Hijo de puta (8/8) Final: "Úsalos en tu boda" - Las Bolas de Pablo

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22 jul 2021

Hijo de puta (8/8) Final: "Úsalos en tu boda"

    Habían pasado algunos meses desde el desencuentro que tuve con Antonio. Cada dos semanas me hacía estudios de sangre y orina para monitorear mi salud, todo iba bien. Tras la suspensión por tres días de su televisora y una seria conversación con el presidente de la república, misma que involucraba al espectro radioeléctrico, mi hermana se calmó. Además, la intervención de TeleGlobo y los medios que me pertenecían hicieron lo propio. Por el momento esa guerra estaba terminada.

 

   En la casa había nuevos empleados, todos supervisados por Romeo. Hablando de él, oficialmente habíamos iniciado una relación, él me hacía sentir protegido, era la persona que necesitaba a mi lado, eso lo tenía claro, no solamente estaba muy enculado de ese morenazo… yo, creo que finalmente comenzaba a enamorarme. 

 

   Desde el despido de Antonio, mi hermano Ricardo era el nuevo CFO de la empresa, la separación con su hijo Eduardo, quien tenía mi misma edad, provocó un acercamiento entre nosotros, en ocasiones mi hermano me trataba como a su propio hijo. “Ambos somos Holgado”, me decía. A mi sobrino Francisco le di el proyecto turístico. TROYA era una realidad, mi relación con él y Alfonso, su padre, había mejorado mucho. Sin duda ayudó que pagué por un procedimiento carísimo para extraer directo de su vesícula seminal, una última carga de semen que se encontraba congelada en un laboratorio a la espera de que él decidiera ser padre, el linaje de mi hermano Poncho tenía salvación. Le implantaron a mi sobrino, un par de testículos de silicona que lucían muy reales a la vista y al tacto, y que eran más grandes de lo que originalmente eran los suyos. Desde lo acontecido en el campo de Golf, la relación de Poncho y Francisco, con su hermano y primo respectivamente, se rompió.

 

     El día de hoy tenía dos pendientes importantes: el primero era reunirme con Mariano; el segundo, visitar al abogado de mi padre. Era mi cumpleaños 36, por cierto, al parecer “Don Chemo” me había dejado un último regalito.

 

   —Que onda, tío —Mariano me saludó al llegar a la terraza del restaurante donde lo cité para comer—. Feliz cumpleaños—. Enseguida me dio una caja con un moño. Lo abrí, era una dotación de tres lubricantes sexuales a base de agua.

 

   —¡Mariano!

 

   —¿Qué? Aunque te hagas el “autodelicioso” (masturbación), de todas maneras te sirve.

 

   Luego de platicar durante algunos minutos de cosas triviales, extendí hacia él una carpeta.

 

   —¿Qué es esto? —preguntó Mariano, muy desconcertado.

 

   —Solo tienes que firmar y el cinco por ciento de las acciones de tu familia pasaran a tus manos, además, podrás regresar a dirigir la Fundación Holgado.

 

   —¿Y eso? —preguntó temeroso, cubriendo con ambas manos su entrepierna y mirando para todos lados—. ¿Cuál es la trampa? ¿Qué tengo que hacer?

 

   —Ja, ja, ja, nada, Mariano, nada, tranquilo —dije y le extendí una pluma—, revísalo y si estás de acuerdo firma. A estas alturas no me importa si le das estas acciones a la bruja de tu madre, lo único que sí te voy a exigir, es que no vuelvan a robar ni un solo peso de la Fundación, ni de ningún lado del Grupo León. Esa es la única condición. ¿Puedes cumplirlo?

 

   —¡Claro, Fabio! Te lo prometo —afirmó Mariano con solemnidad.

 

   Cuando me despedí de mi sobrino consentido. Romeo me llevó a ver al abogado de mi padre. Resulta que él me había dejado un testamento en video y un regalo: un par de finísimos corbatines o moños, uno negro y uno blanco, junto a una nota que decía: “Úsalos en tu boda”. No decía úsalo en singular, sino úsalos, los dos, en tu boda. ¡Wow! Conociendo él, mi orientación sexual, me había dejado un regalo como este, la verdad me sentí muy conmovido, mis ojos se humedecieron. De inmediato pensé en quién usaría cuál, si yo la blanca y Romeo la negra o al revés, supongo que lo tendríamos que definir cuando compráramos los esmóquines. En seguida, el abogado reprodujo el video en una computadora portátil, mi padre estaba en unas caballerizas, amaba los caballos.

