EL PECADO DE ARNUBIS. - Las Bolas de Pablo

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13 jul 2021

EL PECADO DE ARNUBIS.

 

EL PECADO DE ARNUBIS.

 

 CONTIENE BALLBUSTING M/M Y F/M

 

Arnubis alias cara de sopa, caminaba aquella tarde de jueves con sus dos secuaces, el mal humor les gobernaba pues la noche de miĆ©rcoles les fue terrible con la paliza que les dieron entre NicolĆ”s, —el enemigo de Bornacelli—, y ese joven de chaqueta azul y hĆ”bil con el palo. (UNANOCHE DE MIERCOLES PARA UNA MAƑANA DE DOMINGO Parte 4).

 

EN LA MADRUGADA DEL JUEVES...


 

Tras reponerse de los terribles y mĆŗltiples golpes, los 6 jĆ³venes criminales comenzaron a discutir por lo sucedido.

 

—CuĆ”l es tu maldito problema?!—Bornacelli casi le escupĆ­a respondiendo a un airado reclamo de Arnubis.

 

—Mi problema?...te dirĆ© cual es!

 

—AAuuuu!!!—Bornacelli soltĆ³ un aullido cuando Arnubis le enterrĆ³ un rodillazo en los testĆ­culos.

 

Los genitales le dolieron como el diablo, ya de por sĆ­ tenĆ­a las pelotas inflamadas. De inmediato se agarrĆ³ sus partes.


—Mi problema es que nos arrastraste a tus lĆ­os, maldito! y no sĆ³lo perdimos plata por no poder trabajar, a todos nos dejaron listos para el hospital. Y para rematar me duelen las bolas, y mucho!

 

Enfurecido, Arnubis le rematĆ³ con un puƱetazo al rostro. Bornacelli cayĆ³ al piso enseguida.

 

—Maldito sucio—Se quejĆ³ el expendedor de drogas ante los ataques repentinos y desleales en su opiniĆ³n, sus pelotas palpitaban, esos dos golpes le dejaron vencido en el piso.

 

Los compaƱeros de Bornacelli quisieron intervenir, pero los aliados de Arnubis sacaron sus navajas y les mantuvieron a raya.

 

El agresor se acercĆ³ al vencido:

 

—En la calle se vive peleando sucio, tĆŗ con esa venta de drogas en colegios de maricas te crees mejor que nosotros los ladrones, pero tambiĆ©n eres basura.

 

Los ladrones se marcharon, en adelante ya no habrĆ­a sociedad alguna entre Arnubis y Bornacelli.

 

 

EN LA TARDE DEL JUEVES...

 

El trio de ladrones pasĆ³ por una fĆ”brica abandonada, uno de ellos se asomĆ³ por una ventana rota y no pudo creer lo que veĆ­a!

 

Dentro de la fƔbrica se podƭa ver perfectamente a una mujer elegantemente vestida que hablaba por telƩfono.


—Es un telĆ©fono de la manzanita, tengo ojo de Ć”guila para reconocerlos a distancia, jefe!

 

Arnubis confiaba en la habilidad visual de su compinche, dudĆ³ un instante, temiendo alguna trampa de la policĆ­a….Un blanco tan fĆ”cil?

 

Los 3 ladrones dieron  una rĆ”pida inspecciĆ³n por todo el perĆ­metro del lugar y sin amenaza a la vista decidieron entrar, no solo por el telĆ©fono, sino por cualquier cosa que la elegante vĆ­ctima tuviese.

 

Mientras tanto la mujer, de rasgos orientales hablaba por telƩfono con un misterioso hombre:

 

—EstĆ” hecho seƱor…—Expresaba la mujer con orgullo.

 

—Excelente, y debo preguntar, sufriĆ³?

 

—Bastante, debo decir.

 

Bien, no esperaba menos de ti, mi Vampira!...Y el compuesto?

 

—Lo tengo conmigo.

 

Perfecto, ya quiero poder usarlo.

