Hijo de puta (5/8): Christian Grey a lo mexicano - Las Bolas de Pablo

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1 jul 2021

Hijo de puta (5/8): Christian Grey a lo mexicano

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Ballbusting hombre/hombre


Estas en la quinta parte de esta historia, aquĆ­ puedes encontrar la cuarta parte, que precede a esta. Si gustas puedes leerla desde el inicio.


   Acababa de salir de Palacio Nacional, me habĆ­a reunido con el presidente de la RepĆŗblica. Puse a su disposiciĆ³n los recursos del Grupo LeĆ³n, asĆ­ como los medios de comunicaciĆ³n que reciĆ©n habĆ­a adquirido, mi intenciĆ³n era formar una alianza estratĆ©gica con su gobierno. ¿El motivo? Me encontraba en una guerra mediĆ”tica con mi hermana Elena y sus dos hijos: Paolo y Anabela.


   ¿Recuerdan cuando les platiquĆ© que los principales periĆ³dicos, revistas, televisoras y radiodifusoras en el paĆ­s tenĆ­an el sello Holgado y que eran buitres que servĆ­an al mejor postorAltagracia Ferrer no era una pobretona, la difunta madre de mis medios hermanos heredĆ³ de su padre un imperio de medios de comunicaciĆ³n, mismos que catapultaron los negocios de Don Chemo. La seƱora al morir, dejĆ³ todo a nombre de su hija consentida, Elena. 


   La Editorial Holgado, dirigida por Anabela, la televisora TELEFERR comandada por Elena, HFRadio con Paolo a la cabeza y todas las filiales del Grupo Teleferr, no pertenecĆ­an oficialmente al Grupo LeĆ³n. PoseĆ­a las acciones que pertenecĆ­an a mi padre, pero no el control total ni el poder para llegar y despedirlos. “Elena estĆ” blindada, no hay nada que puedas hacer contra ella”, fueron las palabras de Tony cuando conversamos al respecto en semanas previas.

 

   —No puedes comprar sus acciones, eso solo los beneficiarĆ­a, los precios subirĆ­an por las nubes, en caso de que vendieran, se irĆ­an forrados en billetes, les harĆ­as un favor —dijo mi CFO.

 

   —Eso ya lo sĆ©, no soy estĆŗpido —respondĆ­.

 

   —Mi consejo es que, en primer lugar, LeĆ³n y Teleferr rompan cualquier relaciĆ³n que tengan. En segundo lugar, adquiere otros medios de comunicaciĆ³n y forma tu propia rama, dinero te sobra y serĆ­a mĆ”s barato. En tercer lugar, busca una alianza con el presidente.

 

   —¿El presidente? —preguntĆ© desconcertado.


 

   —¿QuĆ© acaso no te enteras de lo que sucede en tu paĆ­s? —preguntĆ³ Tony—. Teleferr es una empresa corrupta, durante aƱos recibieron dinero de la FederaciĆ³n para aplaudir todo lo que los presidentes hacĆ­an, manipulando a la opiniĆ³n pĆŗblica. Como este nuevo gobierno es “anticorrupciĆ³n”, no les estĆ” pagando, los ha dejado libres. ¿QuĆ© han hecho con esa libertad? Lo mismo de siempre: venderse. Esta vez a los partidos de oposiciĆ³n e intereses privados para atacar al presidente actual. Hay mucha gente a la que no le conviene las ideas que trae.

 

   —La vieja confiable: el enemigo de mi enemigo, es mi amigo.

 

   —Exacto, Fabio —dijo Tony—. En cuarto lugar, tienes que jugar la carta LGBTTTIQ+

 

   —¡Me lleva!

 

   —Hemos estado recurriendo al argumento de la homofobia para defenderte. Hasta el momento ha salido bastante bien. Tienes el apoyo de “la comunidad”, eres el gay mĆ”s cĆ©lebre de este paĆ­s.

 

   Les cuento que desde el dĆ­a de la lectura del testamento, los periĆ³dicos, la radio y la televisiĆ³n de mi hermana no habĆ­an  parado de esparcir mentiras y rumores sobre mĆ­. El equipo de relaciones pĆŗblicas de LeĆ³n habĆ­a manejado una agresiva estrategia en redes sociales para revertir la mala opiniĆ³n que el paĆ­s en general tenĆ­a acerca de mĆ­. Hasta se habĆ­a insinuado que yo matĆ© a mi padre. ¿Pueden creerlo?