 


    “Fabio, si estás viendo este video, significa que es tu cumpleaños inmediato posterior a mi muerte. Te quiero decir que estoy muy orgulloso de ti, espero todo marche sobre ruedas en Grupo León. Ah, ¡feliz cumpleaños!

 

    ¿Recuerdas cuando tenías trece y un día llegaste, me diste un papel y me dijiste: «Esta es mi CLABE interbancaria, deposita ahí mi domingo». Desde ese momento, yo supe que tú eras quien se encargaría de LEÓN.

 

    La verdad es que permití que  tus hermanos fueran crueles contigo, porque sin saberlo, ellos forjaron tu carácter —Sí y también me crearon severos traumas, padre—. Si Carlota no hubiera hecho lo que hizo, tú no hubieras abierto esa cuenta bancaria, ni ahorrado el dinero que te permitió pagarte tu carrera en el extranjero. Si Ricardo no te hubiera…  —mi padre hizo un pausa y avergonzado miró al suelo— torturado, tú hubieras seguido con esa idea tonta de la natación.

 

    Tienes un talento natural para las finanzas, Fabio, desde los quince años no solamente ahorrabas, también hacías inversiones, tenías ya tu propio corredor, tú mismo te documentaste, nadie te enseñó. Sabes cómo hacer trabajar el dinero, no me sorprendió tu elección de carrera universitaria. Permitir que tu hermano Ricardo te torturara no me enorgullece, y lo lamento mucho, Fabio, perdóname, pero no me arrepiento.

 

   Además de todo, tal vez no lo sepas, o quizá sí. Eduardo no es hijo de Ricardo. Mi hijo mayor no tiene un heredero y se ha hecho… bueno, a estas alturas es ya un anciano. Él era el único que podía quitarte esa posición y quedó descartado. Tú eres joven y brillante. El único legítimo heredero de León”

 

   Lo que él me decía aquí, no concordaba con lo que leí en aquella carta que me entregó el padre de Romeo. En ella, el decía que a Mariano era a quien iba a heredar, y que debido a su cambio repentino de salud, decidía heredarme a mí.

 

   —¿Cuándo fue grabado esto? —pregunté.

 

   —El video, hace un par de años, el testamento ha estado escrito desde hace casi veinte. No se le hizo ningún cambio —me informó el abogado—. Al día siguiente de que partiste a Harvard, tu padre me citó para redactarlo.

 

   —¿Estás seguro? ¿Mi padre no hizo cambios en todo este tiempo?.

 

   —No, Fabio, como él mismo te lo dice, desde hace cerca de veinte años, él ya sabía que tú heredarías Grupo León. El testamento lo tuve resguardado todo este tiempo —afirmó el abogado.

 

   Si la carta era falsa, entonces, ¿quién la fabricó? Absorto en mis pensamientos abordé mi camioneta y le pedí a Romeo llevarme al banco, quería poner en mi caja de seguridad, este último regalo, junto a los otros que mi padre me había dado durante toda mi vida. Además, ahí también tenía guardada aquella carta y necesitaba verla.

 

Una de mis cajas de seguridad.

   Una vez estuve a solas dentro del banco, comparé la letra de la carta con la de la nota que me dejó mi padre: “Úsalos en tu boda”, deben saber que cada regalo iba acompañado de una nota, así que frente a mí tenía un historial de la caligrafía de mi padre. Aunque a simple vista parecía ser su letra, algo parecía artificial en dicha carta. No había duda, fue fabricada, pero quien haría algo así, y... ¿por qué?. Al salir de ahí no intercambié palabra alguna con Romeo, llamé a mi secretaria y le pedí reagendar mis citas, quería volver a casa para reflexionar.

 

   —¿Te pasa algo? —preguntó Romeo cuando llegamos a mi habitación—. Desde que saliste de ver al abogado, estás muy raro.