 

—Pero debo decirle que he tenido problemas.

 

Y eso? TĆŗ con Problemas? No me reportabas problemas desde el incidente en la Academia de policĆ­a.

 

—No le he vuelto, ni le volverĆ© a fallar, seƱor.

 

De que se trata, entonces?

 

—Ese triĆ³ de puercas (policĆ­as), llegaron a mi escondite favorito, debĆ­ salir con prisa, ahora estoy en un espantoso sitio mientras se calman las cosas.

 

—No te preocupes por esas 3, ya he pensado un plan para ellas…Es mĆ”s, ven esta noche para informarte.

 

—Como diga, seƱor.

 

Se escuchĆ³ un sutil ruido y la mujer mirĆ³ de reojo.

 

—Debo colgar seƱor…un imprevisto me temo.

 

—Uhm, alto riesgo?

 

—No seƱor, sĆ³lo diversiĆ³n…

 

Entiendo, te verĆ© en la noche.—La llamada terminĆ³.

 

—Que es lo que quieren?—Expuso la mujer en voz alta, y ante esto los 3 ladrones salieron de sus escondites.

 

—Danos el telĆ©fono y todo lo que tengas, colabora y no te pasarĆ” nada—SentenciĆ³ Arnubis.

 

—Creo que no voy a colaborar—RespondiĆ³ la mujer, guardĆ”ndose el telĆ©fono en el vestido— Hoy has cometido un pecado mortal…—se dirigĆ­a a Arnubis quiĆ©n claramente era el lĆ­der del grupo—…Me temo que todos estĆ”n violando el sĆ©ptimo mandamiento…son pecadores, y yo acostumbro castigar a los pecadores, jajaja.

 

—Maldita estĆŗpida!—Arnubis y sus compinches sacaron sus navajas para intimidarla.

 

A pesar de la amenaza, la expresiĆ³n de la mujer, era de total normalidad.


—RespetarĆ”s los bienes ajenos y pagarĆ”s las deudas, no quitarĆ”s o retendrĆ”s lo ajeno contra la voluntad de su dueƱo, ni causarĆ”s daƱo al prĆ³jimo en sus bienes. —La mujer recitaba el sĆ©ptimo mandamiento, algo de total desconocimiento para los 3 cacos.

 

La mujer corriĆ³ de repente contra uno de ellos, este se vio sorprendido y dudo en usar su arma…Un grave error!

 

Dos dedos de la mujer se hundieron en el cuello del joven delincuente, como si se tratase de un objeto punzante. La piel no pudo detener la fuerza extraordinaria de aquellas uƱas y Ʃstas penetraron.

 

—AAAhhh!!!—GritĆ³ el ladrĆ³n cuando de su cuello emergĆ­a un chorro de sangre a presiĆ³n. Le habĆ­an perforado la carĆ³tida.


—MALDITAAA!!—Fue el grito de guerra del exasperado Arnubis, quiĆ©n lanzĆ³ un navajazo a la mujer, fĆ”cilmente evitado…La dama oriental detuvo la muƱeca con fuerza, torciĆ©ndosela e inmovilizando el arma ofensiva.

 

El tercer ladrĆ³n veĆ­a tambiĆ©n con cuchillo en mano a acabar con la dama, pero Ć©sta le recibĆ­a con un golpe de empeine en los testĆ­culos!


—AAaahhh!!—ExclamĆ³ el sujeto, soltando su navaja.

 

La dama enseĆ±Ć³ sus uƱas a Arnubis, estaban pintadas de negro en las puntas. El ladrĆ³n se asustĆ³ al verlas, parecĆ­an las garras de algĆŗn ave rapaz, no le extraƱaba que pudiesen herir el cuello de su compaƱero tan fĆ”cilmente.


La mujer dio un golpe de palma en la nariz de Arnubis… El impacto a los huesos propios de la nariz le dejĆ³ aturdido y temporalmente ciego por las lĆ”grimas y secreciĆ³n nasal.

