱo del gimnasio tras la partida de Carlitos…

 

 

Por su parte, Gertrudis se metió bajo la tibia ducha, la mujer comenzó a tocar su clítoris, dos dedos frotaban el sensible punto femenino. Los jadeos aumentaban en intensidad, la mano libre de la mujer se ubicó en una mama y empezó a apretarla, masajearla y a pellizcar su pezón erecto.

 

El clĆ­toris de la mujer de hinchó al mĆ”ximo, el roce de los dedos la volvĆ­a loca, sus ojos de desviaban al techo de la ducha. El calor la agobiaba, abrió la llave de agua frĆ­a pero eso no bajó su ardor interno…Los dedos en sus clĆ­toris, en su pezón, todo terminó en lo inevitable!

 

El orgasmo ascendió por su pelvis e hizo temblar cada musculo de su atlético cuerpo. Minutos de placer y agotamiento la sumieron en un letargo.

 

Mientras jadeaba y retomaba el aliento se decĆ­a:

 

—Carlitos es un buen chico…tiene la polla blanca y muy linda…Pero aun no es un adulto, yo….yo necesito un hombre de verdad!!. Oh, EfraĆ­n amor mĆ­o!—Imaginaba a su esposo quiĆ©n estaba en el trabajo a esa hora—regresa pronto Ć©sta noche, porque voy a saciar este fuego que traigo con tu garrote…te voy a dejar las bolas secas y la verga cansada…

 

Finalmente salió del baño.

 

Observó el muƱeco de entrenamiento, se notaba un pequeƱo charco en el piso, era jugo de naranja, extrajo las dos frutas que usó a modo de testĆ­culos…Las sostuvo en su mano izquierda, se notaban varias rajas en ambas. Los impactos a las frutas, —sobre todo el Ćŗltimo rodillazo— terminaron rompiĆ©ndolas.

 

La mujer comenzó a jadear de nuevo, apretó con fuerza las naranjas y mÔs jugo emergió empapÔndole la mano.

 

Ante sus calenturientos ojos, aquellas naranjas eran demasiado parecidas a unos testĆ­culos, era como tener las bolas de un dotado y capado macho en sus manos.

 

Se decĆ­a entre jadeos:

 

—Vaya huevos los que tengo en mi mano… Son enormes!…maltratados!, NO!… destrozados!, destrozados y soltando liquido viril masculino!

 

Gertrudis mantuvo el apretón a las frutas mientras con la otra mano reanudaba el estímulo a su erecto botón de amor.

 

 

FIN.

 

***

 

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