 

   —La carta es falsa —dije—. La que me dio tu padre, estuve pensando si decírtelo o no. No estoy diciendo que él la haya fabricado, pero sí, quizá alguien más.

 

   —Te puedo llevar al rancho, si gustas, para que se lo preguntemos, a mí me interesa también descubrir la verdad —ofreció Romeo.

 

   —No  “Beibi”, esta vez mandaré llamar a tu padre, dile que venga aquí, si puede mañana, mientras tanto medito un poco las cosas. Por favor, no le digas nada acerca del motivo —pedí a mi novio. Ni loco iba a regresar a ese rancho por donde “Dios no pasó”—. Es más, si puedes, ve por él tú mismo, tráelo y llévalo cuando terminemos de hablar.

 

   —Entendido —dijo mi guardaespaldas y me dejó a solas.

 

   En aquel momento, mi teléfono sonó, en la pantalla leí el nombre de “Basura”, él no me había buscado desde que lo corrí. ¿Cuál sería la razón de llamarme ahora?

 

  —¿Qué chingados quieres, Ferreira? —respondí.

 

  —¡Fabio! Escúchame bien, Romeo no es quien dice ser —dijo Antonio un poco apurado—. Anabela me contó que hace años se acostó con él y ha tenido muchas novias, es un Don Juan, ella mete las manos al fuego por su heterosexualidad, no es gay, te lo repito, NO ES GAY, ni bisexual, solo lo hace por conveniencia.

 

   —Espera, ¿qué? —pregunté.

 

   —He investigado más en estas últimas semanas, su padre es una “fichita”, Fabio…

 

     Romeo entró en ese momento, traía un vaso con jugo, así que alejé el celular de mi oído, colgué y lo coloqué en modo vibrador, no sé qué me llevo a reaccionar de tal modo, él era mi novio. ¿Por qué, de buenas a primeras desconfiaba de él? Se acercó hacia mí y me sentó en la cama.

 

   —Bebe —dijo. Yo tomé el vaso y fingí que se me caía al piso, manché la alfombra que rodeaba mi cama.

 

   —Lo siento, perdón, con todo lo que traigo en la cabeza… —dije.

 

   Él sonrió, me abrazó y me besó en la frente.

 

   —No te preocupes, enseguida te traigo otro, bebé —dijo y se marchó.

 

   Busqué en mi bolsa del pantalón el teléfono, ya no lo tenía conmigo. Lo busqué en el suelo, debajo de la cama, entre el buró, cerca de la cabecera, no estaba. Eso significaba que al abrazarme, Romeo lo sustrajo de la bolsa de mi pantalón. Me dirigí a la puerta de mi habitación, la encontré cerrada con llave por fuera, yo estaba encerrado en mi propia casa.

 

   Me recosté en la cama para esperar a que Romeo volviera con el jugo prometido, mi plan era hacerle creer que no me había movido de ahí, por consiguiente, ni enterado estaba de que la puerta estaba cerrada. Él regresó con un nuevo vaso, colocó una rodilla en el borde del colchón y lo extendió hacia mí. Yo lo tomé, arrojé el contenido en su cara y me precipité hacia la puerta abierta.

 

   En el umbral me bloqueaban el paso la cocinera, dos de las sirvientas y el jardinero.

 

   —Ja, ja, ja, ja, ja... ja, ja, ja, ja, ja —comenzó a reír Romeo desde mi cama—. Ay Fabiruchis, ¿crees que puedes escapar de mí? He tolerado que me toques la verga y que me la chupes, pinche maricón. Te la he tenido que mamar, ¡qué puto asco! —hace un gesto sacando la lengua—. Hasta te permití pegarme en las bolas, maldito enfermo. ¿Crees que después de todas las molestias por las que he pasado, te voy a dejar ir? No me hagas reír, maldito joto, maricón.

 

   Ahora que lo pensaba más fríamente, su traición no me dolía tanto como la de Tony, eso quería decir que, a pesar de todo, mis sentimientos por Romeo no eran tan fuertes como yo creía. Lo que en aquel momento sentía era miedo, porque no sabía cómo salir de tal situación.