 

La hĆ”bil fĆ©mina tenĆ­a ahora el arma de Arnubis, pero no la usarĆ­a, asĆ­ que la retrajo y guardĆ³ en su vestido.

 

Fue entonces contra el sujeto dolido de sus bolas, el joven estaba sin reacciĆ³n sĆ³lo se tomaba los genitales.

 

Una patada a la cara le hizo elevar la cabeza, y descuidar sus bolas!

 

—AAAAAAHHHHH!!!—GritĆ³ el sujeto cuando la femenina le apretĆ³ los testĆ­culos. Un apretĆ³n mortal que en segundos logrĆ³ que el pantalĆ³n se le tiƱese de rojo… Aquellas fuertes uƱas le perforaban el escroto, como si se tratase de cuchillas clavadas.


El varĆ³n sentĆ­a una real tortura china.

 

—Pobrecito, no creo que te queden sanos, Jajajaja—La mujer retirĆ³ la mano…sĆ³lo para atacar los ojos del ladrĆ³n…VaciĆ”ndoselos de un solo ataque de uƱas.

 

—AAAAAHHHH!!!!!!!!!!!!!!!—Fue un grito de ultratumba. El joven se derrumbĆ³ sobre sus rodillas, tomĆ”ndose las vacĆ­as cuencas oculares.

 

Pero la mujer con una expresiĆ³n sĆ”dica, le conectĆ³ una patada de artes marciales en la nuca…asĆ­ acabĆ³ con su sufrimiento!

 

Arnubis ya podĆ­a ver bien y observĆ³ la terrible escena, esa mujer —que arrojaba los ojos de su compaƱero al suelo, como si se tratasen de basura—, era un demonio escapado del infierno sin duda, jamĆ”s habĆ­a visto tal muestra de salvajĆ­a…CorriĆ³ para salvar su vida!

 

Las piernas de Arnubis se movĆ­an a su mĆ”xima velocidad, debĆ­a salir de la fĆ”brica. La mujer oriental estuvo atenta a su escape y comenzĆ³ una corta persecuciĆ³n.

 

Aun con tacones, la dama era rĆ”pida! y casi a punto de alcanzarle, dio un brinco apoyĆ”ndose contra un muro…el acrobĆ”tico salto la ubicĆ³ frente a Arnubis, cerrĆ”ndole el escape.

 

El joven ladrĆ³n se sorprendiĆ³ al verse interceptado tan rĆ”pido, enseguida abriĆ³ los ojos y soltĆ³ un grito.


—Aarrggg!!!— Le habĆ­an dado un rĆ”pido puƱo en los testĆ­culos que le hizo retroceder.

 

Entonces la mujer iniciĆ³ una lluvia de patadas y puƱos contra la humanidad del ladrĆ³n, la sangre emergĆ­a a escupitajos!


Finalmente una patada en la cabeza le derribĆ³. La oriental se quedĆ³ justo frente a Ć©l, elevĆ³ muy alto la pierna y la descargĆ³ en forma de pisotĆ³n contra la garganta de Arnubis.

 

—Tu pecado te condenĆ³…—Un poco mĆ”s de fuerza se aplicĆ³ a la garganta y se escuchĆ³ un tronido. Arnubis dejĆ³ de moverse.

 

—Jajajajajaja…jajajajaja!!—La mujer oriental comenzĆ³ a reĆ­r al tiempo que jadeaba, fue cuando acercĆ³ una mano contra la zona de su entrepierna y comenzĆ³ a frotar sus partes Ć­ntimas sobre la tela…la fricciĆ³n aumentĆ³ sus jadeos…

…Tres frotes mĆ”s y decidiĆ³ detenerse, por fin se calmĆ³ su respiraciĆ³n.

 

La mujer abandonĆ³ la fĆ”brica dejando 3 cadĆ”veres y mucha sangre.

 

 

FIN.

 

***

 

 

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