Contiene
Ballbusting hombre/hombre
—Esos dos locos me recuerdan a ti y a mi hermano Regulo —dijo Bastian cuando observaba por la ventana de la sala de conferencias del hotel con vista a la piscina.
—SĆ, asĆ de unidos Ć©ramos —afirmó Marcos Chacón mirando tambiĆ©n a Pablo junto a Simón en una de las mesas. Simón 3 aƱos mayor que Pablo, era un chico musculoso con cabello corto y negro, sus ojos de un color avellana atraĆa la atención de muchas personas. Llevaba pantalones cortos y el torso desnudo.
—Cuando murió con su esposa te dolió tanto. Lo recuerdo muy bien. ¿Por la unión de ustedes te quisiste hacer cargo de sus hijos, cierto?
—SĆ, Regulo y yo Ć©ramos como uno. Pascual apenas entraba en la adolescencia y el pobre Enzo un bebĆ©, no podĆa dejarlos asĆ. Me los traje conmigo.
—SĆ y la abuela materna no pudo negarse que sus nietos se criaran con un rico hotelero. Vieja arribista.
Marcos se encogió de hombros.
—Al fin y al cabo son los hijos de mi querido hermano.
—SĆ, mĆralos allĆ estĆ”n los nuevos Marcos y Regulo como perros y gatos y despuĆ©s como siameses.
Se quedaron mirando un rato mĆ”s a Pablo que recibĆa algunas palmadas en la cabeza de Simón, despuĆ©s se retiraron a las labores del hotel.
En la planta baja los dos hermanos estaban en el Ć”rea de la piscina de niƱos mientras el Ćŗnico hijo de Simón jugaba en la alberca. Pablo de 20 aƱos, cursaba estudios en la escuela nĆ”utica. Su cabello era largo y negro y el aire lo movĆa. TenĆa pantalón y franela negra, estaba llegando de la calle cuando se encontró a su hermano y su sobrino en el lobby del hotel.
—Juro que si no me dices a quien le escribes tanto por el celular con esa cara de idiota te vuelvo a dar otra tunda de lepes.
—No te lo voy a decir —negó Pablo.
—¡Carajo! ¿Por quĆ©? ¿No se supone que soy tu hermano favorito? ¿O me has cambiado por el huevo sin sal de Israel?
—Obvio que no. Ja, ja, ja.
—¿Entonces, gusano? Siempre me dices quienes son los tipos que te meten la carne por detrĆ”s.
—DespuĆ©s de lo que hiciste con mi Ćŗltimo novio no lo harĆ© mĆ”s.
—Esa princesa se lo tenĆa merecido. Se burlaba de ti —Simón tomó el celular de Pablo y escribió en la pantalla. DespuĆ©s lo arrojó con fuerza contra la mesa—. ¡Carajo! Siempre me sĆ© tus claves y esta vez no sĆ© que demonios has puesto en tu celular. Eres una mierda, Pablo. ¿Por quĆ© desconfĆas asĆ de mĆ? ¿QuĆ© he hecho yo para merecer esto? ¡Ja, ja, ja!
—Simón, no tengo que contarte todo.
—Yo siempre te he contado todo, cabrón. Entre nosotros nunca ha existido privacidad. Hasta te contĆ© como procree a mi hijo.
—CĆ”llate, idiota —el celular de Pablo se activó con una notificación de mensaje y los dos hermanos se miraron a los ojos.
—Carajo, Pablo. ¿QuiĆ©n es tu nuevo amante?… hermanito, dime, solo algo, ¿es un tipo prohibido? ¿EstĆ” casado? ¿Por quĆ© tan secreto que no me quieres contar? ¿Es un sacerdote?
—Shhhh, perro. Pero, no, soquete. Es mĆ”s, no es ni una relación —afirmó Pablo usando su celular para leer los mensajes—. Solo la estamos pasando bien. Sin compromiso.
—Pero siempre en eso, uno de los dos se enamora.
—… —Pablo guardó silencio concentrado en responder el mensaje. Esa fue la distracción que aprovechó su hermano para arrebatarle el dispositivo—. ¡Simón, mamaguevo! ¡Dame mi mierda! ¡Devuelve mi celular!
Simón utilizó la tĆ©cnica de un armadillo, aunque en realidad parecĆa una tortuga sin caparazón. Se enroscó de una manera tal, que su espalda quedó expuesta mientras acurrucado revisaba el equipo desbloqueado de Pablo. Su hermano comenzó a forcejear con Ć©l y golpearlo. Atrayendo encima la mirada de padres y niƱos en el Ć”rea.
Finalmente Simón levantó la cabeza, dejó el móvil entre sus piernas y se llevó las manos a la boca adoptando un gesto teatral y femenino de asombro.
—¡O sea, que mi padrino Otto y tĆŗ! ¡Oh, my god!
—¡Eres un maldito abusador, Simón! Esta no te la perdono.
Pablo estaba furioso agarró su celular y no conforme regaló un puƱetazo a los testĆculos de su hermano. Simón saltó en su asiento cuando el puƱo chocó contra sus gordas papas.
El rostro de Simón se contrajo de dolor. —Ughgh —pudo gemir cuando su cuerpo se lleno de agonĆa.
Una señora que estaba en la mesa de al lado se llevó la mano a la boca como verdadera expresión de asombro.
—Y esto es por metiche —reclamó Pablo impulsando otro fuerte puƱetazo entre los muslos de Simón que lo hizo doblarse y caer al suelo apoyĆ”ndose en una nalga.
—Ay, ay, los hermanos de mi Vicente se murieron —se lamentó Simón agarrĆ”ndose los genitales mientras retorcĆa la boca con dolor.