 

   Tony bebĆ© habĆ­a arreglado ademĆ”s, una entrevista con TeleGlobo, un medio latino en los Estados Unidos para que hicieran un programa especial, en Ć©l narrarĆ­a mis devenires. Este medio harĆ­a tambiĆ©n una investigaciĆ³n periodĆ­stica a fondo de mi vida. Lo crean o no, hubo un tiempo en el que yo me desenvolvĆ­a con soltura en el barrio de Tepito, eso ocurriĆ³ cuando, segĆŗn mi padre, vestĆ­a como pordiosero. ConocĆ­ a mucha gente de otra esfera social, ellos me trataron mĆ”s como familia que mi propia sangre.


Elena Holgado Ferrer
    Aparte de la guerra que librĆ”bamos en aquel momento, no tenĆ­a ningĆŗn conflicto con mi hermana Elena. Cuando yo tenĆ­a unos tres o cuatro aƱos, ella me ponĆ­a vestidos de Anabela y me trataba como niƱa, mi sobrina era un aƱo mayor que yo. Mi padre la sorprendiĆ³ y la reprendiĆ³ muy agresivamente. Recuerdo que la jalĆ³ de los cabellos y la arrastrĆ³ por las escaleras hasta la entrada principal. Algo asĆ­ como: “Ć©l es mi hijo —inserte algĆŗn insulto—, y a diferencia de ti, Ć©l sĆ­ tiene huevos”, fue lo que Ć©l le dijo. Desde entonces, Elena fue en mi vida algo parecido a un fantasma, se mantuvo alejada de cualquier interacciĆ³n conmigo.

 

    Hasta el dĆ­a de su muerte, Don Chemo atribuyĆ³ a mi hermana mi homosexualidad. Ese fue el motivo por el cual la vieja Altagracia otorgĆ³ sus favores y bendiciones a Elena, en un intento por balancear las cosas. Yo no creo que me afectara lo que ella hizo, no me siento mujer, sĆ© que soy un hombre, la Ćŗnica diferencia es que sexualmente me atraen los de mi propio gĆ©nero.

 

     Tony habĆ­a estado trabajado sin descanso desde que llegĆ³. Ese hombre daba todo de sĆ­, yo esperaba que lo hiciera porque todavĆ­a me amaba. Era casi la media noche, nos encontramos reunidos en su oficina detallando los puntos que al dĆ­a siguiente tratarĆ­a con el presidente. Me acerquĆ© a Ć©l por la espalda y comencĆ© a masajear sus hombros.  

 

   —¿QuĆ© haces, Fabio? No —dijo retirando mis manos mientras se levantaba de su asiento.

 

   —¿QuĆ©? Has trabajado mucho, Tony, solo quiero agradecerte —dije con una sonrisa traviesa, aproximando mi cuerpo al suyo.

 

   —NĆ£o Ć© necessĆ”rio, es mi trabajo, me pagas bastante bien —dijo retrocediendo para evitar tener contacto conmigo—, y prefiero que me llames Antonio.

 

   —Creo que nos harĆ­a bien relajarnos, Tony —dije tocando con mi mano su entrepierna. ¡Dios! Me encantĆ³ poder sentir aunque fuera por unos segundos el suave pene de aquel hombre—. Y recordar viejos momentos.

 

   El director financiero retirĆ³ mi mano de su cuerpo y se escurriĆ³ fuera de mi alcance.

 

   —No, Fabio, no. Vine aquĆ­, porque solamente un tonto rechazarĆ­a una oportunidad como esta: ser director financiero de una de las empresas mĆ”s importantes del planeta —dijo Antonio con severidad—. Por favor, te pido que respetes mi trabajo, y que me respetes.

 

   —¿Seguro que no quieres esto? —preguntĆ© desabotonando mi camisa, abriendo la hebilla de mi pantalĆ³n y sujetando mi paquete al frente, mientras me relamĆ­a la boca.

   —¡Eres un hijo de puta, Fabio Holgado! —expresĆ³ con enojo. Que justamente mi Tony, despuĆ©s de lo que habĆ­amos pasado las Ćŗltimas semanas me llamara asĆ­, me doliĆ³.

 

   —¿CĆ³mo te atreves? ¿QuiĆ©n te crees? —preguntĆ© molesto.