 

    El personal de servicio me sujetó de los brazos, Romeo se acercó a mí, me agarró de los testículos y apretó con toda su fuerza, en sus ojos había verdadero desprecio hacia mí.

 

—¡Ay! ¡Ah! ¡Aaah! —yo comencé a gritar y a sacudirme. El dolor invadía mi cuerpo, aun así, sin poderlo controlar, la verga se me paró.

 

—¿Ves lo que te digo? Eres un enfermo —dijo sin soltar mi escroto. De la bolsa de su saco extrajo una jeringa, con la boca le quitó el tapón e inyectó su contenido en mi cuello. Pasados unos segundos, quedé inconsciente.

 

No sé cuánto tiempo tuvo que pasar para volver en mí. Cuando desperté tenía el cuerpo entumecimiento, estaba sentado en una vieja silla de madera, mis brazos reposaban detrás en la espalda y estaban amarrados por una soga que también me envolvía el pecho. Mis piernas también estaban sujetas a las pata de la silla. Sentí verdadero miedo cuando mis ojos detallaron el lugar donde estaba. Era el rancho en medio de la nada de los Moreno.

 

El hermoso rostro de
la maldad.
—¿Ya despertaste, mi amor? —escuché la voz de Romeo en mi oreja. Me había llegado por detrás en silencio y colocado su mano en mi hombro—. Bienvenido de nuevo a mi casa.

 

El sonido del arrastre de unas ruedas paralizaron mis nervios. El viejo Luciano también estaba allí, en su silla.

 

—¿Qué significa esto? —pregunté.

 

—El fin —aseguró Romeo apretando sus uñas en mi hombro.

 

—Así que el único heredero de Don Chemo, resultó ser una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre —dijo Luciano.

 

—¿Qué dice? —interrogué confundido.

 

Romeo dejó de lastimar mi hombro y caminó adelante para darme la cara.

 

—Todo fue una mentira, Fabio. Nosotros planificamos todo.

 

—¿Por qué?

 

—Por años hemos servido para la familia Holgado —explicó el viejo—. Cuidamos a tu abuelo, tu padre y a ti. Nunca hemos obtenido un beneficio por nuestros servicios.

 

—¿Qué dice? —repetí. Empezó a crecer una furia en mí y evoqué unas palabras de mi hermano Ricardo—. Mi familia siempre les ha calmado el hambre a ustedes.

 

—¡No seas insolente! —gritó Romeo clavando su puño en mi rostro. El daño fue de lleno en mi pómulo que seguramente se puso rojo al golpe.

 

—Todo lo que ves a tu alrededor tuvimos que comprarlo.

 

—¿Y qué esperaban? —fulminé con mi mirada—. ¿Un regalo de beneficencia? ¿Querían suscribirse a la Fundación León?

 

—Esperaba gratitud de parte de los Holgado —alegó el viejo Luciano—, por proteger a tu estúpido padre quedé postrado en esta maldita silla de ruedas.



—Mi padre a usted lo quería, siempre estuvo con usted.

 

—Sí, me llegó a considerar su amigo. Me confesó muchas cosas de tus hermanos, de ti.

 

—Y de la clase de joto que eras —complementó Romeo, el muy cabrón trasladó su mano a mi entrepierna y se adueñó de un puñado de mis huevos aparentando muy fuerte.

 

—¡AAAAAAAARG! —grité. Se me quedó mirando fijamente al rostro con una sonrisa mórbida. Antonio siempre decía que cuando él me apretaba los huevos las venas en el cuello se me hinchaban. Estoy seguro de que eso miraba Romeo muy feliz. Yo gritaba muy fuerte, tenía la mandíbula abierta. Sentí como mi estómago se encogía y mis testículos colapsaban en sus manos cerradas.

 

—Literal no sabes el asco que me daba compartir cama contigo. Joto de mierda. Tuve suficiente estómago para estar contigo. Sé que el esfuerzo valió la pena.

 

Romeo dio un último apretón de bolas que me hizo saltar en mi asiento. Quedé jadeando del dolor resbalando algunas babas, debí de verme patético. El otro viejo comenzó hablar, en medio de sus palabrerías pude entender qué:

 

—Chemo a pesar de todo te quería mucho, muchacho —dijo Luciano—, eras el hijo de la verdadera mujer que lo amó, decía él. Cuando murió te llevó con él y sus hijos, quienes se fueron contra ti. Inventar que sus hijos lo querían ver muerto fue muy fácil.