—¡Metiche! —dijo Pablo dio media vuelta poniendo rumbo al hotel.
—Hermano, hermanito, espera —lo llamó Simón.
Pablo no se tomó la molestia en girar la cabeza. Iba con paso firme a la edificación.
—Ay, puto seas —dijo Simón empezando a levantarse. Se agarraba la entrepierna con una mano y doblaba la boca con pesar. Cuando pudo ponerse de pie observó que su hijo jugaba con otros niƱos en la piscina—.¡Julio, eh, Julio! —pero el aburrido salvavidas en la tumbona no lo escuchaba y su dolor de bolas no le permitĆa gritar tan fuerte. Sintiendo que sus golpeados huevos se elevaban tuvo que subir la voz—. ¡EH, JULIO!……… ¡Eh, hombre, al fin! ¡En un momento vuelvo te encargo a mi hijo, eh!
Y dejando al niƱo como una especie de caja de encargo en la alberca. Simón fue cojeando y encorvado detrĆ”s de su hermano menor. Se veĆa muy gracioso apresurando el paso y agarrĆ”ndose la entrepierna.
—¡Pablo, hey, Pablo!
Logró alcanzarlo cerca de las escaleras que daban acceso al Neptuno Palace.
—Pablo, cabrón. En verdad me sorprende que tĆŗ y Otto se cojan. Pero ya sabes que siempre te dije que tenĆa mi sospecha que al padrino le gustaba la carne por detrĆ”s.
—¡No me hables, Simón!
—¡Pablito!
Simón le dio un pesado abrazo fraternal a un obstinado Pablo que se resistĆa. Comenzando una nueva lucha sin intervención de violentos golpes, simplemente forcejeaban. Pablo cayó al suelo y Simón estaba de cuclillas.
—¿Peleando como niƱos,eh? Ustedes nunca cambian.
Era Otto y estaba en el balcón superior mirĆ”ndolos. TenĆa lentes de sol, camisa blanca, un saco de color vino y pantalón azul que se abrazaba a sus musculosas piernas dejando ver un prominente paquete.
—¿Por quĆ© estĆ”n asĆ? Voy con ustedes —dijo, y se apartó caminando hacia las escaleras.
Simón se rio y le susurró a su hermano.
—AhĆ viene el que te gusta, actĆŗa normal. GalĆ”n de verano, ¡que no sirves pa' un carajo!
Simón se irguió mientras Pablo quedó en el suelo sin saber quĆ© hacer. Estaba seguro que su hermano no dirĆa nada pero podĆa comportarse bastante burlón.
—¿Por quĆ© estĆ”n peleando como niƱos? —preguntó Otto cuando bajó las escaleras y se unió a ellos.
—Ah, padrino. Es que Pablo es bastante pervertido —afirmó Simón colocando la planta del pie sobre la entrepierna de su hermano.
Los ojos de Pablo se cruzaron y dejó escapar un silencioso —Oooh.
—¿Perver, quĆ©? ¿Pervertido? —preguntó Otto atónito. Se quedó observando el zapato de Simón en la hombrĆa del jovenzuelo y tragó saliva.
—SĆ, un pervertidazo de baja categorĆa —afirmó Simón riendo con malicia.
—¿Por quĆ©, por quĆ©? —preguntó Otto experimentando una mezcla de emociones.
—A Pablito le gusta que le haga esto —el zapato de Simón se afincó en el paquete abultado de su hermano, aplastando sus bolas.
Pablo abrió los ojos y dejó escapar un sonido doloroso.
—¡Hombre, no le hagas eso a tu hermano! —regañó Otto, sin embargo una sonrisa de diversión se pintaba en su rostro.
—SĆ, padrino, te harĆ© caso para que veas que sigo siendo un niƱo bueno —afirmó Simón apartando su pie—. Vamos, hermanito, te ayudarĆ© a levantar —extendió la mano a Pablo al mismo tiempo que levantaba las cejas y mostraba los dientes como una mueca de picardĆa y complicidad.
Pablo le dirigió una mirada brutal y brusca. Aceptó la mano de su hermano y comenzó a levantarse, en el proceso de doblar las rodillas y alzarse dirigió un puƱetazo en los testĆculos de Simón tomĆ”ndolo por sorpresa.
—¡Aaaaaaay! —gritó el guapo muchacho. DespuĆ©s se derrumbó en el suelo.
—Carajo, no se hagan eso —pidió Otto pareciendo preocupado, mientras que sus genitales indicaban todo lo contrario abultĆ”ndose en su pantalón. Siguió a Pablo que se iba con las manos en las bolas.
—En este momento no estoy de humor para hablar —afirmó Pablo yĆ©ndose solo.
Otto regresó con el pobre Simón que seguĆa sobando sus huevos.
…
Extracción de una conversación por WhatsApp horas después:
Simón: —Hermanito, no quiero discutir contigo. Ni que estemos enojados. Puedo estar meses sin hablarle al tonto de Israel o a Enzo. Pero no a ti. ❤❤. Peeeeerdóname.
Pablo: —Te comportaste como un cretino quitĆ”ndome el celular, no tenĆas derecho.
Simón: —¿Derecho? Es mi derecho protegerte. MamĆ” siempre lo decĆa: «cuida a tu hermano menor». Ella sabĆa que eras una reina.
Pablo: —Vete a la mierda.
Simón: —En mi siempre puedes confiar. Te quiero. Me debes un golpe en los bajos.
Pablo: —PĆŗdrete.
Simón: —Otto estĆ” seguro que lo de esta tarde fue un simple juego de hermanos. AsĆ le hice creer. Pablo y Otto sentados en un Ć”rbol, besĆ”ndose y agarrĆ”ndose las manos
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