 

   —¡TĆŗ me abandonaste, cabrĆ³n! HabĆ­amos hecho planes, nos irĆ­amos a vivir a Nueva York, tĆŗ y yo, juntos. Un dĆ­a simplemente desapareciste, te largaste a la costa oeste, imbĆ©cil. ¡A Stanford! SegĆŗn tĆŗ, a hacer un doctorado. Me enterĆ© por amigos en comĆŗn, porque tĆŗ, maldito pendejo, ni una nota me dejaste —dijo con los ojos llorosos y la voz entrecortada—. DespuĆ©s de eso, ¿crees que existe alguna forma en que yo pueda tener algo contigo? ¿Acaso piensas que no tengo dignidad o que soy de piedra? ¿Crees que haber tenido una vida difĆ­cil te da derecho a joder la vida de los demĆ”s? Eu te amava, vocĆŖ foi a coisa mais importante para mim… en cambio yo, ni siquiera una nota de despedida de tu parte merecĆ­.


   —¿Terminaste? —preguntĆ© con sentimiento.

 

AsĆ­ de furioso 
estaba Ton... Antonio.
   —EstĆ”s jodido. ¿Sabes quĆ©? No voy a permitir que me jodas —al decir esto, tomĆ³ su saco, cartera, celular y llaves, y saliĆ³ de la oficina.  

 

   Que “estoy jodido”, eso ya lo sabĆ­a. DebĆ­a agradecer a Ton… Antonio, Ć©l me acababa de recordar que yo no merecĆ­a ser amado. No lo pensaba en un tono de autocompasiĆ³n, yo en verdad me habĆ­a comportado como un hijo de puta, merecĆ­a lo que me acaba de decir, no lo culpaba, al contrario, lo aceptaba. Aun asĆ­ me dolĆ­a, y mucho, me habĆ­a lastimado a mĆ­ mismo y lastimado a quienes me han amado, y no sabĆ­a cĆ³mo solucionarlo. PasĆ© casi una hora lamentĆ”ndome en la oficina, hasta que llegĆ³ Romeo, tocĆ³ a la puerta y la abriĆ³.

 

   —¿Se puede?  —preguntĆ³. Yo me encontraba con las manos en la cara y mis codos apoyados sobre el escritorio—. Disculpe la intromisiĆ³n, es casi la una de la maƱana, deberĆ­a descansar, maƱana se reĆŗne con el presiden… —levantĆ© mi rostro y me vio.

 

   En ese instante, girĆ³ el sillĆ³n ejecutivo, me tomĆ³ de la mano para ponerme en pie y me abrazĆ³ con fuerza, presionĆ³ mi cuerpo contra el suyo, incluso sentĆ­ su pene contra mi pierna, asĆ­ me mantuvo durante algunos minutos. Poderme recargar en Ć©l, sentirlo, olerlo, era algo que habĆ­a querido hacer desde que lo conocĆ­.

 

   —Disculpe, es solo que… verlo asĆ­… yo… —dijo moviendo las manos incĆ³modamente, una vez que dejĆ³ de abrazarme—. Se supone que debo protegerlo y cuidar de usted. Me excedĆ­.

 

   —EstĆ” bien —dije palmeando su hombro—. No te preocupes.  ¿Crees que podrĆ­as enseƱarme algo de defensa personal?

 

   —Claro que sĆ­ —dijo el guardaespaldas.

 

   —MaƱana mismo, ¿puede ser?

 

   —Cuando usted diga —Ć©l respondiĆ³.

 

   —TĆ©cnicamente serĆ­a “al rato”, porque ya es maƱana, ve la hora. Vi cuando mi hermano Ricardo te pegĆ³ ahĆ­.

 

   —¿AhĆ­ donde? —preguntĆ³ Ć©l, yo seƱalĆ© con la mirada su entrepierna, al hacerlo me di el gusto de admirar su bulto por un par de segundos.

 

   —¿Crees que podrĆ­as entrenarme para resistir? AsĆ­ como tĆŗ.

 

   —Claro —respondiĆ³ con su hermosa sonrisa—. Pero no soy tan resistente como usted cree, si recibo una patada directa bien potente o un fuerte rodillazo, seguro caerĆ­a al suelo. ¿QuiĆ©n no? Ni hablar si me los agarran y aplastan como Mariano hizo con usted. Al contrario, creo que usted aguanta mĆ”s que yo.

 

   —¿Puedo ponerte a prueba? AquĆ­ y ahora —dije llevĆ”ndolo contra una pared.

 

   —Si eso quiere —respondiĆ³ sumisamente. Algo no se sentĆ­a correcto, parecĆ­a que abusaba de mi posiciĆ³n.