 

—¿Qué dice? —interrogué lleno de confusión.

 


—Además de maricón ¿eres sordo? —se burló Romeo, apretó su puño y me golpeó con los nudillos en mis bolas.

 

—¡AAAAAAAAH!

 

Salté cuando sentí que mis huevos se aplastaban con la fuerza de su puño. Comencé a dar arcadas, por fortuna para mi dignidad no vomité.

 

—Lo que oyes. Todo fue un plan de mi parte y de mi hijo, Romeo Don Chemito aseguró, desde años supe que tú heredarías todo, tu padre admiraba la forma tan soberbia que mantienes para administrar, mejor que tus hermanos. Entonces decidí fundar en él la semilla de la duda. Comencé a decir que uno de sus hijos lo estaba envenenando. Me creyó y quiso hacerse los primeros exámenes.

 

—Ahí comencé a actuar yo —dijo Romeo. Apretó el puño y empujó a mis huevos tres golpes consecutivos que me revolvieron toda la leche ahí contenida y me dolió en el alma. Me quejé y chillé durante algunos minutos, hasta que él se fastidió de esperar y me tomó del cabello halándolo hacia atrás para levantar mi cabeza y mirarnos a los ojos—. En eso comencé a trabajar yo, chingados. No soy un puto como tú, el médico que te atendió a ti y a tu padre, fue mi cuñado. Hablar con él solo bastó para acomodar los resultados de sangre que Don Chemo se hizo. Por supuesto que contigo sí fue diferente. A ti te envenené. Obviamente no tan drástico, te queríamos vivo de momento, pero solo para que manifestaras los primeros quebrantos en tu salud y asegurarme que desconfiaras y te alejaras del otro maricón de Ferreira. Par de niñas ustedes dos, ¡me dan asco! —me dio una bofetada humillante—. El plan original era enamorarte y que te casaras conmigo por voluntad propia, si no hubieras descubierto lo de la carta...

 

Dije algo que no pudiera entender.

 

—¿Qué dijiste, puto? —preguntó aguzando el oído.

 

Volví a repetir algún trabalenguas extraño. Romeo se acercó a mi cara.

 

—Dije que eres una basura —me limite a decir. Acto seguido lo escupí con todas mis ganas. Asco me dio a mi ver esa gargajo en su mejilla, ja, ja, ja. Lo más abundante de mi vida. Ok, ya, dejemos lo escatológico para mañana.

 

Romeo se enfureció, se limpió el rostro y me dio un puñetazo en el estómago, después levantó su calzado y lo apuntó a mis testículos aplastando ambos. Comencé a gritar y saltar desesperado del dolor. Tenía la boca y los ojos abiertos.

 

El viejo Luciano Moreno se reía con malicia.

 

El elemento responsable de que Romeo terminase mi tortura genital fue el toque externo de la puerta de entrada.

 

—Ya tuvieron que haber llegado —comentó Luciano.


Romeo se plantó sobre sus pies.

 

—¿Quién? —pregunté.

 

Viudo de Holgado
—El Juez y el notario —respondió Romeo.

 

—¿Para qué chingados quieren a un juez y a un notario? —interrogué mientras volvían a insistir con la puerta.

 

—Para que nos casen, y certifiquen un testamento donde me heredas, mariconcito. Seremos marido y "marida", como tú querías... Te quedarás aquí conmigo encerrado por lo menos una semana y a la otra partes para otro mundo. Y me quedaré como el desconsolado Romeo viudo de Holgado, triste, pero forrado en billetes.

 

—Tendrás que arrancarme la mano si quieres mi firma.

 

—Conste que lo estamos haciendo a la buena —dijo Romeo, mientras su padre se dirigía a la puerta—. Él estará aquí, mi papá tiene mucha experiencia falsificando firmas, ya viste como te tragaste el bulo de tu carta de herencia. Mi madre era taquígrafa y le enseñó mucho a papá.

 

—¡No firmaré nada!

 

—Firmarás quieras o no —Romeo acarició con el dedo la punta de un revólver guardado en su pantalón.