 

   —Eres un buen hombre —dije y di media vuelta para dirigirme a la puerta. Ɖl tomĆ³ mi mano, tirĆ³ de ella y la frotĆ³ contra su entrepierna.

 

   —Lo digo en serio, usted puede golpearme, si eso es lo que quiere —al decir esto, me tomĆ³ por la cintura, atrajo mi cuerpo hacia el suyo y abriĆ³ las piernas— deme un rodillazo… o varios, los que yo aguante. No lo voy a dejar ir, a menos que me obligue a soltarlo y me haga caer al suelo. TambiĆ©n puede aplastĆ”rmelos, si eso le gusta. 


   MirĆ© sus ojos, por Dios que es muy lindo Romeo. Cualquier persona seria feliz de vivir con Ć©l, transpira un aire de masculinidad, seguridad y confianza. Siempre me ha sorprendido que debajo de ese traje de corbata y saco con un cuerpo grĆ”cil tenga la fuerza de 1000 hombres. Por aƱos sus antepasados sirvieron en cuestiĆ³n de defensa a mi familia.

 

   —¿QuĆ© espera, jefe? —susurrĆ³ Romeo.

 

   ColoquĆ© mi dedo Ć­ndice a la altura de su cuello, fui bajando lentamente, atravesĆ© su ombligo y lleguĆ© a la entrepierna, toquĆ© un poco su pene, me sorprende que no estĆ© completamente erecto, debe tener un buen tamaƱo, estĆ” acomodado hacia la derecha lo que me deja comprobar que sus bolas descansan a mi merced sin algo que interfiera del contacto con mi rodilla.

 

   Echo mi pierna hacia atrĆ”s y no rompo el contacto visual, debo parecer bastante puto y cachondo. Un Christian Grey homosexual, ¡que risa!

 

   Romeo traga saliva, esperando lo peor para su hombrĆ­a.

 

   ¡Quiero hacerlo mĆ­o de una buena vez por todas!

 

   SubĆ­ mi rodilla entre sus piernas abiertas.

 

    Mi guapo guardaespaldas se sobresaltĆ³ e hizo un ruido con la garganta, apretĆ³ los dientes y se supo aguantar como el verdadero macho que es. Dio un respiro.

 

   —No ha sido tan fuerte, prepĆ”rate porque el que viene si te dejarĆ” estĆ©ril —dije con una sonrisa. Mi polla estaba que me reventaba el pantalĆ³n.

 

   Lo tomĆ© firmemente del hombro y Ć©l hizo lo propio llevando sus manos a mi costado. EchĆ© mi pierna hacia atrĆ”s y lleve mi rĆ³tula a su desprotegida hombrĆ­a. SentĆ­ como sus ovalados y frĆ”giles Ć³rganos masculinos se estrellaron con su hueso pĆ©lvico.

 

Hasta con dolor
de huevos eres sexy.
   —¡Aaaaaaaah! —exclamĆ³ con bastante dolor mi pobre Romeo. DesenfocĆ³ la mirada y se doblĆ³ llevĆ”ndose la mano a la ingle.

 

   —¿Ya no puedes mĆ”s, Romeo? ¿Tan poco aguante tienes?

 

   —Estoy bien —dijo. Me sentĆ­ mal, ni siquiera se me ocurriĆ³ preguntar por su bienestar—. Es solo que fue muy duro.

 

   RetrocedĆ­ unos pasos. Vi como desviĆ³ sus ojos a mi entrepierna.

 

   —Lo sĆ©, parece una carpa de circo —sonreĆ­. Mi bulto estaba bastante grande, levantaba sin vergĆ¼enza la tela de mi pantalĆ³n, pinche cabezĆ³n grosero—. Date la vuelta, Romeo.

 

   El respirĆ³ profundo y afirmĆ³ obediente. Me dio la espalda. Mis ojos recorrieron desde el grueso trapecio a su firme trasero. Se veĆ­a bastante nalgĆ³n en su pantalĆ³n de vestir. Ɖl sabĆ­a lo que yo querĆ­a, se inclinĆ³ recogiendo su pantalĆ³n desde los muslos.

 

   Le di una colosal patada en las bolas que lo levantĆ³ y lo hizo gritar. Sus pies despegaron del suelo y se llevĆ³ las manos a los huevos. Cuando volviĆ³ a tener contacto con la alfombra se quedĆ³ algunos segundos paralizado, no pude disfrutar de su expresiĆ³n facial, seguramente tenĆ­a los ojos cruzados o la boca abierta, lo cierto es que lentamente se fue cayendo al suelo, estaba acongojado y en posiciĆ³n fetal lloriqueando de profundo dolor.

 

    SentĆ­ una mezcla de excitaciĆ³n, tristeza y fogocidad por Ć©l. Todos sabemos que los golpes en los huevos dados por la espalda duelen mucho mĆ”s. Sobre todo si usas una vestimenta como pantalĆ³n ejecutivo que se aferra a tu piel y no protege para nada.

 

   Que perverso soy, me he quedado de pie contemplando como su poderosa masculinidad se desvanecĆ­a mientras frotaba y calmaba en vano el dolor proveniente de su entrepierna. Siempre me he sentido atraĆ­do en la forma de acabar con la fuerza de un hombre fuerte y viril con el mĆ”s simple contacto de las joyas que le cuelgan entre las piernas. ¡Se siente muy cabrĆ³n!

 

Romeo tiembla y se retuerce, puedo detallar lo grueso de sus muslos, sus nalgas, redondas. Tenerlo asĆ­, postrado y dĆ©bil por un dolor de testĆ­culos hace que me enamorĆ© de Ć©l. Es una situaciĆ³n enferma y contradictoria, pero muy sensual e inexplicable, tĆŗ lo sabes tanto como yo.

 

   —A ver, Romeo, ¿dĆ³nde estĆ”s que no te veo? —dije inclinĆ”ndome a Ć©l. Caramba, ¿me estarĆ© convirtiendo en mi padre con sus chistes sosos? Ayudo a levantar a mi guardaespaldas y le doy el honor de sentarse en mi propia silla ejecutiva. Romeo tiene el rostro desfigurado de dolor, me gusta su pose. Tiene las piernas abiertas y las manos sobre sus bolas.

 

   Tengo un filtro de agua en mi oficina, todos saben que me gusta beber agua y soy yo quien prefiere servirse su propio vital lĆ­quido que pedĆ­rselo a otra persona. Le preparo un vaso y se lo ofrezco, no le da atenciĆ³n. Acaricio su mejilla, se ve muy lindo. Acerco el vaso a sus labios y comienza a beber. Algunos chorrillos de agua escapan a su mentĆ³n y yo con paternal cariƱo limpio con mis dedos cuando retiro el vaso de su boca.

 

   —¿Te sientes bien, Romeo? Podemos ir al doctor.

 

   —No, estoy bien.

 

   —¿CuĆ”l ha sido tu peor golpe en la ingle?

 

   —Una tarde jugando fĆŗtbol. La pelota fue directo a mis huevos.

 

   SonreĆ­, mi pene tambiĆ©n estaba feliz moviĆ©ndose como loco queriendo babear.

 

   —Y el de hace un rato —complementĆ³ mi guapo guardaespaldas. Me mirĆ³ y guiĆ±Ć³ un ojo.

 

   Me siento muy cachondo, necesito follar cuĆ”nto antes.

 

   —¿Tienes pareja, Romeo?

 

   —No…

 

   Me mordĆ­ el labio, Ć©l se quedĆ³ mirĆ”ndome y no respondiĆ³.

 

   —¿Desde cuando no tienes pareja? Eres un hombre muy atractivo, seguramente tienes un montĆ³n de pretendientes.

 

   —No diga eso, jefe. Me sonrojo.

 

   ReĆ­ y acaricie su barbilla. Por fin retiraba una mano de su hombrĆ­a.

 

   —¿EstĆ”s mejor?

 

   —SĆ­, jefe.

 

   —Puedes tutearme y llamarme Fabio. Formas parte de mi cĆ­rculo de confianza.

 

   —Gracias.

 

   Me quedĆ© mirĆ”ndolo fijamente a los ojos, Ć©l dijo con una sonrisa.

 

   —Muchas gracias, Fabio.

 

   —QuĆ© bonito se oye mi nombre en tus labios.

 

    No pude mĆ”s, me entregue a mis bajas pasiones y me inclinĆ© para besarlo. Sus labios eran suaves y dulces……… ¿dulces? ¡Chingada sea! Parezco una niƱita de 15 aƱos. Pero la verdad sus labios fueron muy tiernos con mi salvaje contacto. Besos de caramelo, ¡ay! Calma, Fabio eres un macho que quiere follar.