 

—¡No firmaré ni madres! Después de todo voy a morir.

 

—Harás lo que yo ordene —aseguró Romeo extrayendo el negro revólver y apuntándome.

 

—¡No voy a firmar nada, maldito muerto de hambre!

 

Romeo se enfureció muchísimo.

 

Aquí estoy contándole la historia a San Pedro para que me abra la puerta del cielo………… ¡Carajo¡ ¡Debiste haber visto tu rostro! ¡Se te alzaron las cejas y te sorprendiste! Ja, ja, ja, estoy vivo, tan vivo como tus ganas de frotarte allí abajo. ¡Ja, ja, ja! Déjame contarte lo que sucedió después porque fue digno de una telenovela rosa.

 

Hubo un tumulto en la entrada y el padre de Romeo comenzó a gritar y negar como loco, lo llamó desesperado, y Romeo se puso confuso y nervioso. El corazón me dio un vuelco cuando a esa sala llegaron un montón de hombres fuertemente armados, tenían el uniforme blanco, era la Guardia Nacional.

 


El pinche Romeo no supo qué hacer, con lo fuerte que parecía, lo traicionaron los nervios que el brazo le tembló. Obviamente su revólver parecía un juguete delante de las armas de esos tipos. Así que hizo todo lo que le dijeron. Depositó el arma en el suelo y se llevó las manos a la cabeza mientras llegaban a él y lo esposaban.

 

Me liberaron, me hicieron algunas preguntas de rigor sobre cómo estaba y que tenía que dar unas declaraciones. Me hicieron salir de ese miserable rancho donde vi al viejo Luciano con las esposas en sus muñecas.

 

A una distancia considerable para que los vehículos no fueran escuchados por esos secuestradores de bajo nivel estaban todos estacionados. Divisé a mi alto y apuesto Antonio, Tony, Tony bebé aguardándome, hasta lucía hermoso con un chaleco antibalas, me rio porque se lo hicieron poner para nada, pero igualmente estaba guapo.

 

De solo verlo corrí con todas mis fuerzas hacia él y fui recibido por sus grandes brazos. El apretón que sentí fue de lo más paternal que me habían dado en mucho tiempo. Comencé a llorar.

 

—Ay, Fabio, meu Fabio, amorzinho. ¿Estás bien? Me preocupé mucho, mucho.

 

Yo estaba aferrado a él y él me sostenía de una manera muy especial. Nunca olvidaré su abrazo tan suave, tan protector, tan todo. Yo llenaba su hombro de mis lágrimas.

 

Mi héroe.
Cuando pude calmarme, él me miró con sus lindos ojos verdes.

 

—No sé qué harás a partir de hoy, pero no te dejaré ir. De ser necesario seré tu chófer y guardaespaldas. Por supuesto tu chef.

 

—Tony —aquello hizo que volviera a abrazarlo. Es horrible estar al borde de la muerte.

 

—Sé que estás confundido —indicó Tony—. Cuando tengamos tiempo te explicaré con detalles. Por ahora te diré que luego de llamarte fui a tu mansión y alcancé a ver cuando te sacaron desmayado al auto y ese imbécil te trajo aquí.

 

   Les resumo lo que sucedió. Tony bebé estaba desesperado temiendo por mi vida y la de él, por supuesto solo no iba a poder hacer nada. Recordó que tenía el número telefónico del presidente de la República, él fue quien me puso en contacto con él para mi reunión meses atrás. Le relató lo sucedido y así fue como se ordenó de inmediato ese despliegue policial de película.

 

—Después de todo Holgado es un aliado estratégico del presidente —dijo Tony con una sonrisa—, te quiere vivo, a ti y a tu dinero.

 

Volviendo al estúpido de Romeo, cuando pude retomar mi seguridad y fuerza lo enfrenté. Me acerqué a él antes de que lo hicieran subir al vehículo policial.

 

—En cuanto a ti, cabrón —le dije apuntando con mi dedo índice—. Óyeme, bien. Tengo todo el poder del mundo para hundirte en la cárcel y cuando estés dentro me encargaré de que los presos te dejen el culo como a la bandera de Japón.