 

   AsĆ­ actuĆ© como un animal, no me importĆ³ que sucederĆ­a con nosotros despuĆ©s de esa madrugada. ¿SerĆ© un jefe abusador? Ya es muy tarde para pensar en eso.

 

   LlevĆ© mi mano a la bragueta de su pantalĆ³n y lo mirĆ© a los ojos.

 

   —Oh, Romeo, ¿dĆ³nde estĆ”s que no te veo? —metĆ­ mi mano en su pantalĆ³n agarrando su pedazote de carne—. AquĆ­ estĆ”s —dije como pude, tenĆ­a la boca hecha agua.

 

Te llevƩ al placer Romeo
    Aunque no hubo penetraciĆ³n, nos hicimos una buena paja juntos, las bolas de Romeo no son tan grandes como otras que he conocido. Su polla es morena, mĆ”s oscura que el resto de su tez, debe medir 18 centĆ­metros, no tenĆ­a la regla a la mano, pero es hermosa, su cabeza bastante rosada. Nos dimos muchos besos y nos acariciamos juntos, regamos nuestras copiosas cargas de semen por el suelo y el escritorio de la oficina de Antonio, carajo tendrĆ© que imprimir estos documentos de nuevo, estĆ”n mojados y huelen a nuestro aroma. Fueron minutos deliciosos. TambiĆ©n les confieso que fue muy excitante llevar a Romeo al lĆ­mite del placer, nunca olvidarĆ© su cara mientras jadeaba y se le salĆ­a la leche, incluso llorĆ³ del orgasmo, eso es lo que nunca olvidarĆ©, sus lĆ”grimas de placer y gemidos.

 

Pero fue la mejor
paja de mi vida
   Le pedĆ­ que saliera mientras recogĆ­a las cosas y limpiaba un poco aquella oficina. Y pensar que maƱana Antonio va a trabajar aquĆ­ mero, je, je.

 

   SentĆ­ vergĆ¼enza conmigo mismo, ¿que estarĆ” pensando Ć©l despuĆ©s de aquello? ¿CreerĆ” que soy un abusador? Eran las 2:40 am cuando se quedĆ³ perplejo observando mi vehĆ­culo salir, le dije a un guardia del grupo LeĆ³n que me escoltara a casa. Romeo estaba en la entrada de la empresa conversando con el vigilante.

 

Te me quedaste
confundido mi Romeo
   —Romeo, es muy tarde ya —dije desde la ventanilla—. He pedido un taxi para ti que no tardarĆ” en buscarte. Ya he pagado tu destino. EstĆ”s muy cansado y en poco tiempo serĆ”n las 3 de la maƱana. Espero por ti en la tarde, tendrĆ”s todas estas horas para descansar. No te preocupes por mĆ­, otro guardaespaldas me cuidarĆ” en la maƱana. Buen sueƱo —y subĆ­ el vidrio sin esperar respuesta de su parte, su rostro de confusiĆ³n era digno del Oscar.

 

   ¿SalĆ­ huyendo? No lo sĆ©. ¿Estoy avergonzado? Mucho. No sĆ© como dirigirme a Ć©l, ¿tengo que actuar como si nada pasara? SerĆ­a lo mĆ”s tĆ­pico. No serĆ© Rachel Marron con su guardaespaldas y tampoco estarĆ© por los pasillos cantando a todo pulmĆ³n I Will Always Love You.

 

   Al amanecer y cuando me disponĆ­a a ir al trabajo a las 8 de la maƱana, Romeo ya estaba en el jardĆ­n de la casa. OptĆ© por ignorarlo fingiendo que hablaba por mi celular, y le pedĆ­ al seƱor Warner, otro guarura que me escoltara al trabajo.

 

   Cuando lleguĆ© al Grupo LeĆ³n fui a mi oficina directamente.

 

    —El licenciado Antonio Ferreira aĆŗn no ha llegado, seƱor Fabio —dijo mi secretaria.

 

   DoblĆ© el ceƱo, horas despuĆ©s supe que Antonio se retrasĆ³ por culpa del trĆ”fico.

 

—SeƱora Diana. Con su prodigiosa forma de redactar hĆ”gale un memorĆ”ndum al seƱor Ferreira recordĆ”ndole la estricta hora de entrada a la oficina. Ya que quiere ser tratado como trabajador, que actuĆ© como tal, con la destreza de su mano le plasma mis Ćŗltimas palabras.

 

Ante el asombro de mi secretaria di media vuelta y entrĆ© a mi despacho. 


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