 


Dicha mi magistral amenaza apunté una fortísima patada en las bolas de mi ex amante. Pude sentir sobre la base de mi zapato la carne blanda de sus estriparse en su pelvis.

 

El infeliz cayó al suelo dando un grito, quejándose y tosiendo. Unió sus rodillas y se fue abajo. ¿Recuerdan cuando John Layfield pateó a John Cena en las bolas y él estaba esposado y nada podía hacer por sobárselas? Pues así quedó el pobre infeliz ante mis pies, escupiendo dolor con las manos tras la espalda sin poder agarrar sus jodidas canicas.

 

Tengan por seguro que le espera un futuro negro, ustedes saben lo vengativo que soy, mi mayor pecado y mi orgullo.

 

Tony me sujetó del hombro y me ayudó a subir a su camioneta.

 

—Encárgate de llamar a mi abogado —le dije cuando comenzó a manejar—, quiero que esos dos paguen por todo lo que hicieron. Falsificación de documentos, estafa, atentaron con mi vida. Llama cuanto antes a Obregón —me quedé un rato en silencio y me eché a reír, mire a Tony que no quitaba la vista del frente, íbamos en medio de la procesión oficial.

 

—¿Por qué la risa, mi amor? —preguntó.

 

—Me quedé tan acostumbrado a que eras mi empleado, que solo te doy órdenes. Tengo que acostumbrarme a verte como mi novio.

 

Tony bebé me mostró una hermosa sonrisa.

 

—Desde hoy seré tu todo, además de tu novio, tu secretario personal.

 

—Uf, que divino. Cuando salgamos de todo esto, también quiero que vayas a la joyería y compres nuestros anillos de boda.

 

Antonio levantó sus pobladas cejas, condujo a la derecha aparcando la camioneta estacionando un momento.

 

—¿Qué sucede?


 

—No me casaré contigo.

 

—¿Qué?

 

—Al menos que cumplas una condición.

 

—¿Ah?

 

—Debes asistir con un psicólogo.

 

—¿Qué demonios dices? ¡No estoy loco!

 

—Loco de amor por mí. Yo sé que no estás loco. Pero no quiero que luego al sentirte amado vayas a huir, yo te perseguiré por supuesto. Pero te quiero ayudar y necesitas ayuda. Además, no sé cómo le vas a hacer, pero tienes que reconciliarte con tus cinco hermanos.

 

—¿Qué verga... los cinco? —Me crucé de brazos y miré por la ventanilla con mal genio.

 

—Uf, que divertido —comentó Tony reanudando la marcha—, nuestra primera discusión como pareja… en mucho tiempo.

 

Sonreí.

 

Han transcurrido dos días desde aquello, no los aburriré con pleitos judiciales porque ya saben lo que le espera a “Romea” en los próximos días, sí, leyeron bien. Entre tanto, Tony y yo, bueno, aquí tengo mi exquisito anillo de compromiso, todavía no nos casamos, pero no puedo esperar tanto tiempo. Sí, ya saben las condición que tuve que aceptar.

 


Deslizo mi ropa interior por mis muslos y mi polla salta erguida como una lanza. Tony bebé me espera desnudo sobre la cama, velludo, varonil, hermoso, guapo. Su pene también quiere acción.

 

Me acomodo sobre él y lo empiezo a besar en el cuello, él gime y se ríe abrazándome.

 

Si te quieres pajear con mi encuentro sexual con Tony bebé tendrás que conocer otra historia, porque esta noche de fuego, sexo y pasión solo será de Tony bebé y yo. Y no la vamos a compartir con nadie. Adiós y se me cuidan. Les quiere Fabio Holgado Rey, el rey León. Uf, pero que rica la verga de mi Tony……… ooooooh, si pudieran conocer la clase de encantos que le estoy por hacer……… ¡oooooooh! Los lubricantes que me regaló Mariano no van a ser suficientes.




     Esta serie fue escrita en conjunto con el adminsitrador del blog, como un experimento. Acordamos escribir la mitad de cada capítulo y que el otro resolvía cómo  terminar el episodio. Esperamos les haya gustado y que el "plot twist" incluído en este final los haya sorprendido. Si Romeo les rompió el corazón, una disculpa.




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